Para demostrar mi hipótesis les traigo la historia, que espero que no sea estólida, de Joseph Banks, un navegante y comerciante que desempeñó un papel bastante importante en el desarrollo de la teoría racial. A mediados del siglo XVIII, un poco antes de los albores del Romanticismo, algunos científicos, los médicos, antropólogos de entonces, englobados en el término naturalistas, se interesaron por la clasificación de las especies, en particular de la humana. Linneo publicó su Sistema naturae en 1748 y George Bufón, Histoire naturelle en 1749. Ahora algunos buscaban una taxonomía de las razas y, por supuesto, la confirmación de la superioridad racial de los caucásicos. Aquí es donde Jospeh Banks encuentra su campo de acción, no tanto porque se dedicara a examinar los cráneos ni a inventar extrañas máquinas que permitían su medición, como la de Pieter Camper entre otras, sino porque fue el que proveyó a gente como J.F. Blumenbach con los especímenes necesarios para que pudiera concluir algunas supuestas leyes biológicas en torno a la ciencia de la craneología. Como Banks no podía estar en todas partes del mundo, a pesar de sus innumerables viajes por todo el mundo, sobre todo por Australia, Nueva Zelanda o Tahití, se aseguró un grupo de proveedores en cada región. Por ejemplo en 1787, Alexander Anderson le escribía desde St. Vincent y le comentaba los problemas que tenía para conseguir el cráneo de un Caribe amarillo o aborigen, pues la mayoría han sido eliminados por los negros, y solo quedaban dos familias en una zona alejada de la isla, a las que resulta difícil encontrar sus cementerios. Como los naturalistas ya no querían basar sus investigaciones en los relatos de los viajeros y necesitaban los cráneos, a Banks le importaba poco que el robo de los cráneos fuera un delito. Principlamente los envió a Blumenbach, quien logró reunir unos ciento veinte en Göttingen. (Su familia, demostrando un humor bastante saludable, llamó a la colección Gólgota).
Entonces la investigación de campo no estaba tan extendida como hoy en día, Blumenbach y sus colegas necesitaban a gente como Banks, o como el capitán Cook (compañero de Banks en varias expediciones). En realidad dependían de ellos y de las habilidades que pudieran desplegar para conseguir el mayor número de cráneos del mayor número posible de tribus. Al final, si examinamos la colección de Blumenbach, vemos que constaba de esas ciento veinte calaveras y un número amplio de huesos sueltos. Elaboró toda una teoría con un montón de huesos secos, una teoría que pretendía explicar las razas humanas. Se fió de la buena fe de Banks, y no llegó a pensar que podía haber dado algunas muestras a otros científicos simplemente porque le pagaban más por ellas.
En juego estaba una teoría racial en la que influyeron los prejuicios de Blumenbach y otros tantos, su preferencia por el arte neoclásico y la estatuaria griega, y también las muestras que pudieron conseguir para refrendar o refutar sus opiniones. Cada vez que recuerdo la historia me queda la duda de si en Blumenbach pesaron más sus ideas o la escasez de cráneos que examinó.
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