El primer sindicalista que conocí, allí en Montijo, era un profesor de latín, del CSIF. De primeras pensé lo peor, que es lo más cómodo. Luego comprobé que el hombre estaba siempre ahí cada vez que teníamos una duda o, peor, un problema, siempre dispuesto a tomarse el tiempo que hiciera falta para estudiarlo y buscar una saluda. Que opinaba sobre la LOGSE lo mismo que nosotros, pero a diferencia de casi todos, hacía algo al respecto. Que era, en fin, un tipo honesto. Después he conocido gente de Comisiones y mi impresión es similar en lo que se refiere al compromiso con los trabajadores y la eficacia en resolver problemas, aunque, obviamente, ellos sí apoyan la ideología logsaica y tienen una relación estrecha (demasiado, quizá) con los cargos de la Junta, que si por una parte les convierte en los mediadores ideales, por otra les hace cómplices del rumbo de las cosas.
La Junta de Extremadura, en concreto, se ha gastado un pastizal en unos ordenadores que ahora tiene que retirar por obsoletos, rumbo al cementerio digital, sólo para sustituirlos por una nueva hornada, también cara, esta vez de portátiles, que se supone se llevarán los niños a casa. También ha invertido muchísimo dinero en planes para reducir el fracaso escolar mediante clases voluntarias de refuerzo, de eficacia muy discreta. La verdad es que resulta inevitable preguntarse por qué no se ha recortado tanto gasto en iniciativas tan ambiciosas, algunas abiertamente erradas, antes de recortar el sueldo de unos profesores ya desmotivados por unas clases cada vez más numerosas (la ratio por aula, que bajó, no hace sino subir de nuevo: 30 alumnos y subiendo) y un sistema que los culpa del fracaso, absolviendo a los alumnos ('desmotivados') mientras el profesor tiene que hacer una montaña de papeles por suspenso (y prepararse, quizá, para una visita de la amable inspección).
La peña, en fin, no está muy contenta. Cierto que no falta algún sinvergüenza que anuncie que va a bajar en un 5% su rendimiento. Como si el cero fuera divisible.
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