No creo que se me acuse de exagerado si afirmo que pocas niñas no desearon en algún momento ser como Alicia en el País de las Maravillas, o si digo que sería difícil encontrar algún muchachito que no haya querido parecerse a Peter Pan.
Y sin embargo, los hubo: concretamente, los que no pudieron escoger, los que fueron escogidos como modelo para crear los personajes y tuvieron que soportar durante toda su vida esa pesada carga: ser el ejemplo de carne y hueso sobre el que se formaron los mitos de miles de niños y jóvenes.
Hablo de Alice Pleasance Liddell y Peter Llewelyn Davies, ésos fueron sus nombres reales. Hubo un momento en que se encontraron, en 1932, con motivo del centenario de Lewis Carroll que organizó la Universidad de Columbia. Ella era una anciana de 82 años y él un hombre joven de 35. La pregunta es: ¿qué pasó en ese encuentro, de qué hablaron?
Hay respuestas para todos los gustos y por supuesto no faltan las almibaradas: «Por una última vez ambos jugaron en regiones alejadas, en espacios llenos de aventura y de misterio y escucharon historias maravillosas.»
Desde luego, tenían suficientes cosas en común para poder empezar una conversación.
Por ejemplo, sus creadores. Alice pudo contar a Peter cómo era Charles Dodgson, (profesor en un college de Oxford del que el padre de ella era deán), un hombre obsesionado por las paradojas matemáticas y la fotografía de jovencitas y niñas semidesnudas, y Peter, por su parte, pudo recordar a James Barrie, el pequeño escocés, un hombrecillo de un metro y cincuenta y dos centímetros de altura, acomplejado toda su vida por tal motivo, lo que no le impidió gozar del suficiente sentido del humor como para subtitular su obra más famosa como «el niño que no quiso crecer».
Pudieron comparar el alumbramiento de sus personajes: Alicia, a partir de un paseo en barca por el Támesis en el que Carroll inventó la historia, que
O quizás trataron sobre las extrañas relaciones que tuvieron con los autores, sobre las acusaciones de pedofilia que inevitablemente recayeron sobre ambos, sobre los posteriores distanciamientos. El de Alice y Charles, por la preocupación de los padres de ella ante lo raro del caso y los rumores maledicentes. El de Peter y James, a la postre tutor del joven, por hacer aquél al escritor responsable del alejamiento de sus padres.
Es posible, incluso, que se contaran qué hubo de cierto y qué de falso: por qué faltan páginas del diario de Carroll, por qué Barrie leyó Jimmy donde sólo estaba escrito Jenny.
Pero tal vez soy demasiado pretencioso, quizás sólo hablaron de sus vidas mortales, de la cruel guerra que se llevó a dos hijos de ella y al hermano mayor de él, como a tantos jóvenes británicos de su tiempo.
Quizás ella le confesó qué hubo de verdad en sus amoríos con un hijo de
Puede ser que ella le contara sus posteriores penurias económicas, que le llevaron a vender el manuscrito de Carroll que conservaba, por el no desdeñable precio de quince mil cuatrocientas libras, o que él le hablara de su próspero trabajo como editor.
Todo esto, por supuesto, no son sino elucubraciones más o menos chismosas, producto de mentes enfermas de literatura, que quieren saber, en realidad y sobre todo, si Alice era Alicia, si Peter era Peter Pan, pero poco importa
Y en cuanto a lo segundo, si hacemos caso a Barrie, todo fue cuestión de frotar:
«Yo creé a Peter Pan frotándolos, todos juntos, al mismo tiempo. Mis queridos muchachos; yo los froté unos a otros del mismo modo en que un salvaje les arranca el fuego a dos trozos de madera. Peter Pan no es otra cosa que el producto de esa chispa que les robé a ustedes»
Pero como he dicho, nada importa
Yo también tengo mi hipótesis, faltaría más. Y con pruebas documentales, por supuesto. Poco después del encuentro,
Así que creo que Peter miró a Alice y vio su cansancio, su insoportable hastío, preguntándose si él podría aguantar otro tanto.
A ella le quedaba poco, murió dos años después, pasó plácidamente al otro lado, pero a Llewelyn Davies le esperaban otras pruebas. Harto, según todos los testimonios, de ser conocido como Peter Pan, tuvo sin embargo el empeño, quizás explicado por su profesión, de recolectar todos los recuerdos que tenía de su familia y de Barrie. A ese conjunto de recuerdos lo llamó, demostrando que su capacidad de ironía no tenía nada que envidiar a la de su tío Jimmy (así lo llamaban), «La Morgue.»
El 5 de abril de 1960, después de salir del bar del Royal Court Hotel, se dirigió a la estación de metro de Sloan Square y se arrojó al paso del convoy. Nada nos permite suponer que la razón última de su muerte fuese su hartazgo de todo lo relacionado con Peter Pan, a la que llamó that terrible masterpiece, y parecen existir otras razones de más peso.
En todo caso, una cosa es segura: si pensó que así se quitaría de encima la carga que Barrie y el público le habían colocado, se equivocaba.
Al día siguiente la prensa escribió: Peter Pan killed on railway line.
Muchos años antes, Barrie, en la obra que lo inmortalizó, hizo decir al protagonista: «morir sería una aventura terriblemente formidable».
Pero quizás fue sólo un gran descanso.
A BOAT beneath a sunny sky,
Lingering onward dreamily
A BOAT beneath a sunny sky,
Lingering onward dreamily
In an evening of July --
Children three that nestle near,
Eager eye and willing ear,
Pleased a simple tale to hear --
Long has paled that sunny sky:
Echoes fade and memories die:
Autumn frosts have slain July.
Still she haunts me, phantomwise,
Never seen by waking eyes.
Children yet, the tale to hear,
Eager eye and willing ear,
Lovingly shall nestle near.
In a Wonderland they lie,
Dreaming as the days go by,
Dreaming as the summers die:
Ever drifting down the stream --
Lingering in the golden dream --
Life, what is it but a dream?
Etiquetas: Schultz
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