No importa si el paquete básico contradice nuestros recuerdos y experiencia. Al fin y al cabo se trata del futuro, incierto por definición. Y el miedo es útil. Porque, ¿dónde está escrito que trabajando menos años y menos horas produzcamos menos riqueza? Hace 50 años nos gastábamos un 3% del PIB en pensiones, en 2004 un 8,4%, y no parece que España tenga menos fondos para los no pensionistas. Tampoco es un dato pertinente recordar que somos uno de los países europeos con la edad de retiro más alta, ni uno de los que menos gasta en pensiones. Menos aún explicar que nuestro sistema está ligado al IPC y no al promedio del incremento salarial. Vale, pasemos por alto todo ello. Algo hay que hacer, dicen. Puestos a hacer, podemos hacernos franceses y jubilarnos a los 60. Qué sé yo.
No deja de ser curioso. Si una avería en el coche nos dejara tirados y al llevarlo al taller nos dijeran que ha sido el sistema eléctrico pero que no lo van a arreglar, sino que la solución es cambiarnos las ruedas, veríamos la falta de lógica y buscaríamos otro taller (aquí somos muy de Camba). Pues eso es lo que nos vienen diciendo en las últimas tres décadas, que ya son. Sea el que sea el desencadenante de la crisis, la solución y el mensaje siempre son los mismos: la reforma del mercado laboral. El meme económico en España. Tengan por seguro que, convenientemente mutado, se repetirá en la próxima crisis.
Ya tenemos construida la realidad: es la rigidez del mercado laboral español la causa del rápido aumento del desempleo y las altas cifras de paro. A la que oímos el sintagma nos viene la imagen de un bloque de cemento –marca Chicago años 30- con los empresarios metidos en él hasta las rodillas. El caso es que un mercado laboral rígido respondería poco al entorno externo. Uno flexible tendría sensibilidad a él, creciendo o decreciendo en función de la actividad económica. Si el mercado español genera más empleo en las fases de crecimiento (¿recuerdan a Aznar? Dos de cada tres empleos nuevos en Europa son españoles) y destruye más en las recesiones, no parece muy adecuado el adjetivo “rígido”.
Hasta donde recuerdo, la primera fue la crisis de los años 80. Hacia la mitad de la década las empresas que acogerían a los baby-boom en su primer trabajo se cayeron sobre sus cabezas. Y a los empresarios acostumbrados al protegido mercado español les cayó Europa encima: cierres y ventas masivas de empresas industriales al capital foráneo y primeros apoyos públicos al sector bancario. En 1983/84, en respuesta a la rigidez y los elevados costes de despido, se hacen reformas en la contratación laboral que llevaron a la proliferación de empleos eventuales. Esto, contradecía el meme de la rigidez. No tardó en mutar. La rigidez era un asunto dual: unos empleos fijos y muy protegidos con otros precarios sin protección. Es decir, en tiempos de recesión el ajuste recae sobre los eventuales (falso), mientras que los estables pueden apoyarse en los sindicatos y su poder de negociación, generando tensiones inflacionistas. La solución a esta dualidad, evidentemente, es unificar las condiciones de empleo a la baja. Despido barato y fácil. De esta forma se eliminaría un indicador de la mala calidad de los empleos y se recortarían derechos laborales. Como en la crisis actual casi todo el ajuste ha recaído en el empleo temporal, más o menos el meme de los 80 sigue vigente.
Lo que sucede es que ésta lectura que escuchamos a todas horas es falsa. Porque la destrucción de empleo eventual o estable, como se demostró en la crisis de los noventa, depende de los sectores y de la estructura productiva. Es un error suponer que la estructura laboral es la misma por sectores. Por ejemplo, en torno a un 60% de eventuales en la construcción –sin contar autónomos- y un 20% en la industria o la banca. Ni a todos los sectores ni a todas las empresas les afectan por igual las vacas flacas. Si ahora la recesión se cebó con la construcción, donde si la actividad se para las obras se dejan a medias, es lógico que el ajuste sea brutal en los eventuales.
En los años noventa el ajuste lo soportó la industria y el empleo estable. Lo curioso fue que coincidió con una creación de empleo en el sector servicios (implantación y expansión de hipermercados). Al final se terminó con la creación neta de empleo temporal y la destrucción neta de empleo estable. Lo contrario al mensaje que nos lanzan a diario.
Volviendo a la crisis actual. En los últimos meses se vuelve a destruir empleo estable y se crea empleo temporal. O sea, que no parece tan rígida la protección a los empleos estables ni que la dualidad del mercado laboral sea la culpable de todos los males.
Lleva razón Espada cuando critica la política errática en el cambio del modelo productivo: Entre otras cosas porque uno no se pone a calafatear el barco en plena tormenta. Se necesita buen tiempo y pensar a largo plazo. Pero mientras el mensaje siga siendo sólo “cambiar las ruedas” (que también hay que revisarlas) y no queramos ver las causas, más en la estructura productiva que en la regulación del mercado laboral, a cada crisis económica seguiremos soportando una masiva destrucción de empleo.
Ahora bien, lo que no se acaba de entender es por qué no nos hablan de los planes, si es que los hay, ante la amenaza más abrumadora que se cierne sobre la economía: la restricción del crédito. Si no se consigue relajar la restricción crediticia, por mucho estimulo fiscal y monetario que quieran, no se arreglará nada: una ligera mejoría y un desmoronamiento final. Lo que no se acaba de entender es que por qué no nos explican cómo van a solucionar el problema de dar buenos consejos y no obligar a seguirlos. Quiere decirse que las inyecciones de capital pueden hacer más solventes a los bancos, pero no necesariamente van a prestar más dinero por ese motivo. Lo que no se acaba de entender es el porqué algunas soluciones aplicadas por esos peligrosos suecos –en su crisis bancaria de los 90- se convierten en tabú (Financial deregulation in Sweden. Peter Englund). O también, ¿hay equidad en un sistema que permite a un autónomo con ingresos netos de 6000 euros mes tener una presión fiscal de mileurista (sin defraudar)? Sé de lo que hablo. Y, ya puestos, ¿alguien sabe qué pasa con las Cajas? Paro, por no agobiar.
Para terminar y retrocediendo al inicio. Hace más años de los que me gustaría, un grupo de amigos creíamos que internet era el medio para romper el monopolio en la emisión de mensajes. Acabar con la unidireccionalidad, con lo que Baudrillard llamó “la palabra sin respuesta”. Volver a la característica esencial en la comunicación: el intercambio. Éramos unos ingenuos. Como dijo E. González: internet ha quedado en anunciar urbi et orbi que acabamos de comernos un bocadillo de mortadela.
Etiquetas: SPQR
Desdeluego, Crítico, Aldeans, Melò, Josepepe: comentar el sábado se está convirtiendo en un ejercicio de resistencia. Gracias a todos.
Me dicen que ando envuelto en una nube de cenizas volcánicas, aunque no he visto ni una mota. A ver…
Desdeluego:
No estoy seguro de entenderlo. Ni siquiera estoy seguro de si hay ironía en su frase.
Creo que Lippmann tenía bastante razón. Los ciudadanos somos ignorantes en temas económicos y la gente toma decisiones antes de definir los hechos. Vemos la realidad a través de estereotipos o de signos por utilizar otro término. Dos ejemplos podrían ser la crisis mexicana del 80 y la crisis del tequila en 1994. Escuché a Cabrera Infante en una de sus últimas visitas a España. No recuerdo cómo la charla pasó de literatura y cine a la crisis del 94 en México. La Administración Clinton había acudido al rescate con 20 mil millones de dólares y dado que los mexicanos tenían una política con respecto a Cuba de aquélla manera, se lanzó en una diatriba contra los americanos diciendo que no se podía ser solidario y que allá ellos con sus problemas. Los hechos eran que Clinton estaba salvando su propio culo y Cabrera Infante se había creído la realidad que le habían vendido y le interesaba creer. Lo que intento decir es que sobre unos hechos ciertos (paro, crisis…) se elaboran una serie de mensajes, explicaciones económicas, que terminan siendo “la realidad”. Como el Manifiesto de los 100: empieza por reconocer los motivos de la crisis y a partir de ahí se elabora toda una teoría que se convierte en la realidad de los mass media. Fuera de esa realidad no queda más que nuestro pequeño universo, por utilizar su definición.
Al igual que los expertos en comunicación de masas se manejan bien con el planteamiento (es su trabajo), los economistas consideran poco profesional salirse de la teoría y las variables económicas.
Melò:
Jajaja. Ya sabe usted que si alguien afirma entenderla no sabe de lo que está hablando. Me da que la ironía no me quedó clara en el texto.
Hombre, no. Lo que digo es que las crisis son momentos propicios (ansiedad, miedo) para lanzar mensajes que intentan recortar derechos a los de siempre A veces lo consiguen (contratos basura, rebaja en la indemnización por despido, aumento de años en las cotizaciones, retraso en la edad de jubilación…) y otras veces no. Todo eso, queramos o no, son recortes Evidentemente vivimos mucho mejor hoy que hace cuarenta años.
Josepepe:
Hecho. Para usted deportes y sismología. Yo seré el fotógrafo de lencería.