Es casi imposible decir algo acerca de la crisis económica que no se haya dicho ya. Pero la situación es tan agobiante que me parece escandaloso no intentarlo. Voy a mirar el problema desde una perspectiva histórica. España ha sido a lo largo de toda su vida un país deficitario en capital, pudiendo ser Felipe II la sola excepción a esta regla, una gota de escurialense ostentación en un océano de pobreza. Para atraer el indispensable capital extranjero, España ha estado siempre obligada a ofrecer a sus prestamistas internacionales una relación de cambio favorable. En los largos tiempos de la autarquía franquista, esto se conseguía con hachazos cíclicos de devaluación en un bosque de inflación, que no aportaban sino una mísera supervivencia. Más tarde, en los 1960’s, llegaron los tecnócratas del Opus para estabilizar la economía, es decir, darle cierta respetabilidad a la peseta; lo hicieron conteniendo la inflación, haciendo así innecesaria la devaluación mediante un plan de estabilización, el cual provocó un paro feroz que obligó a emigrar a Alemania a cientos de miles de españoles, pero puso a España en el camino hacia una sociedad avanzada, llenando las calles de seiscientos. Después vino la democracia y con ella la Unión Europea, que donó a España, gracias sobre todo a Alemania, cantidades ingentes de capital que permitieron mejorar espectacularmente nuestras infraestructuras. Finalmente, una revolución en las comunicaciones engendró a la globalización; empezaron a pasar muchas cosas nuevas; los EEUU, para contener su dinosaúrico déficit comercial, bajaron los tipos de interés del dólar, inundando el planeta de dinero barato, del que España pilló mucho, todo el que pudo, llegando a nuestra banca en forma de préstamos de los bancos alemanes. Los bajos tipos de interés encendieron la especulación financiera a lo largo del ancho mundo, como las chispas incendian los bosques secos. El dinero empezó a girar a tal velocidad que los financieros perdieron su control, formándose una burbuja gigantesca que finalmente explotó, con las consecuencias que todos estamos viviendo. En estos años locos los españoles llegamos a creernos ricos, pero a la vez acumulamos un enorme montón de capital, gracias a los ahorros hipotecarios y, eso sí, en forma de sólidos ladrillos, que como tales están ahí, es decir, que afortunadamente no se volatilizarán a la islandesa aunque desgraciadamente no circulan.
Ahora, la parte de ese capital que nos prestaron hay que irla devolviendo. ¿Cómo hacerlo? Las circunstancias han cambiado mucho. No podemos devaluar, pues somos euros; ni tenemos donde emigrar, pues el mundo está lleno de gente que busca trabajo a vida o muerte; ni disponemos de un liderazgo fuerte que nos obligue a apretarnos el cinturón de una forma organizada, para poder salir del pozo antes. ¿Cuál es la única válvula de escape de esta olla a presión que es hoy España? Pues esa por la que salen continuamente del sistema productivo empresas quebradas y trabajadores parados. No debe olvidarse que el espejo de la miseria y la riqueza tiene siempre dos caras, capital y trabajo, y que es una ley de la naturaleza, tan consistente como el primer principio de la termodinámica, que cuando falta capital sobra trabajo y viceversa La difícil situación que estamos viviendo los españoles no se arreglará hasta que no hayan bajado suficientemente nuestros precios y nuestros salarios, para que el necesario capital extranjero vuelva otra vez a fluir. Los bajará el mercado, por muchos subsidios que reparta el gobierno, mucho que ZP grite “las mujeres y los niños primero” y muy inamovibles que sean las posturas de unos sindicatos y patronales que no saben bien a quién representan. Lo hará a trompicones, como el mercado sabe hacer las cosas.
Por eso, piensen lo que piensen los sociatas, el mercado es la única esperanza de salvación que nos queda. Pero piensen lo que piensen los liberatas, este mercado no es un dios pagano, sino una bestia llena a la vez de lógica implacable e intuiciones irracionales. Normalmente se limita a empujar, pero a veces, como ahora, atropella. Hay que aceptar que manda en la plaza. Por eso este es un tiempo para buenos políticos toreros, lidiadores, que no figurinistas.
(Escrito por Olo)
Etiquetas: olo
1 – 200 de 267 Más reciente› El más reciente»