Me voy a aprovechar de la coincidencia y equívoco para escribirles de algo relacionado: la difícil convivencia en España entre ortodoxos y heterodoxos. No se asusten, que no voy a endilgarles ningún rollo sacado de Américo Castro ni de Juan Goytisolo (autores que me parecen muy válidos malgré les enragés que hoy nos aturden). Permítanme hablarles de Los cementerios civiles de D. José Jiménez Lozano.
Ya en la primera página, citando a Eugenio Noel, deja muy claro el propósito de su extraordinario ensayo histórico: “El cementerio civil [ha sido] el símbolo de la incapacidad para una vida civil, y de la intolerancia religiosa y filosófica, social y política”. Durante muchos años hubo dos tipos de enterramientos: aquellos ortodoxos, los de los católicos, y los que se situaban extramuros de
El ensayo es, lo repito, extraordinario, y con ello apunto al cierre de la ética espinosista: “Todo lo excelso es tan difícil como raro”; sentencia que no viene mal recordar de tiempo en tiempo, ahora (y antes) que nos quieren colar por oro cosas que no pasan de ser hojalata recubierta de purpurina. Excelente por la investigación tan exhaustiva de fuentes, por el cuidado con que está escrito, por el modo en que no tuerce el argumento pro domo sua cuando no le conviene lo que encuentra. Y claro, excelso por la propia personalidad del autor, hombre discreto, prudente, inteligentísimo, sapientísimo y heterodoxo (entonces y ahora). Escribir un libro sobre los cementerios civiles en 1978 en los ambientes que él frecuentaba (una Valladolid provinciana, reaccionaria y en la que algunos se permitían ir con la pistola y con el derecho de disparar a quienes tenían ideas políticas contrarias), era una prueba de audacia que ahora difícilmente podemos imaginar. Tampoco es de extrañar, pues la aventura del coraje cívico e intelectual la llevaba ejerciendo desde los años sesenta, cuando publicaba artículos en la revista Destino que no concordaban con la línea oficial.
El libro, lo repito, es excelente, pero alcanza cotas altísimas cuando Jiménez Lozano habla de la aventura espiritual de aquellos católicos heterodoxos del siglo XIX. Gumersindo de Azcárate, don Fernando de Castro, don Francisco Giner de los Ríos o don Julián Sanz del Río. Se extiende poco en estos dos últimos pero a Azcárate y a Castro les dedica páginas sentidas y llenas de perspicacia. Gumersindo de Azcárate fue un cristiano laico, en palabras del autor (y perdonen que no incluya la argumentación que da en las notas), a quien enterraron de manera pacífica en el cementerio civil; entre los seis mil asistentes se contaban don Antonio Maura y don Eduardo Dato. Lo que señalan las cuatro figuras ejemplares que Jiménez lozano nos pone delante es que se podía ser católico sin tener que aceptar plenamente el dogma. Esto significó que hubieron de inaugurar nuevas ceremonias de un nuevo tipo de cristianismo que califica como: “libre y secular, místico y total.” Esto supone que tras
A pesar de hablar de españoles del siglo XIX, Jiménez Lozano está hablando de sí mismo y de quienes como él sentían que la senda de la iglesia española no era la correcta y mucho menos la única. Abandona por unas páginas las dudas y maneras de vivir de estos españoles católicos a su manera y fija su atención en los católicos europeos: Loisy, Tyrrell, Hébert, Turmel, Houtin, el cardenal Newman o Alfaric. Percibe con total claridad la distancia que hay de unos a otros pero también es capaz de reconocer que hay en ellos una misma comunidad de aventura espiritual, aunque en el caso de los españoles terminen por preferir un entierro laico, sin dejar de ser católicos. Los descubrimientos científicos y el comportamiento de algunos de los representantes eclesiásticos los llevaron a alejarse de
Al fin, de lo que se trata es de las diferentes maneras que hay de vivir una misma aventura espiritual dentro de la sociedad. Hay quienes se decantan por la ortodoxia, la tradición y la senda trillada de lo que es aceptado socialmente, y hay quienes hacen de ello una verdadera aventura y abandonan toda certeza fundada en los hábitos y la costumbre, y se lanzan al abismo acompañado de su sola conciencia.
Se trata también de más, de reivindicar esos que fueron españolas a redropelo, esos que vislumbraron que ser español no significaba seguir la ortodoxia social si iba en contra de sus propias creencias. Se trata también de la aventura intelectual de un hombre que fue capaz de escribir un libro incómodo entonces, y que hoy está fuera de lugar no tanto por el contenido sino por la serenidad y prudencia con que fue escrito y ha sido reeditado. Hay quienes hacen de la historia un martillo contra sus enemigos, hay quienes buscan justificar sus fantasmas, obsesiones y desvaríos ideológicos ahormando la historia dentro de su cerril ideología (beneficiándose de la incultura general gracias al tonillo histérico y altivo que han utilizado siempre aquellos que han querido pasar sus ideas por
(Escrito por Garven)
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