Hace treinta años atrás los argentinos que viajábamos a España, por ejemplo, comprobábamos con asombro que allí se ejercía el Edipo sin enmascaramiento alguno. En Argentina los padres habían aprendido a disimular y rechazaban los pretendientes de sus hijas con racionalizaciones: “no tiene futuro el muchacho”, “me parece medio atorrante”, etc. En España, por el contrario, echaban al candidato con cajas destempladas: “mi hija aún no está en edad de merecer y tiene que cuidar a sus padres en la ancianidad”.
Ese atraso psicológico se entiende al saber que en España nunca se benefició, como la Argentina, de contar con una nutrida fauna psicoanalítica freudiana.
Pero eso no solamente ocurrió en la psicología. En un arte curativo tan pedestre como la odontología hay que recordar que hasta hace pocos años no se conocía esa profesión en España, que era ejercida por simples médicos. Los dentistas argentinos hicieron fortuna al ocupar un nicho ecológico vacío.
Algo similar ocurrió en el ámbito de la cultura. Mientras en Argentina hallaron cabida todas las corrientes modernas del arte en España con Franco se retrocedió al academicismo. En Argentina no hubo pintor que en algún momento no representara la nariz de frente y de perfil simultáneamente, tal como hacía Picasso en su exilio parisino. Vean, por ejemplo este cuadro de Raquel Forner pintado en 1975:
Los pintores vinculados al franquismo nunca hubieran puestos dos ojos de un lado de la cara y hasta el pastor más zafio podía entender sus cuadros.
En la literatura es indiscutible que el gran escritor del siglo XX en lengua española fue un argentino, Borges. Hasta Lorca parece un poeta menor a su lado. Confieso por mi parte que admiro a Jaime Gil de Biedma.
¿Las mujeres argentinas? Son las más bellas del mundo. Nada hay como tomar unos mates en bombilla acompañados con facturas. No se consigue en ningún país del mundo comer un asado a la parrilla como aquí. Y el dulce de leche no tiene comparación con nada. No hubo ni habrá jugador de fútbol como Maradona. El único que se le acerca es otro argentino: Ángel Distéfano.
Los millones de españoles (e italianos, alemanes, eslavos, árabes, etc.) que emigraron a la Argentina cien años atrás vinieron atraídos por la cultura y la posibilidad de una vida mejor que había aquí. La Argentina estaba entre los seis países de mayor nivel de vida del mundo. Y desde entonces hemos seguido progresando.
Ante tan contundentes pruebas de superioridad no les quedó a los españoles otro recurso que inventar presuntas humoradas tales como “El mejor negocio es comprar a un argentino por lo que vale y venderlo por lo que cree valer”. Y otros chistes crueles por el estilo: “¿En qué se parece Superman a un argentino humilde? En que ninguno de los dos existe.”, “En Argentina hay muchos casos de sietemesinos porque ni las madres los aguantan nueve meses”. “Cada vez que hay un relámpago, los argentinos miran al cielo porque creen que Dios les está sacando una foto”.
Envidia. Pura envidia.
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(1) José Alberto López – El arte y la política – Revista Internacional de Arte nº 228 – Diciembre 2006.
(2) Cabañas Bravo, Miguel - Los artistas académicos de la España de Franco frente a la reorientación de la vida artística nacional.
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Argentina, un país todavía por describir.