PROPÓSITO DE ENMIENDA
El ladrón estaba considerando la idea de dejar aquel negocio fácil que tantos quebraderos de cabeza le había ocasionado. Salió de casa a meditar y sus pasos le condujeron hasta el interior de aquel precioso parque en donde un grupo de turistas se dedicaban con sus cámaras a recolectar imágenes del lugar.
Un extranjero se acercó al ladrón ofreciéndole la cámara y pidiéndole, con ese gesto internacional que no necesita palabras, que le hiciera una foto. Añadió, haciendo hincapié, en la conveniencia de que incluyera también en la instantánea el monumento que se hallaba a su espalda.
- No, no, que me conozco -dijo, aun a sabiendas de que no le iba a entender, pero sin poder evitar aquel arrebato de sinceridad.
- Bitte, bitte -insistía el otro, que a ojos de quien no hubiera asistido a la escena desde su inicio, daba la impresión de querer venderle a toda costa el aparato fotográfico.
- ¡Que no, leche!
Pero fue demasiado tarde. Él había luchado. Más de lo habitual. Dios sabía que lo había intentado. Pero el fogonazo le llegó de inmediato, cuando recordó haber visto el mismo aparato en el escaparate de aquella tienda. Y su precio: carísimo.
Se fijó en que el turista -que ahora le daba la espalda- calzaba unas chanclas. Le tocó suavemente en el hombro, y con la disculpa de una sonrisa, le preguntó:
- ¿Foto?
- Ja.
Nunca nadie había empleado, en toda la historia de la fotografía, tanta distancia para proceder a que el encuadre de la imagen resultara el adecuado: los dos kilómetros que separaban al ladrón de su casa.
LA OFERTA
Era una oferta tentadora que los ejecutivos sabrían apreciar en su justo valor. Y, en efecto, así había sido, ya que permitía viajar gratis a las esposas tan sólo pagando el billete individual. La compañía, desde entonces, consiguió cubrir en cada vuelo el noventa por ciento del pasaje y contemplar a la vez unos rostros radiantes sonreírse acarameladamente durante todo el trayecto.
Tres meses después llegaron a alcanzar el ciento por ciento. Incluso se llegó a formar una numerosa lista de espera que batió las previsiones más optimistas de la compañía.
La dirección de la empresa creyó conveniente corresponder con una carta de agradecimiento a los primeros mil clientes que habían tenido la oportunidad de viajar y beneficiarse de las ventajas de aquel proyecto que ahora se había convertido en éxito, merced a la confianza que habían depositado en la compañía personas como ellos. Se hablaba también de la posibilidad de que (tal vez un hijo) pudiera disfrutar, al igual que la esposa, de viajar gratuitamente con el billete del marido en un futuro no muy lejano.
Un mes después sobrevino la catástrofe, casi la quiebra de
Porque novecientas trece cartas de las mil despachadas, habían sido contestadas por las esposas de los viajeros con una sorprendida y al mismo tiempo recelosa pregunta:
- ¿Puede saberse de qué viaje me hablan ustedes?
PELO ENSORTIJADO
El comisario estaba pensado en la denuncia de aquella señora. No le había gustado en absoluto la exigencia constante de que debía hacer algo, como si la mujer hubiera leído en sus ojos la intención de archivar el caso en cuanto ella se llevara de la comisaría a su trastornada hijita.
Le aseguró que haría lo indecible para detener al enfermo exhibicionista que armado de gabardina, se había colocado delante de su hija abriendo primero una típica sonrisa de fauno, para después hacer lo propio con la prenda de vestir.
- Tiene que hacer algo, comisario.
- Por supuesto que lo haré, no tenga la más mínima duda, señora, pero por el momento sólo tenemos la vaga descripción que nos ha dado su hija.
- Pues aprovéchenla.
- Es que no es mucho lo que nos puede ayudar.
- Esa descripción es mejor que nada.
- No podemos crear la alarma en la ciudad.
- Yo de usted haría imprimir carteles con la foto robot. Y si fuera necesario, mi periódico está a su disposición.
- Lo pensaré, señora. Aunque sigo creyendo que la descripción...
- Usted sabrá lo que hace -y se marchó llevándose del brazo a la niña.
Bueno, al fin y al cabo, qué podía perder, pensó el comisario. Además, la señora le ofrecía su modesto periódico y quizá la idea no fuera tan descabellada.
Dos días después el alcalde fue a visitarle:
- Esta es una pequeña ciudad que nunca ha llamado la atención a causa de ningún escándalo. Somos una villa de trabajadores honrados y cumplidores de la ley que, además, tenemos a bien acudir a honrar al Señor asiduamente en nuestra modesta iglesia. Dicho esto, me gustaría que me explicara las razones que le han podido llevar a echar por tierra una bien ganada reputación de ciudad respetable al publicar semejante obscenidad en el periódico -y puso en la mesa del comisario, abierto por la página que recogía la nota, un ejemplar del diario en cuestión, en donde se podía leer:
"SE BUSCA A UN HOMBRE DE UNOS TREINTA AÑOS. CON EL CABELLO CORTO, NEGRO Y ENSORTIJADO. CON BARBA NEGRA. GABARDINA. Y MÁS PELO NEGRO Y ENSORTIJADO".
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