Pariente pobre del Soul, el Funky, el Rhythm and Blues, la música disco siempre ha sido poco valorada debido en parte a sus comienzos como fenómeno underground.
Música para gays, negros y... ¡mujeres trabajadoras! (en fin, en fin, no entraré a opinar sobre esto último porque me salgo del tema de la entrada). Esta percepción hizo que los muy elitistas críticos musicales rechazaran este estilo de primeras, tachándolo de poco serio, repetitivo y fabricado en serie. A la mala fama contribuyó, hay que decirlo, Europa, donde se montaban grupos como Boney M, dándole una pátina de vulgaridad y superficialidad que todavía hoy en día genera prejuicios.
Studio 54, la sala de baile más famosa del mundo, fue la Catedral de un nuevo concepto de discoteca. Hasta finales de los sesenta existía la idea, nacida en la posguerra, de que eran lugares elegantes donde la jet-set podía tomar una copa. Pero las minorías marginadas comenzaron a organizarse y hacerse oír. Dentro de ellas había hippies, poetas, músicos, actores y otros artistas. Afroamericanos, latinos y caucásicos de clase media. Aunque en ciertas ocasiones se mezclaban, por regla general solían acudir a diferentes salas de baile, en función de su orientación sexual. Los heterosexuales iban a clubs como Electric Circus o Zodiac y los homosexuales preferían los clubs de barrios como Harlem o el Upper West Side. El primer local gay urbano que convirtió a las discotecas en lugares “morbosos” fue The Sanctuary, en Manhattan. Modelo de otras discotecas gays y cuna del primer DJ transformado en estrella del pop: Francis Grasso.
Fue en 1977 cuando abrió ese laboratorio experimental en el que la aristocracia neoyorkina adoptaba el modo de vida de las subculturas marginales. Los gays, se decía, tenían menos complejos y disfrutaban más. Traspasar la puerta dependía del capricho de unos todopoderosos porteros que dejaban entrar a los habituales (Andy Warhol, David Bowie, Woody Allen, Gloria Gaynor, Paul y Linda McCartney) a la vez que disfrutaban humillando a otros tan ricos y famosos, obligados a guardar interminables colas junto a cientos de candidatos anónimos. Un bellezón impresionante o un estilismo espectacular podían servir para ablandar el corazón del portero con mayor facilidad que una cartera repleta de billetes de mil dólares El secreto del éxito estaba en la mezcla equilibrada de celebridades y ciudadanos del montón, que coexistían en un clima de absoluta tolerancia en el interior de la discoteca. Drogas, alcohol, sexo y baile por doquier. El decorado del local era un guiño a los consumidores de estupefacientes. Los camellos gozaban de acceso libre... Sodoma y Gomorra en una Torre de Babel a 45 r.p.m.
Sin embargo, fue curiosamente una película la que popularizó mundialmente la costumbre de ir a bailar a las discotecas: Fiebre del Sábado Noche. Y si la película tuvo un antológico éxito, convirtiéndose en el film musical más taquillero de todos los tiempos, su banda sonora –Bee Gees, Kool & The Gang, KC and The Sunshine Band, etc.- no se quedó atrás. Al poco de su publicación, el disco llegó a lo más alto de las listas de éxitos americanas y europeas, convirtiéndose igualmente en el album más vendido de todos los tiempos (hasta que apareció Michael Jackson con Thriller).
Miles de émulos de Travolta tomaron las pistas de baile y las calles. Su peinado y su manera de vestir fueron imitados hasta la saciedad por una juventud que se sentía reflejada en la historia de Tony Manero. Pero otros se sintieron intimidados por esa moda que rendía tanto culto al cuerpo y a la indumentaria, así como por su carga sexual. Igualmente, esa identificación de lo Disco con gays, negros y mujeres ‘liberadas’, provocó una reacción de intolerancia machista y racista en Gran Bretaña y EEUU que se llamó ‘Disco sucks’ (el disco apesta). Una campaña en contra de la liberación gay y el orgullo negro. Los blancos rockeros reclamaban esa hegemonía que veían en peligro. Un periódico inglés llegó a advertir a sus lectores de la necesidad de luchar contra este estilo de música y su pseudo-filosofía, a no ser que se quisiera que las calles de Gran Bretaña se llenaran de ‘negros y maricones’. El 12 de julio de 1979 se celebró en Chicago la llamada ‘Disco demolition night’, en la que cientos de fans del rock quemaron vinilos al grito de ‘disco sucks!!!’
Además de este tipo de ceremonias multitudinarias donde se destrozaron montañas de vinilos de música disco, el SIDA comenzó a hacer estragos. Sin estar aún identificado, se rumoreaba que el ‘cáncer gay’ afectaba a los noctámbulos promiscuos en lo sexual y en lo farmacológico. El mercado de música disco empezaba a dar muestras de estar saturado. Tal situación fue provocada por los productores que creyeron haber encontrado su Maná y se convirtieron en fabricantes a destajo de vinilos. Por otro lado, comenzaron a surgir nuevos estilos (Rap, Hip-Hop, New Wave) que contribuyeron a su declive. Y por último, nuevos vientos conservadores habían llegado a la política estadounidense, culminando con la entrada de Ronald Reagan en la Casa Blanca. Las discotecas más libidinosas languidecieron o fueron clausuradas utilizando el ‘método Al Capone’, como ocurrió con los dueños de Studio 54.
Aún así, la música-disco sobrevivió algún tiempo, transformándose en los estudios de grabación en lo que sería el estilo Dance de los 80. En los años 90 se produjo un leve conato de resurrección del género gracias a artistas como U2 o las Spice Girls. Incluso en España, ya a finales de la década, con la Fundación Tony Manero.
A pesar de esto y aunque podemos encontrar ligeras influencias en temas actuales, la música disco se considera ya historia.
Historia de la historia, quizá, pero presente para los que la valoramos y creemos que los prejuicios (a la música disco le pasa como a la televisión: antes muertos que reconocer que no sólo vemos los documentales de ‘La 2’) han impedido que se le conceda el crédito y prestigio que merece.
¿Pero cuándo mejor que un sábado para iniciarse (o retrotraerse, dependiendo de la edad de cada nick) a esta música que alegra el espíritu?
Los más bailones pueden aprender o refrescar sus pasos aquí (el profesor es finlandés y la música alemana, pero pueden hacerse una idea) y después acercarse a esta web en la que he colgado algunos de los mayores éxitos de esa época.
Que lo disfruten.
(Escrito por Selma)
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