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31 octubre 2009
Muertos de risa
La muerte no deja indiferente a nadie, siquiera a los suicidas. Y es a su alrededor todo lágrimas, llantos, quebrantos, duelo, ausencia y dolor, mucho dolor. Sólo el muerto se salva de sufrir por su propia muerte.

Pero, claro, los que lloran al muerto nunca sacan la mueca inconveniente, jamás violan la liturgia obligada. Da igual si a uno el muerto ni le va ni le viene, si lo odiaba al punto de no soportar que se haya muerto, frustrando el deseo de haberlo matado con las propias manos. Todos, ante un muerto, tenemos que gesticular algo serio, tendente al dolor. Caso contrario, no tenemos alma.

Pues verán que yo no la tengo. En alguna ocasión me he desparramado de risa a causa de un muerto. En concreto, tres veces me he partido la caja a cuenta de uno de ellos. Para más colmo en dos ocasiones eran muertos cercanos. Esto no se lo cuenten a quienes me conozcan, que echarían a perder mi reputación de tipo sensato y respetuoso. Hoy les contaré otro caso menos trágico –que casi acaba con otro muerto- y que sucedió en medio de un campo plagado de muertos. Esto es para que vean cómo los muchos muertos no tienen por qué producir más horror que uno solo.

La aventura empezó como una simple tarea administrativa sin demasiada importancia. El Ayuntamiento envió a mi madre una comunicación indicando que el nicho en que estaba enterrada su hermana se iba a demoler, porque su estado, como el de los demás del sector, era casi ruinoso. Por ello, tenía que acudir al cementerio a cerciorarse de que el nicho en cuestión era efectivamente el de su hermana y, en las propias oficinas del aparcamiento de muertos, firmar el papelito de marras haciéndose responsable del asunto y comprometiéndose a abonar el coste de la exhumación de los restos, depósito, reparación del nicho y nueva inhumación. Solícito hijo como soy, me ofrecí a acompañarla a buscar el nicho, identificarlo y resolver toda la papelería. Casualidades de la vida, mi coche estaba en el taller el día para el que estaba prevista la excursión a la sucursal del otro mundo en éste. Una amiga, que estaba de viaje y vive cerca, me había dejado las llaves de su coche para que se lo llevara a dar una pintadita a un taller cercano, diciéndome que podía usarlo si lo necesitaba. ¡Coño, pues qué mejor ocasión! Allá que me fui con el coche de mi amiga a recoger a mi madre y, tan pichis, ¡p’al cementerio a pulular entre sus calles a la caza del nicho maltrecho! En callecitas entre nichos y buscando el número correspondiente, es evidente que no circulaba yo muy rápido, sino a paso de tortuga. Y en éstas, ¡zas!, como una centella aguindillada, otro coche se cruza en perpendicular a todo gas rozando con su lateral el paragolpes delantero de mi coche prestado. Recién pintadito, recién pintadito, dense cuenta. Pero eso lo pensé después, porque el correcementerios, con el roce lateral, se desvió de la calle y fue a parar lateralmente contra la esquina de un mausoleo de granito macizo inmenso, absolutamente descomunal, doblándose en ángulo recto contra su ella. ¡Vaya hostiazo, señores, vaya golpe morrocotudo! Mi madre se quedó bloqueada y muy nerviosa, yo salí del coche y, sinceramente, más me preocupó al principio el estado de la pintura de mi coche que la salud del descerebrado del coche doblado. Sólo se había desprendido la matrícula y un poco el paragolpes, pero el Nissan Bluebird azul marino –nunca se me olvidarán la marca o el modelo del coche escuadrado- estaba hecho una mierda, todo desvencijado. Me acerqué y vi, bastante aterrado, que el conductor estaba inconsciente con la cabeza ladeada, mientras un chorrillo de sangre le salía de por encima de la sien. La puerta no se abría ni de suerte, el tipo no respondía y empecé a sentir angustia. Decidí gritarle y surtió efecto: sólo estaba aturdido. Se despejó un poco, le ayudé a forzar la puerta para salir y, ya fuera, se secó la sangre con un pañuelito delicado. Iba el tío de punta en blanco. Cabreadísimo, mientras mi madre miraba atónita, el tipo me espetó toda suerte de insultos diciéndome que era un peligro público, que qué velocidades eran ésas y demás verborrea agresiva típica de quien es consciente de haber jodido al prójimo y ser responsable, y pretende proyectar en el damnificado su propia responsabilidad. ¡Pues ni sangre ni hostias, que la actitud del tipo me hizo pasar de la angustia al cabreo y ganas tuve de rematarlo ahí mismo a cabezazos –suyos- contra la esquina de granito del mausoleo! Lo agarré de un brazo sin decirle ni pío y lo llevé hasta el cruce donde se había desviado al raspar mi coche recién pintadito. Le enseñé con cara de bastante mala hostia el STOP que alegremente se había saltado a todo trapo: era el acceso directo desde la ronda perimetral –cuatro carriles- a las callecitas que menudean entre baterías de nichos. ¿De quién es la culpa, pedazo de mastuerzo?, le dije. Bastante cagado de miedo, mientras para dar pena se sujetaba el pañuelito delicado junto a la sien, me soltó que, claro, que le perdonara, pero que llegaba tarde ¡a un entierro! ¡Coño, si a algo nunca se llega tarde es a un entierro!

No estaba dispuesto a cabrearme más y, civilizadamente, le dije que cogiera sus papeles para redactar el bonito parte amistoso que íbamos a firmar. Ni corto ni perezoso, dijo que no y por el mismo sitio por el que entró como una bestia con su coche, salió a pie de vuelta fumándose un cigarrito. Al entierro, ¡que le dieran por culo! Total, debería pensar, casi había estado él a punto de ser uno más de los residentes…

El colmo llegó cuando llamé a la Policía Municipal para informar del accidente, para que luego no me acusaran de sabe Dios qué. Quería que vinieran para que dieran fe de que no era culpa mía y explicarles que el herido del pañuelito se había largado sin dejar datos ni nada, sólo el coche doblado en escuadra contra el mausoleo. Cada vez que lo miraba, más grande me parecía la masa de granito, más robusta, más dura y más mierda me parecía el Nissan. Nunca me compraré uno. Y la pintura recientita del coche prestado, ¡cómo me la había arañado el cabrón del pañuelito! El caso es que, conectado con el amable municipal, le cuento el asunto y, con voz de cabreo me advierte de que las bromitas a la policía son delito. Ya, señor guardia, lo sé, pero esto no es broma: estoy en el cuartel XX del Cementerio, entre las filas de nichos xx e yy, con el coche paradito en un cruce y, en la esquina siguiente, hay un Nissan Bluebird azul doblado en escuadra contra un rascacielos de granito, cuyo conductor, herido en la sien, se ha dado a la fuga a pie fumando un pitillito y empapando su sangrecita en un pañuelito delicado.

Y llegó la patrulla de la policía municipal. El que hablaba conmigo mantenía la seriedad y el compañero torcía muequecillas de medio descojono. Mientras relataba las circunstancias de la cosa, se iban quedando de piedra, muy serio el que parecía jefe, valorando sesudamente si la actitud del del pañuelito con el coche empotrado en el granito podía ser delito. Así, hasta que volvieron la cabeza para ver la chatarra de color azul empotrada contra la mole granítica. La carcajada del ayudante se oyó en todo el cementerio. Se le saltaban las lágrimas al ver el resultado de las prisas para llegar a un entierro. Hablando claro, se descojonaban vivos, los dos. Fueron amables, tomaron parte de todo, mi madre se calmó, encontramos el nicho de mi tía, hicimos los papelitos funerarios, volví a llevar el coche de mi amiga al taller para rehacerle la pintura –y un ajuste de bastidor de no te menees- y santas pascuas. ¡Cómo te lo agradezco que te hayas ocupado de mi coche mientras estaba de viaje!, me dijo mi amiga al volver. Sólo dos años más tarde tuve arrojo para decirle que su coche, durante su viaje, había estado en el taller dos veces, no sólo una. Me sigo hablando con ella, no crean.

Espero que se hayan divertido. Si a alguien no le ha gustado, que se muera, que ya verá cómo me parto de risa.



(Perpetrado por Dragut)

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30 octubre 2009
Tonight



En el video que les traigo hoy, de uno de los mejores musicales, si no el mejor en absoluto, hay varios grupos. Cada uno planea lo que va a hacer esa noche. Para cada uno de ellos es SU noche. La noche, llena de presagios, esperanzas y aventura. Esto, creo, se convierte en una característica de la cultura americana desde al menos la mitad del siglo XX, quizás incluso antes. No ignoro que hay antecedentes literarios, aludidos en la canción: “There will be no morning star”, pero Leonard Bernstein ha conseguido imprimirle en este caso un acento personal que lo diferencia de los anteriores.

Esto luego vuelve a repetirse, pero esta vez en clave negativa en American Graffiti, cuando el protagonista pasa la noche buscando a una muchacha rubia que ha visto en un extraordinario coche, un Thunderbird, creo recordar. Es la última noche, la suya y la de sus compañeros, en el pueblo donde han vivido hasta ese momento. El futuro comienza mañana, pero ya antes hay un toque de frustración, tan americano: Cuando llegaron a América, cuando establecieron las primeras colonias, cuando empezaron a conquistar el continente, nunca dejaron de volver al pasado mítico que jamás llegaron a poner en pie. La nostalgia y la ausencia son dos características de la cultura norteamericana. Acaso porque de otro modo sería imposible sostener la necesidad de la consecución de un destino.

Les dejo con el otro video


(Escrito por Garven)

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29 octubre 2009
Pi
El genio de Ramanujan se asocia a las series infitas y al número π. Sobre este número recordemos la imposibilidad de cuadrar un círculo, imposibilidad demostrada en 1882 por Ferdinand von Lindemann. El problema, recordemos también, exige la solución a la antigua: con una regla y con un compás. El problema, recordemos también, es equivalente a construir un segmento de longitud igual a la raíz cuadrada de π. Recordemos, finalmente, algunos tipos de números: están los naturales, que se cuentan con los dedos de una mano. Están los racionales que se obtienen como fracción de dos números naturales. Y están los irracionales que no pueden expresarse como fracción de dos números naturales. Los irracionales se dividen en dos tipos: los algebraicos, que son unos pocos y que son soluciones de ecuaciones con coeficientes racionales, y los trascendentes, que son muchísimos más y que no son soluciones de ecuaciones con coeficientes racionales.

El paradigma de número irracional algebraico es la raíz cuadrada de dos. Ya los griegos supieron que no puede expresarse como cociente de dos números naturales. Sin embargo es construible con regla y compás: basta con construir un cuadrado de lado unidad y lo tendremos en la diagonal. Lo es porque es solución de una ecuación polinómica: x2-2=0. Cualquier número natural, racional o algebraico es construible con regla y compás. Cualquier número trascente, no. Y von Lindemann zanjó la cuestión circular al demostrar la trascendencia de π.

Volvamos a Ramanujan, un genio reconocido por sus múltiples series infinitas y sus infinitas formas de contar π. Una de ellas es una serie (una suma infinita de términos) que es cada vez más próxima a π solo que ese 'cada vez más próximo' es sorprendentemente rápido: el primer término 9801√2/4412 ya da π con seis cifras decimales. Y otra es la sorprendentemente simple fracción 355/113 que también da los primeros seis decimales de π.

Claro que si π es casi casi 355/113 podemos casi realizar la casi cuadratura del círculo. El bloc de notas de Ramanujan tiene la receta. Corría el año 1913 o menos: 1- trácese un círculo de radio unidad y centro O y un diámetro POR. 2- Tómese el punto medio H del radio PO. 3- Trisecte el radio OR y tome el punto T más cercano a R. 4- Levante perpendicularmente por T hasta topar con el círculo en Q. 5- Trasporte la distancia TQ desde R a un punto del cículo, obteniendo la cuerda RS de igual longitud que TQ(*). 6- Trace la recta PS y trasporte paralelamente la cuerda SR por T (que corta a PS en N) y por O (que corta a PS en M). 7- Con centro en P trace un círculo de radio PM que cortará al círculo original en K. 8- Trace el segmento PL tangente al círculo por P y de longitud MN. 9- Trace RL y RK. 10- Trace un círculo centrado en R y de radio RH que cortará a RK en C. 11- Trasporte paralelamente LK a C dando el segmento CD sobre RL. 12- RD resulta ser exactamente √(355/113) y muy aproximadamente √π. La demostración se deja para la intimidad.



No contento con ello, un año después, Ramanujan dio una aproximación y construcción equivalente a (92+192/22)1/4 que da los ocho primeros decimales de π. Les juro que una vez vi esa bellísima construcción por la red. Fue hace mucho tiempo y hoy no la encuentro.


(*) Por ejemplo. Se traza una paralela a PR por Q, y una paralela a QT por R. Las rectas se corta en S'. Con centro en R y radio RS' se traza un círculo que cortará al círculo original en el punto S. La cuerda RS tiene la misma longitud que QT.

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28 octubre 2009
Gettysburg, Pennsylvania
En Gettysburg hay dos acontecimientos dignos de ver, ambos motivo de orgullo de esta población media americana, tan media en su representación que está situada a pocos kilómetros de la línea Mason-Dixon, que separaba el Norte del Sur, y a medio camino entre el Este y el Oeste en la época de expansión territorial de Estados Unidos. El primero de ellos es un suceso antiguo y famoso que hace del pueblo un hito en la historia de la guerra civil. El segundo es un hecho más reciente pero igualmente revestido de sentimiento: un festival de bluegrass que se celebra cada primavera sólo desde 1979, aunque se viva con la necesidad de tradición que demandan estos tiempos tan rápidos.

Proclamación de la Emancipación

Lincoln contribuyó decisivamente al primero con el llamado Pronunciamiento de Gettysburg, unas palabras de homenaje a los soldados de la Unión que habían muerto en la batalla del lugar. Tenía que dar sentido al sacrificio de esas vidas y moral a unas tropas mermadas ante el incierto derrotero que tomaba la guerra, con victorias alternativas de ambos bandos y más dudas en la adscripción de efectivos al Norte. La leva de nuevos soldados y el riesgo económico para los estados norteños pedían una movilización de la retórica a la altura de los tiempos y sus intereses. A pesar de sus declaraciones, en vísperas de la declaración de la Guerra Civil, de que la abolición de la esclavitud no sería motivo de división entre el Norte y el Sur al quedar al arbitrio de cada estado y asegurar que no se opondría a las decisiones correspondientes, su Proclamación de la Emancipación convirtió la liberación en un objetivo oficial de la guerra. Un pequeño museo en el sótano del ahora reabierto Teatro Ford de Washington, escenario del asesinato de Lincoln, da fe del liberalismo inicial del presidente respecto a la esclavitud. Los verdaderos motivos de la guerra no son tan conocidos como los legendarios: una política comercial proteccionista y una política monetaria inflacionista que favorecían los intereses de la industria, la banca y los puertos del Norte frente a la agricultura del Sur. Una política económica que promovía infraestructuras públicas en los estados del Norte con los dineros del arancel y la impresión de papel moneda y que era en realidad el último episodio de la emancipación de los británicos y de su hegemonía comercial.

En su tarea de vestir la historia y trascender partidismos y banderías territoriales, Lincoln efectúa el Pronunciamiento de Gettysburg el 19 de noviembre de 1863, durante la inauguración del Cementerio Nacional del Soldado. En él sobrepasa la unidad del país como objetivo central de la guerra y justifica ésta apelando a la defensa de la democracia, la abolición de la esclavitud y la expansión y garantía de la libertad y los derechos civiles, todo ello durante el periodo de suspensión del habeas corpus. La consagración de la causa se revela en la solemnidad de sus palabras: Nos corresponde ocuparnos de la gran tarea que nos aguarda: inspirarnos en estos venerados muertos para aumentar nuestra devoción por la causa a la cual ellos ofrendaron todo su fervor; declarar aquí solemnemente que quienes han perecido no lo han hecho en vano; que esta nación, bajo la guía de Dios, vea renacer la libertad, y que el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo no desaparezca de la faz de la tierra.

Poco antes y ya en plena guerra civil, tiene lugar la Proclamación de la Emancipación el 1 de enero de 1863. Esta sucesión de discursos para la historia que completan los textos de los Padres Fundadores levanta acta de un cambio en esos años: que la legislación sobre el proceso y garantía de los derechos civiles pasa de ser competencia estatal a federal. Fruto de ellos son las conocidas como Enmiendas de la Reconstrucción: la XIII Enmienda a la Constitución, prohibiendo la esclavitud y la servidumbre involuntaria (salvo para los penados), ratificada en diciembre de 1865, la XIV, sobre protección y garantía de los derechos civiles, de 1868, y la XV, de 1870, garantizando el voto igualitario. Como curiosidad, la XIII fue ratificada por Kentucky en 1971 y por Misisipi en 1995.

Con el mismo aire de tradición pero menos pretensiones de trascendencia se celebra el festival de bluegrass, un subgénero del country popular en las zonas rurales de los estados de alrededor, aunque con raíces que llegan a New Brunswick y Nueva Escocia, en Canadá. El festival sucede de viernes a domingo, con sol o lluvia y en comunión familiar. Si se asiste el día del señor y en hora de oficios predominan los himnos religiosos, siempre a petición de los asistentes. Un presentador saca de un sombrero vaquero papeles doblados con meticulosa esperanza por los espectadores. Perfectamente alineados en sillas plegables con artilugios adaptados a sus bebidas gigantes, los más fervorosos se levantan, enlazan sus manos y corean los sones más conocidos. Vista la concurrencia con perspectiva trasera (nada caballera), destacan algunos cuellos rotundos y rojizos, una honestidad sencilla que empotra al forastero contra sus prejuicios y muchas variantes humanas a prueba de taxonomía. Una somera inspección a fiambreras modestas delata recetas de white trash como el guiso inland beef stew, de olor contundente. Pero el fervor es más nacional que religioso, por lo que el mayor éxito lo cosecha la banda de la Navy, ataviados con una mezcla ecléctica de uniforme y lazo a modo de corbata. Es música tradicional de inmigrantes y blancos pobres, sin más enmiendas ni números romanos que las múltiples raíces e influencias, entre ellas la africana, el blues y el jazz. Sin sorpresa, no se divisa un negro en lontananza.

(Escrito por Bartleby)

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27 octubre 2009
Los limones de La Laberinta


El señor conde no salía de su sombro. Un año más, el pequeño huerto de la Laberinta, la invidente que vivía sola en una choza contigua a la cerca de su plantación, ofrecía el espectáculo fascinante de sus dos limoneros cargados de orondos limones, de un amarillo solar esplendoroso, mientras que los suyos, cultivados siguiendo las más modernas técnicas agronómicas, mostraban unos frutos ruines y de un amarillo renegrido. Como no era cosa de humillarse ante quien, en tiempos pasados, habría sido una pobre sierva de la gleba, nunca quiso preguntarle a su vecina qué técnicas empleaba ella, si es que empleaba alguna, que él personalmente lo dudaba, por mucho que algunos comentaran que la Laberinta cultivaba sus limoneros siguiendo criterios de tiempos de los moros. Era la suya la misma tierra, las mismas aguas la regaban y era el mismo sol el que daba calor a su plantación y a los dos limoneros de la Laberinta. ¿A qué podían deberse, entonces, unos resultados tan dispares. Especialistas de muchos lugares vinieron a Los Nardos llamados por el conde a estudiar un caso tan insólito, pero no fueron capaces de resolver el enigma. Todo fue inútil. En el palacio del señor conde se amontonaban los tratados y los informes técnicos de los más reconocidos especialistas, mientras la Laberinta, ajena a tanto trajín científico y a tanto dinero como estaba malgastando el conde, seguía año tras año consiguiendo unas cosechas de limones menguadas en cantidad, claro, pero aparatosas en calidad. Los limones de la Laberinta eran la admiración de todos y el reconcome del señor conde, quien no lograba salir de su asombro ni encontrar explicación al fenómeno. Aquel año, uno más, el pequeño huertecillo de la Laberinto, contiguo a su hacienda, ofrecía el espectáculo envidiable de unos limoneros cargados de grandes limones de piel suave en tanto que los suyos eran muchos, de acuerdo, pero renegridos y ruines.

Don Zenón de las Tejadas, que así se llamaba el señor conde, perdía por ello poco a poco la alegría de vivir. Un día alguien le recomendó que fuera a consultar con el vidente del río Viar, en el cercano pueblo de El Carbonal, al otro lado del río Grande. Como no había puente, tuvo que cruzar el río en una barcaza de maromas. Don Zenón llegó con su charré, tirado por un garboso caballo blanco, cruzó el río en la barcaza y se encaminó a la cueva donde vivía el vidente. Al llegar a ella, un perro tan flaco que casi no podía ladrar salió a recibirlo y le acompañó olisqueándole los zapatos. Al oír el ruido de las pisadas y los lastimeros ladridos del perrillo, el vidente salió encorvado de la cueva. Era un viejo tan arrugado como la corteza de un alcornoque corchero aunque más ágil de lo que sería esperable en un hombre de tan avanzada edad. Los labios habían desaparecido por la falta de dientes y en los ojos tenía posadas dos nubes cenicientas que seguramente no le dejarían ver bien. Se sentó en una piedra y esperó a que el visitante llegara e hiciera lo mismo. Don Zenón le explicó el motivo de su visita al tiempo que depositaba a sus pies los dones que le habían dicho que llevara: una gallina negra ponedora con menos de un año y un canasto con frutas variadas del tiempo. El vidente cogió la gallina y se la puso entre el costado y el brazo izquierdo, acarició con la mano derecha la cabeza del animal, quedó un rato en silencio, la boca y los ojos discretamente entrecerrados, y, de repente, le arrancó a la gallina unas cuantas plumas que echó al suelo, cerca del cesto de la fruta y abrió los ojos para mejor escudriñar, en silencio, las aparentemente caprichosas figuras que habían formado las plumas al caer. Finalmente dijo con una tremenda naturalidad: “Todo está en la alimentación”. Dicho lo cual se levantó, tomó el cesto de frutas y la gallina y, sin mediar más palabras, entró de nuevo en la cueva.

A don Zenón aquello le pareció un fraude y así lo comentó con sus asesores. La verdad es que de nada le sirvió consultar con el vidente de El Carbonal. Su plantación siguió dando muchos limones pero, como siempre, escuchimizados y renegridos. Hasta que un día Don Zenón se levantó creyendo que había logrado, por fin, descifrar las palabras del vidente. Lo que ha querido decirme, pensó, al decir que todo está en la alimentación es que tengo que cambiar de abono, pero ¿a qué tipo de abono?, se preguntó alarmado. Fue entonces cuando llamó al Dr. Joebronner, un americano que le costó una fortuna y que se llevó varios días analizando muestras de tierra y de hojas de un modo aleatorio; sí, aleatorio: esta era la palabra que utilizó porque dijo que sólo si lo hacía así podía obtener conclusiones científicas. Al cabo de dos meses, el Dr. Joebronne emitió el tan ansiado informe en el que recomendaba a Don Zenón que debía utilizar un abono especial fabricado en exclusiva por una conocida factoría agroquímica norteamericana. Aunque el empleo del abono pudiera resultar sencillo, y de hecho lo era, el Dr. Joebronner recomendó a su cliente que los abonados de los primeros años los realizaran expertos cualificados de la factoría porque así obtendría la máxima eficacia.


Así dicen que lo hizo Don Zenón durante varios años, pero, ¡qué va!, las cosechas no mejoraban y para colmo los limoneros de su plantación estaban cada vez más mustios, afectados, decían, por una extraña enfermedad que llamaban la tristeza. Muchos árboles incluso se secaron, tal vez por haber recibido dosis excesivas del milagroso abono norteamericano.


Uno de los veranos que fui a visitar a mis padres, que vivían frente a la Laberinta, al otro lado de la carretera que atraviesa el pueblo de Los Nardos, me llamaron poderosamente la atención los limones que había en el repostero del comedor. Pregunté a mi madre dónde los había comprado y me dijeron que todos loa años se los regalaba la Laberinta. Al preguntarle por ella fue cuando me puso en antecedentes de lo que realmente había acontecido entre Don Zenón y la Laberinta.


Al parecer, años atrás, Don Zenón hizo todo lo posible por echar a la Laberinto de su vecindad. Decía que la choza desmerecía de su hacienda, que él se había gastado mucho dinero en adecentar la cerca y que la choza la deslucía. Llamó a los Escopeteros de la estación de Los Nardos y les encargó que echaran de allí a la Laberinta, con el fin de poder quitar la choza, que aquel suelo era de él y que así lo reconocían sus escrituras de propiedad. La Laberinta no les hizo caso, se resistió a ser expulsada y parece que los escopeteros la zarandearon con fuerza pero sin conseguir que abandonara la choza. Esa noche, la Laberinto abortó. Llevaba más de cinco meses embarazada. El feto estaba ya tan granado que pudo apreciar que se trataba de un varoncito. Estremecida de dolor lo tomó en sus manos y le echó las aguas santas al tiempo que lo nombraba Rafael, como su padre. Después cavó un hoyo entre los dos limoneros y lo enterró envuelto en un jirón de sábana. Varios días estuvo la Laberinta sin poder salir de la choza y no murió del trago gracias a la caridad de las vecinas, a alguna de las cuales, le contó con sigilo y a grandes rasgos la causa de sus males. Cuando se recuperó y salió a la luz del día se dio cuenta de que veía muy poco. Un médico le diagnosticó que tenía un glaucoma en fase muy avanzada. En poco tiempo quedó casi ciega. Echó los papeles y consiguió que le dieran los cupones. Vendiendo cupones mejoró su situación y reedificó su vivienda, ahora con ladrillos y tejas. De la desgracia de sus ojos sin luz le llegó la prosperidad cuando menos lo esperaba. Poco después sus dos limoneros empezaron a dar las esplendorosas cosechas de limones que tanto envidiaba su vecino, el señor conde. Cuando alguien le decía que por qué no vendía sus limones, que podían alcanzar muy bien precio en el mercado por ser tan escasos como excelentes, ella respondía con aplomo que la carne de sus entrañas nunca estaría en venta. Que los podía regalar, pero nunca vender.

(Escrito por Desdeluego)

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[0] Editado por Mercutio a las 8:00:00 | Todos los comentarios 94 comentarios // Año IV
26 octubre 2009
Por la cara

Robert Bergman, Untitled, 1993 y 1989.

Estos tipos no tienen pinta de haber conseguido averiguar qué podía hacer su gran país por ellos, ni siquiera de habérselo planteado. Tampoco son del todo responsables de su cara, por lo que no han podido hacer por su país más que ponerlo a un lado, en evidencia ajena, tanto como a ellos mismos.

Las miradas de la mujer y el hombre son tan descarnadas y anónimas como la del fotógrafo. Éste demuestra su intención de llegar directamente a los personajes (hay personaje desde el momento en que hay foto expuesta públicamente) al no identificar a los sujetos, al no nombrarlos con un título ni dar pista alguna sobre su paradero o el lugar donde fueron tomadas. Incluso la única marca de las fotos, el año, no es más que un recurso personal para ordenarlas, sin alterar por tanto la otra noticia que dan estos rostros: su constancia en el tiempo. Despojados de nombre, tiempo, lugar y posición social, quedan fuera de la Historia y por tanto libres para mostrar lo que son y hasta donde han llegado. (El por qué sólo lo saben ellos y la interpretación de quien los mira). Sin pie de foto, dan más pie a hablar de ellos. Así, dejan particularmente libre al espectador, solo con sus propias referencias y dando lugar a la opinión. Sin información ni historia no hay categorías: tanto los tipos como sus mirones son accidentales. Sin huellas sociales, aparece el rostro personal. No dan testimonio de nada que no sea ellos mismos, por lo que el espectador no tiene por qué ser testigo de cargo, sólo mirón. No reconociéndolos, nos reconocemos en ellos como lo que son y somos: gente ordinaria, por encima de individuos, que también.

El hecho de que el retrato se limite al rostro (o a medio cuerpo, en otros casos), ocultando deliberadamente cualquier otro elemento personal o de su entorno, convierte las privaciones que muestra cada expresión en algo personal, liberándolos de cualquier interpretación al uso de la miseria. La intencionada saturación de color de las fotos es un recurso más introspectivo que expresionista, un espejo más que un escaparate. Al centrarse en el rostro y su expresividad el sujeto es central, no marginal. El énfasis del fotógrafo en la pérdida, la tristeza o el daño que reflejan esas caras es un modo de devolverles la personalidad que las circunstancias -neutras e irrelevantes para el espectador- les quitaron.

La serie Los Americanos de Robert Frank marcó desde el principio la trayectoria artística de Bergman, el cual siguió como un mandamiento la norma de Frank de que el artista debía tener una visión personal basada en el sentimiento y la intuición. Sin embargo, este énfasis en lo privado no evita un trabajo documental implícito sobre el país que ayudó a producir esas caras. La elección de personajes marginales como protagonistas y la utilización expresiva del color prueban ese resultado documental, aunque no sea la intención del fotógrafo.

(Escrito por Bartleby)

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[0] Editado por Bartleby a las 8:00:00 | Todos los comentarios 89 comentarios // Año IV
25 octubre 2009
Estamos en buenas manos
Era fácil. Conocía el lugar exacto y la forma de acceder a los miles de folios de la causa. Al fin y al cabo el sumario estaba desperdigado por varios rincones de la secretaría del juzgado, pero los verdaderamente sustanciosos, aun bajo secreto, no podían dejar de encontrarse donde suponía. Y además, la desaparición de una parte, cualquier que fuera, iba a tener consecuencias.

No me movían intereses a favor de corruptos ni autoridades, que acaso, tratándose de tamaños asuntos, sea decir lo mismo. Tampoco iba a obtener beneficio alguno personal, salvo el placer de dominar tangencialmente acontecimientos de esos que la prensa interesada airea con esperanza de favorecer a sus contratistas.

Se trataba de un tribunal especial, heredero de otro de recuerdo feliz para determinada clase política, porque lo siguen usando como vitola de resistencia y pureza de sangre, aunque por aquel entonces malaprendieran las últimas letras con el plan de Villar Palasí. Sin embargo, el acceso es sencillo: una foto, un carné y una acreditación. Fisionomía disimulada, documento falso y adelante, cargado de un portafolios grueso, sólo por ser puntilloso y dejar la transcripción completa de las actas del último congreso de filatelia en lugar de los folios que iban a esfumarse.


Tres pisos hasta el juzgado, en un ascensor renqueante y poco poblado (qué diferencia con la jurisdicción ordinaria). La distribución habitual a lo largo de un pasillo: despachos del secretario y el ausente juez, ocupado (no iba a ser menos) en la salvaguarda de un dorado retiro que no saldría de sus emolumentos funcionariales, y la secretaría del juzgado, diez mesas y cinco funcionarios en activo. Puede que alguno más, pues algunos legajos y expedientes apilados temblequeaban sin duda movidos por alguna presencia humana tras ellos. Vencidos los primeros obstáculos con alto riesgo de lesión muscular, pues para llegar a la sección que me interesa debí saltar por encima de un expediente ajado y prisionero de cordajes amarillentos, donde se intuía una fecha del siglo pasado.


-La compañera ha bajado a desayunar. Pero no tardará. (Es más de medio día.)

-Claro, pero tengo una comparecencia a última hora y no me puedo demorar.

-Las últimas actuaciones están bajo aquella repisa. Las demás no lo sé.

- (Yo sí.) Gracias.


Desaté con cuidado, por no desollarme las manos, uno de los paquetes y hojeé lentamente algunos folios. Diligencias y diligencias de trámite ("dese traslado..." y "ofíciese...") que componen el ochenta por ciento de la masa de tales aberraciones. Cuando me fundí con el paisaje burocrático, apenas cinco minutos y dos o tres visitantes, me dirigí cansadamente al objeto de mi interés. Lo trasladé a la mesa contigua, vacía, de esas auxiliares y diminutas donde los abogados con suerte pueden informarse apresuradamente del estado de algunas causas. Lo abrí y extraje, al azar, un bloque de unos trescientos o trescientos cincuenta folios, donde advertí que había originales intervenidos en algún registro policial. Dejé en su lugar mi expediente ("La XLVI Exposición Filatélica nacional EXFILNA 2008, se celebrará en la ciudad de Oviedo, en el Auditorio-Palacio de Congresos "Príncipe Felipe" durante los días 28 de abril a 3 de mayo...") y me levanté. Aun me permití agradecer la atención a la funcionaria, que no levantó la cabeza de sus papeles y salí de la oficina. Bajé por las escaleras esta vez y devolví la acreditación mientras sonreía a la cámara de seguridad.


Pasan un par de semanas y nada sucede. Era de esperar. El magistrado ha regresado recientemente de sus crematísticas andanzas y la fiscal del caso no es adicta al trabajo. Pero me consta que hay agitación en el juzgado. Me dicen que el expediente ya no está donde solía. Es buena señal. Habrá que hacer una llamada a cierto periódico y excitar el celo de alguien con ganas de notoriedad.


(Escrito por Phil Blakeway)

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24 octubre 2009
Las razas no son correctas
Un pensador peronista (1), Felipe Pigna, dijo así en un aniversario del descubrimiento de América: “Ayer fue 11 de octubre, el último día de libertad de América. ¡Hoy es el día de la raza! ¿De qué raza estamos hablando? Las Naciones Unidas abolieron el término raza en 1959 por carecer de todo valor científico y por servir solamente para incentivar el odio entre los hombres de distintas cultura”. Debido a que este historiador argentino no me resulta confiable investigué el tema. Aunque las Naciones Unidas hayan avalado la estupidez de considerar que el cambio climático se debe a la acción humana me resultaba difícil de creer que hubieran llegado a abolir palabras, por lo que investigué el tema. Por el contrario a lo que dice Pigna en el años 1959 las Naciones Unidas dictaron la Declaración Universal de los Derechos del Niño en la cual dice: “Estos derechos serán reconocidos a todos los niños sin excepción alguna ni distinción o discriminación por motivos de raza, color, sexo, idioma, religión, opiniones políticas o de otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento u otra condición, ya sea del propio niño o de su familia.”

En realidad en 1978, la Conferencia General de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, La Ciencia y la Cultura (UNESCO), aprobó la Declaración sobre la raza y los prejuicios raciales en cuyo artículo 2, punto 1, es dice: "Toda teoría que invoque una superioridad o inferioridad intrínseca de grupos raciales o étnicos que dé a unos el derecho de dominar o eliminar a los demás, presuntos inferiores, o que haga juicios de valor basados en una diferencia racial, carece de fundamento científico y es contraria a los principios morales y éticos de la humanidad". ¡Muy buenas intenciones. Pero es ridículo creer que se puede establecer por decreto que una teoría carece de valor científico.

Lo que ocurre es que actualmente se considera políticamente correcto negar la existencia de razas en la especie humana y hay quienes sostienen que la palabra raza debiera ser reemplazada por la más neutral “población” o “etnia”. Pero con el cambio hemos caído del sartén al fuego porque las peores aberraciones de los últimos tiempos han sido cometidos con la excusa de la “limpieza étnica”, tal como las ocurridas entre hutus y tutsis en Ruanda, entre kosovares, croatas y serbios en los Balcanes, o entre chechenos y rusos en el Cáucaso. De hecho el genocidio judío fue cometido por los nazis teniendo en cuenta la religión de los judíos más que sus características raciales.

Los que niegan la existencia de razas humanas argumentan que no hay diferenciación genética apreciable entre los que eran considerados negros, blancos o amarillos. Sin embargo los avances científicos han detectado muy diferentes prevalencias de enfermedades entre los diferentes grupos humanos. Es necesario saber la raza en algunos casos a fin de tratar eficazmente ciertas dolencias. En USA, por ejemplo, los negros sufren tres veces más hipertensión e insuficiencia renal que los blancos. Hasta se ha descubierto un remedio que es más efectivo para tratar la hipertensión arterial en los negros que en los blancos, el nebivolol. Se atribuye la diferencia racial al hecho de que la raza blanca está más “acostumbrada” que la negra al agregado de sal a los alimentos. Gente bien intencionada pretendió que se deje de consignar la raza entre las características médicas y se la reemplace por análisis genéticos. Pero ha ocurrido que los resultados han sido iguales y, por otra parte, es mucho más económico que alguien ponga “afroamericano” en su historia clínica que hacerle un ADN.

Asimismo los blancos sufren enfermedades como la fibrosis quística, el acné, el cáncer de testículos, la celiaquía, la anemia falciforme o la osteoporosis, que son mucho menos comunes en otras razas. Por el contrario los blancos han desarrollado una capacidad de digerir la leche aún en la etapa adulta de la que carecen los negros, mogoles o aborígenes americanos. Hay quienes consideran que la raza blanca pudo extenderse por el mundo justamente por esa capacidad de digerir así la leche, que proviene de la etapa en la cual algunos grupos blancos se transformaron en sedentarios y empezaron a criar ganado. Las especies que tienen capacidad de nutrirse con más alimentos diferentes tienen posibilidad de extenderse con más facilidad por el mundo.
Por ese motivo los japoneses, por ejemplo, se tiran pedos fétidos si beben leche debido a que no pueden digerir la lactosa. De hecho en el hombre primitivo se interrumpía la capacidad de digerir la leche a los cuatro años de edad, aproximadamente, cuando cesaba la lactancia materna. Se requirió de una mutación para que la raza blanca pudiera seguir bebiendo leche aún siendo adultos.

Una mutación que también se produjo en la raza blanca es la que determinó, hace unos ocho mil años atrás, la aparición de los ojos celestes en la región del Cáucaso. Actualmente hay 150.000.000 de seres humanos con ojos celestes. Se trata de un gen recesivo que ha tenido una extraordinaria capacidad reproductora.













Eso puede ocurrir debido a que se relaciona con las mujeres rubias. Todos saben que los caballeros las prefieren rubias. ¿Cuál es la causa? Porque el cabello rubio en la mujer señala altos niveles de estrógeno, una hormona que facilita la fecundidad y que se va perdiendo con los años. Después del primer hijo el pelo se oscurece y aún más con el segundo, debido a que se reduce el nivel de estrógeno. Por ese motivo son pocas las rubias naturales de más de treinta años de edad.
Aconsejan también algunos científicos que un hombre inteligente tenga hijos con una rubia tonta, por ser la mejor combinación genética:





















En la raza amarilla la plica mogólica, que demarca el típico ojo de chinos y japoneses, apareció también hace no más de 10.000 años. Por ese motivo no tienen ojos achinados los aborígenes americanos, que si bien son descendientes del hombre siberiano, llegaron a América cuando aún no había terminado la glaciación de Würms y la superficie del mar estaba más de cien metros por debajo del nivel actual. En ese tiempo Alaska estaba unida con el norte siberiano. Cuando los mares subieron de nivel hace unos doce mil años atrás se interrumpió el contacto y no pudieron llegar aquí quienes portaran la mutación que determinó la plica mogólica.





















¿Existen las razas, en consecuencia? En una encuesta entre científicos solamente el 16 % de los biólogos consideró que las razas no existen. En cambio negaron su existencia el 53 % de los antropólogos culturales. Ocurre que la antropología cultural es una ciencia mucho mas políticamente correcta que la biología. Por mi parte tengo mucha desconfianza hacia todo lo cultural. Me encantó, en ese sentido, lo que me pasó hace pocos días. Mientras el mecánico de mi auto estaba terminando el trabajo me contó una historia: Entra un sordomudo en una ferretería y para hacerse entender por el empleado hizo el gesto de golpear con un martillo sobre dos dedos. El empleado le trajo un martillo pero el sordomudo le señaló los dedos. Así fue que el empleado entendió que quería comprar clavos y se los trajo. Luego entra un ciego a la ferretería que quiere comprar una tijera. Le pregunto a usted- me dijo mi mecánico- que es tan culto y leído, cómo hizo para hacerse entender. Yo le respondí haciendo el típico gesto de abrir y cerrar dos dedos. ¡No!, me respondió riéndose mi mecánico, ¡ya me imaginaba que se iba a equivocar! El ciego simplemente dijo “quiero comprar una tijera”. ¿Porqué mi mecánico sabía que me iba a equivocar? Se lo pregunté. “Justamente, porque usted es tan culto y leído”. Por mi parte yo lo hubiera dicho en forma más erudita: “Lo que Natura non da, Salamanca no presta”. En este nickjournal la mayoría es blanca y culta. ¿Cuántos hubieran respondido con el gesto de los dedos tal como hice yo? ¿Qué nivel de inteligencia hay entre nosotros?

Porque ahora viene un asunto muy delicado. En encuestas que miden el nivel de inteligencia se encontró que los negros subsaharianos posean un promedio de CI de sólo 70 contra el 107 de los asiáticos y 100 de los europeos (los pigmeos del Congo llegan en último lugar con un pobre CI de 54 puntos). Pero también hay encuestas que relacionan el nivel de inteligencia con el nivel económico. ¿Nature o nurture?, la vieja pregunta. Entre los negros norteamericanos el índice es de 85. Los que creen que es “nature” dicen que se debe a que tienen un porcentaje de sangre europea de un 25 %. Los que creen que se debe a “nurture” adjudican el mayor cociente intelectual de los negros americanos a su mejor nivel económico.

Esta relación entre inteligencia y raza es la que provoca más escozor. El museo de Ciencia de Londres en el 2007 canceló la conferencia que iba a dictar el científico James Watson, premio Nobel por descubrir la estructura del ADN, debido a que dijo que los negros eran menos inteligentes que los blancos. Pero cabría preguntarse: Si el color de la piel, si la forma de las orejas, pueden estar determinados por la raza ¿porqué el cociente intelectual no lo estaría?
Pero tal como dijo Stephan Palmie recientemente, el huracán Katrina afectó a los americanos negros en forma desproporcionada, pero por razones sociales y no climatológicas;

Para peor hay malas noticias: En los últimos años se ha acentuado la especiación en lugar de disminuir debido a que se aceleró la evolución de la especie humana. La población se multiplicó veinte veces en los últimos mil años. La UNESCO informó que en los últimos veinte años la especie humana había crecido 20 cm. de altura y había agregado 20 años en la vida promedio.
Hace menos de 20.000 años, no podía hablarse aún de razas humanas porque entonces no existían aún los genes que determinaron una pigmentación más clara de la piel en aquellas personas que habitaban en las latitudes nórdicas, algo que se desarrollaría con el objetivo de compensar la menor cantidad de luz solar, que se necesita para producir vitamina D.

En 1984, James Flynn, de la University of Otago, de Nueva Zelanda, comparó tests aplicados a dos generaciones distintas de jóvenes holandeses de 18 años, una de 1952 y otra de 1982 y descubrió que el desempeño había mejorado muchísimo a lo largo de 30 años. Después reunió datos de todo el mundo hasta formar una colección de 30 países, con resultados similares: pudo ver que el CI alrededor del globo parecía elevarse en 3 puntos por década. Esto es conocido como el “efecto Flynn”.

De todas maneras cualquiera que trate de adivinar tu nivel de inteligencia basándose en tu color de piel, será seguramente más tonto que tú.

No sé cómo concluir este esbozo. Creo que todos sabemos que la raza es una subdivisión de la especie. El mal no está en la palabra sino en su utilización. La mayoría de los hombres han superado los prejuicios raciales. Actualmente las violaciones de derechos humanos no se dan entre razas sino entre grupos étnicos de la misma raza. Así como se pretende abolir la palabra raza aplicada al hombre ¿habría que abolir entonces la palabra etnia? Es obvio, la solución no está en abolir palabras sino aprender a usarlas bien. Si no existieran las palabras raza o etnia seguramente se inventarían otras excusas, otras palabras para odiar al vecino. Censuremos los prejuicios, no las palabras.

______________________________________________________
(1) No es una contradictio in terminis eso de “pensador peronista”. Pero, ¿alguien me puede explicar porqué los argentinos peronistas son menos inteligentes que los argentinos que no somos peronistas?



(Escrito por Hércor)




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23 octubre 2009
Vidas ejemplares
LAMBEU, Robert F[erdinand] (Etterbeek, Bruselas, ¿1909? ― ¿Lisboa, 2007?). Escritor, crítico, editor y marchante. Hijo de madre soltera, su verdadero apellido está en entredicho (Sadoul, 1997: 125-126; Menu, 2005: 32) y no es raro encontrarlo con algunas variantes, en especial Lambeau, Lambeur y Lambão. Cursa estudios en el Institut Saint-Boniface de Bruselas entre 1921 y 1923, donde conoce a Georges Remi, el futuro Hergé, a quien ayuda a pintar uno de los muros del colegio con una escena ambientada en el Lejano Oeste que se dio por perdida hasta su redescubrimiento en 2007. A instancias de Remi, se inscribe en la escuela de Artes y Oficios de la ciudad, donde traba amistad con Edgar P. Jacobs y Jacques Van Melkebeke (Mouchart, 2002: 31; 2003: 46). Con los tres realiza diversas colaboraciones para Le Petit Vingtième e incluso pasa a tinta varias planchas de Tintín en el país de los soviets ―aparece en una, la 32, caracterizado como comisario bolchevique―. A principios de la década de 1930, abandona Bélgica tras una acalorada discusión con Léon Degrelle en la que llega a golpearlo (Mouchart, 2002: 67). Entre 1932 y 1933 lleva una vida errante por el norte de Francia, donde desempeña diversos trabajos. En 1934, ya en París, entra al servicio de David-Henry Kahnweiler (→), en cuya galería hace de recadero y ayudante de montaje (Assouline, 1988: 165). De manera paulatina, se gana la confianza del marchante y, entre 1935 y 1937, se convierte en uno de sus colaboradores más cercanos. Durante ese período entra en contacto con Benjamin Péret y Michel Leiris (→), quienes lo introducen en los círculos surrealistas. De esos años son precisamente sus plaquettes Le pied d’Hélène (1935) y La tête d’Orphée (1936), ilustradas con una viñeta de Salvador Dalí (→) y otra de Jean Cocteau (→), respectivamente (Alexandrian, 1974: 142; 1989: 383). La primera es una breve colección de prosas de escritura automática de un erotismo desenfrenado, muy cercano al ideal de amour fou ensalzado por André Breton (→) (tes bises verts anéantis par oiseaux hiéroglyphiques larmes minérales brûlées par un songe de lèvres de béton incapables de s’y fossiliser; «tus besos verdes aniquilados por pájaros jeroglíficos lágrimas minerales incendiadas por un sueño de labios de hormigón incapaces de fosilizarse») mientras que el segundo se enmarca en la propuesta del retorno al orden defendida por Cocteau. El estallido de la guerra civil española y las primeras noticias de los saqueos lo llevan a organizar una red de rescate de obras de arte al servicio del gobierno republicano en la que colabora con el anarquista Felipe Sandoval (García-Alix, 2007: 122-123). Durante la ocupación alemana, y tras diversas operaciones de contrabando, se asocia con un anticuario bordelés, Gonzague d'Orléac, interesado en importar piezas de arte africano. A través de Leiris, entra en contacto con Léopold Sédar Senghor, quien lo conduce al país de los dogón, en Malí. Durante su estancia, escribe numerosas cartas en las que informa a Leiris de sus descubrimientos acompañadas muchas de ellas de dibujos y acuarelas en los que, con un trazo firme pero disperso, se anticipa a las caligrafías oníricas de Michaux. Aquellas observaciones animarán a su amigo a escribir La langue secrète des Dogons de Sanga (1947). En 1941 es detenido por las autoridades coloniales acusado de vender armas a Amado Granell y se lo condena a prisión en Dakar. Poco después, abandona el penal y desaparece. Su rastro se pierde hasta 1947, año en que su nombre figura en un contrato de compra de una pequeña imprenta de Luanda (Angola), donde funda en 1948 Edições de Caxinde y se convierte en uno de los impulsores del incipiente grupo surrealista Senhais (→). Por aquel tiempo inicia una relación epistolar con José Almada Negreiros (→), quien a su vez lo pone en contacto con Maria Martins (→) y diversos intelectuales reunidos en torno a las antiguas revistas Estética (→) y Antropofágia (→). En 1950 visita Brasil y, en 1951, regresa a Francia, donde trabaja durante un breve período para un anticuario de Perpignan para el que pinta diversos cuadros que se atribuirán al Picasso (→) anterior a la época azul, entre los que destaca el retrato de una bebedora de absenta. En 1956, por invitación de Negreiros, se traslada a Lisboa para ocupar un puesto de asesor en la que sería la futura fundación del magnate Calouste Gulbenkian (→). Cinco años después, abandona el cargo y abre una pequeña editorial de libros de artista (Lambão Editor), entre los que destacan la carpeta de estampas Os Lusíadas (1969), atribuida a Picasso pero luego dada por falsa (Cramer, 1983: 165), y una traducción de los poemas de Safo presuntamente ilustrados por Matisse y que han resultado ser obra de Elmyr de Hory (→). A partir de entonces, se dedica por completo a la escritura, ya sea en diversas labores de redacción (solapas, anuncios, textos para catálogos) o como negro de varios autores célebres. Ciertos críticos han visto huellas de su estilo en algunas de las composiciones más señeras de Amália Rodrigues, en especial Fado de Peniche, en el que pueden rastrearse algunas referencias a su estancia en el penal tras ser condenado por sus falsificaciones (Ortigão, 2006: 373). OBRA. Le pied d’Hélène (1935); La tête d’Orphée (1936); Les fils de Sigui Tolo (1943); Inmediações (1948); A civilisação solar (1951); Existência e resistência (1961); Presença de Picasso (1962); Ibéria submersa (1964); Le jardin d’Iside (1969).



(Recogido por Javier L.)

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22 octubre 2009
Taxi
El pequeño teorema de Fermat es una pequeña relación que corre de izquierda a derecha pero no derecha a izquierda: si p es un número primo entonces se verifica la identidad expresada en el pequeño teorema. Pero si se verifica la identidad para un número dado, dicho número no tiene por qué ser primo. Pero, al menos, es un hecho que no ocurre todos los días y al número se le pone un apellido: número de Carmichael o pseudoprimos (el compuesto por primo tenido). La implementación práctica del algoritmo RSA es muy muy poco amigo de estos pseudoprimos ya que, precisamente, los toma por primos (de ahí su nombre) y eso no es bueno. No obstante, suele evitarlos eficazmente entre otras cosas porque los pseudoprimos se enrarecen conforme se hacen mayores.

El primer número de Carmichael fue descubierto por Robert Carmichael en... no hace mucho ya que el profesor Carmichael nació en el siglo decimonoveno y murió cuando ya muchos habíamos nacido. Dicho número es 561=3×11×27. El siguiente es 1105=5×13×17 y el siguiente el 1729=7×13×19. Este último número es acreedor de una de las más famosas anécdotas matemáticas. El referido involucra al profesor G. H. Hardy (de la Universidad de Cambridge) y a Srinivasa Ramanujan, el genio indio que se forjó a sí mismo en la universidad de la calle de Kumbakonam, construyendo él sólo un prodigioso bloc de notas hasta que en 1914 ingresó en el circuito de la mano del profesor G. H. Hardy. Precisamente, la mayor contribución de G. H. Hardy a la matemática, según su biógrafo G. H. Hardy, es haber descubierto y tutelado al genio indio después de leer los manuscritos que éste enviaba desde Kumbakonam a afamadas universidades. Tras unos exitosos años en la isla, Srinivasa, de frágil salud, deteriorada por su vida en Tamil Nadu y empeorada por el clima inglés y, no en menor medida, por la comida del lugar, guardaba reposo es un hospital de Putney cuando recibió la visita del profesor G. H. Hardy quien relata que le dijo: «Srinivasa, el número del taxi que me ha traído aquí era 1729, un número aparentemente bastante estúpido». Impertérrito y a bocajarro, Ramanujan respondió: «Todo lo contrario Prof. Hardy, es el menor entero que puede expresarse de dos formas distintas como suma de dos cubos» (1729=123+13=93+103). Esta propiedad húbola supido tiempo atrás Bernard Frenicle de Bessy, coetáneo de Fermat (incidentalmente, de Bessy fue la segunda persona que supo del pequeño teorema de Fermat), de Mersenne y de Descartes; todo a la vez.

De la anécdota nacieron los números taxicabs T(n), definidos como el menor entero que puede expresarse como suma de dos cubos de n formas diferentes. Desde entonces y, ante todo, ahora: los computadores pueden buscarlos con comodidad. Por ejemplo T(6)=24153319581254312065344 es el menor entero que puede expresarse como suma de dos cubos de seis formas diferentes. Y se sabe que existen números que se pueden expresar como suma de dos cubos de siete formas diferentes, pero no se sabe cuál es el menor con esa propiedad. No hace falta añadir que los números taxicab no sirven para nada... salvo si eres Richard Feyman y hay una apuesta de por medio con un apuesto japonés.

La anécdota de Hardy y Ramanujan suele contarse como una prueba del genio del matemático indio. Pero el referido continúa: Hardy le preguntó a Ramanujan si conocía algún número que tuviera la misma propiedad para la cuarta potencia (que fuera expresable como suma de dos potencias cuartas de dos formas diferentes). El indio pensó un rato y contestó que no; pero que si lo hubiera, habría de ser un número muy grande. Lo cual sería una prueba de la infinita humanidad del genio indio. Llevaba, por cierto, razón ya que el menor número expresable de dos formas diferentes como suma de dos potencias cuartas es 635318657(=1334+1344=1584+594). Solo que Euler lo supo un siglo antes y, además, supo que había infinitos números de ese tipo.

Lo curioso es que el bloc de notas de Ramanujan contiene múltiples trabajos sobre las ecuaciones diofánticas de Euler que implícitamente contienen la propiedad del número 1729 y la de 635318657, pero sin ninguna referencia explícita a ellos. Los libros de notas de Ramanujan, una joya manuscrita: Ramanujan probablemente había recordado algo que le llamó la atención algunos años atrás. Y todo con la simple mención del número 1729. Nada extraño.

Extraña sí, la anécdota en sí: que Hardy, uno de los matemáticos del momento, ma non troppo, no supiera que 1729, lejos de ser un número aburrido, es un número de Carmichael.

Sobre los números naturales aburridos circula el dicho de que no existen. Y la prueba por reducción al absurdo: si existiera un conjunto de números naturales aburridos habría un menor elemento. Dicho número dejaría de ser aburrido ya que tiene la característica de ser el menor número aburrido. Pero me doy cuenta de que les aburro y termino aquí, bruscamente, la demostración.

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21 octubre 2009
Hablemos de Langostas
Cuesta entender coletillas de Fox News como "Justos y ecuánimes", "Zona neutral" y "Nosotros informamos, tú decides" como algo más que humor negro, bromas que deleitan al público conservador de la cadena precisamente porque su alarde de objetividad enfurece sobremanera a los liberales, cuya interpretación literal de dichas coletillas hace que la izquierda parezca corta de luces, carente de humor y cargante.

Es sabido que al aumento vertiginoso de popularidad de las tertulias radiofónicas durante la década pasada coincide con el crecimiento y movilización del Ala Derecha del partido Republicano, con la proliferación de medios partidistas ... y con la desaparición repentina del de la contención, la tolerancia y el civismo del discurso político americano.

Neal Boorotz, Sumo sacerdote de la iglesia de la dolorosa verdad : "¿Cómo vamos a tomarnos en serio la seguridad en los aeropuertos hasta que la selección por razones étnicas no solo se permita, sino que se fomente?"
David Foster Wallace, Hablemos de Langostas

El asunto de hoy tenía que ser el desentrañar el por qué el discurso de las izquierdas suena a latazo. El por qué sólo se pueden seguir las tertulias y caldos parejos cuando son abiertamente sectarios y escoradísimos a la derecha. El por qué uno puede seguir el asunto con una sonrisa en la boca o al volante de un taxi pero uno (un adulto cuerdo) no puede tragar con Gemma Nierga & Co. Pero el asunto ha quedado cojo al ser Losantos descabalgado por los obispos y porque las estrellas de García y Toni Herrero se van apagando. Y queda cojo o anticuado en Estados Unidos también cuando acaban de elegir al primer presidente negro (y "liberal") de la historia.

¿Resultan cargantes las izquierdas? ¿Nos hemos vuelto cínicos,? , ¿Estamos hartos de lo políticamente correcto?. También puede ser -como apunta New Stateman - que la gente de izquierda tiene tendencia a ser incluyente, tolerante y reflexiva y esas cualidades hacen de un programa de radio sea aburrido.

En fin, recomendarles este "Hablemos de langostas" (bogavantes, en realidad) pues consigue que un ensayo erudito sobre un nuevo diccionario sobre el uso del inglés u otro sobre Dostoievski resulten muy divertidos.

Los Fedeguicos americanos:

Rush Limbaugh

Hannity Beck

Michael Savage

(Escrito por Chef)

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20 octubre 2009
Buen vueling

No vuelen con Vueling, si pueden. Por motivos profesionales, en los últimos tiempos me he visito en la (penosa) obligación de utilizar los servicios de la simpática compañía que preside el no menos simpático Josep Piqué. Es un tormento.

En los aviones estamos casi acostumbrados a pasar ciertas incomodidades, lo vemos ya como algo consustancial al viaje. En el caso de Vueling, no es que los asientos sean estrechos y estén muy juntos los unos con los otros. No, es otra cosa. ¿Cómo definirlo? Piensen en una lata de sardinas.

Los señores y señoras de
Vueling, en una demostración de fuerza (supongo: no hay otra explicación), regulan el aire acondicionado a la temperatura más baja posible. La última vez que volé, para no morir de frío, tuve que abrigarme con el Marca y El País, cual indigente. Así, entre la estrechez, el frío extremo y una música ambiente atronadora, no sólo es imposible dormir un poco, sino que un trayecto de poco más de una hora se convierte en lo más parecido a una tortura medieval.


Para acabar de completar este terrible cuadro, la tripulación, que es superenrollada, tutea a los pasajeros:
“abróchate el cinturón”, “espero que tengas un buen viaje”, “permanece sentado en tu asiento”-dicen las azafatas y los azafatos, los pilotos y las pilotas. A ver, ¿quién ha dado permiso a esta gentuza para tratarme de tú?


Eso sí, todo esto te lo venden con un envoltorio de diseño pretendidamente cool, que, en realidad, no pasa de infantiloide, y la odiosa bandera del buenrollismo juvenil. El paradigma de esta idiocia de diseño son los bobalicones lemas de sus campañas comerciales.


Ya sé que
low cost equivale normalmente a servicio malo. Vueling, la aerolínea de nueva generación, te trata directamente como un perro.


(Escrito por Desierto Polaco)

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19 octubre 2009
Diario del subsuelo (II)
Domingo 4 de octubre. Hace años que no leía a Salvador Pániker. Estos días me encuentro releyendo su Primer testamento, primera parte de sus memorias, a medio camino entre la autobiografía y el diario. Pániker es uno de esos escasos hombres españoles en los que se conjugan el paradigma científico y el de las humanidades. No hace falta topar con muchas afinidades para leerlo con agrado, aunque me reconozco en un rasgo suyo, alejado de las emocionalidades tan inmediatas a las que es dado nuestro país: "Sólo al cabo de un proceso abstracto tengo la sensación de topar con algo mínimamente concreto".

Martes 6 de octubre. Novedades. Black Heart Procession publica nuevo disco, Six, que es, como queda bien claro, el sexto de su apasionante discografía. A falta de una escucha más detenida, de momento destaco su última pieza, la oscura y depresiva Iri sulu.


Por otra parte, no sabía nada de la noticia pero en la librería-cafetería Literanta me topo con una novedad de René Girard: La anorexia y el deseo mimético (ed. Marbot). Me resulta un tanto chocante hasta qué temas puede llegar a alcanzar la omnímoda pretensión de Girard de explicarlo todo en base a la teoría mimético-sacrificial, así que en principio me pongo un poco en guardia. Pero, quién sabe, ya en otros temas la capacidad de Girard para desentrañar madejas espesas me ha fascinado. Dejo el libro en la lista de espera de corto alcance.

Sábado 10 de octubre. El penúltimo morlaco de la ganadería Horrach que todavía pastaba por las fértiles y libres praderas de Apolo abandonará en breve sus amplios dominios para encerrarse en el callejón sin salida del tálamo taurinonupcial. Esta tarde, se supone que para celebrarlo, ha arrastrado su orgullo por las calles de Palma en alegre y desmadrada compañía. Que la gran diosa ctónica, ¡oh, Útero-Tumba!, se apiade de su inconsciencia.




Jueves 15 de octubre. Xavier Pericay presenta sus memorias en Literanta. En un momento del acto, el presentador, el doctor en Economía en la UIB Gonzalo Lozano (y miembro destacado de la coordinadora de UPyD de Baleares), señala un pasaje de las memorias de Pericay en el que se citan unas palabras de una agresividad llamativas: se trata de una encuesta realizada por la revista Taula de Canvi (próxima al PSUC) bajo el título 'Escribir en castellano en Cataluña'. Una de las preguntas que se ofrecían a los encuestados (todos ellos escritores reconocidos, como por ejemplo Pere Gimferrer, Salvador Espriu o Manuel de Pedrolo. Juan Marsé se negó a contestar) era la siguiente (traduzco del catalán): "¿Es necesario considerar (a los escritores en castellano en Cataluña) como un fenómeno coyuntural a liquidar a medida que Cataluña asuma sus propios órganos de gestión política y cultural?". Desde la distancia que aporta el tiempo el sentido de muchas cosas queda diáfanamente al descubierto, y este caso no es una excepción, porque el discurso que destilan estas palabras (discurso que era asumido, tácita o directamente por la mayoría de escritores encuestados) ha ido ampliando su foco de dominio de una manera implacable y progresiva. En 1977, año en el que fueron escritas y publicadas, únicamente una minoría de la sociedad catalana defendía tales ideas. Hoy, sin embargo, fruto de la labor de adoctrinamiento llevada a cabo por el catalanismo (representado, en gran parte, por aquellos que en 1977 eran minoría, pero una minoría con poder), que controla todos los resortes de la sociedad catalana, ha permitido que la proporción de la sociedad que defiende este discurso 'liquidador' sea mucho más mayoritario.

Sábado 17 de octubre. La boda de mi hermano me jode el plan de ver tres partidos de rugby en apenas 8 horas. Se trata de las dos semifinales de la Currie Cup sudafricana, uno de los torneos deportivos más antiguos del mundo (se inició hace dos siglos, en 1889), disputadas entre Western Province y los Blue Bulls (campeones del Super 14), por un lado, y los Sharks de Durban y los Cheetahs de Bloemfontein por el otro; el tercero sería el partido que Teledeporte emitiera de la Heineken Cup.

(Escrito por Horrach)

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18 octubre 2009
Marchar siempre
La frase que da título a esta entrada es de Josep Pla. La escribió en un artículo sobre Soria, ciudad de paso para él, y hacía referencia al viaje, no sé si como inducción ante la que uno debe plegarse, esclavo de las circunstancias, o como necesidad imperiosa. Ésta fue la que observó Gonzalo Torrente Ballester en sí mismo y a la que terminó adjudicando un concepto: "complejo de fuga".

Fuga y huida son sinónimos que quizá posean alguna sutil diferencia que obligue a usar uno u otro en determinados casos. Se diferencian de marcha o partida, en que éstos no implican que el sujeto que lleva a cabo la acción haya estado obligado por la fuerza a permanecer en el lugar que abandona. No obstante, todos tienen en común algo que se observa de forma muy bella y muy clara en la lengua alemana. Partida puede traducirse como Aufbruch. Si mi escaso conocimiento del idioma no me juega una mala pasada, el meollo de la palabra está en ese bruch, cuyo origen es brechen, que significa romper o quebrar. Así pues, toda partida, toda marcha, fuga o huida lleva implícita una ruptura, un acto violento, ya sea por el dolor causado al que se va o a quien deja, ya sea por los motivos que le han llevado a emprenderla.

He hablado antes de la fuga como necesidad. Kafka llevó esta idea hasta su último extremo en un cuento breve (de resonancias posteriores en El sótano, de Thomas Bernhard) titulado Der Aufbruch (La partida):
Ich befahl mein Pferd aus dem Stall zu holen. Der Diener verstand mich nicht. Ich ging selbst in den Stall, sattelte mein Pferd und bestieg es. In der Ferne hörte ich eine Trompete blasen, ich fragte ihn, was das bedeutete. Er wusste nichts und hatte nichts gehört. Beim Tore hielt er mich auf und fragte: »Wohin reitet der Herr?« »Ich weiß es nicht«, sagte ich, »nur weg von hier, nur weg von hier. Immerfort weg von hier, nur so kann ich mein Ziel erreichen.« »Du kennst also dein Ziel«, fragte er. »Ja«, antwortete ich, »ich sagte es doch: ›Weg-von-hier‹ – das ist mein Ziel.« »Du hast keinen Eßvorrat mit«, sagte er. »Ich brauche keinen«, sagte ich, »die Reise ist so lang, daß ich verhungern muß, wenn ich auf dem Weg nichts bekomme. Kein Eßvorrat kann mich retten. Es ist ja zum Glück eine wahrhaft ungeheure Reise.«
Weg von hier, das ist mein Ziel. (Huir, partir, salir de aquí), ésa es mi meta.
La primera vez que oí estas palabras fue hace unos diez años, más o menos, en Múnich. Viví en esa ciudad el tiempo suficiente como para aprender a detestarla. Fundamentalmente, el origen de este desprecio proviene de sus propios habitantes. Su forma de ser y su comportamiento cívico tienen como objetivo, y a la vez están predeterminados por, el mantenimiento del orden y la limpieza. La ciencia taxonómica, inherente al carácter germano, requiere de ambas cosas para alcanzar su perfección, pero los muniqueses -y quizá los bávaros en general y, por qué no (así pensaba yo, álgido e ignorante), los alemanes en su totalidad- han llevado a tales niveles ese prurito que han conseguido subvertirlo y transformarlo en un caos. Por paradójico que parezca, el exceso de orden produce desorden y confusión.

Tal como lo vi entonces y como he podido comprobar ahora, el desorden lo producían, pues, quienes eran los garantes de mantener lo contrario. El resultado de todo esto es, antes y ahora, ahora y siempre, una tensión insoportable. Resulta lícito calificar mi marcha de fuga y, por lo tanto, como una meta en sí misma: weg von hier, das ist mein Ziel.

Llegué a Berlín. Sin lugar a dudas es una ciudad más fea y más sucia que Múnich, pero el primer contacto con sus habitantes fue extraordinariamente más relajado, pese a que tuvo que ver con los papeleos administrativos y burocráticos inseparables de toda mudanza. No obstante, el tiempo es el padre del olvido y erosiona cualquier recuerdo, por indeleble que parezca en nuestra memoria. Son ya muchos años los que he pasado aquí y ese complejo de fuga del que hablaba Torrente Ballester ha vuelto a picarme en mis posaderas. No en vano, "culo inquieto" es como puede calificarse popularmente a quien lo padece. Cansado de las peculiaridades de la ciudad, de su evolución caótica, del mal humor -pasajero, eso sí- de sus habitantes, de esa atmósfera villana que invade inexplicablemente la que está llamada a ser, aunque de forma vaga y evanescente, la capital de Europa; cansado, posiblemente, de mí mismo, "de mi piel y de mi cara", he sentido de nuevo la necesidad de partir.

Pero ésta se ha frenado indefectiblemente por un motivo nada desdeñable: la memoria, o el retorno a Múnich. Ha bastado pasar un fin de semana en esta ciudad y reencontrarme de nuevo con sus insanos habitantes para valorar de nuevo lo que Berlín me ofrece y que no puede darme ningún otro sitio. Las anécdotas que han dado pie a esta reflexión pueden ser baladíes: primero, el "orden caótico" con el que se ha organizado el desvío de unos tranvías con motivo de una maratón que atravesaba la ciudad; después, la constatación del egoísmo espacial de estas gentes, que les lleva cotidiana e invariablemente a conquistar sus espacios más cercanos -asientos de transportes públicos, escaleras estrechas, etc.- comportándose como panzers con anteojeras; y finalmente la angustia en la que me ha sumido un camarero que ha convertido el plácido ritual de beber una cerveza en algo planificado con una precisión tan impensable como intolerable. La comanda ha tenido que verificarse tres veces: dos al pedirla y una más al pagarla; los posavasos debían situarse en un sitio concreto de la mesa, so pena de aguantar el acelerado reproche del que servía el néctar cebádico y lupuloso; y el momento definitivo, el paradigma de toda esta neurosis mórbida: la reubicación de la cesta del pan para evitar que fuera posteriormente cobrado a mis desconocidos compañeros de mesa.

Pueden ser baladíes, sí, pero han constituido el hilo del que penden mis recuerdos. El cuervo de Poe se posa sobre mis hombros y de nuevo croa enervado sus eternas palabras: nevermore, nevermore, nevermore. Lo que había de ser mi regreso a Berlín, en el "moroso tren rápido" (germánica contradicción) que atraviesa la Alemania oriental, es ya, de nuevo, una huida. Mientras tanto, ocupo mi tiempo en cuestiones pintorescas, como observar el paisaje de Turingia, asistir con sorpresa en el vagón restaurante a la escena de una señora sin brazos que pide permiso para acomodar en el asiento sus pies descalzos, útiles con los que pasará las páginas del periódico, o la no menos pintoresca de escribir estas líneas para mis adorados y respetados conmilitones, sabedor de que ya me encuentro a salvo a cientos de quilómetros de Múnich. Dentro de pocas horas alcanzaré mi destino. Mi destino, que no mi meta. Ésta ya la he cumplido y la sigo cumpliendo sin solución de continuidad. Es la consigna de Kafka que acompaña el canto del cuervo: weg von hier, das ist mein Ziel.


(Escrito por Bremaneur)

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17 octubre 2009
Cerdeña para autodidactas

Finalizada mi breve escapada a la isla del mirto , y tras meditar sobre la experiencia, he decidido que es mi obligación ofrecer al selecto lector algunos consejos útiles que le serán de gran ayuda si va a ejercer de turista a Cerdeña, sobre todo ahora que los billetes low-cost salen tirados de precio.

1- Antes de empezar el viaje léanse Cerdeña y el Mar de DH Lawrence . Una vez en la isla reléanlo y comprueben que el apresurado inglés lo clavó. La redacción a borbotones y la falta de pulido de la prosa son defectos perdonables. Luego dedíquense a comparar lo vivido con lo leído y tómense su primer mirto.

2- En la isla se habla el italiano y distintas variedades del sardo. En Alghero se habla catalán (al fin y al cabo se repobló en 1353 con barceloneses tras haber expulsado a los revoltosos habitantes originales genoveses) pero es una variante arcaica. Como los sardos mezclan ambos idiomas al hablar con los españoles (que intentan desesperadamente entenderse con los aborígenes ha-blan-do-es-pa-ñol-muy-des-pa-cio o ensayando variantes de la frase fundamental “Io voglio entrare per la finestra”) acaba uno recurriendo al inglés como terreno neutral. Por si acaso tiene que entendérselas con un paisano zumbón, recuerde que Macomer se dice Macumere, Cagliari es Cálgari, Xu Nuraxi es Sunuragui, Alghero es Saliguera... para superar el soponcio del descubrimiento regálese un mirto.

3- Lo de la tradicional hospitalidad sarda es un jodido mito. Naturalmente encontrarán gente estupenda que les sacará de un apuro y se portará como ángeles, gente divertida y gentil, gente maravillosa, pero también toparán con un montón de paisanos somardas que jugarán con su tiempo, su dinero y su buen humor por el simple hecho de que se aburren como ostras y torear al forastero es un entretenimiento mucho mejor que tragarse los programas de la TV Sardegna. Relean a Lawrence y relájense con un mirto.



4- Ninguna guía de viajes es perfecta, pero la que más les va a servir es la de Toni Vives de la editorial Laertes . La de el País Aguilar es muy mona, muy chachi y muy llena de errores. En algunos textos parece evidente que en vez de comprobar los datos se han fiado de los consejos de alguno de los guasones locales. Sobre todo no se crean lo que se describa como “ameno paseo” porque la caminata puede ser de mas de dos horas. Ante la duda siéntense en una terraza y pidan un caffé maquiato o un capuchino (sorprendentemente asequibles de precio y sabor excelente) y un mirto

5- Los horarios de autobús deben ser un secreto de Estado visto lo difícil que es enterarse. Empezando porque hay varias compañías y algunas solapan recorridos, las tablas horarias colgadas en Internet son incorrectas, en algunos pueblos los billetes se venden en bares o heladerías que varían según los propietarios lleguen a nuevos acuerdos con las compañías...Por si fuera poco, los diversos billetes no se venden nominados de destino, que vaaaaaa!!!!, sino que son de diverso importe (un euro, uno y medio, cinco...) y según los kilómetros y el trayecto se debe comprar uno u otro. Unos admiten transbordo, otros no, y otros sirven de ida y vuelta, pero aun no he conseguido entender como funciona. Cuando lo consiga se lo haré saber, pero de momento MP3 (MP3= Mirto Per Tre)

5B- Una vez comprobado la psicodelia del transporte público sardo puede optar por alquilar un coche. Recuerde que los italianos conducen como salvajes y los sardos se creen la reencarnación del Motorista Fantasma. Esta vez cambiaremos el mirto por un doppio caffé o probaremos las cualidades salvíficas de la siesta en el maquis.



6- No crea que los puntos de información turística lo saben todo. Aunque sus lagunas informativas son mínimas comparadas con lo conseguido al preguntar a los aborígenes. Con las adolescentes ni lo intenten: les mirarán con cara de abulia y se limitarán a balar suavemente sin dejar de mascar chicle. Los adolescentes son mas bulliciosos pero igualmente inútiles en caso de necesidad. Pruebe con los adultos entre treinta y cuarenta años, sobre todo mujeres, que son mucho mas eficaces. Repita la fase MP3 (es que lo de ir preguntando es muy estresante).

7- Algunos listillos en Cagliari explotan la romántica imagen de una izquierda reivindicativa y un nacionalismo sardo. Con el rollo de que “aun es posible que un proletario coma dignamente en un restaurante”, mucha banderita de los “piccoli paesi” (incluyendo una ikurriña) y mucho cartel de huelga revolucionaria, te dan un servicio de mesa pésimo, un menú regular y te soplan veinticinco euros por la jeta. Por menos presupuesto es posible cenar con un plato principal, un contorni y media botella de vino decente en un velador precioso con un camarero atentísimo en un burgués y capitalista restaurante. Ni se acerquen a estas trampas para nacionalistas papanatas o socialdemócratas vergonzantes. Comparen precios y después tómense un filuferro para bajar la cena

8- En Cerdeña se come muy, muy bien. Ahorren en el alojamiento y gasten en comida de plato y tenedor. Para comer pizzas y lasagnas congeladas siempre estamos a tiempo. En Alghero hay un mercado de productos frescos en Vía Cagliari, cerca de Porta Terra, y un minimarket de precios decentes cerca de la Piazza Civica: compren queso pecorino e higochumbos y almuercen en las torres mirando al mar. En Cagliari el Mercado Cívico está en la esquina de Via F. Cocco Ortu, Via Tiziano y Via Bacaredda. Otros lugares tienen tiendas “normales” fáciles de encontrar para comprar alimentos. Los precios de los restaurantes y trattorías son altos (los propios italianos se quejan de ello) y les cobrarán un fijo que se detalla como “coperto”, y que debe ser el alquiler de los cubiertos y la vajilla, el pan y la servilleta. Por cierto si les sirven un pan seco o miserable pueden poner mala cara y hasta pedir que lo retiren con cara de crítico gastronómico (sirve sacar una libreta y ponerse a escribir con furia, aunque sea la lista de la lavandería o un poema gongorino), porque en Cerdeña se hace y se consume un pan riquísimo y de amplia variedad, así que eso quiere decir que les están tomando por tontos. Incluso es posible que les hagan la pirula de la tarjeta Visa “que no funciona” y les hagan pagar en efectivo, que según escriben algunos periodistas locales es la nueva moda de la hostelería. En Cagliari hay una zona poco pateada por los turistas que es la de los alrededores de San Michelle en el barrio de Stampace, con restaurantes “para aborígenes”, aunque en Marina también es posible esquivar los garitos para turistas y cenar con vecinos que se levantan de la mesa y cogen el mando de la tele para cambian de canal si la camarera no les hace caso. De remate, un mirto molto freddo

9- Si al pasar cerca de una iglesia oyen música que suena como de coral de hombres con tonalidades extrañas, recojan la cámara, pongan cara de devoción cristiana y entren. Nosotros coincidimos con una “misa sarda” (variante local de las misas rocieras o baturras) y ademas de poder descansar media horita hicimos una degustación del canto a tenore . Para seguir en armonía celestial, un malvasía de Bosa o Cagliari.




10- Para los consumistas irredentos, el casco antiguo de Alghero está lleno de tiendas de recuerdos, joyerías (para comprar coral rojo), decoración, artesanía de calidad... Los adictos a los libros tiene en Porta Terra un buen sitio para fundir la Visa. En Bosa hay una tienda ISOLA (una especie de cadena de artesanía y organizadores de excursiones) en la calle principal, y otra mas grande y variada por la zona de Piazza 4 Novembre (mas o menos...). Cagliari es como un cruce de Vetusta y Soria hace treinta años: no hay muchas tiendas de recuerdos y artesanía, parte de ellas son un tanto rancias y los horarios son los de Pepe el Vago. Lo de las librerías y tiendas de discos aun es mas complicado: las grandes superficies han devorado a las pequeñas tiendas. Persiste La Casa del Disco en Vía Roma (sección música tradicional) y han abierto una librería (glubs, no apuntamos el nombre) en esa misma calle que no solo tiene un personal muy colaborador sino que abre los domingo por la tarde (¡benditos sean!). Mas pequeñas encontramos Succa, en Via Deledda y Il Bastione en Piazza Constituzione. En las tiendas de los museos no hay gran cosa que ver, asi que si les gusta una pieza hagan la foto (sin flash) porque no encontrarán el catálogo ni la reproducción (pues anda que no les queda ni nada antes de llegar a las delicias del Arqueológico Nacional o las cajitas de condones del Thyssen...). Ya saben, busquen un rincón de buen parecer y adminístrense un mirto por dictamen médico

11- Si son de la tribu de los Indy, recuerden llevar calzado adecuado (nada de botas camperas, tacones o chanclas) para corretear por los yacimientos. Los Nuraghe pueden ser bastante grandes o simples torres en medio del campo. Por si acaso hay que cargar agua fresca y algo de comer, porque no siempre es posible encontrar intendencia cercana. Algunos como el de Palmavera o el de Xu Nuragui tiene una zona de venta de entradas, una tienda diminuta pero bien surtida y un pequeño bar o zona de descanso, y el de Barumini está muy cerca de un restaurante con cafetería (Il Cavallino della Giara) pero es mejor llegar al pueblo y parar en el de la esquina, que ademas de una tienda bien provista de material tiene una terraza fenomenal y un camarero que prepara unos cafés shacattos (de “shaked”, agitados con hielo) y bautizados con Baileys que te reconcilian con el mundo rural

12- los cibercafés son escasos, diminutos y muy caros. No es raro que cobren tres o cuatro euros por media hora, te pidan el carnet de identidad para “hacerte socio” y no pasan de ser un par de ordenadores en una mesa contra la pared (lo dicho, como Soria hace treinta años). En Cagliari, en la Via Napoli hay un café Internet abierto desde las 8,30 hasta las 21 (cierra los domingos) que por dos euros te dan un desayuno de veinte minutos de conexión, un café y una pieza de bollería, lo cual es mucho mas razonable. Y para animarse durante el día, un mirto con Hotmail

Con estos breves consejos espero que quien se anime al viaje aproveche la experiencia ajena y se evite algunos rasponazos en el ánimo.











(Escrito por Mandarin Goose)




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[0] Editado por Dragut a las 9:00:00 | Todos los comentarios 28 comentarios // Año IV