LOS AGUJEROS NEGROS DE F.MÚGICA (XLI) EM 18/11/07
greki
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LOS AGUJEROS NEGROS DEL 11-M (XLI). La sentencia a 35.000 años de cárcel no ha desmoronado a Emilio Suárez Trashorras. El ex minero asturiano está convencido de que si repasan los datos y estudian las incongruencias podrá demostrar, en el recurso, su inocencia. Insiste en que dijo al juez Del Olmo, en un primer momento, que había visto explosivos en poder de El Chino porque se lo pidieron los policías que le visitaron en Avilés, cuando él llamó la atención sobre los marroquíes con los que tenía tratos de drogas.
Asegura que tuvo que hacer muchos esfuerzos para que le hicieran caso y que le prometieron inmunidad y protección si declaraba lo que le sugerían. Ha repasado minuciosamente la sentencia y ahora quiere destacar algunos de los errores más evidentes que, en su opinión, ha advertido.
Sólo le queda el amor de su familia, pero él se resiste a tirar la toalla convencido de que el tiempo terminará por darle la razón.
Trashorras contesta a la sentencia
Desde su celda en Soto del Real se ratifica en su denuncia contra los policías y resalta las incongruencias del fallo
Emilio Suárez Trashorras no se ha derrumbado. Sólo le queda el cariño de su familia directa. Desde el abismo de su celda ha reaccionado de una forma inesperada a una condena de 35.000 años. Se limita a negar con mucha calma su participación en los hechos. Ha perdido la fe, pero
no la esperanza. Está convencido de que el recurso al que tiene derecho terminará por darle la razón, aunque sabe que, además de los jueces, la sociedad también le ha condenado.
No quiere hacer grandes declaraciones porque es consciente de que ya las hizo en su día y no le sirvieron para nada. Nadie ha investigado a los policías que, según él, le traicionaron. Nadie ha preguntado cómo se consiguió la confesión incriminatoria de El Gitanillo. Nadie ha reparado en las numerosas contradicciones en las que incurrió el testigo clave a lo largo de sus declaraciones.
Le sobra tiempo. Por eso se ha centrado en leer y volver a leer la sentencia para encontrar en sus párrafos la clave de su futura salvación. Por supuesto que se reafirma en cada una de las acusaciones que hizo en EL MUNDO. Sigue convencido de que en torno al atentado hay demasiados miembros de las Fuerzas de Seguridad que han mentido, los mismos que le llevaron al callejón sin salida en el que está ahora.
Se avino a decir que él había visto aquella noche de febrero los explosivos en uno de los coches de los moritos porque así se lo aconsejaron los policías. «Sabemos que son culpables. Si dices eso los atraparemos con más facilidad». Y les hizo caso, según él, sin saber que se estaba cavando su propia tumba.
EL GRAN CULPABLE
A pesar de que supo pronto que le habían abandonado, esperó el juicio con ansiedad convencido de que, si le dejaban explicarse y se estudiaban las pruebas presentadas, el juez le pondría en libertad. A sus padres les contaba planes para cuando estuviera en la calle: ‘Creo que voy a estar con una chica dos días seguidos sin salir de la cama’. No se le pasó por la imaginación, hasta las últimas semanas, que le iban a convertir en el gran
culpable.
Ahora que ya sabe que nada le salvará, no se ha derrumbado. Se mantiene firme en la versión de que él no tiene nada que ver con el 11-M, que no proporcionó los explosivos a la banda de El Chino y que si dijo que los había visto en su coche era porque se lo pidieron los policías que vinieron a interrogarle. Sus razonamientos son concretos y muy apegados al detalle.
«Fueron los policías Gamonal y Parrilla los que me aconsejaron que dijera que los había visto. Decían que era una forma de facilitarles su trabajo para capturar a los autores. Además, me darían protección, me declararían testigo protegido, a mí y a mi familia, y no tendría que preocuparme más por el futuro». Lo curioso del caso es que cree que es fácil demostrar que dice la verdad y le parece imposible que nadie se de cuenta.
«Parrilla declaró en el juicio que la orden de detención vino directamente de Madrid, de la Comisaría General de Información, y añadió que hasta ese momento no había ningún motivo para detenerme porque nada de lo que había dicho me incriminaba. Si yo les hubiera contado que había visto los explosivos en el coche de los marroquíes, ¿cómo no iban a tener motivos para detenerme? No se lo dije. Y sólo lo admití la primera vez ante el juez porque ellos me lo aconsejaron. Decían que habían llegado a un pacto con él y que si yo lo declaraba todo quedaría aclarado y podría salir en un par de semanas».
«Cuando me di cuenta de que no iban a cumplir ninguna de sus promesas, rectifiqué mi versión ante el juez Del Olmo lo antes que pude. Le dije la verdad, pero ya no me creyó. No he dado 40 versiones como dicen. Primero dije que los vi y luego lo rectifiqué y conté al juez quién me había dicho que lo dijera y todas las ventajas que me habían prometido. Pero ya no me creyó».
«Yo no sé si El Chino participó en el 11-M. Al principio así lo creí y por eso llamé la atención a los policías sobre él. Fui yo quien lo denuncié. Lo que puedo asegurar es que nunca vi que tuviera explosivos en su poder. Mis sospechas eran simples suposiciones mías».
Trashorras, tras el repaso minucioso de la sentencia, pone el acento en puntos muy concretos. «Por ejemplo, en la página 196 se dice que yo u otra persona por encargo mío recogíamos los explosivos en un lugar determinado en el monte y predeterminado con anterioridad. Y yo pregunto, ¿quién es esa otra persona y dónde está? ¿Por qué no se determina cuál es concretamente ese lugar en el monte? ¿Por qué no se rastrea ese lugar con perros?».
«En la página 549 se dice que fue la connivencia de los trabajadores de Mina Conchita la que propició que se pudieran distraer cantidades relevantes de dinamita. ¿Dónde están y quiénes son esos trabajadores? ¿Por qué se imputa y condena a Raúl González, El Rulo, si él trabajaba en mina Arbodas en aquellas fechas? Si yo estaba jubilado, ¿cómo podía distraer dinamita de esa mina? Alguien tenía que hacerlo por mí y prepararme el material, ¿quién fue y dónde está?».
«Una de las cosas más graves es lo de la página 538. Se dice en la sentencia que no se sabe con absoluta certeza qué explotó en los trenes, pero que todo o gran parte del explosivo procedía de Mina Conchita. Si no se sabe qué explotó, ¿cómo pueden asegurar de dónde salió? Si reconocen que una parte podía no proceder de Mina Conchita, ¿de dónde procedía? ¿Reconocen que había otros suministradores de explosivos? ¿Quiénes son y por qué no aparecen?».
«En la página 539 se dice que la presencia irregular y en porcentajes menores de nitroglicerina y dinitrotolueno impide descartar la presencia de pequeñas cantidades de otras marcas o clases de dinamita. ¿Si hay otras clases o marcas, quiere decir que hay otros suministradores?. ¿Qué clases de dinamitas son? Insisto, ¿de dónde proceden?».
Trashorras cree que las mismas preguntas de sentido común que él se hace, se las están haciendo muchos españoles.
RETRASO EN LA ENTREGA
«¿Si tuvimos un acuerdo en las reuniones de Madrid, ya en octubre, para el suministro de explosivos a los marroquíes, ¿por qué tardamos tantos meses en comenzar a darles el material? Desde la reunión de Carabanchel pasaron más de 60 días hasta el que señalan como primer viaje con explosivos en autobús a Madrid. Dicen que ese viaje se hizo el 5 de enero de 2004. ¿Por qué no comenzó el suministro antes si ya en octubre, en McDonald’s se organizó la venta? En la reunión de noviembre, en la que estaba Toro, ellos mismos aseguran la sentencia que no hay constancia de que se hablara de explosivos, así que, según su versión, el trato tuvo que hacerse en octubre».
«En la página 544 se dice que los explosivos transportados por Reis Palicio, Sergio Álvarez, así como por el menor Montoya Vidal, no fueron los que se encontraron en Leganés. Entonces, ¿cómo se puede asegurar que transportaron explosivos si no hay la más mínima prueba de que lo hicieran? ¿Hay pruebas de que no fuera hachís? Tampoco hay ningún rastro de esas bolsas o mochilas».
«En la página 550 se dice que en contra de lo sostenido en distintos informes, la Goma 2 EC seguía circulando en el año 2004. Para probarlo presentan distintas facturas con fechas del 31 de marzo, 30 de abril, 31 de mayo, 30 de junio y 31 de julio de 2004. Tengo derecho a pensar que están manipuladas. Curiosamente, todas las facturas tienen una fecha inmediatamente posterior a los atentados. ¿Quiénes son los expendedores de esas facturas? ¿Por qué la propia fábrica dice que en 2004 no se fabricaba Goma 2 EC? ¿A quién le compraban entonces esa dinamita de la que hablan esas facturas?».
«Se ha demostrado que las numeraciones de los envoltorios de dinamita encontrados en Leganés llegaron a Mina Conchita pero también a otras muchas explotaciones, como Coto o Carbonar. ¿Por qué entonces se fijan sólo en Mina Conchita? Dicen que por los detonadores. Bueno, pues entonces ¿por qué atribuyen a los inculpados la posesión de varios tipos de detonadores? ¿Los que sólo se encuentran en las minas de carbón también salieron de Mina Conchita? Eso es imposible porque nunca los hubo allí de ese tipo. Entonces ¿se ha averiguado de dónde salieron esos? ¿De otras minas? ¿De cuáles? ¿Quién se los proporcionó?».
«Dice la sentencia en la página 556 que el Ford blanco se utilizó por tercera vez para ir a la mina en la noche del 28 de febrero de 2004. ¿Por qué entonces Montoya Vidal dice que la tercera vez fue solamente en el Toyota Corolla? Está en sus declaraciones en la fase de instrucción. ¿Por qué dice que el Ford se quedó en el garaje de la Travesía de la Vidriera?».
«En las páginas 650 y 554 se asegura que Montoya Vidal cuenta que dos o tres días antes del fin de semana del 28 de febrero fue con Emilio a la presa que hay junto a la mina y que él permaneció en el coche mientras yo estaba hablando con dos mineros que vestían mono azul. ¿Quiénes eran esos mineros? ¿Están identificados? ¿Dónde se encuentran ahora?
Pero lo más importante, ¿cómo pueden decir que fue dos o tres días antes del 28 de febrero si es perfectamente demostrable que yo el 25 me encontraba en Tenerife y el 26 estaba volviendo del viaje de novios? ¿Por qué aceptan que diga Montoya que mi visita a lamina con él fue hacia las cuatro de la tarde cuando yo llegué al aeropuerto de Avilés pasadas las siete de la tarde y cuando ya era de noche? ¿Por qué la sentencia dice que la reunión fue en la presa que hay junto a la mina y en la declaración de Montoya, en la fase de instrucción, dice que fue en la mina?».
¿QUÉ MINEROS?
«Además, ¿no saben que no hay turno de tarde en esa mina? ¿Por qué había allí mineros trabajando? No han sido capaces ni siquiera de identificar a esos mineros de mono azul y sólo les ha preocupado si allí se trabajaba o no con esa prenda de ropa». «Si Montoya era mi hombre de confianza, ¿por qué en lugar de decirle, como asegura, ‘esto está hecho, esto está bien’, no le hablé directamente de qué se trataba?
Para colmo, Montoya dice que en la noche del 28 de febrero, como se puede ver en la página 198, pasaron varias horas hasta que regresaron los tres forasteros con las bolsas y mochilas cargadas y le comentaron que se habían perdido y que habían tenido que llamarme con el móvil. Pero ¿cómo iban a poder llamarme si todo el mundo sabe que ni en Mina Conchita ni en varios kilómetros a la redonda hay cobertura?».
«Dicen también que yo le recordé a El Chino que no se olvidara de recoger las puntas y tornillos y consideran por eso que yo sabía que aquello era para un atentado. ¿Pero cómo es posible que necesitaran de una mina o de un minero para agenciarse clavos? ¿Acaso no podían comprarlos, y bien barato, en cualquier ferretería?». «¿Por qué no se hace caso de los informes policiales sobre metralla que descartan los clavos de Mina Conchita como usados para los atentados? Y, a propósito, ¿por qué no se han hallado huellas o restos de ADN míos en el entorno de la mina? Vinieron a por mis botas y analizaron la tierra y resulta que no coincidía con la de Mina Conchita. Tampoco encontraron mis huellas en los envoltorios, ni en los detonadores, ni en ningún lado».
«El propio juez mencionó el garaje propiedad de Suárez Trashorras. También dice la sentencia en la página 198 que los marroquíes se reunieron conmigo en la calle de mi casa, en la calle Llano Ponte. ¡Pero si ésa no es mi casa! Ésa es la casa de mis padres. Yo ni siquiera tengo llaves de ese piso. Sitúan los coches en un garaje de mi propiedad de la Travesía de la Vidriera. Es muy fácil comprobar que yo no tengo ningún garaje en propiedad. Mis padres tienen un trastero allí, el que revisó con perros y todo tipo de aparatos la Guardia Civil durante varias horas para llegar a la conclusión de que allí ni había explosivos ni los había habido».
ERROR DE‘PÍPOL’
«También se ha dicho que mis padres tienen seis plazas de garaje y es cierto, pero todas alquiladas y no están en ese lugar. Mi domicilio, en un piso alquilado, era en la calle de Fuero de Avilés, cerca por cierto de la comisaría de Policía. Allí sí tenía un garaje alquilado.
El error ya viene de la operación Pípol. En la página 671 de la sentencia se dice que el garaje donde se encontraron los explosivos de la operación Pípol era de mi propiedad. Pero, ¡si era un garaje alquilado y además alquilado por otra persona!».
«Otra cosa que no entiendo es cómo pueden decir en la página 669 que Reis Palicio tenía que dar 2.000 euros a Jamal Ahmidan probablemente derivado de deudas generadas por el tráfico de hachís o de vehículos. Pero vamos a ver. Si dice que era yo el que le vendía los explosivos a El Chino ¿cómo es posible que le debiéramos dinero? Sería él, el comprador, el que nos lo debería a nosotros. Si estaban esperando más partidas de explosivos ¿qué necesidad tenía de cobrar ninguna deuda? Seríamos nosotros los que tendríamos que cobrar».
«Aseguran que yo era consciente del grado de radicalización de los marroquíes. ¿Pero cómo iba yo a saberlo? Con el único que hablé fue con El Chino y muy pocas veces. ¿Por qué iba yo a saber que era un islamista radical? Criticaba a los americanos y a la Guerra de Irak. ¿Y quién no?».
«Nunca se comportó como un radical. ¿Cómo podía yo conocer sus pensamientos? Mi trato fue siempre muy superficial y hablábamos de hachís, que es a lo que nos dedicábamos, y con el visto bueno de los policías de Avilés, que estaban al tanto de todas nuestras andanzas». «En la página 654 de la sentencia se dice que yo conocía el radicalismo islamista de Jamal Ahmidan, su odio a todo lo occidental y sus ideas violentas, y añaden que tuve que relacionarlo con las actividades terroristas de tipo islamista o yihadista. ¿Cómo voy a saber yo eso si Jamal estaba casado con una española, tenían un hijo español, conducía un BMW, bebía, se drogaba, vestía occidentalmente y además las dos veces que nos reunimos en Madrid lo hicimos en un McDonald’s?».
¿POR QUÉ SE FIABAN?
«El tribunal sostiene que pertenecía a la corriente más dura del salafismo. ¿Los takfir pueden vestir ropa occidental, ir con tías o beber alcohol? Además, si hubiera estado metido en serio ¿me lo iba a contar a mí? ¿Por qué se fiaban de un infiel, en una localidad que no dominaban, y que estaba metido con drogas y trapicheos? ¿Eso es un plan lógico para un gran atentado? No se lo puede creer nadie. ¿Por qué iba yo a asumir
el riesgo de meterme en una cosa así? ¿Dónde está el dinero que me pagaron? ¿Por qué no huí con él si tenía un pasaporte en regla?».
«Me costó un gran trabajo convencer al policía Manolón de que esta gente podía tener algo que ver con los atentados. Me insistía en que había sido ETA, que ellos lo sabían y que les dejara en paz. Llegó un punto en que me puse violento. Le dije ‘o llamas tú a Madrid para contarles mis sospechas sobre estos moros o llamo yo’. Si hubiera estado implicado en los atentados o con el explosivo ¿por qué iba a querer suicidarme? ¿Por qué fui yo el que tuve que insistir para que aceptaran mis sospechas?». «¿Cómo podía yo sospechar de un atentado islamista en España si desde que tengo uso de razón no había habido ninguno en nuestro país?».
«Dicen que yo les mandé explosivos en autobuses de línea. ¿Por qué iba yo a asumir ese riesgo, y de una forma repetida, si dicen que la mayor parte se llevó el 29 de febrero en un vehículo? ¿Por qué a Reis Palicio le hice llevar una bolsa con tan sólo 10 kilos si teníamos que transportar 200 kilos? Se trataba de hachís como he repetido mil veces. Nosotros se lo estábamos devolviendo a El Chino porque era de mala calidad».
«En la versión que se ha vendido hay detalles que producen pasmo. Cualquiera que me conoce sabe que yo siempre he vestido de manera informal. He llevado hasta zapatillas de felpa de esas de cuadros. A los 15 años me hicieron mi primer traje que usé cuatro o cinco veces. Mi madre conserva el traje de 80 euros que tuve más tarde y que me puse otras cuatro o cinco veces. Mi tercer traje ha sido el de la boda y sólo me lo puse ese día. ¿Por qué le extraña a Rubén Iglesias que yo estuviera desayunando en la mañana del 29 de febrero de 2004 con Montoya Vidal en chándal?». «Dice que le extrañó porque yo siempre iba vestido correctamente. ¿Pero qué broma es ésa? ¿Acaso un chándal es una prenda poco adecuada para tomar un café un domingo por la mañana? ¿Ir de chándal de marca es ir mal vestido? ¿Por qué mi mujer dijo en la instrucción que yo era muy gitano vistiendo? ¿Hay mucha gente que me ha visto a mí con corbata? Y resulta que hacen caso de cosas de ese tipo. Es alucinante».
POLICÍAS TRANQUILOS
«¿Por qué no se han tenido en cuenta los informes psiquiátricos de la defensa, que aseguraron que yo tenía afectadas mis capacidades volitivas y cognitivas y sin embargo hicieron caso a los informes forenses que ni siquiera eran especialistas en psiquiatría? ¿Qué pruebas llevaron a cabo estos forenses para llegar a las conclusiones que llegaron?».
«Esto es una pesadilla. Yo siempre he creído que la Justicia aclararía las cosas. ¿Y ahora qué hago? Si el recurso nos es adverso, ¿qué me queda?
A Toro y a mi ex mujer les han absuelto. A mí me parece muy bien porque siempre he estado convencido de que ellos no tenían nada que ver con el 11-M. Lo que no comprendo es por qué no me tratan a mí con el mismo criterio. Yo no gano nada con que les condenen a ellos. Si les han dejado libres, por algo será. Sólo pido que estudien mi caso y que lo reconsideren».
«Lo que no puedo aceptar es que a los policías que me han metido en este lío les dejen tranquilos. A Manolón yo le conté cada paso que daban los marroquíes. Le proporcioné el carné de identidad falsificado que usaba El Chino, las matrículas de sus coches y todo lo demás. Me ofrecí para capturar a El Chino, les dije dónde podían encontrarlo, en Madrid. No sé qué podía hacer más». «Es sangrante que la agenda donde Manolón tenía todos los datos que yo le había proporcionado se la enseñaron al juez Del Olmo con las hojas arrancadas. Casualmente, faltaban todas en las que salían El Chino y los demás.
Primero no me hacen caso, luego me dicen que diga que vi. algo que no vi para poder atraparlos, y al final yo me llevo los 35.000 años y a ellos ni siquiera les investigan».
«Si los españoles quieren saber lo que pasó, aún tienen mucha tarea por delante. A mí ya me han condenado y enterrado, pero hay muchas personas involucradas en esto que saben que ésa no es la verdad».
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