Escritor, poeta, profesor de Derecho Constitucional, promotor de la Plataforma Sobirania i Progrés, de la Crida Nacional, del Cercle d’Estudis Soberanistes, de la corriente crítica Esquerra Independentista y de varios chiringuitos más, este fulano se ha convertido en uno de los referentes del independentismo radical con derecho a voz en los medios de comunicación y en uno de los pelmas oficiales del régimen. Junto con tipos como Joel Joan, Miquel Calçada “Mikimoto”, Alfons López Tena, Victor Alexandre, Joan Laporta, Salvador Sostres y demás, conforman la matraca pseudointelectual que marca el paso de los buenos catalanes.
Me detengo en Hèctor López Bofill porque leo unas declaraciones que realizó en TV3 al poco de la muerte de Juan A. Samaranch, en las que suelta estupideces como las siguientes: “Samaranch hizo unas Olimpiadas para España, ésta fue la gran tragedia”, “los elogios a Samaranch son totalmente inmerecidos”, “el momento de máxima españolidad de Cataluña fueron las Olimpiadas del 92”, “los Juegos supusieron la apoteosis de la Barcelona española”…
Y al final suelta la mayor: “a Samaranch no se le han de agradecer las Olimpiadas de ninguna manera, a mí me repugnó ver el Lluís Companys lleno de banderas españolas”.
A mí para empezar ya me suena a cateto tanta “olimpiada”. Utilizar este término para referirse a unos Juegos Olímpicos es como confundir clima con meteorología, algo que me pone de los nervios. Olimpiada es el periodo de cuatro años que transcurre entre cada edición de los Juegos Olímpicos, no son los Juegos Olímpicos, coño.
Veo que Hèctor López Bofill nació en Badalona en 1973, por tanto, si las cuentas no me fallan, en 1992 el chico contaba con 19 años de edad, de lo que se deduce que, aparte de tener pelos en los huevos, ya debía tener alguna noción de lo que son unos Juegos y de qué iba la cosa, ¿no? Entonces, ¿a qué fue el atontado este al Estadio Olímpico? ¿A cabrearse como un mono porque esperaba verlo repleto de esteladas? ¿Si Samaranch “hizo” unos juegos para España por qué eligió Barcelona y no se fue a Madrid, por ejemplo (aunque la idea vino del entonces alcalde Narcís Serra)? ¿Aplaudió, berreó o guardó silencio?...
Que Samaranch fue franquista lo sabe todo el mundo a estas alturas, y lo sabía todo el mundo en 1986 cuando en Lausana anunció que Barcelona era la ciudad elegida para organizar los Juegos Olímpicos de 1992. Yo recuerdo bocinazos en las calles, gente que saltaba, petardos, en fin, como si el Barça hubiera ganado algo. Y recuerdo también a toda la delegación española, con políticos de todos los colores, dándose abrazos, morreándose casi.
Con el cadáver de Samaranch aún caliente, han saltado todos los “bofilles” del país a descubrirnos al personaje, a iluminarnos en la verdad absoluta, a echarse las manos a la cabeza: “era franquista, era falangista,…” y, curiosamente, han tenido bastante éxito.
Pocas veces he pasado tanta vergüenza ajena como durante el “minuto” de silencio que se guardó en el Camp Nou en memoria de Samaranch en el partido de liga contra el Xerez. Entrecomillo el “minuto” porque el homenaje no llegó a ni los 30 segundos. Ni el Cant dels Ocells a todo trapo pudo impedir que se escucharan los silbidos y los gritos de “Barça, Barça”…, y eso que antes de que empezara el homenaje se pidió por megafonía que los aficionados fueran “respetuosos”. Patetismo en estado puro.
Igual Hèctor López Bofill estaba ese día en al Camp Nou tan contento, silbando o berreando de pura tontuna, o quizás no. Donde seguro que no estaba es en 1992 en el Estadio Lluís Companys, como afirma, viendo la inauguración de las “olimpiadas”, aunque sólo sea por el pequeño detalle de que en 1992 el Estadio Lluís Companys no existía, en todo caso existía el Estadio Olímpico de Montjuic. Fue en 2001 cuando cambiaron el nombre al estadio y le pusieron Lluís Companys.
Y así estamos en 2010, con tipos como Hèctor Bofill descubriendo a Samaranch y abriéndonos los ojos. Todos los ojos.
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Lluís Companys, posiblemente, el primer golpista exprés de la historia.
En cuanto a lo de confundir olimpidas con juegos olímpicos, esté tranquilo, porque los periodistas deportivos que son quienes deben dominar el asunto, tampoco lo saben.