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(Escrito por Protactínio)
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La reacción ante lo bello no es cuantificable a priori. La respuesta emocional ante las manifestaciones artísticas no es la misma en personas de similar educación, sexo, religión, edad, geografía, ni es la misma según la obra artística objeto de nuestra atención: personas que disfrutan con la pintura son unos negados para la poesía, lletraferits pueden tener un oído musical plano (y preferir los Bee Gees a la partita nº 6 de Bach –con los Bee Gees se ligaba-), o admiradores de obras arquitectónicas pueden ser indiferentes a una puesta de sol.
Establecida por la experiencia la sensibilidad individual a la belleza, no obsta para que existan cánones sociales de elevada correlación con la respuesta individual ante el objeto artístico. Desde Pitágoras se consideró la simetría como criterio de belleza, la proporción equilibrada de rasgos y formas se asimilaba a lo bueno, sinónimo de lo bello; la proporción áurea en la escultura y en la arquitectura definen el cánon clásico y es implícita en nuestra cultura. La simetría o la armonía eran manifestaciones del orden divino en el mundo sensible.
Estudios recientes como los realizados por Victor Jhonston, de la Universidad de Nuevo México, ponen de manifiesto los rasgos evolutivos asociados a esta sensibilidad a la simetría y la proporción, como marcadores o señales genéticas de la salud y fertilidad a las que el cerebro reacciona automáticamente. A la luz de estas investigaciones la belleza y la sensibilidad artística se vinculan a una expresión material más de nuestra propia evolución. La simetría, por ejemplo, es una señal de la bondad del sistema inmunológico de la persona. Lo bello es equivalente a lo sano y se relaciona con la programación genética que busca maximizar nuestra descendencia.
La aceleración tecnológica añade nuevos elementos, como dice Joël de Rosnay, Director de Prospectiva y Evaluación de la Ciudad de las Ciencias y la Industria de La Villette, Paris: «la idea de experimentar con emoción cualquier cosa que se pueda compartir va a predominar sobre la pulsión a adquirir objetos o conocimientos», el metasistema global, mezcla de personas, equipos informáticos y redes de comunicaciones avanza a pasos acelerados con un alud de imágenes, datos, una cultura compartida distinta por lo masiva, global, con sus criterios cambiantes de belleza y una vida privada compartida con muchas otras personas -o nicks-. La extraordinaria fuerza rupturista de los visionarios artísticos en este nuevo entorno global se difundirá víricamente - el control de los derechos de autor en un mundo digitalizado y copipasteado una y mil veces será una nueva opción en las carreras de ingeniería informática-. Como dijo Borges hablando de Moby Dick y Bartleby: es como si Melville hubiera escrito: “Basta que sea irracional un solo hombre para que lo sea el universo”.
¿Por qué la obra de Pollock, basada en fractales también nos impacta? ¿Quizás porque la propia Naturaleza se refleja en ellos? ¿Reconocemos una profunda verdad inscrita en la naturaleza, una verdad matemática?
Lo bello es también la sensación de vértigo que da captar que la malla que constituye nuestro “espacio”, nuestra geometría, se deforma con el peso de la propia materia o que estamos formados por luz congelada. Advertir la enorme simetría en los conceptos dinámicos que reflejan las leyes del electromagnetismo de Maxwell las convierten en objetos admirables per se.
¿No es la máxima expresión de belleza la doble hélice del ADN, generador de vida y complejidad, en un similar orden de magnitud que
Sin embargo, el formalismo matemático o físico dificulta a las personas que no lo poseen la capacidad de reacción emocional o intelectual a obras maestras de la inteligencia y sensibilidad humana como
Aquí la belleza radica en la simetría (energía y materia son dos caras de la misma moneda) y la enorme simplicidad de una expresión con sólo cuatro caracteres que contienen una teoría científica revolucionaria.
O el hamiltoniano cuántico, que representa la energía total de un sistema. A partir de la integración de la ecuación de Schrödinger del sistema nos permite calcular tanto la energía total del mismo como conocer su función de onda asociada:
A medida que la ciencia va progresando en el conocimiento del mundo natural, la descripción del mismo toma una forma estética que permite su aceptación primero (la falsación vendrá después), forma estética que vuelve a los mismos conceptos que los filósofos griegos: simplicidad-alto contenido informativo, armonía-simetría.
Niels Bohr, premio Nobel de física y definidor del principio de incertidumbre en
La ciencia física tiene, a pesar de la aridez que se le supone, un elevado componente artístico y la estética es decisiva en la intuición de las grandes teorías -que serán tamizadas y falsadas racionalmente por la comunidad científica-, pero que son iniciadas y contempladas desde la emoción por la belleza. Como dijo A. Einstein: “En el pensamiento científico siempre están presentes elementos de poesía. La ciencia y la música actual exigen de un proceso de pensamiento homogéneo.”
(Escrito por Bose-Einstein)
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Cuando llegó a casa lo primero que hizo fue orinar. Y lo hizo largo y tendido. Aquella liberación de toxinas y flujos perniciosos le hizo bien. Se sentía como nuevo, despejado y recién meado, con la vejiga funcionando otra vez a pleno rendimiento.
La descarga cerebral se produjo de inmediato y se extendió al resto del cuerpo como un torrente. Fue una idea sencilla pero reveladora. Una última novela.
Estaba convencido de que la concesión de todos los premios literarios era una pura fachada tras la cual se ocultaban intereses, favores y compensaciones. Los enchufes estaban a la orden del día. Miles de sujetos cuyo único activo literario residía en gozar de buenos contactos eran arropados por las editoriales a la categoría de novelistas prometedores. Siempre era así. Había leído a cientos de ellos para que no le cupiera duda de que semejante prosa jamás pasaría a la historia de
Pero a Enrique Maldonado no le cabía duda de que únicamente los grandes escritores eran capaces de eludir semejantes componendas y traspasar la difícil barrera decisoria de unos jurados previamente aleccionados.
Y escribió como jamás lo había hecho, con tesón, aplicándose una tarea diaria de diez horas de trabajo. Marcó su territorio laboral con precisión de relojero suizo. Renuncia total al asueto, guerra al ocio embrutecedor, cruzada implacable contra el reposo contemplativo.
Al cabo de un año la novela ya estaba lista para ser enviada al concurso literario. La había revisado hasta desalojar de sus páginas la coma más discutible; retocado hasta comparar las ventajas de utilizar la primera, la segunda o incluso la tercera persona; y explorado hasta desterrar de sus hojas la más pequeña errata. Ya solo era cuestión de esperar.
Seis meses después, cuando le concedieron el premio de medio millón de euros por su novela, las lágrimas acudieron a su cita obligada cuando la alegría desembocó en un mar de emociones contenidas.
Fue una noche increíble. Cámaras de televisión, emisoras de radio, entrevistas. Una locura.
Enrique Maldonado no pudo dormir hasta que el día siguiente logró asentarlo en
Eran las nueve de la noche cuando decidió dar un paseo para evitar tener que seguir atendiendo llamadas telefónicas. Entró en un bar y tomó asiento en una de las mesas. Desde allí podía divisarse el alegre deambular de viandantes, y a pesar de la hora, la espesa marea de autos que confluían en un cruce. Al cabo de unos instantes vio a dos hombres que charlaban animadamente. Los siguió con la mirada cuando entraron en el café. Tomaron asiento justo a su lado. Uno de ellos debería tener treinta años, y el otro no pasaría de los veinte.
- No te hagas mala sangre. Yo ya llevo muchos años en esto de escribir y sé que todo es cuestión de enchufes. Fíjate si no en ese tal Maldonado. ¿Tú crees que ha ganado el premio por su prosa bonita? Ni hablar. Enchufes. Contactos editoriales. Lo de siempre.
(Escrito por Goslum)
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