Por un arte verdaderamente rebelde
Me produce un sentimiento desagradable el cartel de la película “Clandestino”, en la que un Guardia Civil hace una felación a un hombre que le apunta con una pistola. No he visto la película, así que no hablaré de ella. Lo que me llama la atención es cuál era la intención del director. Por lo que cuentan es la historia de tres jóvenes radicales que se enamoran y que entran en la espiral de la violencia (que queire decir en la extorsión, el asesinato y la delincuncia).
No me parece mal satirizar a cualquier grupo, vaya por delante, aunque es cierto que algunos están en condiciones de indefensión o de peligro y que por prudencia es mejor no hacerlo. Al fin y al cabo la sátira es un recurso contra el poderoso, no contra el débil o el oprimido, y la situación de la Guardia Civil en el país Vasco está más cerca de cualquiera de estos dos casos que del poderoso.
De todas formas, lo que más me llama la atención es que de unos años acá, ha aparecido una forma de rebeldía ortodoxa. Una sátira, una crítica, una rebeldía que conocen muy bien sus objetivos, que son, por cierto, los que todo el mundo comparte (habrá algún rarito que se muestre en desacuerdo, pero son pocos y además raritos).
Sabemos que hay que criticar a los curas, a los españolistas, a los de derecha, y que no podemos decir nada en contra de negros, homosexuales o mujeres (englobados todos en ese cajón de sastre que son las minorías).
Pues bien, no critiquemos a las minorías, pero tampoco nos complazcamos con esa rebeldía de baratillo y oropel. Seamos verdaderamente críticos. En esas estaba yo y se me ocurrió que podíamos hacer una adaptación de la Salomé de Óscar Wilde y traerla a estos años y al país Vasco. ¿Se imaginan un herodes que sea el lehendakari, una Salomé que sea una mujer de las Juventudes Socialistas de Euskadi y un San Juan bautista que sea alguien del PNV o del mundo de Batasuna? Eso sí que sería impresionante e impactante. Pero luego pensé que no era posible, que la atmósfera de decadencia, lujuria, perversidad que hay en la obra de Wilde no existe en el País vasco, que es una sociedad de creyentes unidos todos por el advenimiento de la Independencia. En una situación así, de espera gozosa, la decadencia, y la lujuria no tienen sitio.
Tambiéns e me ocurrió otra posiblidad. Esta era una performance. En todos los pueblos vascos donde haya un local del PNV colocamos en ese edificio una sábana que servirá de pantalla, y proyectamos con unos buenos cañones de proyección un video montaje en el que aparezcan fotos de destacados peneuvistas y sobreimpresas frases como por ejemplo: “Me cago en el nacionalismo” (ya sabemos que todo arte moderno rebelde necesita de su ración escatológica de caca, culo, pedo y pis), “las identidades nacionales son la forma de la esclavitud contemporánea”, “Hitler también fue nacionalista”, entre otras.
Tenemos también el llamado body-art, Patxi López, J. Eguiguren o E. madina se tatuarían en la espalda entre varios piercings frases del tipo: “Yo también soy Rosa Díez” o “Yo también soy María San Gil”.
Estas son algunas propuestas para que la Consejería de Cultura de la Comunidad Autonómica del País Vasco invierta y promocione. Llamarían la atención, de eso no hay duda.
Pero me temo que no va a ser así, que este es arte que es un puñetazo auténtico en la boca del estómago de los gobernantes, y que esto, si algún día es, tendrá que ser total y verdaderamente clandestino. No la clandestinidad de ahora, sino la otra, la peligrosa, con la que te borran del mapa (a veces en sentido literal).
En fin, hace ya un cuarto de siglo (creo recordar) gritó F. Savater, y antes que él A. Chéjov: “Perdonadme, ortodoxos”. Aún sigue teniendo sentido la imprecación. Aunque nada más que sea contra ese arte de rebeldía ortodoxa que nos intentan endosar como lo más radical que han conocido las sociedades, generaciones y pueblos.
1 – 200 de 289 Más reciente› El más reciente»