Se trata, no crean, de un grupo bastante ácrata. Heterogéneo y anárquico. ¿Plan de trabajo? Ninguno. Cada uno contribuye a la tarea global con lo que mejor le parece. En ese sentido, tenemos algo de O.N.G. Entiéndanme: con nada de G., claro. Y muy poco de O., obviamente. Y eso debería ser, precisamente, mi función: la organización. Mas sería pedir peras al olmo o, a la mar, naranjas. Cosa que la mar no tiene, como es público, notorio y hasta biológico. Y no es porque ellos no se dejen: es porque yo no me organizo. Francamente.
De mis cinco chicos, sólo conozco personalmente a dos, lo cual, claro está, es un inconveniente: debería conocerlos a todos. Sin embargo, me digo a veces que tampoco esta mal eso. Al menos, tengo una excusa para, cuando se tercie, intentar organizar una comida de hermandad, un vino español, un algo. Cualquier excusa es buena y no me negarán que el conocerse es de las mejores. Pero, claro: igual los tres ignotos son tímidos, fieles defensores de su más estricto anonimato o, incluso, temerosos de que les castigue con una de mis recetas sabatinas. No sé. Ellos no me iban a decir eso, porque son muy educados y amables conmigo: prueba de ello es que me mandan lo que les pido con razonable urgencia.
Porque, claro está desde el principio, mis chicos son Sickofitall, Pangloss, Hércor, Edgardo de Gloucester y Mandarin Goose. Los escapados (¡cabrones!), Mercutio y Bose-Einstein. En una ocasión, sufriendo yo una orquitis virtual excesiva, hable de dejarlo. Y, por supuesto, ellos fueron los primeros en enterarse de mis intenciones. No voy a entrar en sus respuestas pero, si al final no lo hice, fue gracias a ellos, y ahora lo confieso. Exclusivamente gracias a ellos. Por eso quiero darles las gracias. Por eso, y porque sigan colaborando con esto. A pesar de los pesares. De los malos vientos, las drizas que se parten y los bajíos mal señalizados en las cartas de navegación. De los ataques clónicos, los reproches y los comentarios cortantes o, peor aún, inexistentes. De todo, en fin, lo que constituye esta nave de los locos, esta aventura que, a veces, me parece absurda pero siempre me resulta gratificante. Levanto por ellos mi J&B con hielo y agua bien fría.
(Y, bueno, por todos ustedes también. No se me pongan celosos.)
((Lo sé: está muy feo hablar del blog en el blog. Es más: casi siempre que se hace, es por una mala causa. Por eso se me ocurrió este post. Para que no se diga. Bueno: por eso y porque, como a Garven, me envuelve una cierta melancolía otoñal. Debe de ser cosa de la edad.))
Etiquetas: Protactínio
1 – 200 de 295 Más reciente› El más reciente»