A estas alturas he tenido que asumir que nunca iré a Etiopía. Me voy a quedar con las ganas. No veré esas iglesias excavadas en en suelo de Lalibela, ni a sus sacerdotes custodios de las Tablas de la Ley, ni a los pastores que comen la sémola cocida con la mano derecha, príncipes en harapos. Ni veré, ¡ay tierra de leche y miel! tus colinas de Afar
Así que me consuelo con libros de viajeros y cuentistas, y mi súcubo me trae la jarra de helado karkadé para que me haga la ilusión de que estoy en aquella corte medieval del Rey de Reyes, León de Judá, cuya sangre es la misma que la sangre de la Reina de Saba, ella que era la mas Amada entre las Amadas, y hacía reposar la cabeza del Sabio Rey en su regazo, y era negra pero era hermosa, hijas de Israel. Del último de sus descendientes coronados leo ahora el libro de Kapuscinski (perdónenme los lectores pero este procesador de textos no sabe polaco). Una biografía de pequeñas historias, las que cuentan sus súbditos, relatos quebrados donde asoman los pies del Emperador, la oreja del Emperador, la sombra del Emperador que apenas deja huella sobre los almohadones.
Hoy, que es el Día de San Jorge, meditaré en estoica disposición sobre la Vanitas del Poder leyendo el libro del Ubu etíope, que invitaba a los representantes extranjeros a banquetes fabulosos donde los pulcros occidentales daban grititos de placer escandalizado y disfrutaban comprobando el atraso del sátrapa (“¿habré comido carne humana?”) de la misma manera que los viajeros decimonónicos gozaban en sus viajes por España contando con delectación las pulgas atrapadas y los bandoleros tropezados en las posadas (“¿habré comido serpiente?”). El, que fué Rey de Reyes, que quiso detener el tiempo en una red sutil de favores y desdenes y delaciones y regalos en una corte bizantina, hábil jugador con los subversivos que “al volver al imperio (tras su estancia en el extranjero) se echaban las manos a la cabeza”, que conjura al tiempo intentando levantar una estatua de su persona taumatúrgica en el Nilo, que enumera sus logros para salvar a su pueblo de las tinieblas de la barbarie (olvidando que sin recursos ni voluntad para cumplirlas, las leyes no sirven de nada, aunque sean tan necesarias como la abolición de la esclavitud) y hasta ejerce de autobiógrafo, el mas Extraordinario Señor acabada sus días vagando por los pasillos de un palacio desmantelado, muriéndose de hambre como han muerto miles de súbditos en las hambrunas (tal vez, al igual que ellos, a nadie le importaba): el último desafío lo ha acorralado en una esquina del tablero. Los sublevados no son cortesanos o caciques locales o hambrientos campesinos, sino las clases mas bajas del ejército, que para algo son profesionales en las cosas del matar y el planificar. Tan bien planificaron que decidieron que la mejor manera de explotar a sus paisanos era seguir exterminándolos por hambre de forma sistemática para chantajear a Occidente y organizar un Terror Rojo que acabó con masacres apoteósicas y algún q
ue otro genocidio (este si, de verdad, no como los de Garzón). Pero para entonces el Emperador es polvo en el polvo, por mucho que sus creyentes rastafaris lo vislumbren entre nubes de colorines
Ahora dicen que por fin van a traer el agua a la tierra seca. Que van a construir la segunda presa mas grande de Africa. Que poco nos cuentan que el milagro verde estará en manos del Estado o de enormes multinacionales agroindustriales, que se mantiene un sistema adjudicatario que penaliza la inversión en esfuerzo y mejoras de la tierra, que buena parte de los cultivos proyectados son soja, algodón transgénico y biocombustibles, o productos de lujo como flor cortada y café (los etíopes venden rosas a Francia y esta les manda ayuda humanitaria con sus excedentes de leche... con dos leones, si señor...). Que medio millón de campesinos propietarios serán condenados a la muerte o a unirse con los rebeldes (que gestionan la ayuda internacional usándolos como usan las mafias de mendigos a sus niños drogados)
Pero esta historia, como la de Haile Selassie, no es una historia extraordinaria, porque en Africa hay muchos relatos así; solo son historias tristes en el paraíso de nuestra hipertatarabuela Lucy
114] Escrito por: Melò Cucurbitaciet - 22 de abril de 2010 23:59:00 GMT+02:00
Y a los catalanistas que les den por el culo (o por saco).
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Un liberal español (libegal).