Últimamente se viene hablando en España, en un sentido político, de la transversalidad. Entre otros, dos de los 15 fundadores del partido Ciutadans, Xavier Pericay (que ya se desmarcó de C’s) y Félix Ovejero (que sigue apoyando a este partido), han señalado algunos aspectos interesantes de esta cuestión.
Pericay señalaba este pasado verano, en su artículo De la necesaria transversalidad (ABC, 7/7/2007), una transversalidad que se ha dado, desde hace años, en la política española: la que afecta al nacionalismo, en este caso catalán. Pero se trataría de una transversalidad ‘bastarda’, pues se sustenta sobre una exclusión ideológica previa, la que elimina de todo discurso o proceso aquello que no tenga que ver con la defensa del catalanismo. Esta transversalidad no establecería relaciones a diferentes niveles en sentido no dogmático, sino que sería aquello que precisamente apuntalaría un dogmatismo político, en este caso, como ya se ha dicho, el catalanismo.
Pericay señala también un aspecto interesante de la cuestión: “a la transversalidad del catalanismo sólo puede oponerse la transversalidad del no catalanismo. Es decir, un frente amplio, que abarque desde el centro izquierda hasta el centro derecha”.
Pocos meses después de este artículo de Pericay, Félix Ovejero escribió una interesante columna (El País, 3-11-07) sobre la cuestión, titulada Reflexión sobre la transversalidad. En ella Ovejero analizaba las atribuciones que últimamente le han ido cayendo a este concepto en el ámbito político. En un momento determinado habla de UPyD, partido que se ha significado positivamente sobre una funcionalidad de la transversalidad, aspecto que Ovejero cuestiona, sobre todo porque entiende que bajo este término cabría cualquier cosa, cualquier idea o propuesta. Parece entender que UPyD pretendería situarse en un teórico ‘centro’ político sin contenido alguno, que trataría de escapar, sin lograrlo (a juicio de Ovejero), al dominio que la dualidad izquierda/derecha ejerce en nuestra política. Sin embargo, y por decirlo de alguna manera, Ovejero confunde el ‘centro’ con el ‘entre’, en el sentido de que UPyD, en su defensa de la transversalidad, no trata de eliminar la citada dualidad como referencia o marco, sino que pretende anular o relativizar el grado de identidad fuerte que han alcanzado sus dos polos. No quiere decir esto que no haya propuestas políticas que puedan identificarse con lo que históricamente han sido la derecha y la izquierda; la censura al respecto es más formal, pues lo que se trata de combatir es la fuerza simbólica y esencialista que han alcanzado estas referencias adoptadas, como es sabido, en un momento histórico muy concreto, el que tiene que ver con la Revolución Francesa.
Puede parecer un tanto contradictorio que se pretenda dar contenido de ideas a algo que, en apariencia, es más bien una cuestión formal y que, por tanto, parece desmarcarse de lo que tiene que ver con contenidos ideológicos fuertes. Pero en esta aparente contradicción reside la fuerza de esta operación, pues ya es una postura fuerte el desmarcarse de dualidades que, hoy en día, sirven menos para definir algo con sentido que para blindar posiciones de raíz identitaria. La dualidad izquierda/derecha podría funcionar en un país normal, en el que se pudiera debatir sosegadamente, más con la razón que con presupuestos dogmáticos, sobre unos puntos concretos. Pero en España, cuya política se basa más en los sentimientos que en la razón, esto es imposible, pues esta dualidad se da siempre cargada de un poderoso elemento excluyente, de trinchera; se da como figura del enfrentamiento más fanático entre dos facciones. Cada polo de la dualidad se ha convertido en una identidad, en algo que queda fuera de la esfera de la crítica. No se defiende algo porque se considere importante, sino porque se encuentra incluido en la Vulgata de turno, ya sea conservadora o progresista.
La transversalidad supone una fuerte ruptura. Como he dicho, permite situarse fuera de estas esferas de dominio, en un ‘entre’, escapando a su lazo sectario. El discurso de la transversalidad, que es en este caso político y no metafísico, no consiste en no-decir-nada o en situarse fuera de todo discurso. No tiene nada que ver con una defensa de un aséptico lugar intermedio, de una moderación ramplona. Las posturas ‘radicales’ tiene cabida en la transversalidad, pero eso dependerá de lo que se juzgue o analice en cada caso y situación. La ruptura que se opera en la transversalidad es formal, pues, como se ha dicho, rompe con las clausuras de sentido que la dualidad izquierda/derecha pretenden imponer. Pero a nivel de contenidos, todas las puertas están abiertas, nada queda vedado. En el caso de UPyD, siempre que estas ideas y propuestas se elaboren racionalmente en base a necesidades objetivas y con criterios claros y demostrables. Las políticas basadas y articuladas a partir de sentimientos e identidades mejor la dejamos para los partidos nacionalistas, o para sus imitadores, PSOE, IU y PP.
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