Pero es posible adornar un poco este clásico ayuntamiento de la alubia cocida, la cebolla y el aceite. Y, además, de muchas formas y maneras. Yo daré aquí una de ellas, sencilla y de trivial preparación, pero cada cual es muy libre de añadir a su antojo, o sea: ad libitum, cuantos ingredientes y manjares le resulten apetitosos. ¿Pimiento rojo? ¿Varitas de falso cangrejo cortaditas? ¿Perdiz en escabeche? ¿Sardinas o arenques de cuba? ¿Caviar Beluga? Claro que sí: este nicho ecológico oleosamente fresco lo admite casi todo. Tomaremos un bote de judías cocidas y las lavaremos bien en el chorro de agua. Cortaremos de forma menuda un par de cebolletas frescas y las mezclaremos con las judías. Les añadiremos dos latas pequeñas de atún o bonito natural que habremos troceado finamente y un par de huevos cocidos donde clara y yema se confundan bajo efecto del cuchillo. Unido todo ello, lo regaremos con un buen aceite de oliva de forma generosa y rectificaremos, si hiciese falta, el punto de sal. Nada más y nada menos. Es más que aconsejable preparar el mejunje unas horas (incluso una noche) antes de su ingestión. Cubriremos la ensaladera con un film de polietileno o con hoja de aluminio y lo dejaremos macerar en la nevera. Ya me dirán.
Para beber, un vino relativamente fácil de encontrar y que es una delicia de gusto y de precio: el rosado de cencibel de bodegas Del Saz. De Campo de Criptana, como la gran Antonia/Sara Montiel que, seguro estoy, más de una vez habrá almorzado con la ensalá de judías. A la vista estuvieron los resultados, y que me perdonen por no poder emplear el presente de indicativo.
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[0] Tiene buena pinta. Ahora que estoy a dieta, la voy a incluir en el menú. Al ser una ensalada, tiene que ser light. ¿No?
[[como la gran Antonia/Sara Montiel que, seguro estoy, más de una vez habrá almorzado con la ensalá de judías. A la vista estuvieron los resultados, y que me perdonen por no emplear el presente de indicativo.]]
Siempre hay “algo” en usted. Chapeau.