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31 octubre 2008
La casa de Asterión, de J. L. Borges
1. Borges

La obra de Jorge Luis Borges (Buenos Aires, 1899 - Ginebra, 1986) es una tupida trama de versos, metáforas y relatos en la que determinados temas recurrentes y referencias cruzadas permiten al lector saltar de un poema a un cuento, y de éste a un breve ensayo, como si se tratase de hipervínculos invisibles, de túneles en la madriguera del conejo carroliano, de atajos en un laberinto de palabras.

Sus Obras completas, que han editado sin la debida pulcritud ortográfica María Kodama y Emecé Editores, S.A., según reza la impresión, recogen poemarios (Fervor de Buenos Aires, el primero, es de 1923; Los Conjurados, que cierra la recopilación, del 85), breves monografías sobre Kafka, Whitman, Flaubert, Quevedo, el Quijote -más que Cervantes- o Martín Fierro, algunas disquisiciones filosóficas, más perplejas que iluminadoras, juguetes menores -como algunas canciones para guitarra- y una notable colección de cuentos breves. Son estos últimos, en mi opinión, los que hacen de Borges una figura gigantesca en la literatura del siglo XX; también, aquella vaga y misteriosa unidad temática que he mencionado, la repetición de determinadas situaciones en diferentes contextos y otras simetrías marginales que hacen percibir al lector que siempre se encuentra en diferentes capítulos de una única obra, prolongada minuciosamente durante más de sesenta años.

El laberinto, los espejos, los tigres considerados animales mitológicos, la muerte, la redención debida a un único acto, palabras y sentencias que el argentino veía como objetos terminados más que como partes de un discurso (1). Esa enumeración incompleta de elementos disímiles recoge algunas de las obsesiones del autor. Su capacidad para hilvanarlas en historias muy diferentes, su abrumador manejo del idioma y una cultura literaria exhaustiva (que va desde los textos clásicos hasta la obra poética de todos sus contemporáneos, pasando por toda la literatura religiosa, los primeros textos del inglés antiguo, del islandés, o la Divina comedia) son, a mi juicio, los tres rasgos más destacados de la obra en prosa de Borges, en la que en ocasiones resulta difícil saber si nos muestra un cuento imaginado por el autor, la reelaboración de una leyenda de origen desconocido o la narración precisa de un hecho real.

2. El relato

La casa de Asterión pertenece a una de sus colecciones de cuentos más célebre, El Aleph, de 1949. La trama es de una simplicidad absoluta: narra, en cinco párrafos y un par de frases, la historia del Minotauro en el laberinto de Creta que Dédalo construyera para su reclusión. Se trata de un capítulo conocido de las mitologías griega y romana, cuyos antecedentes no figuran en el breve cuento de Borges y, por tanto, pueden ser obviados.

La principal novedad sobre el relato clásico reside en que Borges hace hablar al Minotauro en primera persona, en un juego de simetría que culminará en las dos líneas finales (sobre las que habré de volver más adelante), cuando el enfoque se traslade a Teseo y Ariadna, 'héroes' tradicionales del mito, antagonistas del narrador en esta versión así deformada. 'Asterión' fue llamado el Minotauro en dos textos griegos: por Pausanias de Lidia en el libro II de su Descripción de Grecia y, sobre todo, en la Biblioteca erróneamente atribuida a Apolodoro de Atenas, que es la obra citada por Borges al inicio del cuento (2). Sea como fuere, y dado lo poco conocido de ese nombre propio, parece que Borges quiera jugar con el misterio de su personaje, ya que a lo largo del relato proporciona diferentes pistas acerca del protagonista, pero, al igual que sucede en las novelas policiales, su identidad no resulta evidente hasta el final.

Los habituales entretenimientos eruditos del autor aparecen incluso en un texto tan breve como el que comentamos. No han pasado bajo los ojos más de tres o cuatro líneas cuando hemos de saltar hasta una nota a pie de página que nos aclara que 'el original dice catorce, pero sobran motivos...', &c. Ese 'original', por supuesto, no existe. Como en El inmortal, o en tantos otros relatos suyos, Borges retoma la inveterada tradición del 'texto encontrado' como mecanismo que proporcione credibilidad a la historia que cuenta -aunque en este caso la sutileza se reduce a esa única palabra, 'original'.

La referencia al número catorce como sinónimo de infinito, que aparece por primera vez en la mentada nota al pie, pero se repite más adelante, parece enlazar con la tradición legendaria: siete doncellas y siete jóvenes varones debían ser entregados por Atenas a Creta cada nueve años, en pago de no sé qué derrota bélica, para su abandono en el laberinto, en la casa de Asterión. Sin embargo, en el último de los párrafos en los que habla el protagonista, Borges le hace decir: 'Cada nueve años entran en la casa nueve hombres para que yo los libere de todo mal'. Ignoro si se trata de un error del autor o si esa repetida alusión al catorce/infinito responde a otro mecanismo; dice Borges en El informe de Brodie (1970): 'He hablado de la reina y del rey; paso ahora a los hechiceros. He escrito que son cuatro: este número es el mayor que abarca su aritmética. Cuentan con los dedos uno, dos, tres, cuatro, muchos; el infinito empieza en el pulgar.' Así, puede suceder que la sinonimia entre infinito y catorce fuera debida simplemente al azar y no al número de víctimas atenienses, que el argentino creyó nueve.

El carácter del personaje central llega al lector a través de esos cinco párrafos de monólogo. Oscila entre la nobleza impostada ('No en vano fue una reina mi madre; no puedo confundirme con el vulgo aunque mi modestia lo quiera'), la realidad, más o menos obvia, de que todos somos irrepetibles ('El hecho es que soy único') y una simpleza irreductible, de bestia, que a ratos se sobrepone a sí misma no sin presunción ('Cierta impaciencia generosa no ha consentido que yo aprendiera a leer') y en otros momentos aflora con sinceridad ('Finjo que viene a visitarme y que yo le muestro la casa. (...) A veces me equivoco y nos reímos buenamente los dos.') Esa complejidad del protagonista consigue que el lector sienta afecto y curiosidad por un personaje que hasta ese momento, tanto en el imaginario mitológico como en los bestiarios medievales, apenas pasó de un monstruo secundario y poco favorecedor de la empatía.

Como en un soneto culteranista, las alusiones y referencias son catorce, son infinitas. Sólo en el último de los cinco párrafos que constituyen el grueso de la narración encontramos:

-las muy varias resonancias religiosas de 'para que yo los libere de todo mal',

-una cita casi literal al Libro de Job, 19, 25:
'Yo sé que mi Defensor está vivo
y que él, el último, se levantará sobre el polvo'
frente al texto de Borges: 'porque sé que vive mi redentor y al fin se levantará sobre el polvo',

-un eco del propio autor, probablemente involuntario; pues dice: 'Si mi oído alcanzara todos los rumores del mundo, yo percibiría sus pasos', para contarnos, algunas páginas después y ya fuera de ese cuento, en El Aleph: 'Los fieles que concurren a la mezquita de Amr, en El Cairo, saben muy bien que el universo está en el interior de una de las columnas de piedra que rodean el patio central... Nadie, claro está, puede verlo, pero quienes acercan el oído a la superficie declaran percibir, al poco tiempo, su atareado rumor...'

-una vaga remembranza al Dante, uno de los autores más queridos y estudiados por Borges -y que notoriamente imaginara al Minotauro como un toro de rostro humano- cuando, declarando ya quién es, cómo es, dice al fin Asterión: '¿Cómo será mi redentor?, me pregunto. ¿Será un toro o un hombre? ¿Será tal vez un toro con cara de hombre? ¿O será como yo?'

Tras esas palabras de Asterión -que finalizan el soliloquio que ha constituido el relato hasta ahora- y una elipsis gráfica en forma de doble espacio, las dos últimas líneas de la narración contienen varios elementos llamativos. En principio, se muestra el final clásico de la historia mediante una nueva alusión indirecta: 'El sol de la mañana reverberó en la espada de bronce. Ya no quedaba ni un vestigio de sangre.' Nadie lo ha contado, pero sabemos que Asterión ha muerto. Las novedades en el carácter del protagonista, el original enfoque de su monólogo interior han desaparecido para enlazar con la tradición del relato mitológico canónico. No hay, por supuesto, un artificioso 'final sorpresa'; pero Borges aún ha guardado una perplejidad: 'El minotauro apenas se defendió', dice Teseo.

3. Lo que no está en el relato

Creo -lo que no sé si está permitido a un comentarista- que subyace una metáfora sorprendente en toda la historia que Borges cuenta. Mas bien: una alegoría. Dice el texto: '(...) de tantos juegos el que prefiero es el de otro Asterión. Finjo que viene a visitarme y que yo le muestro la casa. Con grandes reverencias le digo: Ahora volvemos a la encrucijada anterior o Ahora desembocamos en otro patio o Bien decía yo que te gustaría la canaleta o Ahora verás una cisterna que se llenó de arena o Ya verás como el sótano se bifurca. A veces me equivoco y nos reímos buenamente los dos.'

Frente a Asterión, sabemos -aunque el texto no lo narre- que Teseo no puede fingir su recorrido. Atado al hilo que Ariadna desovilla, le basta con volverse para conocer con certeza de dónde viene.

Esa es la diferencia entre quien es veraz y el mentiroso. Mientras que ambos ignoran su futuro y, por lo tanto, tienen infinitos futuros ante ellos (siquiera virtuales) sólo el mentiroso, de quien es símbolo secreto el Minotauro, tiene a su espalda pasados también infinitos, pues no otra cosa es la mentira sino un depósito inagotable de pasados. Y esa elección de Borges en sus simpatías (ese trato acaso amoral, pero sin duda admirativo hacia el príncipe monstruoso al que, por primera vez en la literatura, prestamos atención y oímos hablar) es la misma elección que el autor hizo en su tarea. La ficción, por encima de la historia, o del periodismo; de la realidad. Mejor: la realidad al servicio de la ficción.

El epílogo al conjunto de relatos en el que fue editado La casa de Asterión proporciona un último dato. Dice Borges: 'A una tela de Watts, pintada en 1896, debo La casa de Asterión y el carácter del pobre protagonista.' Ese adjetivo, en quien con tanto cuidado elegía los epítetos, no creo que sea ocioso; probablemente dice más que todas estas palabras acerca del hilo invisible de amistad que unía a un argentino de cincuenta años y al imposible hijo de una reina legendaria y un toro regalado por un dios.


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Notas:
(1) ‘Doy con el insigne soneto de Quevedo al duque de Osuna, horrendo en galeras y naves e infantería armada. Es fácil comprobar que en tal soneto la espléndida eficacia del dístico
Su Tumba son de Flandes las Campañas
Y su Epitafio la sangrienta Luna
es anterior a toda interpretación y no depende de ella.’
(Las Kenningar. Historia de la eternidad, 1936)

(2) El nombre propio del Minotauro parece hacer referencia bien a una mancha con forma de estrella en la frente de éste, bien a la constelación de Tauro.
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La cosa en sí.

(Escrito por Mercutio)

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30 octubre 2008
Merlín y otras historias
A Brema

Adorada perrita afgana, tesoro mío:

Esto es, brutal y paradójicamente, lo que hay: aunque te amo soy un desgraciado misógino.

Siempre he tenido muy claro que no nací para pastelero ni presidiario; nací para lo que soy, nací para asesino. Lo de grumete fue una circunstancia y lo de escribir, mal y poco, un desahogo, ay, con el que no gano ni un céntimo. Menos mal que Pepín El Francés, así lo conocen aquí -bajos fondos de Rotterdam- me enseñó lo de la falsificación; con eso y algún contrato voy tirando.

Además, aunque nunca me he visto en la fea condición de cadáver poco falta habida cuenta que Merlín empieza a chochear. Pero antes de terminar mis días en una celda, sodomizado por un capellán bujarrón y tres comunes con las pollas llenas de chancros, prefiero que se me claven en las carnes vivas las abejas emplomadas de los naranjeros de la Benemérita. Y si no tuviera en estos momentos el corazón maduro de la tristeza amarga que siento al despedirme definitivamente de ti, amada Sigrid, relataría con gracia lo que me ha traído hasta aquí. Sin embargo, hay una distancia de sospecha entre la sociedad y yo, una injusta presunción de maldad para conmigo, agrandada por el hecho de que maté a mí madre. Y no es así.

A una madre no se la mata por cualquier cosa, no, a una madre se la mata, sí, cuando hay poderosas razones. A mi madre la maté por amor a mi padre -don Ramón Couto Estrada- mi verdadero y único padre. A mi madre la maté por odio a Machonegro. A mi madre la maté por puta. El 17 de febrero 1971. Tengo la fecha bien fresca, cumplía dieciséis años. Me acuerdo obstinadamente y recuerdo el calendario con aquella modelo de Romero de Torres, testigo de como la follaba en la mesa de la cocina Pedro Reboreira, por mal nombre Machonegro, mi padre biológico. En aquella mesa de largos y anchos tablones de madera, lavados con lejía y con las estrías tan visibles. En aquella mesa en la que dejé muertos a los dos.

La verdad, mi madre me tenía mosqueado desde hacía tiempo. Cada vez que mi padre -don Ramón Couto Estrada- y yo dejábamos Belesar para la campaña de Terranova, yo como grumete, se ponía a cantar loca de alegría. No me gusta que a los toros te pongas la minifalda. Y metía tanto énfasis que hasta se escuchaba su canción guarra en el autobús de Pescanova que nos llevaba al barco, avergonzando a mi padre delante de sus compañeros. Buenos compañeros, por cierto, marinería fiel a la lealtad viril de los que se jugaban la vida, hombro con hombro, en las heladas aguas donde abundaba el bacalao.

Lo de mi padre, don Ramón Couto Estrada, era sangrante. De cuatro hermanos que éramos, yo el mayor, ninguno había salido de su semen. No había duda, bastaba con mirarnos las jetas. La mía era idéntica a la de Machonegro, mal bicho que atravesé de popa a proa con el estadullo. Porque mientras el buenazo de mi padre –don Ramón Couto Estrada- hombre entero y cabal, se dejaba la vida trabajando para la familia en mareas infernales con jornadas de dieciséis, dieciocho, veinte horas si no se podía parar la faena porque al echar el copo siempre venía lleno, la puta, la cerda, folla que va, folla que viene, en la cama caliente que había pagado don Ramón Couto Estrada, mi padre ¡Si hasta le usaban la crema de afeitar, las zapatillas y el albornoz! Y de todo ese fornicio infecto nacimos cuatro hermanos de distintos padres, ninguno de nuestro por siempre padre verdadero, don Ramón Couto Estrada.

Mi padre -don Ramón Couto Estrada- era tan trabajador -y lo sigue siendo porque aún vive, y bebe, amado y respetado de sus cuatro hijos- que cuando no estaba embarcado, y bien sabe el diablo que en aquellas infernales mareas de seis meses ganaba de sobra como para no trabajar el resto del año, cultivaba unas amplias y fecundas leiras que había pagado con las copas que no pudo beber en altamar. Ponía al tiro una yunta de bueyes mansos –Alex y Fede- sonados por el acoso de insufribles mosconas cojoneras; tanto era su rencor contra el mundo que a veces debíamos trabarlos con las pihuelas para que en su cornuda desesperación no nos cocearan. La alegría de la casa eran Loliña y Brasilia, de pura raza frisona, con las ubres siempre prestas para ser ordeñadas por expertas manos. Años atrás habíamos tenido un mono -Bill- que me había regalado un marinero holandés; lo devoró Perroantonio, nuestro fiel mastín, una noche lunar que se colocó como una moto lamiéndoles las ubres a Brasilia y a Loliña. Y ya animado, le largó un viaje al cuello a un ganso que nos había tocado en una rifa, pero ni con esas se quedó callado; mientras el cuerpo seguía andando por su cuenta, la cabecita desde el suelo continuaba a perorar en su extraño lenguaje. http://www.mandaringoose.com/killedbytonidog~13.htlm/. A los bueyes mansos los pastoreaba Adrede, zagalillo simpático y harto adelaida, de inteligencia manantía y caliente, malvado y sin estudios, feliz, empero, haciéndole asaz cabronadas a toda la aldea, especialmente a Brasilia y a mí. El ganado, mejorando lo presente, se estabulaba en la planta baja, como era costumbre en el norte de España. Al piso se accedía por una escalera interior desde el establo o por otra exterior, según conviniera. Y te juro por las cenizas del Caudillo que el día de marras sí que convino.

Mi padre, don Ramón Couto Estrada, era engrasador en el Maruxía IV y armero en tierra. Muy buen engrasador, el mejor desde Rotterdam a Saint-Louis; más abajo, ya no sé. Tan bueno era que, cuando no andaba a la mar, la Policía y la Benemérita le traían armas para que las pusiera a punto y dejara bien engrasadas; al pelo, decían entre ellos. Lo cojonudo es que Merlín, de fabuloso olfato, diferenciaba los distintos tipos de grasa si bien que a quinientos metros detectaba la presencia de la autoridad por el peculiar olor del lubrificante de sus armas, cantando su presencia. Lapasma, lapasma, lapasma.

Del establo, así digo ahora que tengo lecturas pero de niño decía la cuadra, lo mejor era el estadullo, que yo manejaba con singular maestría, como una lanza un príncipe masai. Porque aunque soy un asesino, no soy un asesino cualquiera; presunción aparte, tengo un toque de príncipe masai, aunque sospecho me viene de Machonegro. El estadullo era largo, reseco, duro, de nogal patinado por el uso, rematado en punta de hierro para azuzar al ganado y dirigirlo, clavándoselo con maestría en la cerviz o la testuz pero sin herirlo. Yo con el estadullo era ambidiestro. Incluso lo lanzaba a distancia con cualquiera de las dos manos acertando siempre en el blanco. Llegué a ser tan preciso que, si no volaban demasiado lejos, era capaz de ensartar una gran gaviota en su lento vuelo. No sé por qué rayos de superstición antigua, antes de lanzar mi jabalina campesina escupía en la punta.

Y es que, disculpa dulce Sigrid, me voy a mear en el coño de la Bernarda de la mala leche que me entra cuando recuerdo todo aquello. Lo peor, lo que más me roía el corazón y me desangraba de amargura, aún bisoño para determinar alguna acción reparadora, era que cada vez que cruzaba inevitablemente en Belesar con el hideputa de Machonegro quedaba mirándome de arriba abajo, insultante, riéndoseme en la cara. Felizmente, todo eso ya acabó, cada cual ha tenido lo suyo. Mi padre, vengado; a la zorra debe estar metiéndole el hocico por el recto proceder Californio, el íncubo dante; y yo riéndome de Machonegro que creía que siempre iba a ganar. En buena ley, todo se lo debo a Merlín.

Merlín era un mirlo de luminosa mirada de genio, viejo de casi sesenta años, que mi padre con paciencia buena y arte antigua había enseñado a hablar. En gallego, español e inglés. No demasiadas palabras –y una en alemán- pero suficientes para hacer reír a todo el mundo. A todo el mundo menos a Machonegro que se ponía amarillo de bilis cada vez que mi padre -don Ramón Couto Estrada- llegaba con Merlín a la taberna de Purita. Purita, cartofen; y Purita le daba una patata a Merlín. Cartofen era lo que Merlín sabía decir en alemán, y lo único que entendía Purita. Pero en gallego, español e inglés era otra cosa. Puritaquismipritionderocs, puritaquismipritionderocs, puritaquismipritionderocs. Y la guapa Purita le daba un beso en el pico a Merlín y un cubito de hielo que apresaba entre las garras y remontando el vuelo dejaba caer sobre la cabeza de Machonegro.

Sin embargo, la relación entre mi padre –don Ramón Couto Estrada- y Merlín no era de risa; eran más que amigos, no podían vivir el uno sin el otro. Y tanto es así que hasta venía con nosotros a la campaña de Terranova. El día de autos no fue una excepción. Cuando llegamos en el autobús de le empresa al muelle de amarre en Chapela, nos informaron que el barco no saldría hasta el día siguiente, vista una avería en la sala de máquinas. Habrás comprendido, supongo, divina Sigrid, que sin esa avería yo ahora no sería un asesino. Pues has comprendido mal porque, antes o después, habría matado a Machonegro, mi padre biológico, no para borrar el estigma de la filiación, nunca engendraré hijos de esta maldita estirpe, sino por placer y para vengar a mi verdadero padre, don Ramón Couto Estrada.

De vuelta a Belesar, con Merlín en el hombro, mi padre –don Ramón Couto Estrada- dijo que fuéramos a tomar un chocolate a la taberna de Purita; quizás presentía que en ese momento no debía ir a casa. Aunque lo de mi madre era notorio, yo creía ingenuamente que guardaría un mínimo de formas, que acometería sus porcalladas muy de noche, con cierta clandestinidad, o algo así. Pero mi padre -don Ramón Couto Estrada- sabía que no tenía escrúpulo alguno. Y yo no habría ido a casa si Merlín, que había olfateado a Machonegro, no hubiese salido volando precisamente hacia allí después de obtener un beso y un cubito de hielo de Purita. Puritaquismipritionderocs, puritaquismipritionderocs, puritaquismipritionderocs.

Vai buscar Merlín, Monchiño. Y fui, carallo sí fui, sabiendo bien a lo que iba. Porque yo a mi padre, don Ramón Couto Estrada, no le negué ni negaré nunca nada.
Mi madre era joven, engolfada en su emputecida belleza, con la edad de la serpiente bíblica, treinta y tres años, y toda su ciencia viciosa. Se casó a los dieciséis con mi padre –don Ramón Couto Estrada- y a los diecisiete ya me parió de sus coyundas con Reboreira, por mal nombre Machonegro. Después tuvo con otros hombres tres hijos más, mis hermanos menores, pero nunca dejó de follar con Machonegro ni con los demás tampoco. Esa era parte de su ciencia seductora, entregarse a todos para que ninguno tuviera la exclusiva y, encelados, seguir deseándola.

Aquel día pude haberme encontrado con cualquiera de ellos, los padres de mis hermanos o algún amante nuevo, pero por el cubito de hielo entre las garras de Merlín no cabía duda de con quien toparía. Casi tropecé con mis hermanos menores, raposiños en agraz, jugueteando frente a casa. Me llené de violencia: la ladrona ni siquiera los había mandado a la escuela tanta era su prisa por joder. Y en pleno día. La sangre no me subió a la cabeza, como suele decirse, sino que me bajó a los cojones reventándolos de odio. Tanto odio que, hoy día sé por qué, me empalmé bestialmente. Merlín revoloteaba buscando un lugar por donde entrar pero la puerta y las ventanas estaban cerradas. Accedí directamente al establo abriendo de una patada la puerta que habían olvidado cerrar con llave, agarré el estadullo y escupí en la punta, subí las escaleras interiores, por el pasillo escuché a mi madre berrear como con desesperación. Ay, touro, touro, ay, touro, ay, ay. Y allí estaban, ella tirada en la mesa de madera de la cocina, bajo el almanaque de la modelo de Romero de Torres, y él de pie dominando. Gústache, eh, gústache foder, eh, gústache, eh, fode, burra famenta, fode, fode. Entonces, Merlín, que había entrado detrás de mí, dejó caer el cubito de hielo en la cabeza de Machonegro. Se volvió asustado, el poderío le cayó a los pies y por primera vez no me rió en la cara. El estadullo los atravesó a ambos y quedó clavado en la mesa. Alguna sangre saltó por la cocina y, enviadas sin duda por la mano justiciera de Belcebú, unas gotas fueron a posarse sobre la boca de la modelo de Romero de Torres transformando su expresión quizás triste en franca sonrisa.

Como si estuviera en la Torre de la Vela anunciando la toma de Granada, abrí las ventanas de par en par y con Merlín en mi hombro grité cuatro veces. Matei a Machonegro, morreron os dous. Joder, nunca me sentí tan a gusto. La taberna de Purita no estaba lejos, todos escucharon lo que dije y salieron bajo la parra de la entrada. El único que no salió fue mi padre –don Ramón Couto Estrada- toda vez que desde el primer momento supo lo que iba a pasar. Volví a repetirlo pero ya sin gritar. Matei a Machonegro, morreron os dous. Entonces habló Purita. É que Monchiño é moito Monchiño. Vou buscar unha ducia ou duas de botellas do mellor albariño. Oxe invito eu.

Dos horas después estaba en Portugal, con trescientas mil crudas pesetas en los calcetines, una pistola fulgente en la sobaquera y Merlín, borracho de albariño, devolviéndome en la oreja. Todo ello regalo de mi padre -don Ramón Couto Estrada- más una carta de recomendación para un amigo suyo, de Vigo, temerario bebedor roqueño, bujarrón activo, anarquista reconvertido el hampa de Rotterdam, y que aún no sé por qué leches llamaban Pepín El Francés, ya te dije, mi Sigrid del alma. Me dio documentación a nombre de Juan C. Rodríguez y enseñó el arte de la falsificación; también quiso darme por culo pero tanta generosidad me pareció excesiva. No obstante, a su debido tiempo, me introdujo en el medio de los mercenarios de sangre.

Con el paso de los años, me convertí en asesino profesional. Pero no soy un asesino cualquiera; la primera vez asesiné por odio, después, de manera altruista: aunque cobrando, sólo mato mujeres adúlteras. Si son latinoamericanas o esposas de marineros, hago el trabajo gratis. Adquirí cierta nombradía en este oficio de tinieblas –Belaborda es mi nombre de guerra- soy respetado y escrupulosamente respetuoso con los términos de los contratos. Me buscan las policías de todos los continentes y sé que algún día me coserán a tiros, Merlín y yo vamos perdiendo facultades, pero de momento soy invulnerable; cuando hay un policía armado a menos de quinientos metros enseguida me avisa. Lapasma, lapasma, lapasma. Mis únicos amigos son un proxeneta, entre cojo y reverencia y algo filósofo – apodado Mercutio- expulsado de las JONS por maricón, y un marqués desheredado, don Fernando García del Cigarral y Alvar de Toledo, por aparecer calibrando vasos en películas porno, vestido con minifalda negra, mandilón calado y cofia blanca. No tiene pudor alguno, en cierta ocasión que fuimos clandestinamente a Belesar, Perroantonio le mordió el culo y a los dos días lo enseñaba jactándose en internet para vergüenza de su honorable familia. Pero es el más leal de los amigos aunque el más infiel de los amantes. Me hace gracia Mercutio cuando acuchilla la noche borracho. A Witt le di diecisiete veces por saco, la primera sin su consentimiento: SÍ.

En Navidades acudo de incógnito a Belesar con Merlín por mor de echar unas risas con los vecinos, mis hermanos y mi padre, don Ramón Couto Estrada. Puritaquismipritionderocs, puritaquismipritionderocs, puritaquismipritionderocs. Cosas de la vida, habiendo cumplido más de cien años, el cubito de hielo me lo deja caer a mí encima, el muy cabrón. Empieza a írsele la cabeza y hasta se le mete a Purita bajo las faldas en plan viejo verde. Gustachefodere, burrafamenta, gustachefodere, gustachefodere, burrafamenta. Nunca se pasa, pero le larga unos picoteos en el pubis que la ponen toda colorada; prueba evidente de que a Purita no le desagrada.

Me alegro de haber abandonado España, donde el más cobarde se chulea a cuerpo gentil como si tuviese una gran polla marcándole paquete mandinga y un lady derringer insinuado en la bocamanga del blazer. Mas por allí sólo deambulan malaguitas de único cojón y coraje apolillado cual ex combatientes de los sindicatos verticales. Y si volviera a nacer, a ti y a España volvería a traicionaros. Ya ves, amor, la clandestina vida que llevo es demasiado complicada y la misoginia está harto enraizada en mí. Sé que sabrás comprenderme y asimismo sé que puedo confiar en ti. Merlín me lo ha dicho: sigrigut, sigrigut, sigrigut. Tres veces y en inglés, buen síntoma.

(Escrito por Juan C. Rodríguez)

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29 octubre 2008
El garajista
El garajista se propuso de muy joven matar el tiempo. Literalmente y para el resto de su vida, sin compasión por las prórrogas que éste suele ofrecer como señuelos de su dominio y sin concesiones a las sorpresas que regala el destino como treguas de esa batalla desigual. Su empeño no fue un proyecto de orden moral, ni una proeza que le exigiera sacrificios a los que terminar sirviendo, sino un simple proyecto, difícil y esforzado pero realizable, que gobernara su vida en todos sus pormenores y en el que la impunidad del asesinato fuese la victoria de una constancia sorda sobre la heroicidad. Su móvil es una ficticia independencia y el arma invisible, eximente de su fracaso, es que el mismo proyecto se convierta en su tiempo personal.


Empleó un afán indómito en conseguirlo. Eligió el oficio de mecánico porque veía en la rutina, procesos, herramientas y repetición de gestos propios de ese trabajo una garantía del rigor y sobriedad necesarios para triunfar sobre el tiempo. Regenta un taller cuya propiedad no sólo le ahorra la incertidumbre de la renta y del genio de un patrón, sino tener que negociar las condiciones periódicamente y, con ellas, la variación de un estado que anhela inmutable. No admite encargos cuyo ritmo de reparación y plazo de entrega al cliente no pueda decidir él ni cobra importes superiores a su austera capacidad de gasto, prefiriendo con frecuencia pagos en especie para no tener que salir al mercado. Se aplica con devoción en el arreglo de motores, frenos, sean mecánicos, hidráulicos o servo, rectificado de culatas, reglaje de válvulas, ajuste de carburación y encendido, alineamiento de dirección, enderezando ejes y palieres, puliendo rodamientos, colocando manguitos y husillos de bolas, haciendo laminados y engrases, reparando sistemas de refrigeración e inyección, compresores, calderines, tornos y fresadoras, sustituyendo correas, suspensiones, cajas de cambios, transmisiones, engranajes, cremalleras, ventiladores, muelles de gas, reductores y alternadores.

El garajista ama las descripciones exhaustivas pero satisfacerlo con un catálogo más amplio de sus maniobras y reparaciones sería quitarle parte del control (y de la gloria secreta) al que aspira. Piensa que el inventario detallado y completo de sus operaciones y elementos de su taller es la mejor garantía de que no le suceda nada. Ningún suceso inesperado es su obsesión. Trabaja con una precisión que excluye todo recurso al azar, su gran enemigo en la demolición del tiempo. La trivialidad de sus gestos y la tenacidad de su trabajo le salvan de un peligroso aburrimiento que podría abrirle el abismo de la memoria o la esperanza.

Su rasgo distintivo es la neutralidad. Una neutralidad tan plana y discreta que evita la calificación de exquisita por considerarla un estado tendencioso y efímero. La alimenta cuidadosamente, con distancia y desconfianza a partes iguales. Su propósito es evitar interferencias externas o raptos emocionales en su gran proyecto vital de abolir el tiempo. La abolición consiste en desmenuzarlo en momentos idénticos y repetitivos cuyo único nexo entre sí sea el ritmo que la actividad de su oficio le impone. Tan sucesivamente idénticos que sean intercambiables y le aseguren vivir el año próximo como si fuera el pasado, haciendo inútil el recuerdo al ser indistinguibles. Aspira a que los acontecimientos se sucedan sin historia que los una, anulándose mutuamente en su perfección lineal.

Por supuesto, no celebra aniversarios, fiestas, casamientos ni días feriados; no se duele de ciclones, catástrofes, muertes ni desgracias; no participa en conmemoraciones patrias, fastos locales o verbenas de vecindad. No admite excepciones en la monotonía con que ha condenado al tiempo a cadena perpetua. En su lugar, se concentra en pequeñas ceremonias de interior, escondidas con vergüenza en el ritmo constante de sus maniobras mecánicas. Una liturgia monoteísta desprovista de cualquier solemnidad y practicada con la humildad de un zapatero remendón pero al servicio de una gran empresa. Cree que cualquier alteración en la rutina -que identifica con la felicidad-, como la producida por una sencilla visita, una inundación, un nacimiento o una muerte, no es más que un accidente pasajero que su constancia y método sabrán anular cuando aparezca.

Muestra una tendencia lógica por el desorden más absoluto, un caos de grasa, piezas y horas, buscado concienzudamente para evitar que el orden le civilice y distraiga del asesinato. Sin embargo, en su taller hay un único espacio limpio y despejado de trastos, un lienzo de pared que reservó hace años para la sorpresa, cuando descubrió que sólo la convivencia con ella podría domesticarla e impedir su asalto al fortín de la indiferencia que con tanto empeño construye. En ese hueco ha colgado un cartel que le regalo un extranjero en pago por un equilibrado de ruedas. El brazo que desciende, dirigido de reojo por la mirada de la barbilla, le parece contradictorio: por un lado representa la pérdida de tiempo que tanto desea pero también el desmayo, la languidez que tanto combate. En su misma indeterminación y en el absurdo (tan idéntico a su proyecto) de que una figura así destaque en su taller está la atracción que siente por ella.


Sin embargo y con el tiempo se da cuenta de que su vieja máxima de hacer invisible lo exterior, intentando dominarlo al importar en su garaje enemigos como el cartel, sólo servirá a su proyecto si se hace invisible a sí mismo, si anula su conciencia de los sucesos externos que pretendía abolir al ignorarlos o adoptarlos, si renuncia a ese fatuo dominio del tiempo que pretende. Si renuncia a que su vida tenga historia y, por tanto, desenlace, como este mismo cuento.

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Fe de imágenes:
1. Pierrot Men:
Le garagiste, Manakara, 1997.
2. Bruce Nauman:
From hand to Mouth, 1967.

(Escrito por Bartleby)

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28 octubre 2008
Ejercicio de estilo

90’s- Stockton, California- Stephen Malkmus- baja fidelidad- the fall- inclinado y encantado- grupo de culto- radios universitarias- after the glow, the scene, the stage, the set- lluvia torcida, lluvia torcida- distorsión- estaba listo para el éxito pero el éxito nunca llega- camisetas a rayas- wowee zowee- soy indie y soy cool- fib- gafas de pasta- brighten the corners- decadencia- fractura- Pavement



(Escrito por Desierto Polaco)

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27 octubre 2008
Matilda Mother
…and fairy stories
held me high

(Syd Barrett)
.



Presa soy de las muñecas.

Siento en sus miradas huecas
la verdad de un gran misterio.
Hay vida en las hojas secas.
La broma siempre va en serio.

(Devocionario Pop, Trea, 2008)



(Pink Floyd, The Piper at the Gates of Dawn, 1967.

Vídeo de Kluncklink


a partir de una película de Lotte Reiniger)


(Escrito por Al59)

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26 octubre 2008
E.G.O.



(Por Errabundo)

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25 octubre 2008
Arroz caldoso con setas y navajas
El arroz, al igual que algunas legumbres, tiene una propiedad muy interesante para la cocina: es neutro. Y, con un poco de cuidado, acepta gustoso cualquier sabor que guisemos en su compañía. El arroz es, digámoslo, el Airén de la gastronomía. Nuestro humilde, provechoso y generoso Airén tiene esa estupenda característica. Al tratarse de un varietal muy escaso de aromas primarios, condición ésta enteramente normal si consideramos la enorme producción de sus vides incluso en secano rabioso, sirve –si mosto– de base para mil zumos de distintas frutas; si vino, para la elaboración de los antiguamente celebrados claretes manchegos y valdepeñeros. Algo similar acontece con el arroz, que sólo traspasa al plato su textura y a nuestras barrigas su excelente digestibilidad. El arroz es un barco. De nosotros depende el cargarlo convenientemente.

Como estamos en temporada de setas, no es difícil –sobre todo en Barcelona: visitar ahora la Boquería es un placer micológico– hacerse con algunas. Canónicamente, el plato debería de llevar boletus (Boletus edulis) de tamaño medio, por ser una seta de sabor y textura ideales, amén de abundante y habitual en estas fechas. Sin embargo, y descartando al cultivado champiñón, sirve a nuestro propósito casi cualquier otra: níscalos, shitakes o, incluso, seta de cardo cultivada (Pleorotus ostreatus), a condición de que no sea excesivamente grande, que luego tiende a quedar correosa, fibrosa en demasía.

Corta en láminas las setas. Si vas a emplear níscalos o pleorotus, hazlo más bien en tiras ya que se trata de hongos con el sombrero bastante aplanado. En una pequeña cantidad de aceite, dales una vuelta por la sartén hasta que se doren ligeramente y retíralas. En sus restos, sofríe un diente de ajo laminado y un par de puerros bien picados. Cuando el puerro esté listo, añade una docena de navajas bien limpias de arena y espera a que se vayan abriendo. Justo en ese momento, añade la cantidad de coñac que le pondrías a un invitado de compromiso (es decir, no mucho: unos veinticinco mililitros) y flambea bien la sartén. Apagadas que sean las llamas, saca las navajas y resérvalas para futuras aventuras. Observarás que el dorado puerro está ahora envuelto en una soberbia salsilla bienoliente que será la base en la que sofreirás un poquito el arroz. Añade, una vez bien mezclados arroz y suquet, tres medidas de caldo de pescado por cada medida de arroz y cuece a su amor, es decir: a fuego medio, durante unos diez minutos. Incorpora ahora las setas y déjalo en ebullición lenta cinco minutos más. Rectifica de sal, si es menester, y añade las abiertas navajas. Un par de minutos después, retíralo del fuego, cúbrelo, y déjalo reposar mientras preparas la mesa o te dedicas a menesteres más apetecibles. Es importante no dejar las navajas en el fuego más de esos dos minutos: si te pasas, se endurecerán y perderán toda la gracia. Ya verás qué plato más simple y apetitoso.

Para beber, ¿por qué no un Airén fermentado en barrica, ya que estamos de comparanzas vínico-arroceras? El “Yuntero”, por ejemplo, natural de Manzanares, es bien barato y armónico. Ojo a la etiqueta: asegúrate de que se trata del fermentado en barrica. El otro, Airén tradicional, es sólo mediano.

(Escrito por Protactínio)

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24 octubre 2008
Ecos
Los candidatos a las elecciones municipales de Brasil pueden registrarse con sus propios nombres o bien elegir pseudónimos. En las que se han celebrado este mes tres de ellos se decantaron por comparecer como Barack Obama. Ninguno ganó. También se presentaron Bill Clinton, Jorge Bushi y Chico Bin Laden. Pero el candidato más "repetido" fue Luiz Ignacio Lula da Silva.
Daily Telegraph, 01-10-08

El pasado mes de julio, cuando el Parlamento indio votó la aprobación del pacto nuclear con los Estados Unidos, computó seis votos extra: los votos de seis parlamentarios que estando en prisión solicitaron permisos especiales para poder acudir a tan histórica votación. Casi una cuarta parte de la representación electa del Parlamento indio (un total de 540 escaños) soporta cargos judiciales.
Agence France-Press, 22-07-08

En septiembre, el Ayuntamiento de Bristol advirtió a los residentes en vivienda pública sobre la conveniencia de no cerrar con llave sus cobertizos. De lo contrario, los ladrones romperán las puertas y el gasto de arreglarlas corresponderá a los contribuyentes.
Daily Telegraph, 30-09-08

El anterior caso ejemplifica un concepto pragmático de la gestión municipal. Ahí va otro a mayor escala: el Gobierno británico lanzó una campaña el pasado verano recomendando a los ciudadanos que ejerzan movimientos de pilates durante el tiempo que pasan esperando el autobús. La pata coja, tocar las puntas de los pies con los dedos o abrocharse los botones constituyen algunas de las sugerencias.
Daily Mail, 17-08-08

El artista chileno-danés Marco Evatistti (le recordarán por la venta de albóndigas hechas con su propia grasa, previa liposicción y envasadas con su foto a unos 4.390 dólares la unidad) ha firmado un acuerdo con un reo condenado a muerte en Estados Unidos para que le ceda su cuerpo tras su ejecución y pueda transformarlo en comida para peces en una exposición donde "reflexionará" sobre la pena capital.
Efe, 04-09-08

No sé ustedes, pero uno considera que hay ciertos delincuentes que sí merecen la pena capital. Siquiera por torpes, como el último sujeto que intentó lanzar bengalas desde su coche a otro automóvil en marcha. Ocurrió en Woodland, California, el pasado mes de agosto, pero nuestro amigo se olvidó de abrir su ventana y el petardo le explotó dentro. Fue ingresado.
Sacramento Bee, 20-08-08

La muerte, en cualquier caso, debe ser siempre algo serio. James William Adams fue uno de tantos escritores de su propio obituario. Sublevado contra las notas que refieren la muerte por tal o cual enfermedad, Adams diseñó un lema original: "fallecido por no seguir los consejos médicos". Pero su voluntad se vio truncada cuando un camión de cerveza le atropelló en su camino hacia una licorería. Quería pillar priva porque tenía una cita.
Casper Star Tribune, 23-09-08

En su testamento, el millonario publicista Robert Schartz, fallecido en 1997, incluyó un fondo festivo para sus parientes. Registró una condición para la administración de la misma: todos deberían celebrar el cumpleaños del finado, cada mes de agosto, durante 10 años. Sería en una residencia de lujo de Florida, con todos los gastos pagados. Aquel familiar que se perdiera dos cumpleaños consecutivos o en un periodo de cinco años se quedaría sin herencia. Pasada la década, a cada familiar le corresponde ahora la suma de 2.500 dólares por cada fiesta a la que haya acudido. La suma y los pagos están en manos de un juez.
Naples Daily News, 30-08-08

Y es que hay que ver las cosas que trajinamos con estas imaginaciones nuestras. Fíjense si no en el caso de Wendy Brown, de 33 años y procesada el pasado verano en el estado de Wisconsin por intentar suplantar la identidad de su hija, de 15 años. Wendy intentó matricularse con el nombre de su vástaga (que vive en Nevada) en el instituto Ashwaubenon. Aun corriendo evidentes riesgos porque ya acarreaba un largo historial de identidades suplantadas, nuestra protagonista lo intentó porque arrastraba el viejo sueño de convertirse en cheerleader. Participó en varias clases y consiguió ser seleccionada, aunque según los empleados del instituto hubo quien se percató de que parecía "un poco mayor que las demás" chicas.
Wisconsin State Journal, 12-09-08

(Escrito por Sickofitall)

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23 octubre 2008
Mis chicos
Al principio, eran más. Exactamente, siete. Posteriormente, motivos de todo tipo han ido reduciendo el equipo. Y no escribo esto con nostalgia, no. Más bien con cierto cabreo, porque, entre ocho, se trabaja algo menos que entre seis. Sin embargo, los dos fugados vienen, de vez en cuando, a echar una peoná y yo me pongo tan contento. Es muy agradable recuperar viejas amistades.

Se trata, no crean, de un grupo bastante ácrata. Heterogéneo y anárquico. ¿Plan de trabajo? Ninguno. Cada uno contribuye a la tarea global con lo que mejor le parece. En ese sentido, tenemos algo de O.N.G. Entiéndanme: con nada de G., claro. Y muy poco de O., obviamente. Y eso debería ser, precisamente, mi función: la organización. Mas sería pedir peras al olmo o, a la mar, naranjas. Cosa que la mar no tiene, como es público, notorio y hasta biológico. Y no es porque ellos no se dejen: es porque yo no me organizo. Francamente.

De mis cinco chicos, sólo conozco personalmente a dos, lo cual, claro está, es un inconveniente: debería conocerlos a todos. Sin embargo, me digo a veces que tampoco esta mal eso. Al menos, tengo una excusa para, cuando se tercie, intentar organizar una comida de hermandad, un vino español, un algo. Cualquier excusa es buena y no me negarán que el conocerse es de las mejores. Pero, claro: igual los tres ignotos son tímidos, fieles defensores de su más estricto anonimato o, incluso, temerosos de que les castigue con una de mis recetas sabatinas. No sé. Ellos no me iban a decir eso, porque son muy educados y amables conmigo: prueba de ello es que me mandan lo que les pido con razonable urgencia.

Porque, claro está desde el principio, mis chicos son Sickofitall, Pangloss, Hércor, Edgardo de Gloucester y Mandarin Goose. Los escapados (¡cabrones!), Mercutio y Bose-Einstein. En una ocasión, sufriendo yo una orquitis virtual excesiva, hable de dejarlo. Y, por supuesto, ellos fueron los primeros en enterarse de mis intenciones. No voy a entrar en sus respuestas pero, si al final no lo hice, fue gracias a ellos, y ahora lo confieso. Exclusivamente gracias a ellos. Por eso quiero darles las gracias. Por eso, y porque sigan colaborando con esto. A pesar de los pesares. De los malos vientos, las drizas que se parten y los bajíos mal señalizados en las cartas de navegación. De los ataques clónicos, los reproches y los comentarios cortantes o, peor aún, inexistentes. De todo, en fin, lo que constituye esta nave de los locos, esta aventura que, a veces, me parece absurda pero siempre me resulta gratificante. Levanto por ellos mi J&B con hielo y agua bien fría.

(Y, bueno, por todos ustedes también. No se me pongan celosos.)

((Lo sé: está muy feo hablar del blog en el blog. Es más: casi siempre que se hace, es por una mala causa. Por eso se me ocurrió este post. Para que no se diga. Bueno: por eso y porque, como a Garven, me envuelve una cierta melancolía otoñal. Debe de ser cosa de la edad.))

(Escrito por Protactínio)

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22 octubre 2008
Vísperas otoñales
Son algo más de las doce de un mediodía suave y algo tristón. No me apetece trabajar (trabajar aburre) y paseo por las calles de una ciudad provinciana, ahora inundada por la fuerte luz otoñal de mediados de octubre. Camino con zancadas decididas mientras escucho la versión que Joe Henderson grabó de Blue Bossa en 1963. Percibo (quién sabe si es verdad o subjetivismo) una línea melódica marcada por la melancolía y me imagino en la piel del protagonista paseando por las calles de Río de Janeiro, paseando por la playa cualquier mañana sin nada que hacer, las manos en los bolsillos, un leve contoneo al andar y la sonrisa o la atonía en el rostro. Todo el futuro, inexistente, por delante. Pero es una ciudad provinciana de Castilla la que cruzo, y tan pequeña que ni siquiera me permite perderme por sus calles de irregular y mediocre trazado urbanístico.

Ayer volví a ver Pat Garrett y Billy el Niño. Sam Peckinpah logra infundir a la historia una dosis nada desdeñable, pero tampoco exagerada, de nostalgia, la misma que aparece como tema recurrente en toda la cultura norteamericana. Desde el principio sintieron que estaban destrozando un mundo idílico, que en todo momento estaban acabando con un estadio anterior de la civilización mejor que el que surgía entre las ruinas, o el olvido, del antiguo.

Pronto vendrá noviembre y con él la cosecha de membrillos, ya amarillecidos por virtud de una luz suave, tibia, acogedora, melancólica. Entonces alguna mañana de sábado los herviré y pasaré por el chino para después mezclarlos con el almíbar del azúcar y preparar dulce de carne de membrillo. Más adelante invitaré a algunos amigos a merendar en casa y comérnoslo mientras hablamos de lo humano. Escucharemos a Henderson y la luz de la tarde desaparecerá sin que apenas lo sintamos.


(Escrito por Garven)

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21 octubre 2008
Un tío en "Graná"

Revel se equivocaba. La primera de las fuerzas que dirigen el mundo no es la mentira, realmente es la hipocresía. En el país de los cainitas, los felones, los envidiosos, de los niños aparcados en guarderías (cuando no exterminados) y los viejos estacionados en asilos (cuando no exterminados), nos hemos puestos muy solemnes reclamando no se qué dignidad para familiares desconocidos o, en el mejor de los casos, con un conocimiento tangencial. De estos parientes, que no podemos saber motu proprio si eran buenos, malos o regulares, deberíamos huir como de la peste por un solo motivo, fueron incapaces en mayor o menor medida de evitar que hace 70 años a los españoles les diera por exterminarse unos contra otros. Muertos y bien muertos están, enterrados y bien enterrados están, no vaya a ser por un pequeño detalle, dizque matiz, veamos alguna gloria en esos truculentos días. Déjenme que desconfíe de la naturaleza y del desprendimiento humano, pues no conozco acto gratuito desde que tengo uso de razón. Por eso me da la risa floja cuando veo a una sobrina-nieta o a un primo-segundo pidiendo digna sepultura para un supuesto pariente, reclamando un quinto piso de nicho en los bloques de cemento del cementerio de Collserola, en lugar del mausoleo natural del barranco de Viznar. La madre de Forrest Gump pide ser colocada en un bloque de cemento, pues la tumba debajo del árbol no es de caridad cristiana. Los españoles, esos que visitan a los muertos como el que va de verbena, una vez al año; de repente les da un ramalazo de amor familiar y quieren saber del paradero de un tío-bisabuelo. Me pongo en el lugar de uno de los “desparecidos”, convencido de la “bondad” de su causa ¡Qué otro descanso más glorioso puedo pedir que compartir lecho con mi compañeros de armas o ideas! A la gente le mueve el interés, ya sea mediato o inmediato, y los amorosos parientes no son una excepción. Detrás de cada fosa, de cada exhumación, de cada depósito en un lugar “digno”, hay esperando, emboscada, una suculenta indemnización ¡Que sencillo sería! Declaración de dignidad a los caídos y desgravación en los impuesto de los gastos que haya tenido buscando al familiar ¿Apuestan cuántos reclamarían los cuerpos? Por esos inveterados valores que se presumen, pero que nunca se comprueban, sustituiremos el colegio, la autopista, la intervención quirúrgica, por el egoísmo de quien averigua que tenía un tío en “Graná” que menudo tío era que se quedó, como un fondo de pensiones, como un tesoro de pirata tres metros bajo tierra, a la espera de un sobrino desprendido que disfrutara de las rentas. No nos importará si el sobrino pega a lo hijos, mete a los padres en un siniestra residencia, abandona al chucho o firma para que expulsen a los inmigrantes de su barrio, lleva la virtud original de la familia y el resto de los españoles lo agradeceremos a tocateja. Por otro lado, una patulea de historiadores, arqueólogos y “expertos” están a la guay ofreciendo sus necesarios servicios, siempre al contado. Si se quedan en paro ya saben, busquen en su genealogía, lo mismo tienen una inesperada inversión a largo plazo esperándoles.




(Escrito por Cateto de Pacifistán)

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20 octubre 2008
El último ‘Trane’

Se suele dividir la obra del mítico saxofonista de jazz John Coltrane (‘Trane’) en dos etapas. En la primera (de sus inicios hasta 1964, más o menos), Coltrane, aunque mostrando una creatividad muy personal (Alabama, Tunji, India), todavía se mantenía en cierta forma dentro de los esquemas que caracterizaban al jazz de la época, es decir, del hard bop y del jazz modal. Pero sería a partir de su gran obra, la suite A love supreme (1965), cuando Trane decidiría cambiar de registro y asaltar cotas hasta ese momento apenas exploradas, tanto por él como por otros colegas.

Love Supreme

1. Acknowledgement


2. Resolution


3. Pursuance



4. Psalm



Influenciado por la música contemporánea de Stravinski y Stockhausen, también por el free jazz de Ornette Coleman, Trane hace saltar en pedazos las estructuras melódico-armónicas, adentrándose en unas coordenadas que sólo él parecía conocer. Esta segunda etapa, que muchos vieron como una enloquecida huida hacia delante, se detuvo súbitamente en 1967, cuando Coltrane falleció a causa de un cáncer de hígado. Trane, que, a diferencia de su colega Miles Davis, tardó en convertirse en una estrella del jazz, imprimió a esta última parte de su carrera y de su vida un frenesí absoluto. Había un cierto mesianismo en todo ello, pues sus creencias religiosas tuvieron mucho que ver en todo este proyecto musical-espiritual.

Blue waltz (1965):


Blue waltz
es una versión de Ascension, o, mejor dicho, de la primera parte de este larga y enloquecida pieza que grabó justo después de las sesiones de A love supreme. El vídeo corresponde a una actuación en directo, en el Festival de Antibes, en el que se pueden apreciar las famosos ‘aullidos’ del saxo de Trane.


Vigil (1965):

Ha sido últimamente que he descubierto (o he profundizado más en ella) esta etapa última de Trane; anteriormente conocía la que llegaba precisamente hasta A love supreme, pero ahí me detuve. Creo que este ‘segundo Coltrane’ fue, en cierta forma, para la música jazz lo que Derrida o Heidegger han representado para la filosofía del siglo XX. Poco a poco, molestos con la nueva dirección del proyecto, fueron abandonándolo sus compañeros del cuarteto: Tyner, Garrison y Jones. Fueron substituidos por Pharoah Sanders (saxo), Rashied Ali (batería) y la propia Alice Coltrane (piano).

The father, the son and the holy ghost (1965):



Esta pieza encabeza el fascinante disco Meditations y da la pauta de las estructuras musicales que manejaba Coltrane en esa época (la pieza dura en realidad doce minutos, pero sólo he encontrado esta versión reducida).

Om (1965):


Disco editado póstumamente, Om se inspira en la religión hindú (la religiosidad de Coltrane no se ceñía únicamente a un solo culto). Los largos y vigorosos solos de Coltrane (ya en su época con Davis, Trane era famoso por sus inacabables solos en el escenario, alguno de los cuales duraba nada menos que 45 minutos) son llevados aquí al extremo del paroxismo.

Leo (1966):



Esta versión de Leo interpretada en el Festival de Newport se inicia simulando el saxofón de Trane el ruido de una ametralladora. El fin de Coltrane se acercaba cada vez más, y es curioso cómo el propio saxofonista parecía saberlo (en teoría la enfermedad se le desarrolló muy rápidamente a última hora).

[un documental interesante sobre la figura de Coltrane. En dos partes:
'Saint John Coltrane' Documentary Part I and Part II]

(Escrito por Horrach)

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19 octubre 2008
Barcelona
(Una ciudad que es mucho más que un club)

Barcelona es una ciudad llena de lugares por descubrir, de locales mal situados, de bares insalubres, de salas de fiestas tristes y de discotecas tuneadas hasta el amanecer donde la juventud se coloca esnifando Calgonit. Barcelona es una ciudad por descubrir y por describir. Podemos desplazarnos hasta los Highlands (Pedralbes) o descender hasta los Downlands (Ciutat Vella) y encontraremos la diversidad de la que tanto presume esta urbe. Un restaurante desabastecido se compensa con otro exquisito. Lugares que no tienen empacho en proclamar que te tratarán como a un pájaro si decides ponerte un pirsin. Una cárcel de máxima seguridad para zapatos. El anuncio de la felicidad en forma de pastillas. Un salón de juegos con un nombre rompedor. Una pollería con un original rótulo que incluye un juego de palabras en catalán. Una tienda que incluso te indica sin dudar lo que de verdad te conviene. Podrás alquilar coches en consonancia con un presupuesto ridículo. Asearás a tu perro como a ti mismo. Verás a los bomberos sometidos a una enorme presión. Porque ésa es también Barcelona. Una ciudad llena de contrastes, repleta de pareceres y ahíta de marisquerías sin sentido. Visita Barcelona. No te defraudará… Javier de la Rosa no está operativo.









(Escrito, filmado y fotografiado por Goslum)

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18 octubre 2008
Chorros de agua, molinos y Galianos

Querido L.,

Sin apenas tiempo que perder, tuve que reponerme –mal que bien– de la marítima pitanza y la posterior siesta conmemorativa; cómo no, se nos hizo tarde. Y yo, que suelo mirar con detalle los mapas y calcular cuidadosamente distancias, puntos de abastecimiento y lugares donde estirar las piernas (cual si esto fuese en mí posible), me puse al volante sin tener muy claro, incluso, el recorrido completo. ¡Qué candor! Total, si Alcaraz está casi en el límite de la provincia y, luego, no puede ser mucha distancia… Todo verídico; salvo que mi provincia tiene, desde su capitaleja, 148 km hacia el sureste y, más adelante, la distancia no debe medirse como longitud sino como tiempo, al igual que en Asturias, Galicia y otras reviradas y orográficamente endemoniadas regiones. Así, no te sorprenda saber que se nos hizo de noche entre curva y curva, subiendo y bajando cortos, pero abruptos, puertos e intentando controlar cada cartel indicador, cada icono reflectante que nos situara.

El río Mundo tiene, para empezar, un nombre ciertamente curioso. ¿Será verdad que contiene al conjunto de todas las cosas creadas? Parece una idea algo pretenciosa, por más que discurra a lo largo de la provincia de Albacete en su encajonado paseo hasta el Segura. ¿Procederá su denominación de la deformación de Raimundo, considerando que tal se llamase en primero en descubrir sus fuentes o chorros? El agua, filtrada a través de la horadada caliza, fluye al fin como un a modo de húmeda sábana que, concentrándose en puntos determinados por la arrugada piel del monte, forma chorros y, finalmente, espectaculares cataratillas blancas. El calar no llora: suda; su insípido –aunque duro– sudor, redondea las piedas, las agujerea con balas de hielo y se presenta, al sol mañanero, con un verde más intenso aún que el de las nogueras centenarias que lo vigilan. Hermosos son también los topónimos de la zona: Riópar, grave o llana acentuada, Siles, Bienservida, Villaverde, Ayna, Cotillas… e, incluso, el nombre de nuestro hospedaje: “Molino de Pataslargas”. Serias dudas tuvimos sobre la aceptación en él de toda una familia cuyos componentes –con marcadísimas excepciones procedentes, todas, de sangre postiza– se caracterizan exactamente por lo contrario: la cortedad del tren inferior de los A. es, como sabes, proverbial. No obstante, y una vez abonado el estipendio por adelantado, los dueños del molino fueron abrumadoramente amables y parecieron, educadamente, no caer en el detalle contradictorio. Habrá que ver las instantáneas de toda una colección de paticortos de diferentes edades fotografiados bajo un cartel que reza lo contrario: irónico juego de los errores.

Sin entrar en detalles que exciten tus, sospecho por la hora, alborotados y levantiscos jugos gastro-pancreáticos, te contaré que probamos unos excelentes Galianos, llamados por aquí “Gazpacho manchego” en denominación confusa, aunque excitante en el estío, y fatales consecuencias para el poco avisado viajero. Los Galianos son un plato de caza (perdiz, conejo y liebre) que contiene, a modo de pasta oriental, unas obleas de pan ácimo cortadas en trozos aproximadamente triangulares. Dichas obleas se secan mediante tueste cerca de las brasas y presentan, de vez en cuando, partes churrascadillas que les confieren una textura y un gusto quemado muy particular. Por lo demás, son suavísimas en la boca: tan suaves como un platillo asiático de los que importaron y vendieron al mundo los mercaderes venecianos. Bien cocidas en el potente caldo de la caza, adquieren un sabor insuperable: esencia cinegética que embebe la harina y deja en la boca una sensación plena, matinal, soleada. Una casi vaginal sensación de ostra de la tierra adentro. El vino de Villarrobledo nos ayudó a no perdernos en silencios nostálgicos.


Desde el agua rara que quiebra la caliza, recibe un abrazo vegetal y fraterno.

J.M.

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17 octubre 2008
Antílope con Salsa de Soja

Si los egipcios fueron condenados por la soberbia de Faraón a sufrir en exclusiva siete plagas, el continente africano gime al soportar setenta veces siete el rigor de Jehová por la mala cabeza de sus gobernantes. Sufre el pueblo hambrunas, pandemias, guerras y matanzas de los primogénitos (reconvertidos en niños-soldados), y de la misma manera que cayó sombra y oscuridad sobre el país del Nilo, Africa se vuelve silenciosa e invisible para Occidente como un castigo más. Sonríe, Marlow, son enjambres de langostas, tú puedes entrar y salir del corazón de las tinieblas, no te fijes demasiado en lo que está pasando... Sólo algunas voces están advirtiendo del peligro del proceso de neocolonización (y sus peligros) que China está llevando a cabo en la tierra de los leopardos. La mayoría de lo intelectuales conservadores sonríen y aseguran que China tiene cubiertas sus necesidades energéticas actuales y futuras con sus centrales nucleares y de carbón, sus gigantescas presas y los tratados firmados con la OPEP (error: al ritmo de crecimiento del consumo del 10% anual, sus reservas se agotarán en 20 años. Demasiado pronto para los estrategas). La izquierda... la izquierda... ni está ni se le espera en los foros (con muy honrosas excepciones). En el caso de los neocons, su silencio estará justificado por la cuenta que les trae: las antiguas potencias coloniales no tienen ningún interés en que se les recuerde su vergonzoso pasado y los fantasmas salgan a pasear delante de sus narices. La izquierda, claro, no va a decir nada en contra del último refugio del comunismo rampante que un día traerá la Revolución Maoista, la Libertad y la Prosperidad a los pobres africanos (si para entonces queda alguno). Pero si les han salido unas olimpiadas superguays, cómo podemos ser tan mal pensados. Mientras, unos pocos alertan sobre las políticas chinas en Africa, y recuerdan que ya se cometieron bastantes errores (por decirlo suavemente) durante el periodo colonial europeo, que repetir la situación sólo traería mas sufrimiento sobre unas tierras que aún no se han repuesto de la primera vez. Y no digamos los que jalean con pasión la Esperanza Amarilla. Los chinos, como vienen haciendo desde los tiempos del Emperador Amarillo, mantienen bien embridados a sus paisanos y apesebrados. Qué hipocresía, claman, que los mismos que ayer ejercían de colonos hoy nos impidan trabajar en nuestros honrados negocios, si apenas hemos intercambiado unas toneladas de material. Eso, eso, contesta el corifeo mientras las voces bien pagadas de los occidentales vergonzantes hacen gorgoritos. Para qué necesita China meterse a comerciante con lo enorme y rica que es, todo por amor al prójimo…

+++?????+++ Out of Cheese Error. Redo From Start

China necesita las materias primas de Africa (cobre, platino, madera...) y su fuentes energéticas (¡petróleo, oh sí, el dulce, fácil, ligero y poco conflictivo petróleo guineano!). Pero también la desea como mercado donde colocar sus Zing-Zong, manufacturas de pésima calidad e ínfimo precio(hundiendo las industrias locales) y sus armamentos (en todos los bandos, y si hace falta se provoca un conflicto), y asegurar nuevos aliados en su geoestrategia, como por ejemplo acogotando a Taiwan. Por el camino dejan en Africa oleadas de corrupción (aun más podredumbre), apoya a los regímenes mas brutales facilitándoles dinero y caprichos, levantándoles pagodas de azules tejas esmaltadas para su residencia, organizan sus ejércitos con armas y recursos (a.e. la fuerza aérea de Zimbabwe ha sido reforzada con una “ayudita” de 200 millones de dólares), y miman a los tiranos con dinero en sus cuentas corrientes (ya, si, bueno, la CIA y sus intervenciones en Sudamérica…pajas, vigas y ojos…).

China ha llenado Africa de manufacturas baratas y armas caras a precio de saldo. Y de chinos, muchos chinos, miles de chinos... Se estima que hay unos 750.000 chinos ya instalados en Africa. China está alentando a sus ciudadanos para asentarse en Africa por dos razones: la primera es porque China necesita empresas y trabajadores para extraer los recursos africanos (trabajadores con habilidad y formación técnica). La segunda razón es aliviar la superpoblación y la polución en China. “Tenemos 600 ríos en China, 400 de ellos muertos por la contaminación… tenemos que mandar 300 millones de chinos a Africa para empezar a ver el final de nuestros problemas” asegura un científico chino que prefiere que no se conozca su nombre. Actualmente, unos 1000 km2 de granjas arrebatadas a los granjeros blancos de Zimbabwe desde el 2000 están siendo explotadas por chinos. Claro, si los negros se ponen bestiajos y deciden echarlos a los cocodrilos (igual que hicieron con los blancos), a China le va a dar igual: menos súbditos de los que preocuparse y una excusa excelente para chantajear a los gobiernos. Venga, que me enfado si no, deja que te mande unos miles más y esta vez a mi manera y con MI ejército para protegerlos. A ver si es que en el fondo muchos de los que aplauden la entrada china en Africa opinan como el tipo ese, Galton, el primo de Darwin (y ya hablamos de lo que opinaba el científico sobre los pueblos indígenas): “My proposal is to make the encouragement of Chinese settlements of Africa a part of our national policy, in the belief that the Chinese immigrants would not only maintain their position, but that they would multiply and their descendants supplant the inferior Negro race”. El sir este contaba por lo visto con que si los dirigentes de los Han (los Descendientes del Dragón)se portan con dureza extremada con los de su propia etnia, ya podemos imaginar a lo que llegarían con los extranjeros de un color inadecuado, con los Hêy Gul (diablos negros). Vamos, que de solidaridad entre pueblos colonizados, nothing de nothing. Porque aunque los miles de sonrientes y sufridos comerciantes asiáticos de los mercadillos africanos son sin duda gente que lucha para conseguir un lugar bajo el sol y un currusco de pan (o sea, como casi todos lo paisanos del mundo ancho y extenso), de forma mas o menos involuntaria se convierten en cabezas de puente de los peces gordos que el gobierno chino desplaza para dar apretones de manos a los caciques, hacer componendas con la podredumbre local y embolsarse los beneficios de la explotación de la miseria.

La colonización europea no fue un jardín de rosas, ni las maniobras norteamericanas angelicales ceras y labores (y de todo esto hablaremos en un futurible). Los belgas en el corazón de las tinieblas, los franceses criando hutus y tutsis como el que cría corderos, los holandeses matándose con los zulúes y los ingleses cazando bosquimanos... resulta increíble que unos sufridores de la ignominia humana estén tan dispuestos a ser machacados de nuevo. O quizás es que los que hoy salen en las fotos lustrosos como Idiamines son los descendientes de aquellos africanos que capturaban y vendían a sus vecinos a los esclavistas europeos o árabes en la Costa de los Esclavos, o asaltaban (¿asaltan?) los poblados vecinos para organizar pantagruélicos banquetes para sus parientes y clientes con las reses, dejando pudrirse toneladas de carne que no se consume en el panzón y beneficiándose bajo amenaza de machete a las mujeres capturadas, una apoteosis de ostentación, poder y chulería kumbayá.

+++ Mr. Jelly! Mr. Jelly! Error at Address Number 6, Treacle Mine Road.+++

¿Y que hacen los africanos para encarar los cambios? Nada. Los africanos sólo aspiran a los beneficios inmediatos y a currar lo menos posible. Las naciones africanas corren hacia China con el plato en la mano dispuestos a que se lo llenen por su (negra) cara bonita. China está en la mejor posición para conseguir ventaja, mientras los países africanos se encuentran (o se colocan) indefensos y expectantes ante la posibilidad de que China sea el nuevo Mesías y haga caer el maná sobre sus cabezas. A pesar de los pocos africanos que les sacuden los hombros y se desgañitan avisando del peligro amarillo, la mayoría siguen amodorrados sacudiéndose las moscas sin convicción. Mientras China perdona créditos, hace regalos y apunta en su libretita de tapas de seda negra las cuentas y haberes. Existe una creciente preocupación de que las prácticas de préstamos chinas estén minando las estrategias internacionales de desarrollo que habían reducido el montante de la deuda en Africa y estimulado tantos pequeños negocios locales y proyectos agrícolas(muchos de ellos organizados por mujeres). Se teme que esto produzca no sólo la destrucción de la red económica creada de pequeños productores sino el rápido reestablecimiento de un nivel insostenible de deuda… otra vez. Préstamo y perdón cada vez más elevados hasta que un día la cuenta es ENORME y ya no te la pueden perdonar… a menos que les hagas un tutto piccolo favore…

+++ Divide By Cucumber Error. Please Reinstall Universe and Reboot +++

Agradecimientos al Diablo en la Gárgola, que ha facilitado gran parte de la documentación. A ver si conseguimos que deje de comer pichones canaleros un rato y se decida a participar en la sábana.

Y para leer con calma:

Africa, and why the West should be VERY worried
China's Booming Energy Relations with Africa
China mixes rice and neo-colonialism
Online Debate. Is Chinese Investment Good for Africa?

(Escrito por Mandarin Goose)

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[0] Editado por Protactínio a las 8:00:00 | Todos los comentarios 257 comentarios // Año IV