se alza la ermita
de la Señora de la Roca,
custodiada por molinos
que en la altura la escoltan
a la espera del ataque
Como un estandarte, el viento
mueve a la dama, pero resiste
con temple, con dureza y no espera
que el soplo la deje fuera
Escupe el agua a la costa
quien socava los límites
de los algarrobos y olivares,
de los campistas a destiempo
El sol baña los barrancos,
los caminos y las rieras,
en un pulso con el viento
que vence y pierden
cuando el centinela no atiende
en el bastión de la existencia
Desiertos los dedales,
erosionados por las calumnias,
la grava suelta el pelo
del salitre del Estanque Helado,
arena de la Porquerola,
barro en la punta de Llastres,
hermoso cortado de Rifà,
frutales en espera bajo el manto,
que el viento fecunda junto
a los delgados pinares
Los centauros galopan las grietas,
desafiando al mistral gélido
mientras los centinelas de la Señora,
presentan sus armas a la Madre.
Etiquetas: Cateto de Pacifistán
Buenos días. ¿prime?