NO SE LO PIERDAN
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ORIENTE MEDIO
Pallywood, la fábrica de sueños palestina
Por Ana Nuño
Oriente Medio y Próximo es el más formidable laboratorio de
manipulación politizada e ideológica de la información. Sin duda porque es
el frente bélico más caliente del planeta desde hace décadas, y quizá
también (más aún desde el 11-S) porque para los occidentales representa el
teatro de operaciones más visible de ese choque de civilizaciones que tanto
agita, a pesar de lo errado de sus términos (civilización, hay que repetirlo
incansablemente, actualmente sólo hay una), la mala conciencia de la
progresía occidental.
Se nos desinforma a diario sobre lo que real y verdaderamente acontece en
Irak, desde luego, y no sólo desde las tribunas acostumbradas, es decir,
desde los llamados "medios de referencia". Como nos ha recordado Jeff
Jacoby, y desde hace meses denuncian algunos blogs y medios en la Red,
incluso la prestigiosa publicación científica The Lancet se ha prestado a
estos juegos malabares con la verdad informativa.
Ahora bien, no conozco más claros y persistentes ejemplos de desinformación
que los que ofrece regularmente la cobertura mediática del conflicto entre
Israel y los palestinos. Repasaré sucintamente sólo dos o tres de los más
vistosos fraudes informativos en este terreno, repercutidos o incluso, en
algunos y sonados casos, fabricados por los medios de referencia, o
mainstream. Y no me remontaré a la etapa previa al inicio de la segunda
intifada, en septiembre de 2000, porque para ello sería preciso escribir
varios tomos.
Empecemos por la más reciente actualidad: los supuestos efectos del bloqueo
de Gaza por parte del Gobierno israelí. Ni siquiera comentaré la realidad y
alcance de dicho bloqueo: baste con apuntar, de pasada, que ningún medio
dice que es parcial y no total, y que la mayoría ha dado por buena la
propaganda de Hamás. Una propaganda pródiga en bulos y crasas
falsificaciones, como la que reza que los israelíes han prohibido el acceso
de la población de la Franja a los hospitales y centros sanitarios de
Israel, y que pergeña engañosas hipérboles mediante montajes fotográficos.
Así, la revista Time ha divulgado en la portada de su sitio web esta imagen,
explicada con un pie de foto que reza que lo que estamos viendo es una
sesión del Parlamento palestino, con los diputados obligados a reunirse en
la oscuridad, a la luz de unas velas, debido al apagón impuesto en Gaza por
Israel.
Se trata de un magnífico ejemplo de fauxtography o "falsatografía" desvelado
por Noah Pollack en su blog de Commentary. En efecto, basta con fijarse en
las cortinas de las ventanas laterales y en la puerta del fondo para
distinguir claramente la luz del día que se ha procurado ocultar. No hay en
ello misterio alguno, por cierto, ya que el apagón de Gaza no fue
consecuencia del bloqueo israelí, sino de la deliberada desconexión de la
red eléctrica ordenada por Hamás.
No sorprende, a estas alturas, que ayer Fatah u hoy Hamas recurran a los más
burdos montajes para acreditar la eterna condición de mártires de los
palestinos, sometidos a la vesania criminal de los israelíes: de mantener a
su pueblo en el más precario limbo político depende que estos líderes sigan
disfrutando del poder que les otorga la comunidad internacional. Tampoco
debiera sorprender que medios reputados serios den automáticamente por
buenas sus elucubraciones propagandísticas. Pero más preocupante que ese
cheque en blanco que los medios occidentales extienden sistemáticamente a
los grupos palestinos más violentos y fanatizados es la también sistemática
ocultación de la realidad que esos mismos medios ejercen, sin el menor
rubor, en los casos en que queda probado que una noticia alarmista
previamente difundida por ellos procede de una intoxicación deliberada.
¿Quién no recuerda las "matanzas" de Yenín, en abril de 2002? La amplia
cobertura que los medios dieron a la especie de que los soldados israelíes
habían salvajemente bombardeado este campo de refugiados tuvo su colofón en
el insignificante centimetraje de prensa y tiempo de antena que esos mismos
medios dedicaron a difundir los resultados del informe oficial de la
comisión de Naciones Unidas encargada de establecer la realidad de lo
ocurrido. ¿Cómo pasar de los "millares" de civiles asesinados por el Tsahal
al anticlímax de los 52 palestinos muertos, 38 de los cuales portaban armas?
Por lo general, la prensa occidental, golosa de dramaturgia palestina,
resuelve estas discrepancias informativas minimizando el impacto de la
realidad última sobre la ficción inicial.
El mejor método para lograr el objetivo de que la realidad quede útilmente
desactivada es imitarla. Ya se sabe, aquello tan simbolista cuan falso de
que la vida acaba imitando al arte. Hay que rendirse a la evidencia: esos
pertinaces manipuladores de la realidad que son los activistas palestinos no
son, en puridad, otra cosa que genuinos simbolistas. Saben que los medios
occidentales están más que dispuestos a jugar el juego de la demonización a
ultranza de Israel mediante la elevación a la santidad martirizada de los
palestinos. En consecuencia, les suministran, inagotablemente, imágenes y
relatos que sostengan esa grandiosa ficción que su público reclama. (No
entraré aquí en las plausibles razones que animan a los occidentales a
consumir complaciente y acríticamente estos montajes: que Europa y Occidente
todo no hayan logrado digerir su propia culpabilidad en el plurisecular
antisemitismo que desembocó en el Holocausto es una de esas plausibles
razones. Pero los mecanismos de la mala fe sartreana escapan al interés de
este artículo).
Así, además de explotadores profesionales de las miserias de su pueblo, los
dirigentes palestinos se han convertido en productores de ficciones. Sus
aportaciones son tan variadas y a la vez especializadas, y sus obras son ya
tan abundantes, que es justicia reconocerles la titularidad de Pallywood,
cadena de producción y montaje de algunos de los films e imágenes más
taquilleros en el box-office del circuito mediático. En la Red existe
actualmente al menos un sitio que recopila y reseña estos productos: Second
Draft, y es muy instructiva sobre la maestría técnica de sus artífices la
película que Richard Landes ha consagrado a este fenómeno, titulada,
precisamente, Pallywood.
No haré recuento de las superproducciones más exitosas de Pallywood. Entre
ellas hay auténticas muestras de desvergüenza manipuladora, como las
imágenes que supuestamente ilustraban la muerte, el 9 de junio de 2006, de
siete miembros de una misma familia palestina, en una playa de Gaza, como
consecuencia de unos disparos de "la artillería israelí" que, sencillamente,
no se produjeron pero que, eso sí, permitieron a Hamás romper la tregua
declarada en enero de 2004 e iniciar una campaña de lanzamiento de misiles
Kassam contra poblaciones israelíes cercanas a la Franja, como Sderot, que
no ha cesado desde entonces.
Es cierto que Pallywood no sólo produce réditos en las taquillas de la
prensa mundial; también se atreve a proponernos secuencias desaliñadas. En
este caso (y como puede verse en este reportaje difundido por la BBC –y por
la CNN–) cabe sorprenderse de que justo en el momento en que los supuestos
misiles israelíes impactaron estuviera presente, para grabarlo todo, un
equipo de camarógrafos y periodistas palestinos.
Pero hay algo más grave aún en el comportamiento de los medios occidentales
que el hecho de dejarse engañar tan burdamente. A veces, esos mismos medios
también se vuelven creativos y, no satisfechos con dar por buena la
propaganda palestina, la agravan, elaborando sus propios relatos ficticios.
Gracias a Décryptage (2003), el documental en que Jacques Tarnero y Philippe
Bensoussan desmontan algunas de las más flagrantes manipulaciones
informativas de la segunda intifada, el minoritario público que ha visto
esta cinta (que en España nunca ha sido programada en sala; sólo pudo verse
en la sesión inaugural del V Festival de Cine Judío de Barcelona) sabe que
la información según la cual los israelíes, en plena segunda intifada,
estaban excavando debajo de uno de los muros de la Explanada de las
Mezquitas con la intención, como no podía ser menos, de destruir el templo
de Al Quds era una noticia falsa, elaborada y difundida nada menos que por
la AFP.
Que la principal agencia francesa de noticias no se diera por enterada
cuando las autoridades de la Ciudad Santa produjeron documentos y planos que
desmentían la información –y que, por descontado, los grandes medios hayan
guardado el silencio de rigor– es, por sí solo, un hecho escandaloso. Pero
además resulta que este bulo, fabricado, como acabo de decir, por una
agencia de prensa, tuvo trágicas consecuencias: la noticia de la
"profanación" de uno de los lugares santos del islam –que asimismo simboliza
para los palestinos el sueño de una Palestina Judenrein, libre de la
sacrílega presencia judía– desembocó en una revuelta local que se saldó con
cerca de 80 muertos.
Ahora bien, sin duda el más espectacular ejemplo de manipulación deliberada
de un suceso trágico lo ofrecen las imágenes del "asesinato en directo" del
niño palestino Mohamed al Dura. Nadie las habrá olvidado: un niño que el
cuerpo de su padre intenta en vano proteger de los disparos en un puesto
fronterizo con la Franja de Gaza acaba sucumbiendo, herido mortalmente por
los disparos realizados desde una posición ocupada por soldados israelíes.
El 30 de septiembre de 2000, la televisión pública France 2 emitió una
secuencia de 55 segundos con estas terribles imágenes, que dieron la vuelta
al mundo.
Conviene refrescar la cronología: el 30 de septiembre hacía apenas 48 horas
que se había producido la visita de Ariel Sharon a la Explanada de las
Mezquitas, falazmente vendida como una provocación deliberada y el origen de
una intifada que, en realidad, Arafat y la ANP habían decidido lanzar
después del fracaso de las negociaciones de paz de Camp David para encubrir
su responsabilidad en el mismo. Y esas mismas imágenes del "asesinato por
los israelíes" del niño Al Dura fueron invocadas por los palestinos que,
doce días después, lincharon a dos reservistas del ejército israelí en
Ramala (linchamiento, dicho sea de paso, del que nos enteramos gracias al
equipo de la RAI que lo filmó y tuvo la valentía de negarse a entregarle la
cinta a los oficiales de la ANP que hicieron lo posible por confiscarla).
La muerte de Al Dura se ha convertido en todo el mundo musulmán en un icono
de resistencia frente a Israel, la "entidad sionista asesina de niños". Pero
lo más interesante del fenómeno Al Dura es que ahora, siete años después,
gracias a la tenacidad de Philippe Karsenty, dueño de una agencia de
seguimiento y evaluación de medios: Media Ratings, sabemos que la televisión
pública francesa manipuló un material más que dudoso que le había
suministrado un reportero local, Talal Abu Rahma, y que desde entonces ha
hecho todo lo judicialmente posible para evitar que otros medios y cualquier
ciudadano puedan visionar íntegramente aquellas imágenes.
El periodista de France 2 encargado de comentar las imágenes aquel 30 de
septiembre, Charles Enderlin (responsable de las oficinas de la cadena para
Oriente Próximo desde 1990), declaró en antena, tajante, que los disparos
que habían matado a Al Dura eran de soldados israelíes. Después de tres
procesos judiciales, finalmente el pasado 14 de noviembre la XI Sala
Correccional del Tribunal de París obligó a difundir los 27 minutos de que
consta el documento original. Pero France 2 sólo entregó un montaje de 18
minutos.
Quienes sí han visionado todo el material (los periodistas Luc Rosenzweig,
Daniel Leconte y Denis Jeambar, además de los profesores Richard Landes y
Gérard Huber) han declarado que estamos, muy posiblemente, ante una
superchería: no sólo puede verse al niño Al Dura, en secuencias posteriores
a la que muestra su aparente fallecimiento, levantar una pierna como si
fuera a incorporarse, sino que el resto del documento de Talal Abu
Rahma –cuya no difusión justificó Enderlin alegando que contenía imágenes
"inaguantables" de la agonía del niño– consiste mayoritariamente en
secuencias escenificadas de supuestas agresiones israelíes a palestinos
filmadas en otras localizaciones.
El 27 de febrero de 2008 se espera el veredicto del juicio. Que, para más
señas, lo será de la apelación del proceso por difamación incoado por
Enderlin y France 2 contra Karsenty, condenado en primera instancia en
octubre de 2006. Pero, sea cual sea el resultado de este largo y tortuoso
camino hacia el establecimiento de la verdad en el caso Al Dura, de lo que
podemos estar seguros es de que los medios que dieron amplia difusión a
aquellas estremecedoras imágenes, y que no se han dignado informar de los
procesos Enderlin-Karsenty (Le Monde, por ejemplo, no ha dedicado ni
siquiera un breve a las audiencias, que tuvieron lugar entre el 19 de
septiembre y el 14 de noviembre de 2007), harán el menor ruido posible.
En su último libro, dedicado a "la identidad judía y sus enemigos", que
saldrá a la venta en Francia a finales de febrero, Pierre-André Taguieff nos
recuerda por qué esto es y será así:
El seudorreportaje de France 2, que tan poderosamente contribuyó a
demonizar y criminalizar a Israel y a la vez contribuyó a nutrir el discurso
de los partidarios de la "Yihad defensiva" mundial, ha acabado pariendo un
"caso Al Dura". Todo indica que éste no ha hecho más que comenzar. Por esa
razón esperamos con tanta impaciencia como escepticismo lo que sobre este
abominable asunto vayan a decir esos profesionales de "la ética en los
medios" que viven abonados a grandilocuentes coloquios. Una de cuyas
funciones, precisamente, consiste en no abordar "asuntos debatibles y
molestos".
Como dicen los franceses: à suivre.
ANA NUÑO, poeta, ensayista y editora.
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