Andaba yo buscando el libro de Goslum y me acerqué a la (casi única) librería de mi pueblo. No lo tenían: esto no es El Corte Inglés. Ni Hawai, claro. Sin embargo, mientras hacía que la amable propietaria tomase nota del título, autor e ISBN para pedirlo, lo vi. No las memorias de ZP sino El Parvulito. Allí estaba mi libro de texto –y el de tantísimos otros– cuando tenía unos seis o siete años. Con su Nihil Obstat convenientemente firmado por El Censor, Dr. David Cavero y su Imprimatur ordenado por Eduardus, Ep. Zamorensis. Entonces volvió la frase-magdalena: Reo es de muerte. ¿Reo es de muerte? ¿Qué será eso? Un arcano hermético. Como “pomporrutas imperiales” o “imposible el alemán”. Incomprensible. Y eso que busqué la palabra “reo” en el Diccionario Enciclopédico Abreviado Espasa, tomo Occram-Sanabu. No podía entender ni el sintagma ni el triángulo en cuyo centro hay un ojo. Pavor. Miedo cerval.
Como ante la lección 34 dedicada a los niños santos Justo y Pastor, naturales de Alcalá de Henares, como don Manuel Azaña. Vean, vean al “jefe” romano amonestando, reconviniendo a los tiernos infantes por su exótica costumbre de adorar a un Dios minoritario y absoluto en lugar de rendir culto y pleitesía a Saturno, Júpiter, Marte o Febo, como todo el mundo civilizado. ¿A que no parece que vaya a condenarlos a muerte? Más bien, se diría, el asunto se saldó con una simple regañina. Pues no. Como muy bien nos dice El Parvulito, el malvado “jefe romano se enfadó muchísimo y mandó que les cortasen la cabeza.” ¡Cuánta falta ha hecho la alianza de civilizaciones a lo largo de la historia! Igual que en los actuales textos de “Cono”(cimiento del Medio), El Parvulito toca varios palos: geografía, historia, religión, matemáticas, ciencias naturales…Todo en uno. Cada lección se divide en tres apartados: el cuerpo de doctrina, los conceptos a recordar y una poesía que muda en pequeños ejercicios de matemáticas, ortografía, catecismo o formación del espíritu nacional, según se tercie. Los capítulos dedicados a la historia de España son, con mucho, los más ideológicos. Vean a continuación el correspondiente a la guerra contra Napoleón o “gloriosa Guerra de la Independencia” en lenguaje poético. Mayor concisión es imposible.
A lo largo del texto a los moros se les llama moros y judíos a los judíos. Peyorativamente en ambos casos. Siempre. Y los que mandan, son los “jefes”. Además del ya conocido jefe romano, el jefe del pueblo es el Alcalde; el jefe de la provincia, el Gobernador. ¿Y el de España? Pues él, claro. “El excelentísimo Sr. D. (sic) Francisco Franco Bahamonde fue General a los 33 años y por su patriotismo e inteligencia es ahora el Jefe del Estado Español.” Claro que, antes de eso, pasó lo que pasó. Vean. Contemplen.
Salvo la invención de la democracia en el último párrafo (“Los españoles nombraron (sic)…”), ¿a qué autor les suena el resto de la lección? Mal gobierno, tiros, iglesias quemadas, sublevación… No lo duden: él, seguro, también estudió El Parvulito. (Escrito por Protactínio)
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¿Tienes idea de lo ofensivo que resulta eso?