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Pero lo que en ese primer momento parecía una simple lectura de la novela, se convirtió en un programa musical interrumpido por supuestos Avances Informativos sobre unos astrónomos que acababan de ver unas extrañas explosiones en Marte. Un presunto reportero entrevistaba a uno de los astrónomos, quien decía no encontrar explicación a lo que estaba pasando. Más adelante, se informaba sobre la caída de un meteorito en Nueva Jersey. Al rato, el meteorito resultaba ser un objeto cilíndrico descomunal. Decenas de personas habían acudido al lugar para verlo cuando, de repente, el objeto se abrió y comenzaron a salir de él unas horripilantes criaturas. Podían oírse los gritos aterrorizados de la gente y cómo el reportero vociferaba, espantado por lo que veía... La atmósfera era de un realismo total. Los que no oyeron el principio del programa pensaron que un ejército marciano estaba invadiendo el mundo.
“Una ola de histeria masiva sacudió a miles de personas que escuchaban anoche la radio entre las 8.15 y las 9.30 cuando una dramatización de la fantasía de H.G. Wells “La guerra de los mundos” llevó a miles de ellos a creer que un conflicto interplanetario había comenzado con una invasión marciana que había propagado muerte y destrucción en Nueva Jersey y Nueva York”.
La última “ocurrencia” inspirada en la famosa dramatización (la última reconocida como tal) fue televisada a finales del año pasado. La televisión pública de Valonia RTBF provocó la alarma en Bélgica al emitir un falso reportaje, en la hora punta de los informativos, que aseguraba que el Parlamento de Flandes acababa de votar la independencia de la región. Se interrumpió la emisión para ofrecer esta noticia de última hora, ofreciendo en directo diferentes reacciones en el propio Parlamento flamenco, el valón, el Palacio Real -de donde habría huido Alberto II para refugiase en el extranjero- o el Atomium, donde supuestamente se habían refugiado los ministros del Gobierno de Bruselas. Entre las conexiones figuraba una con el Parlamento Europeo en que se retransmitían imágenes de la celebración de la noticia por parte de supuestos independentistas catalanes, y se entrevistaba a políticos y personajes conocidos, que se habían prestado a participar en el simulacro.Etiquetas: Selma
De ilusión democrática también vive el elector, denuncia Rousseau, quien no se deja impresionar por las libertades que tanto enorgullecen a los ingleses y dice, en El Contrato Social, que la democracia representativa proporcionaba una libertad meramente ilusoria: “los ingleses se creen libres. Están terriblemente engañados. Son libres cuando eligen a los miembros del Parlamento; en cuanto éstos han sido elegidos, el electorado se esclaviza; no es nada”. El ilustrado antagonista del futuro sentido político y destino totalitario que tendría el Libertad, ¿para qué? pone de manifiesto el contraste de difícil solución social entre libertad y esclavitud, y ese binomio corre paralelo al juicio entre realidad y ficción. Que no queda en empate estéril, como pudiera parecer con su retorno al estado de naturaleza, sino que recoge de ésta la capacidad impulsora de la acción que tiene la pasión y el modelo de relaciones sociales que produce. Hume acredita con más sosiego que Rousseau la fuerza motriz de la pasión y deja a la razón como mera directora de esa orquesta emocional a concierto ya empezado.
Atrás queda la nada representativa y muy absoluta monarquía francesa, que elimina toda sospecha de poder considerar la libertad política como ficción reprobable al encerrar a Diderot en la prisión de Vincennes en virtud de una orden real sin juicio previo, dictada por haber escrito su Carta sobre los ciegos para uso de los que ven, que contenía opiniones vistas como impías y ateas por los censores. Dice el amigo, contradictor y –finalmente- enemigo de Rousseau: “Este ciego juzga muy bien las simetrías. La simetría, que tal vez es un asunto de pura convención entre nosotros, lo es, en muchos aspectos, entre un ciego y los que ven. A fuerza de estudiar, mediante el tacto, la disposición que exigimos entre las partes que componen un todo para calificarlo de hermoso, un ciego consigue hacer una justa aplicación de este término. Pero cuando dice esto es hermoso, él no juzga, simplemente aplica el juicio de los que ven: ¿y qué otra cosa hacen las tres cuartas partes de las personas que deciden sobre una obra de teatro, tras haberla visto u oído, o sobre un libro, tras haberlo leído? La belleza para un ciego no es más que una palabra, cuando está separada de la utilidad; y con un órgano de menos, ¡cuántas cosas cuya utilidad se les escapa! (...) El único bien que les compensa de esa pérdida es tener ideas de lo bello, en verdad, menos amplias, pero más netas que los clarividentes filósofos que las han tratado con detenimiento”.
El ilustrado desplaza al dogma para dar paso al asalto entre razón y experiencia. El juicio propio -medido por la independencia, fundamento y libertad de criterio- y la utilidad de lo experimentado son condiciones previas para que la representación, sea política o artística, sea real, no ilusoria (ajena, prestada, esclava). Hoy, la participación en procesos colectivos, como unas elecciones o la vida interna de un partido político, se someten a la liturgia propia de los museos o las exposiciones populares de arte contemporáneo: se identifica al autor de la obra o del discurso para saber qué debemos entender, sentir y contar después. La respuesta de Rousseau a este espíritu gregario administrado por el clero la da en La profesión de fe del vicario saboyano (cuarta parte del Emilio): "¿Qué función debe desempeñar el clero en la educación de los niños? Ninguna en absoluto". Pero sí los niños en la denuncia del clérigo.Etiquetas: Bartleby



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(Escrito por Protactínio)

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¿Por qué la gente aplaude a un tirano? Naturalmente, por miedo. Como explica John Kekes a propósito de Robespierre: “Pero el miedo era la principal razón por la que la gente lo seguía. Como nadie estaba a salvo, muchos se apresuraban a demostrar con palabras y hechos que eran leales, entusiastas seguidores. Robespierre ejercía su poder sobre la vida y muerte tan arbitrariamente como Hitler, Stalin o Mao. La arbitrariedad es la clave del terror: si no hay reglas, justificaciones o razones, entonces todo el mundo está en peligro. Las personas sólo pueden tratar de minimizar el riesgo superando a los demás, siendo más obedientes o más leales. Los dictadores lo saben y esto explica muchas de las “manifestaciones espontáneas” y de la adulación pública que extraen de la gente que está a su merced”. Pero hay algo más. Kolakowski se pregunta por qué no hubo ninguna resistencia cuando las purgas asolaron el partido en los años treinta. Al fin y al cabo, el público de nuestra sala no estaba formado por simples ciudadanos soviéticos, sino por militantes y cuadros del partido, bolcheviques endurecidos por la guerra civil y la represión. Parte de la respuesta es que el poder absoluto redujo el partido, igual que el conjunto de la población, a una colección de individuos aislados, que competían entre sí por mostrar mayor fervor y lealtad. Pero no es el miedo la única causa de la parálisis. Todos ellos habían participado en la violencia masiva desatada contra su propia población y habían aprobado las ejecuciones, las farsas judiciales o que los jefes del partido decidieran quién era el enemigo en cada momento. Cuando les llegó su turno, qué podían invocar. Como dijo un viejo bolchevique por toda respuesta: “Estábamos hasta los codos de sangre”. Y no deberíamos olvidar que la sangre sirve muy bien como cemento ideológico. El crimen une, crea complicidades y no suele tener marcha atrás. Más aún, cuando se ha ido tan lejos, cometiendo toda clase de atrocidades, la causa debe ser grande, excepcional. Debe estar a la altura de la sangre derramada, aunque así deje a sus seguidores en una completa indefensión.Etiquetas: Schelling
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El problema del que les hablo estaba resuelto desde tiempos de Newton para dos cuerpos (como la Tierra y la Luna) y todo indicaba que, al añadir algún cuerpo más, la cosa se complicaría considerablemente. Por esta razón uno de los participantes en el concurso, un tal Henri Poincaré, decidió atacar el caso N=3, (el problema de los tres cuerpos). No encontró una solución satisfactoria pero, en su estudio (que acabó mereciendo el premio), intuyó que la dinámica del sistema no era trivial en absoluto. De hecho comprendió que para este sistema, que es un sistema puramente determinista, una pequeña variación en las condiciones iniciales (es decir, en las posiciones y velocidades de partida de las masas) podía influir drásticamente en su evolución futura. Había descubierto lo que después se conocería como caos.
Así ocurrió allá por 1982, cuando unos científicos de la NASA descubrieron que un cometa se dirigía hacia el Sol y que iba a pasar a unos cien millones de kilómetros de la Tierra. Era una ocasión inmejorable para intentar interceptarlo y tomar algunas medidas. Sin embargo, el único satélite disponible para ese fin estaba orbitando a un millón y medio de kilómetros de la Tierra y, lamentablemente, sólo tenía combustible para pequeñas correcciones en su trayectoria. Pero, como intuyó Poincaré, una pequeña variación en la trayectoria del satélite, dentro del sistema de tres cuerpos formado por éste, la Tierra y la Luna, podía tener un efecto enorme en su dinámica. Con esta idea en la cabeza, y tras mucho cálculo numérico, los científicos de la NASA dieron con el pequeño ajuste en su trayectoria que lo pondría en la complicada órbita que muestra la ilustración, una trayectoria que acabó llevándolo directamente hacia el cometa. Ya ven, y todo gracias al caos. Una idea aparentemente destructiva.Etiquetas: Jacobiano
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La reacción ante lo bello no es cuantificable a priori. La respuesta emocional ante las manifestaciones artísticas no es la misma en personas de similar educación, sexo, religión, edad, geografía, ni es la misma según la obra artística objeto de nuestra atención: personas que disfrutan con la pintura son unos negados para la poesía, lletraferits pueden tener un oído musical plano (y preferir los Bee Gees a la partita nº 6 de Bach –con los Bee Gees se ligaba-), o admiradores de obras arquitectónicas pueden ser indiferentes a una puesta de sol.
Establecida por la experiencia la sensibilidad individual a la belleza, no obsta para que existan cánones sociales de elevada correlación con la respuesta individual ante el objeto artístico. Desde Pitágoras se consideró la simetría como criterio de belleza, la proporción equilibrada de rasgos y formas se asimilaba a lo bueno, sinónimo de lo bello; la proporción áurea en la escultura y en la arquitectura definen el cánon clásico y es implícita en nuestra cultura. La simetría o la armonía eran manifestaciones del orden divino en el mundo sensible.
Estudios recientes como los realizados por Victor Jhonston, de la Universidad de Nuevo México, ponen de manifiesto los rasgos evolutivos asociados a esta sensibilidad a la simetría y la proporción, como marcadores o señales genéticas de la salud y fertilidad a las que el cerebro reacciona automáticamente. A la luz de estas investigaciones la belleza y la sensibilidad artística se vinculan a una expresión material más de nuestra propia evolución. La simetría, por ejemplo, es una señal de la bondad del sistema inmunológico de la persona. Lo bello es equivalente a lo sano y se relaciona con la programación genética que busca maximizar nuestra descendencia.
La aceleración tecnológica añade nuevos elementos, como dice Joël de Rosnay, Director de Prospectiva y Evaluación de la Ciudad de las Ciencias y la Industria de La Villette, Paris: «la idea de experimentar con emoción cualquier cosa que se pueda compartir va a predominar sobre la pulsión a adquirir objetos o conocimientos», el metasistema global, mezcla de personas, equipos informáticos y redes de comunicaciones avanza a pasos acelerados con un alud de imágenes, datos, una cultura compartida distinta por lo masiva, global, con sus criterios cambiantes de belleza y una vida privada compartida con muchas otras personas -o nicks-. La extraordinaria fuerza rupturista de los visionarios artísticos en este nuevo entorno global se difundirá víricamente - el control de los derechos de autor en un mundo digitalizado y copipasteado una y mil veces será una nueva opción en las carreras de ingeniería informática-. Como dijo Borges hablando de Moby Dick y Bartleby: es como si Melville hubiera escrito: “Basta que sea irracional un solo hombre para que lo sea el universo”.
¿Por qué la obra de Pollock, basada en fractales también nos impacta? ¿Quizás porque la propia Naturaleza se refleja en ellos? ¿Reconocemos una profunda verdad inscrita en la naturaleza, una verdad matemática?
Lo bello es también la sensación de vértigo que da captar que la malla que
constituye nuestro “espacio”, nuestra geometría, se deforma con el peso de la propia materia o que estamos formados por luz congelada. Advertir la enorme simetría en los conceptos dinámicos que reflejan las leyes del electromagnetismo de Maxwell las convierten en objetos admirables per se.
¿No es la máxima expresión de belleza la doble hélice del ADN, generador de vida y complejidad, en un similar orden de magnitud que
Sin embargo, el formalismo matemático o físico dificulta a las personas que no lo poseen la capacidad de reacción emocional o intelectual a obras maestras de la inteligencia y sensibilidad humana como
Aquí la belleza radica en la simetría (energía y materia son dos caras de la misma moneda) y la enorme simplicidad de una expresión con sólo cuatro caracteres que contienen una teoría científica revolucionaria.
O el hamiltoniano cuántico, que representa la energía total de un sistema. A partir de la integración de la ecuación de Schrödinger del sistema nos permite calcular tanto la energía total del mismo como conocer su función de onda asociada:
A medida que la ciencia va progresando en el conocimiento del mundo natural, la descripción del mismo toma una forma estética que permite su aceptación primero (la falsación vendrá después), forma estética que vuelve a los mismos conceptos que los filósofos griegos: simplicidad-alto contenido informativo, armonía-simetría.
Niels Bohr, premio Nobel de física y definidor del principio de incertidumbre en
La ciencia física tiene, a pesar de la aridez que se le supone, un elevado componente artístico y la estética es decisiva en la intuición de las grandes teorías -que serán tamizadas y falsadas racionalmente por la comunidad científica-, pero que son iniciadas y contempladas desde la emoción por la belleza. Como dijo A. Einstein: “En el pensamiento científico siempre están presentes elementos de poesía. La ciencia y la música actual exigen de un proceso de pensamiento homogéneo.”
(Escrito por Bose-Einstein)
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