Las dos Españas se han convertido en algo realmente útil, un riesgo recurrente al que referirse cuando la disputa meramente partidista lo haga conveniente. Esa presentadora de Telemadrid, como tantos otros en la política o en la prensa (¿qué diferencia hay?), no tiene inconveniente alguno en invocar a un millón de muertos puestos en pie con el prosaico fin de practicar la agitación y hacer campaña. Pero no éste el único uso que se le da hoy a la viejísima idea. Hay otros aún más pedestres que el de la mera disputa partidista. Las dos Españas venden. En un país en que no hay ya supervivientes de aquella guerra y donde más de la mitad de la población nació con el dictador felizmente enterrado, su recurrente presencia en los medios sólo puede interpretarse como un objeto de consumo más, un entretenimiento para el prime time tan peligroso para la convivencia como una disputa futbolística. Ahí están las tertulias del programa televisivo La Noria, que escenifican con sensacionalismo y simpleza el teatrillo de las dos Españas de la mano de seis sectarios en busca de autor, emparedadas entre los últimos cuernos famosos que asomaron a la luz pública o cualquier debate sobre la conveniencia de masturbarse o las nalgas de la Princesa, condimentadas con los sms de espectadores que aprovechan el coste del mensaje para, en la misma línea de texto, declarar su amor incondicional a Kuki y advertir sobre la inevitable ruina y catástrofe que se cierne sobre España.
Las dos Españas tienen probablemente el mismo futuro que aquellos debates, tan habituales al final de nuestra Transición y ya afortunadamente pasados de moda, que alertaban sobre los peligros de las drogas o la conveniencia de una vida sexual responsable. La realidad acabó por dejarlos inservibles como producto televisivo y eso terminará sucediendo también con el nuevo tema de moda, el de la crispación y su hermana mayor, la temible y truculenta doble España. No es extraño en realidad, en un país adicto al estruendo, que la gente ruidosa concite periódicamente la atención. Siempre habrá, como hubo yonquis y embarazos no deseados, adolescentes antimadridistas y antifascistas y talludos nostálgicos de tiempos convulsos que nunca vivieron, herederos genuinos de aquéllos a quienes las sociedades libres y pacíficas abruman y acomplejan, de quienes jamás creyeron ni quisieron, en definitiva, que España fuese alguna vez un país europeo como cualquier otro.
La misma edición de ese informativo nocturno al que me referí al principio daba paso minutos después una entrevista con el sociólogo José Félix Tezanos; la presentadora, eventualmente en el rol de entrevistadora, planteaba de entrada al entrevistado lo catastrófico de la situación: ¿qué está pasando, profesor, estamos viviendo un clima similar al que propició el estallido de la Guerra? Tezanos, un hombre tranquilo y bienhumorado, descartó de plano cualquier similitud con aquella situación o riesgo alguno de fractura social. Esas dos Españas, vino a decir ante la tribulación de la agitadora, habitan sólo entre los políticos y ustedes, los periodistas. El resto de el país ha dado sobradas muestras de tener superada esa cuestión. Inmediatamente después de la entrevista, llegaba el comentario diario pregrabado de Tertch, cada día más divertido y delirantemente apocalíptico.
Me hubiese gustado ofrecerles una pequeña muestra de algunas de las intervenciones televisivas de las que les he hablado, pero las compañías telefónicas me lo han impedido, del mismo modo que probablemente me impedirán también mañana agradecerles los comentarios que tengan a bien dedicarle a esta entrada de emergencia, cuyas últimas líneas, de hecho, redacto en un más bien sórdido cibercafé de pueblo. Tengan ustedes, españoles, un buen fin de semana.
Etiquetas: Gibarian
[0]
Amigo Gibarian, me parece a mí que las dos españas van pronto a dar paso a seis o siete españas más. Como a los de La Noria y esta gente se les ocurra invitar de tertulianos a furibundos nacionalistas ya está liada.