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Es un placer discutir con alguien que lo hace con tanta minuciosidad, delimitando los argumentos con precisión y evitando a toda costa perder el hilo. Es un esfuerzo intelectual que yo aprecio y que usted, con toda justicia, exige también a aquél con quien discute. No obstante, en cualquier batalla pueden cometerse excesos, y con ese modo de llevar las discusiones se corre en mi opinión el peligro de caer en al menos dos tentaciones: una, manipular las palabras del otro para que nada escape a la precisión, para evitar cualquier tipo de ambigüedad.
"Usted, en cambio, está en una situación mucho más cómoda. Ha dicho reiteradamente que el número de muertos civiles durante esos ataques es desproporcionado, lo cual quiere decir que hubo un momento en el que, en su opinión, se superó el número correcto." No es cierto que yo haya dicho tal cosa, y por tanto la conclusión sobra. He dicho que el ataque del ejército israelí es desproporcionado, basándome, fundamentalmente, en el elevado número de víctimas civiles. Eso que usted hace es una manipulación de mis palabras para llegar a una conclusión que le permita seguir argumentando en el mismo sentido, para sugerir que nosotros "los pacifistas" frivolizamos con el asunto, basando nuestras opiniones en cómputos automatizados de los que disponemos para nuestra mayor comodidad.
La segunda tentación proviene de emplearse en términos tan ajustados a la disputa, de pretender seguir el hilo tan de cerca, que uno puede llegar a olvidar el contexto e, incluso, digamos, los rasgos de estilo. La pregunta que usted me hizo fue esta: "¿Qué número de víctimas civiles sería apropiado en su opinión?". No ha sido por timidez por lo que no le admití la pregunta, sino porque me reservo el derecho a contestar a impertinencias y esa pregunta, planteada en esos términos, la interpreto como tal.
Usted usa los mismos argumentos que Tse hace unos días: carece, dice, de la información necesaria para juzgar una operación militar. Si el principio de no causar bajas civiles no se establece como tal, entonces hay que considerar otros factores, decía él. No necesariamente, creo yo. Estas cosas, evidentemente, no pueden racionalizarse hasta ese punto: si yo tengo la percepción subjetiva de que se trata de una matanza, no concedo interés alguno al resto de los factores.
No hay números correctos ni incorrectos. No se trata de contar muertos, sino de valorar si los israelís están tomando, como es su obligación desde varios puntos de vista, las precauciones necesarias para evitarlos. Esa es su única, pero ineludible obligación, a la que no parece que estén atendiendo. Por encima incluso de las consecuencias inmediatas están las intenciones, la predisposición, la tendencia. Creo que la predisposición por el lado israelí está muy clara: los civiles les importan tres cojones. Una vez establecido el punto de partida, por ese camino puede seguir avanzándose, claro: estoy convencido de que quienes ahora apoyan las acciones del ejército israelí dejarían de hacerlo si, por ejemplo, la broma del ex-ministro a propósito de emplear armamento nuclear en la Franja fuese tomada en serio por los generales. Hablarían entonces, sin duda, de desproporción y matanza injustificada. Y lo harían sin que ello dejase de ser, qué paradoja, una percepción subjetiva más. Porque claro, el argumento continuaría teniendo valor en ese caso, por qué no: se seguiría careciendo de la información necesaria para juzgar una operación militar ni para valorar cuántos civiles mueren normalmente cuando se atacan zonas tan pobladas.
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