Yo me declaro abolicionista. Me parece un anacronismo, una salvajada que se reviste de conceptos tan discutibles como el arte (¿qué es el arte y hasta dónde llega?), de filosofía barata y de costumbrismo trasnochado. Pero esa es otra cuestión.
Si yo fuera un toro y me dieran la oportunidad de opinar, preferiría mil veces morir en la Monumental después de ser convenientemente vejado y torturado, que no participar casi diariamente en las estrafalarias fiestas mayores en las que los paletos de turno se dedican a la valiente y noble tarea de apedrear al toro, tirarle de la cola, lanzarle petardos, embolarlo, quemarlo y hacer lo posible para que se rompa los cuernos, y la cara chocando contra unos mamotretos con barras de hierro en las que se refugian los valientes. En otras poblaciones, como Alcanar, se les echa directamente al mar, donde si hay suerte se ahoga y provoca mucha risa.
El toro, o la vaquilla, siempre salen heridos de las calles o del campo de fútbol reconvertido para la ocasión en una ridícula plaza rodeada de carros y tractores, donde en una especie de graderíos inmundos, se sientan a presenciar el espectáculo los que ni siquiera tienen huevos de pisar la arena.
Pero para el Gobierno de la Generalitat esto no son corridas de toros. Y en el lenguaje empieza el problema pero también encuentran la solución. Para la Corporación Catalana de Radio y Televisión el término “Corrida de toros” (que se escribe igual en catalán que en castellano) es correcto para definir lo que todo el mundo entiende como tal, pero si nos alejamos de la Monumental las expresiones ya varían. El toro de lidia pasa a ser llamado “bou”, cuya traducción literal sería “buey”, y se aceptan términos como “Correguda de bous”, “Cursa de bous”, “Correbous” o, en su defecto, al toro también se le puede llamar “brau”, que sería la traducción de “bravo”, a secas.
Por eso me temo que lo que se está intentando prohibir aquí son las Corridas de Toros, las que se identifican con España y su fiesta nacional, pero no los “bous”, “braus”, “correbous”, etc., que, a mi modesto entender, sufren a lo largo de su vida muchísimo más que un toro de lidia.
Por eso, y como decía Pilar Rahola en un reciente artículo en La Vanguardia, yo también siento vergüenza cuando en el Parlamento catalán se blinda a los “bous” de la Iniciativa Legislativa Popular contra las corridas de toros mientras todos afectan desprecio a la tauromaquia. Aquí, por una vez, los únicos que se salvan son los de Iniciativa per Catalunya, que por lo menos son consecuentes con sus principios. Todos los demás, unos cínicos.
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