Ya puestos, les dejo lo que J.A. González Sáinz ha escrito sobre el manifiesto. Quizás ya lo conozcan.
Hartazgo
J. A. González Sainz. Su última novela es "Volver al mundo" (Anagrama, 2003). En 1995 recibió el “Premio Herralde de Novela” por "Un mundo exasperado" (Anagrama, 1995), y en 2005 el “Premio de las Letras” de Castilla y León.
9 de julio de 2008
Cansancio es una palabra demasiado escasa para aplicarla a lo que los ciudadanos que no han renunciado a considerarse como tales, es decir, como sujetos de derechos y deberes iguales, siente respecto a la larga sarta de atropellos y desprecios, cada vez más y más profundos, cometidos no sólo impune sino ostentadamente por los Nacionalismos realmente existentes. Durante un número ya muy crecido de años, los ciudadanos hemos ido asistiendo en algunas Autonomías periféricas no sólo a una merma y abrogación real de derechos fundamentales (por ejemplo educativos y lingüísticos, que luego traen aparejadas otras mermas en otros planos, laborales, de representación...) absolutamente incompatible con unos mínimos parámetros democráticos, sino a la imposición, con un escandaloso cargo al presupuesto, de un conjunto de conceptos, lógicas y sintaxis (y ahora hasta de morfología) que han generado, en cualquiera de nuestras lenguas, tanto en la común, el español, como en las demás, una especie de idiolecto tramposo y torticero, hecho de inversiones de significado, de desplazamientos del mismo, de eufemismos, de borrones y cuenta nueva de la realidad, de lógica paranoica, de trampas y cartones mil, con el cual la intolerable casta política que ha gobernado esas Autonomías ha aherrojado poco a poco, pero desde el principio, a la ciudadanía haciéndola comulgar con ruedas de molino identitarias literalmente idiotas y situándola al borde de un microfascismo de minorías. Los Nacionalismos se han acostumbrado a que, por hache o por be, se les dé siempre la razón como a los niños y a los locos, pero estaríamos verdaderamente locos o seríamos incomprensiblemente pueriles si continuáramos dándosela aún más.
El dispositivo funcionarial hipopotámico de las Autonomías (incompatible con una buena marcha de cualquier economía) y los dispositivos mediáticos, controlados en su mayor parte por los gobiernos, llevan tiempo dedicando buena parte de sus esfuerzos y del dinero de todos los contribuyentes a la instalación y "blindaje" de ese microfascismo blando de rotulación democrática que persigue discriminar primero y borrar luego al otro. A ello se ha venido a añadir, por mucho que se emperren en negarlo en público ingenuos y paniaguados, el hecho escandaloso del giro de las así todavía autodenominadas izquierdas, dejando desasistida, desorientada, confusa o entontecida a una parte cada vez mayor de la gente común que ya no sabe a qué carta quedarse, pero que siente más o menos vagamente en sus adentros que le han dado gato por liebre, que le han endilgado un cambiazo epocal y está siendo sometida a un fraude político de no sabe qué consecuencias, aunque en todo caso vaya intuyendo que negativas desde luego para ella. Ese sentimiento de inquietud, esa sensación de estar siendo estafados y desorientados, está tardando en aflorar debido al bombardeo de buena parte de los poderosos dispositivos políticos, culturales y mediáticos, controlados por los aparatos nacionalistas y partíticos (bombardeo también de inducción de complejos, de humillaciones...), pero empieza a rebullir. El delirio ha ido demasiado lejos. El abandono de cualquier prudencia política, de cualquier sabiduría sobre lo que somos los hombres y los españoles cuando nos ponemos tontos (que es muchas veces), el ninguneo de lo valioso, el desprecio de la veracidad, del necesario atenimiento a las reglas... hace ya bastante que se ha extralimitado. Con media docena de simplezas y una larga serie de trucos y torticerías se nos ha venido gobernando, y eso en la mejor de las coyunturas, que se tenía que haber aprovechado para crecer material y espiritualmente, en educación, sensatez y convivencia.
Creo que cada vez más gente se da y se irá dando cuenta del despilfarro y la corrupción ingentes instalados en las Autonomías para el engorde de una casta nacionalista que vende peligrosos sentimientos averiados, padagogías emponzoñadas de desprecio y odios, y discriminación e ineficiencia so capa de lo contrario. ¿Cuál sería el nivel de vida no sólo material de comunidades como la catalana y la vasca si todo el inmenso dineral y "trabajo", como dicen ellos, derrochado para el engorde fraudulento y adulterado de la identidad se hubiera dedicado al bienestar de los ciudadanos? Es fácil imaginarlo.
Todo eso es lo que está empezando a estallar, se le llame nuevo patriotismo o no se le llame nada. Algunos políticos como Rosa Díez o Vidal Cuadras, algunos periodistas, algunos intelectuales como Fernando Savater, Félix de Azúa, Rodríguez Adrados, Martínez Gorriarán, Aurelio Arteta... llevan tiempo arrostrando con valentía la corriente de estupidez impuesta e intentando llamar al pan pan y al vino vino a despecho de todo el hipopotámico dispositivo narcisista de las pequeñas diferencias dedicado desde hace tiempo a una halterofilia política de cuño totalitario. El Manifiesto de la Lengua Común contiene verdades como puños y una demanda de justicia y libertad ciudadana y política que desautoriza a sus contradictores. Claro que frente a las verdades como puños siempre hay quien opone los puños (o puñetas) como verdades. El que las izquierdas se hayan especializado ahora en esto es uno de los mayores calvarios personales que algunos arrastramos. De pugnar por la Libertad, Igualdad y Fraternidad, han pasado, en la práctica, no en su retórica, a mangonear para lo contrario.
Costará salir de las prácticas y los cortocircuitos lógicos y lingüísticos instalados por el Nacionalismo realmente existente y sus anteojerados compinches. Pero no hay otra forma de vivir en una relativa democracia, siempre necesitada de cuidados intensivos para que no se malee en exceso, que salir de ellos y no claudicar ante su matraca ventajista y sus ya estomagantes cantos de sirena sentimentales. Se han ido apoderando del vocabulario, de la lógica, de la sintaxis (sic a todo ello) y ahora los más tontos van hasta a por la morfología, creando una lengua de trapo por la que se confunde todo y a todos. Los ejemplos son continuos y atañen a lo más decisivo. El otro día el Presidente de Gobierno, en esa lengua, dijo que su generación "tenía derecho" a ver ganar a la selección de fútbol. Curiosa falta garrafal del mayor representante del Estado, que confunde, como ya sabíamos, derechos con deseos. Su generación (no sé si se refiere a la del romanticismo decimonónico) no tiene ningún 'derecho' a ver ganar a la selección de fútbol. Puede tener deseos, ganas, pero nunca 'derechos'. En cambio sí que cualquier ciudadano residente en una ciudad o un pueblo catalán (y no sólo ese 70 por ciento que tienen sus orígenes fuera de esa comunidad) debe tener 'derecho', y no sólo deseos, a ser educado en español. Ni en los juegos los jugadores tienen 'derecho' a ganar ni las lenguas tienen 'derechos'. Los tienen, en regímenes democráticos, los ciudadanos. Los territorios no hablan, no pagan impuestos, de la misma forma que las sillas no se sientan sobre las personas; las peticiones de justicia no son ataques, las lenguas no son iguales sino que unas traen aparejados grandes valores añadidos, políticos, económicos y convivenciales, y otras menos o más bien suponen gastos, aunque eso quiere decir lo que quiere decir y no otra cosa. Esos y otros muchos delirios y trastrueques de la realidad se han impuesto, en un calculado y astuto ejercicio de malabarismo político, en nuestro país como la cosa más natural del mundo, y ha habido momentos en que por rechistar te llamaban lo que antes se llamaba a un asesino. De eso es de lo que la gente empieza a estar más que harta. Y de que los ríos o los incendios los gestionen a trocitos, como la enseñanza o la justicia, de que nuevos centralismos todavía más celosos y aparatosos reciban el nombre de descentralización, de que a un estado de excepción se le llame normalización y así sucesivamente.
Otra de las falsedades y torticerías de esa lengua de trapo es la de que el nacionalismo sólo se puede combatir desde otro nacionalismo, y que toda crítica al nacionalismo catalán o vasco sólo es nacionalismo español. Mentira podrida. Nacionalismo español quiere decir que se aspiraría por ejemplo a reconquistar manu militari Florida o Nuevo Méjico o las Filipinas, que se quiere volver a una unidad política y territorial panhispánica, que se quiere erradicar las lenguas periféricas y cosas de ese estilo. No he visto ni el más ligero asomo de nada de eso. Si al dar el nombre de España a España o al resistir a los graves atropellos de esos dispositivos que se ha dejado crecer metastáticamente, en parte porque no se veía la cosa y en parte porque no se quería ver, se le llama nacionalismo español, acabaremos por no llamar a nada por su nombre, como querría la casta que nos gobierna. Franco, además de llamar, como todo el mundo entonces, España a España, también utilizaba el tenedor, dormía en una cama y hablaba por la boca, y no por eso nos vamos a poner ahora a comer con las manos y a dormir en el suelo y hablar con otra parte del cuerpo, por ejemplo con los puños (o las puñetas).
Que un manifiesto como el de Savater, Martínez Gorriarán, Vargas LLosa y demás o un partido como UPyD digan cosas de justicia claras y con valentía no puede ser sino la mejor expresión de esa inquietud reprimida, humillada, desorientada y manipulada que anida en una parte cada vez mayor de la ciudadanía con grados más o menos grandes de conciencia y que podría expresarse de otra forma.
El orate Losantos nos reproduce la opinión de un obispo
"Se habla mucho de derechos, pero nadie habla del derecho de los no nacidos, de los enfermos terminales y de los inmigrantes, que tienen derecho al voto, como la Iglesia Católica sostiene"
Bueno, bueno, dice el orate, esta es la opinión de la Iglesia...alguna de las cosas, como lo del voto de los inmmigrantes es discutible...pero...