Las proposiciones simples son el nexo invisible de la lingüística, el recóndito hilo constituyente de un destino universal común. De una partida que sólo podría verse desde una terraza espacial, donde se apreciaría nítidamente que las fichas que mueren y las que avanzan son del mismo color.
Los consensos no son el fruto de sacrificados ejercicios de voluntarismo. Los consensos surgen de los objetivos comunes. Analistas contemporáneos recaen en el error de proclamar que los acuerdos españoles de hace 29 años obedecieron a gestos altruistas, compromisos desprendidos y a un nivel político que hoy ha caído muchos enteros. La última de estas premisas resulta especialmente interesante: sugiere que la formación académica y personal durante el franquismo tenía más calidad que la que ha forjado a los actuales representantes de la cosa. Que existiendo diferencias ideológicas más acusadas, existía un sustrato que facilitaba el entendimiento. El talante.
Muy probablemente, la diferencia entre aquella capacidad de consenso y el actual orillamiento de las dos principales marcas políticas obedece más, al margen de la interferencia aldeanista, a la premisa del interés, el gran motor de desarrollo a todos los niveles. Convergían entonces los objetivos de construir un nuevo marco de juego, repartiendo inicialmente protagonismo para empezar una partida justa y necesaria –desde puntos de partida tan aparentemente dispares como la obligación del concierto internacional, las disposiciones del dictador caído y la reivindicación socialdemócrata-.
Los objetivos actuales consisten en gobernar. Y así hay menos patriotismo por todos los costados. Concedan máxima autonomía a los independentistas que desfilaron las calles hace una semana y se hostiarán entre ellos.
Si hace frío, estrenarás abrigo
Una de las mayores frustraciones en la actual fase de nuestro viaje colectivo procede de los esfuerzos que sobrevienen para corregir la historia con brochazos de típex. O los intentos de solapar el acontecimiento ya pasado, inamovible desde el más elemental de los conceptos, reivindicando cuentas que presuntamente no se saldaron. Como si tú y yo arreglamos nuestras deudas y dentro de treinta años van mis nietos a cobrárselas a los tuyos. Cuando sobra el tiempo y no hay un objetivo fructuoso donde invertirlo, pasan estas cosas. Sin humor propio con que rellenar el hueco lúdico, a los españoles les sale el aburrimiento cainita. Hay pocos estilos más improductivos que dedicar el pensamiento y la energía al pasado. ‘No me arrepiento de nada; el que se arrepiente de lo que ha hecho es doblemente miserable’. Esta frase de Spinoza, en apariencia orgullosa, resume la inutilidad de enrocarse en el camino ya trillado. El despegue americano supuso un buen ejemplo: sólo había futuro.
Si llueve, iré a los comercios
Las paradojas son tan sencillas de enunciar como complejas de desentrañar. Las más complicadas se desmadejan con el tiempo, modificadas por contextos cambiantes. No hay, por tanto, soluciones inmediatas. La resolución tradicional de las frustraciones colectivas, territoriales o ideológicas ha abocado por el uso de la fuerza. Ese primitivismo terrorista pintó universalmente el miedo hace unos años. La vía de la fuerza derrumbó cimientos sagrados. La respuesta ha sido el uso de la fuerza, pero en un barrizal tan asimétrico no produce resultados. La amenaza persiste, el despliegue armado del gigante no cubre la intranquilidad. Con enemigos mucho más grandes estábamos más seguros. ¿Y qué fórmula entonces? Imposible entender al enemigo si éste tiene la determinación de no entenderte a ti. Y si no has podido siquiera consensuar a los tuyos, ¿cómo demonios piensas expandir un proyecto en campo enemigo? Usen el marketing, cojones, estrategas publicitarios en lugar de militares y religiosos. Si es cierto que su idea es panacea, lo tienen chupado. Ya han conseguido vestir a medio mundo con la misma equipación e inalámbricos pero resulta que su anticristo particular sale más en Youtube y se fabrican más camisetas con su logo.
Como nunca dijo aquél: es elemental.
Feliz día del consenso. Os recomiendo que desistáis de ver vídeos electorales: no sois destinatarios.
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