Oigo a Peterson jugando con Bach; cada vez tengo menos humor para las tertulias mañaneras, las noticias filtradas por otros; como en el blog, estableces un ranking de respeto y de cansancio. Últimamente las soporto muy poco, me fastidia la repetición de tanta inanidad en nuestro país, siempre pensando en el assaig de càntic en el temple, con mis raíces ya demasiado viejas y pegadas a mi piel; mejor vamos a ver si cerramos la venta y mantenemos funcionando la economía.
¡Mira que hay que aguantar pendejadas para ganarse la vida! Ponemos en marcha el reporting para dirección general, nada, 25K del ala; ya llevan gastados 250 mil y aún no funcionan bien las áreas de logística. Primero que si no diseñamos bien el proyecto, que si el soft es laborioso, ¡coño! ¡laborioso!, ¡es lo que pidieron!, lo analizamos tres veces y lo firmaron. Ahora ya somos sus confesores. Arquetipo de empresa familiar, las de “la propiedad” de toda la vida, el abuelo la fundó y la levantó, ha sido su vida, tanto que cuando creyó que un infarto se lo llevaba, en lugar de largarse al hospital se fue a su despacho a espicharla allí, pero nada, a la que echó tres pedos y dos eructos se le fueron los gases que lo oprimían y su gesto heroico no pudo pasar a la reseña de la prensa local. Hoy, con todo un Consultor (siempre con mayúsculas), venga marear la perdiz, venga mirar a otro lado, pero si ho sap tothom i és profecía… es ÉL, con su flequillo dorado con mechas, suave pelo lacio que le afila su cara alargada, de mirada lejana y profunda, quizás pensativa, él, el hijo tonto de la propiedad –siempre hay un hijo tonto– no saben qué hacer con él, sus hermanos ya se aprestan a la herencia desde los otros departamentos, el padre aún esperando redimirlo con el trabajo, como hizo él; entre sus Lacoste y su cocaína lo dejan allí, en logística, al inútil ese. Pues nada, a seguir deslocalizando y pagando el gasto.
Vuelta al trabajo; antes comer algo en el restaurante del polígono: menú 9,50€ sin café, iva incluido y los jueves paella; abigarrado de currantes de todo tipo. Pocos emigrantes –sin contar al servicio, que es cosmopolita– en las mesas, comen aparte, al sol, lo que llevan de casa, todavía no están para menús; ahorran y suben a sus familias. Muchas aguas y cerveza sin alcohol. Se acabaron las botellas de vino y los coñacs trasegados antes de subir a mover las veinticuatro toneladas de carga. Fútbol, siempre fútbol, cambiar décimos, la política (sí, se habla también de política, buena cosa) y el cashondeito:
y que sea lo que Dios quiera
Carretera de nuevo; se nota que los puñeteros nórdicos disfrutan de las cosas bien hechas: el automático va como una seda, el motor ronronea suave, sin ruidos, sin excesos, sin demasiado status, lo justo para que los directores financieros no me vean como un mindundi. Cada año, más de treinta mil kilómetros. Cansado, pero se han ido grabando los paisajes en mi memoria: las turbinas en Navarra, las casas de Badajoz, Montserrat desde la NII, Recoletos, la M-40, la nueva Valencia… polígonos industriales en todas partes, todos parecidos en ¡España!, menos en Bilbaolandia, allí vi flores en los parterres y limpieza en las calles, ¡imposible! Supe que había mucho dinero cuando comprobé qué distintos sus polígonos del resto y qué parecidos a los de Alemania o Holanda. Retazos.
Repaso con D. los resultados del proyecto: están muy contentos con el avance que han conseguido. Hemos cumplido plazos y coste. Son una pyme familiar –de las pymes de aquí, micropymes en Europa–. Tienen una hermosa nave de tres plantas en las afueras de la ciudad. Maquinaria de última generación con la que llevan una distribución internacional y realizan producciones especiales. El padre es un mecánico competente. Trabajó para otros hasta que montó su empresa de mecanizados. D. es ingeniero industrial y acaba de ser padre por primera vez. Le calculo menos de 30 años, como mi mayor. Es un tipo tranquilo e inteligente y recién llega de una feria en Alemania. Controla las ventas, la planificación y los costes y tomó la decisión de contratarnos el proyecto personalmente. Su padre le dejaba hacer, lo tutelaba suavemente en las conversaciones que mantuvimos para cerrar el trato. Vi sus ojos orgullosos y brillantes mirándolo de reojo. Crecen, suave y continuamente. Entienden el espectáculo que da el país y esperan que Europa nos acabe de impregnar de buenas prácticas y maneras pero saben que falta aún tiempo, algún nieto quizás. Ellos ya van bien. Sobrevivirán.
Al irnos, cotorreamos sobre la situación económica; parece que la industria sigue invirtiendo en equipamientos y adelgazando plantillas suavemente. La administración, una generación tarde, empieza a empujar en tecnología y formación y aunque la mitad de las subvenciones sirvan aún para viajes a paraísos tropicales, la otra mitad es útil. Los bancos llaman cada día ávidamente para comprar excedentes de tesorería, por ahí asoma la patita de sus pecados RHI: la famosa distribución Robin-Hood Inversa: coge pasta de la clase media y dásela a los especuladores financieros. Así redistribuyen cíclicamente las rentas hacia arriba, que es su lugar natural.
Sin darme cuenta estoy en casa y me pregunto sobre la emergencia de la consciencia: no recuerdo cómo he llegado o por dónde he pasado. Un daemon se ha hecho cargo de mi material memoria y me ha llevado en volandas. Ni idea de cómo. Iría pensando en D. y en su nieto, en mis hijos, en la histeria electoral. En la tele dicen que la Reserva Federal baja 0,75 puntos porque a Bush no le funcionan los rezos ni la economía; mientras, su compañero Lacoste de mesa-camilla proclama la destrucción y el caos. RHI. Business as usual.
(*) Según la pretenciosidad de turno, puede ser llamado también: ingeniero de cuenta, gestor de cuenta, ingeniero comercial, jefe de producto, account manager, sales specialist, gestor comercial… pero semos vendedores, sin eufemismos, los que establecemos tratos, provocamos intercambios, expandimos tecnologías, facilitamos el conocimiento entre personas... en fin, los que avanzamos la civilización y la cultura una vez que los guerreros lo han destrozado todo. O no.
Por cierto, tal que hoy es el Día de la Marmota (en inglés, Groundhog Day; en castellano antiguo, día de la Candelaria) y, aunque no estemos —por meros azares del destino— en Punxsutawney (Pennsylvania), conviene recordarlo y hasta celebrarlo.
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