Término de origen hebreo que significa 'el acusador' o 'el adversario', Satanás representa en la Biblia y, más concretamente, en los Evangelios (aunque en el evangelio de Juan se recurre al griego 'Diablo', se trata del mismo 'Satán' de los evangelios sinópticos) la figura del Mal, del ser demoníaco, aquel cuya esencia consiste en el acoso y la persecución de los hombres y en la propagación de todo tipo de violencias.
En la obra de René Girard, que tiene a la Biblia como texto de análisis principal, Satanás es la fuente de la rivalidad y del desorden, el principio fundador de lo humano. Identificado con los mecanismos que Girard analiza en su obra, el deseo mimético y el mecanismo sacrificial, los sistemas humanos (siempre erigidos a partir de los dos mecanismos citados) y Satanás acaban siendo una y la misma cosa. Satanás mantiene una ambivalencia fundamental que lo emparenta con el phármakon derridiano-platónico (es decir, el ser a la vez veneno y antídoto, el problema y la solución), porque a su conocida faceta de promoción del desorden une otra característica, de índole opuesta y que acostumbra a permanecer más velada: también es creador de orden, el que permite el sacrificio que disuelve los interminables conflictos de una comunidad ('todos contra todos') para que ésta, ya polarizada frente a la víctima ejecutada unánimemente ('todos contra uno'), se convierta de nuevo en un cuerpo homogéneo dueño de un renovado vigor vital. Las tensiones y conflictos que Satanás introduce, y que siembran el peligro de una destrucción total caso de extenderse por todas partes, son expulsados por él mismo, por el mecanismo que lo representa y define. Y es aquí, en este último paso, cuando se manifiesta más diáfanamente su naturaleza acusatoria y fiscalizadora, porque la ejecución de la víctima debe ser legitimada elaborando e imponiendo una falsa culpabilidad. Realmente representa el principio de acusación sistemática que requiere el mecanismo expiatorio para conseguir propiciar la catarsis comunitaria. De esta manera, Satanás sería el propio mecanismo fundador, el principio de toda comunidad humana:
"Satanás no forma más que una sola cosa con los mecanismos circulares de la violencia, con el aprisionamiento de los hombres en los sistemas culturales o filosóficos que aseguran su modus vivendi con la violencia" (El misterio de nuestro mundo, p. 192).
Más concretamente, Satanás es el principio del dominio y del poder. Por eso, en el episodio neotestamentario (Lucas 4, 1-13) en el cual tienta a Jesús en el desierto, le promete a éste todo el poder y la gloria del mundo terrenal con la única condición de que se postre ante él. Renunciando a esas ambiciones mundanas, Jesús no pierde una concreta oportunidad de dominar tierras y hombres, sino que renuncia al mismo principio de dominación, y lo hace entendiendo la ambivalencia que se esconde en la tentación del Adversario. Escapa así al poder del mimetismo conflictivo cuya espiral siempre apunta y conduce al mecanismo sacrificial.
Tanto Satán como Jesús son modelos miméticos. Ambos, en sus apariciones evangélicas, demandan ser emulados. Sin embargo, los contenidos conductuales manifiestamente disímiles de un caso y de otro hacen que el primero sea más fácilmente practicable que el segundo; evidentemente, resulta más cómodo abandonarse a los propios instintos y a las tentaciones más inmediatas que guiarse por rigurosos patrones de contención y autoexigencia. Satán es el gran seductor que primero propaga la positividad prestigiosa de su ejemplo para después, una vez conseguido un nuevo fiel a su modo de ser, enfrentarse con él como el Adversario con mayúsculas que es. O, mejor dicho: enfrentando al seducido un modelo de rivalidad que lo llevará a hundirse en interminables conflictos cuyo único fin sería una resolución sacrificial. Eso lo opone también a Jesús, que es un modelo que nunca se convierte en rival o adversario de quien lo imita. Tras proclamar las virtudes de la transgresión de los tabúes de la Ley, Satanás erige un obstáculo insalvable para aquel que ha accedido a seguir sus pasos:
"Más allá de las transgresiones se alza un obstáculo más coriáceo que todas las prohibiciones, aunque al principio oculto bajo la protección que éstas procuran mientras son respetadas" (Veo a Satán caer como el relámpago, p. 54).
(escrito por Horrach)
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Asunto Badalona. Gitanos rumanos. Lo de siempre cuando la policía no arregla los problemas menos graves (incivismo) que nacen otros mayores:
http://www.youtube.com/watch?v=KGbH-hQvUJE
http://www.youtube.com/watch?v=8zLHJfeb9aY