Aviso del Blogmaster: Expulsados y otras inexactitudes
Etiquetas: El Richal
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Reducir la causa del desacuerdo,
no imputar culpa alguna.
Es más, actuar sin culpa,
sin conciencia, ni buena, ni mala
Papel más activo del mediador;
importante establecer el flujo comunicativo.
Mediación metodológica familiar,
intercultural comunitario, antropología
Psicología, micronegociación.
Modelos más macros;
la causalidad es lineal,
la acausalidad es circular.
Aspectos relacionales del conflicto;
mutemos a los enemigos,
en nuestros adversarios.
Empatía, conocer al otro,
las partes deben cooperar,
aparte de solucionar
Los acuerdos carecen de importancia.
Mediación, modelo transformativo,
no negociación sobre posiciones.
Inventar opciones para el beneficio mutuo;
la mejor alternativa posible
a un acuerdo negociado.
Emociones, sesgos cognitivos;
a medida que acordamos
Microfundamentos; de la justicia
reparadora, ecléctica.
Cómo vencen sus problemas los chimpancés;
los monos que llevamos dentro.
Mecanismo de protección de la especie.
La reconciliación es un concepto que se aprende;
y vamos del árbol al Ulster.
Las emociones se canalizan,
alegría, tristeza, miedo, asco, ira,
pasan por el túrmix del contexto;
dominios de la justicia reparadora.
Círculo virtuoso con dominio,
interrelación, mente, lenguaje;
Cultura y sociedad…
La mujer velada tiene frío;
realmente ansía tener amor.
Etiquetas: Cateto de Pacifistán
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Etiquetas: Protactínio
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F.C. BarçaYorkshire
Barcelona es, probablemente, una de las ciudades más bonitas que uno puede encontrar en Cataluña, y sin probablemente, la más grande. L’Hospitalet de Llobregat y Badalona no están mal, pero carecen de edificios de Gaudí y cuadros de Picasso y lamentablemente sólo pueden presumir de poseer dos enormes Ikeas. Barcelona es una ciudad bilingüe rotulada en catalán. Si uno pasea por Barcelona verá que hay muchos turistas mirando para todos lados. Lo que les costará más será ver a cientos de ladrones observando a los turistas. Pero es igual, porque al final suele producirse un cálido acercamiento mutuo y ya se apañan entre ellos. La oferta gastronómica es amplia. Comida china, vietnamita, catalana, italiana, de mercado y de hospital. Considera que te han timado si te sirven un plato con salmonela tras pagar más de 7 euros por el menú. La temperatura suele ser templada en invierno, calurosa en verano y fría en el metro. Los barceloneses son gente muy paciente con los trenes de cercanías, las huelgas de autobuses y los cortes en el suministro eléctrico. No pierden los nervios fácilmente… y es que la mayoría son del Barça. La ciudadanía es muy solidaria, aunque algunas pintadas se propusieran empañar la imagen de la ciudad. Y así, durante el famoso encierro de inmigrantes sin papeles que se produjo en la iglesia del Pi, pudo leerse lo siguiente en una de las paredes del templo: “Hay pobres locales”. En cuanto al ocio nocturno, Barcelona dispone de infinidad de locales en los que germina alegre el decibelio y mana caudaloso el Johnnie Walter. Lamentablemente, suelen compartir enclave con cientos de domicilios de trabajadores poco solidarios con la benefactora función social que realizan. Barcelona, una ciudad hecha a imagen y semejanza de sus concejales.
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El rey Alejandro, cuando guerreó y se apoderó de todos los reinos del mundo y temblaba ante él todo el mundo habitado, llamó a los magos y les preguntó: «Decidme vosotros que poseéis las escrituras del destino, ¿qué puedo hacer para vivir muchos años, para disfrutar el mundo una vez que lo hice mío por completo?». «Mi rey, así vivas muchos años. Grande es tu poder», respondieron los magos, «pero lo que ha escrito el destino no puede borrarse. Sólo hay una cosa que puede hacer que disfrutes tu reinado y tu gloria, a saber, que quieras volverte inmortal para vivir lo mismo que las montañas. Pero es difícil, muy difícil». «No os pregunto si es difícil, sólo si hay algún modo», dijo Alejandro. «¡Ay, mi rey, conforme a lo que mandas está el agua de la inmortalidad, que aquel que la bebe no teme la muerte! Pero quien vaya a cogerla debe pasar entre dos montes, que continuamente chocan el uno con el otro. Y ni el pájaro alado logra pasar. ¡Cuántos célebres príncipes e hijos de gobernantes no habrán perdido la vida en aquella terrible trampa! Cuando pases los dos montes, hay un dragón que nunca duerme custodiando el agua de la inmortalidad. Has de matar al dragón y cogerla.»
Al momento, ordenó Alejandro que le trajeran a su caballo Bucéfalo, que no tenía alas pero volaba como un pájaro. Sube al caballo, pica espuelas a su corcel negro y parte. Y de un brinco pasó al otro lado. Mató al dragón que nunca dormía y cogió la botellita con el agua de la inmortalidad.
Pero ¡he aquí que rey, alabado sea, tan pronto como volvió a palacio no supo ser precavido! Su hermana ve la botellita y sin pensárselo dos veces vierte el agua. Dio la suerte de que cayó sobre una cebolla silvestre, y por eso las cebollas nunca se secan.
Alejandro, transcurrido tiempo suficiente, va a beber el agua de la inmortalidad, pero ¿dónde está? Pregunta a su hermana, y ésta le dice que no tenía nada y que la había volcado. El rey enloquece de furor y angustia y la maldice de forma que se convierta en pez de cintura para abajo y la condena a quedarse hasta el fin del mundo en medio del mar.
Dios le escuchó, y desde entonces quienes pasan en barco la ven mecerse en las olas. Con todo, no odia a Alejandro: y si ve algún barco pregunta: «¿Vive Alejandro?». Y si el patrón del barco es inexperto y responde: «Ha muerto», la muchacha, llevada por su gran pesar, remueve con sus manos y con sus rubios cabellos sueltos el mar, y hunde el barco. Los que están enterados, en cambio, responden: «Vive y reina»; y entonces la sufrida muchacha se transforma en un corazón hermoso y canta alegre dulces canciones.
Allí aprenden los marineros las nuevas melodías y se las llevan consigo.
(Nicolaos Politis, Tradiciones neogriegas).
No pero sí pero no. Del Poema de Gilgamesh a Blade Runner, la estructura de fondo siempre es la misma: alguien intenta escapar de la mortalidad y descubre que es posible esquivarla si se localiza a la persona o sustancia adecuada. Sin embargo, en el momento crucial, algo sucede: un descuido o la constatación de que, después de todo, la inmortalidad no es lo que parecía.
En la versión que depende del descuido, interviene un agente externo que arruina la empresa. Gilgamesh, a pesar de haber fallado en la prueba crucial, recibe como premio de consolación una planta que le mantendrá eternamente joven. Mientras rema de vuelta al hogar, una serpiente (prima de la edénica) asoma la cabeza y le roba el remedio. En la leyenda griega, es la hermana de Alejandro quien echa a perder el agua de la inmortalidad, regando con ella las cebollas. La narración alcanza su forma más delicada en ese cuento de Fernando Arrabal en que el narrador lleva siempre al cuello un pequeño tarro cerrado. Un día lo olvida entre las sábanas, y al volver de la oficina encuentra a su novia preparando mermelada con el contenido. Resignado, prefiere no aclararle que acaba de confitar su alma.
La segunda familia de versiones es menos complaciente. Tras una larga peregrinación, un hombre encuentra, en el curso de sus viajes, el país donde nadie muere. Los lugareños lo reciben con los brazos abiertos, y el recién llegado disfruta allí, olvidado del reloj, todos sus sueños. Cuando concluyen las ilusiones, ocupa su lugar una añoranza implacable: volver a ver a sus padres, la tierra natal, los amigos que dejó atrás. Le advierten de lo que le espera, pero él se obstina, y nadie le impide emprender el viaje de vuelta. Antes de llegar a su patria, ya ha descubierto que no logra entenderse con nadie: sus palabras suenan viejas, arcaicas. Al final, le llevan hasta un viejo varias veces centenario, al que le lleva minutos enteros pronunciar una sola palabra. Él le confirma lo que ya sospechaba: mientras él se entretenía unas horas, los siglos han destruido su mundo. Sin heredero, su linaje se extinguió. El mar cubre lo que fue su casa. Fuera de la tierra encantada, el hechizo que lo protegía va cediendo. Para cuando el viejo termina, el protagonista le gana en solera: ya es ceniza.
El inmortal de Borges y los vampiros de Ann Rice recuperan el planteamiento: tras la inmortalidad, acecha el tedio, la muerte como última golosina. Una vez alcanzada la divinidad, se comprende mejor la figura del deus otiosus: la cacareada muerte de Dios sería en realidad un exceso de barbitúricos, un sueño eterno del que la conciencia podría despertar, pero prefiere no hacerlo.
Hay, claro, una puerta de salida –pero la entrada ya es demasiado larga. Quizá otro día.
(Escrito por Al59)
Etiquetas: Al59
Etiquetas: Protactínio, recetario
La melancolía es un error inevitable
y cuando ataca,
disfrazada, por ejemplo, de tarde lluviosa,
sólo te queda
una remota posibilidad de victoria:
es la música.
Ni el sol ni los antiguos veranos amarillos
pueden conjurar
la árida cornada que desgarra tu vientre
de cartón piedra,
como el caballo que sólo dormido montaste
o la muñeca
que cerraba sus ojos en el escaparate.
Lejanos ambos:
propiedades ajenas a tus manos vacías
que sólo pueden
apretar ahora la viscosa melodía
que esta tarde
absurda, tampoco te ha salvado de la quema.
(Escrito por El Richal)
Etiquetas: El Richal
Etiquetas: Mandarin Goose
Según esta concepción, todo régimen político tiende, por naturaleza, a degenerar. Esta ley implica a cualquier tipo de régimen, por bueno que sea: de la realeza surge la tiranía, de la aristocracia la oligarquía, mientras que la democracia degeneraría en demagogia populista. La única manera de controlar en cierta forma este proceso (la dinámica decadente nunca puede detenerse completamente), según Polibio, consistiría en organizar un régimen de tipo mixto, que permita una cierta armonía en la estructura política. En cierta forma, se trataría de llevar a cabo una efectiva separación de poderes.
Las cosas reales, los entes, por su propia naturaleza contingente, están sometidas al cambio, y por eso mismo decaen. Como escribe Polibio en el contexto de los entes políticos, “las constituciones perecen por dos procesos, uno inherente y otro ajeno a ellas (...). El inherente es un proceso regular”, sometido a la citada lógica de las cuatro fases de la anaciclosis.
Después de las elecciones españolas del 9-M podemos decir que hay dos partidos de ámbito nacional que han iniciado ciclos políticos de signo y orientación muy distinta. Uno de ellos es UPyD, partido de nacimiento reciente, que de la nada ha pasado a obtener 300.000 votos con sólo seis meses de vida. La dinámica de este partido, a medio plazo, parece claramente ascendente, y, si aprende de los errores de Ciutadans, el momento de su declive queda todavía muy lejos. En estos momentos se encontraría en plena fase dos (la de crecimiento) de la anaciclosis de Polibio.
La otra causa relacionada con el declive de IU podría tener que ver con cierto acomodo de sus dirigentes a un rol de comparsa (de llamada ‘voz crítica’) del PSOE. Esto ya se evidenció en las elecciones del año 2004, cuyo resultado fue negativo para IU (pasó de 8 diputados a 5). La pérdida de escaños se consideró algo secundario; lo principal y más importante era que el ‘infame’ PP había dejado de gobernar. Ese odio al PP es lo que, aunque de forma indirecta, está acabando totalmente con IU. Con Anguita en la dirección, IU, que hacía oposición frente al PSOE gobernante de Felipe González, se convirtió en una fuerza política poderosa e influyente. Pero ahora, con Llamazares, cuando la labor opositora se ha llevado a cabo no contra el gobierno de Zapatero sino contra la oposición de Rajoy, se ha desmoronado hasta casi la desaparición. Es como si, en cierta forma, IU hubiera trabajado más para el PSOE que para sí mismo. El odio que siente por el PP ha podido más que sus legítimos intereses como partido político independiente.
Ahora Llamazares ha anunciado que se va (como coordinador general). Pero no del todo (mantendrá su escaño toda la legislatura). Todavía tiene que acabar el trabajo que inició en el año 2000. Lo que ahora me pregunto es: ¿seguirá después el mismo camino de López Garrido? ¿Será homenajeado, tal y como se merece, como el mejor político con el que ha contado el PSOE en esta última década?
(Escrito por Horrach)
Etiquetas: Horrach
Con mucha más modestia, en “El primer trago de cerveza”, sugestivo (y probablemente cursi) catálogo de placeres cuotidianos, Philippe Delerm nos hablaba del gozo de conducir de noche, de ver el Tour de Francia por la tele, o, por supuesto, del primer trago de cerveza.
En un plano puramente artístico, siempre he tenido debilidad por ciertos momentos que, integrados en una obra (libro, película, canción…), se distinguen con singularidad de la misma proporcionando un placer o emoción suplementario. No es necesario que la obra de la que forman parte sea excepcional (aunque, casi siempre, estos momentos se insertan en auténticas obras maestras), lo relevante es el instante preciso y el placer distinguido que produce.
No entraré en ciertas disciplinas que, en mi opinión, producen emociones menos “instantáneas” que las que pueden producir el cine y la música. Me resulta menos complicado hablar de ciertos momentos musicales o cinematográficos, que de, por ejemplo, un detalle de un cuadro o determinado pasaje literario. Otros opinarán lo contrario.
Bien, sin ser los momentos que los críticos considerarán capitales (paso de, qué sé yo, el monólogo de Marlon Brando en “Julio César”), sí constituyen ejemplos paradigmáticos de pequeños instantes que se elevan por encima de la obra, a veces para mejorarla y en el mejor de los casos para darle sentido.
Casi todas las películas de Billy Wilder tienen momentos resplandecientes. Para elegir uno: el espejo roto de Shirley.
Hitchcock también es pródigo en secuencias inolvidables (Cary Grant bajando la escalera con un vaso de leche; el asesinato en la ducha…). Me quedo con alguna de sus muertes.
John Ford tampoco se queda corto. En “El hombre tranquilo” tenemos la pelea por antonomasia. Y en “El hombre que mató a Libery Valance”, el mejor flash-back.
En “Amarcord”, de Fellini, la escena más famosa es la de la estanquera, pero mí me gusta más esta comida familiar y la onírica aparición del Rex.
Las dos secuencias en las que Turturro suplica clemencia (con diferente resultado) son cimas en la obra de los Coen. Estamos hablando de “Muerte entre las flores”. Aquí pongo la primera.
En “Historias de la radio”, lo de Pichirri, mal que me pese, aún me emociona.
Y no nos olvidaremos de Almodóvar
Y, en música, qué decir del momento en que entra la guitarra de Gilmour, en el minuto 2’08’’.
El inicio de "Space oddity" en realidad es lo mejor que ha hecho Bowie: de 0'00'' al 1'2''.
La rotundidad de la distorsión: a los 57 segundos. Son Radiohead.
“Well nevermind, we are ugly but we have de music” le dijo Janis Joplin a Cohen en el en el Hotel Chelsea (minuto 2'27'').
Los Planetas o cómo una frase te eleva el ánimo. Cuatro millones de rayas (minuto 3'22’’).
Los ejemplos son casi infinitos.
(Escrito por Desierto Polaco)
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x En el Puerto de Burriana, una pizzería decente frente al mar, lejos. Junto a nosotros dos jubilados franceses. Él una imponente mata de pelo blanco rizado, sin asomos de ese amarillo tan desagradable que toman algunas cabelleras ajadas. Gafas ella, con cabello gris que cae grácil y simétrico a uno y otro lado de la cara. Beben vino con fruición y no dejan de hablar a grandes gritos, alegres y animosos. Es raro, me dice A con despreocupación, confiada en la discreción marginal del valenciano, los franceses no suelen hablar tan alto. Comen y celebran con gran escándalo cada uno de los bocados. Acaban y llaman al cocinero, ya notablemente bebidos. En un español farragoso pero inteligible le felicitan efusivamente hasta que se retira con grandes reverencias. Piden los cafés y las copas al joven camarero, que recibe obsequioso su entusiasmo. Les pregunta, y ellos contestan sin prisa, indiferentes a los comensales de las mesas de alrededor, que les miran con simpatía tímida e indisimulada. Están en Valencia, donde les quedan cuatro días de hotel. Han salido de excursión con el coche y han acabado en Burriana por casualidad. Pero les ha gustado el restaurante, y volverán. Si abren el restaurante volverán cada día hasta que regresen a Francia. Piden una tarjeta para hacer las reservas. No es necesario, pero es mejor, les dice el muchacho con cordialidad atenta de abuela rural y valenciana.
- ¿Han oído hablar de la mascletá? - les pregunta con fuerte acento local.
No, no, le contestan acercando sus cabezas a la mesa para mostrar interés. Les dice la hora, y que no han de irse a casa sin "oír" una. Pagan y se levantan. La mujer tropieza con una silla, y todas las mesas se vuelven hacia ella con expectación divertida. Iba a escribir con ternura, pero la sensación de felicidad despreocupada y vital que transmite la pareja no permite sentir ternura hacia ellos. Todos les miran con una sonrisa contenida, y A y yo no podemos evitar la carcajada. Salen a la calle, él primero. Ella camina lenta y desgarbada hacia el coche, que está al otro lado de la carretera. Él le sigue a algunos metros, hasta que se da la vuelta bruscamente y se acerca de nuevo al restaurante.
- ¡La porte! ¡La porte!
Salimos a la calle, unos minutos después. Ellos todavía están en el coche. La mujer levanta la cámara para fotografiar el restaurante. Yo cojo a A del brazo para posar, pero se escapa y ella se da la vuelta sin comprender mi movimiento.
x En un pueblo de Castellón, por la tarde, un pub. Un argentino engolado tras la barra. Camisa ceñida a cuadros, barbita arreglada y el acento porteño bien evidente, reforzado. Buscamos un billar, y dice que no sabe. Pregunta a las mujeres de la punta de la barra. Fuman sin perder detalle de sus movimientos, tratando de fingir indiferencia. Nos contestan con interés, esforzándose por hablar. Casi compiten, intentando agradar al muchacho. Unos metros más adelante, calle arriba, en el billar. Dos mesas de viejos jugando a las cartas, bajo una gran pantalla con fútbol de primera división. Sentados en taburetes algunos hombres reparten su atención entre las briscas y la tele. Entramos, subimos al altillo. El billar está libre. Es más grande de lo habitual y la partida tiene un precio original: un euro y medio, y sólo admite monedas de cincuenta céntimos. No recuerdo quién gana, aunque sí que está muy reñida. En poco tiempo los dos hemos mejorado mucho.
(Estas notas están escritas en medio de la lectura de El alba la tarde o la noche, de Yasmina Reza, que tan bien reseñó Arcadi Espada).
(Escrito por Happel)
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