Stefan Zweig escribió un famoso tratado ("Momentos estelares de la humanidad") en que recopiló todas las épocas de la Historia, a través de ciertos instantes decisivos: la conquista de Bizancio por los turcos, la composición de La Marsellesa, el descubrimiento de El Dorado, etc. Como dijo su autor "cada uno de estos momentos estelares marca un rumbo durante décadas y siglos".
Con mucha más modestia, en “El primer trago de cerveza”, sugestivo (y probablemente cursi) catálogo de placeres cuotidianos, Philippe Delerm nos hablaba del gozo de conducir de noche, de ver el Tour de Francia por la tele, o, por supuesto, del primer trago de cerveza.
En un plano puramente artístico, siempre he tenido debilidad por ciertos momentos que, integrados en una obra (libro, película, canción…), se distinguen con singularidad de la misma proporcionando un placer o emoción suplementario. No es necesario que la obra de la que forman parte sea excepcional (aunque, casi siempre, estos momentos se insertan en auténticas obras maestras), lo relevante es el instante preciso y el placer distinguido que produce.
No entraré en ciertas disciplinas que, en mi opinión, producen emociones menos “instantáneas” que las que pueden producir el cine y la música. Me resulta menos complicado hablar de ciertos momentos musicales o cinematográficos, que de, por ejemplo, un detalle de un cuadro o determinado pasaje literario. Otros opinarán lo contrario.
Bien, sin ser los momentos que los críticos considerarán capitales (paso de, qué sé yo, el monólogo de Marlon Brando en “Julio César”), sí constituyen ejemplos paradigmáticos de pequeños instantes que se elevan por encima de la obra, a veces para mejorarla y en el mejor de los casos para darle sentido.
Casi todas las películas de Billy Wilder tienen momentos resplandecientes. Para elegir uno: el espejo roto de Shirley.
Hitchcock también es pródigo en secuencias inolvidables (Cary Grant bajando la escalera con un vaso de leche; el asesinato en la ducha…). Me quedo con alguna de sus muertes.
John Ford tampoco se queda corto. En “El hombre tranquilo” tenemos la pelea por antonomasia. Y en “El hombre que mató a Libery Valance”, el mejor flash-back.
En “Amarcord”, de Fellini, la escena más famosa es la de la estanquera, pero mí me gusta más esta comida familiar y la onírica aparición del Rex.
Las dos secuencias en las que Turturro suplica clemencia (con diferente resultado) son cimas en la obra de los Coen. Estamos hablando de “Muerte entre las flores”. Aquí pongo la primera.
En “Historias de la radio”, lo de Pichirri, mal que me pese, aún me emociona.
Y no nos olvidaremos de Almodóvar
Y, en música, qué decir del momento en que entra la guitarra de Gilmour, en el minuto 2’08’’.
El inicio de "Space oddity" en realidad es lo mejor que ha hecho Bowie: de 0'00'' al 1'2''.
La rotundidad de la distorsión: a los 57 segundos. Son Radiohead.
“Well nevermind, we are ugly but we have de music” le dijo Janis Joplin a Cohen en el en el Hotel Chelsea (minuto 2'27'').
Los Planetas o cómo una frase te eleva el ánimo. Cuatro millones de rayas (minuto 3'22’’).
Los ejemplos son casi infinitos.
(Escrito por Desierto Polaco)
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Buenos días.
Aquí otros de los momentos estelares de la humanidad.
Hoy triste aniversario.
http://www.kdp.se/old/chemical.html