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08 noviembre 2007
SIN manteca
Lo primero que llama la atención de las perrunillas es su nombre. Perrunas, perrunillas… El DRAE aclara, como casi siempre, poco. Pero sí da una aparente pista: el pan perruno o, simplemente, perruno: una forma de pan basto y oscuro, elaborado con más cáscara que harina, y destinado a la alimentación canina. ¿Se llamarán así las perrunillas por asimilación o semejanza? ¡Quiá! Las perrunillas no son oscuras ni se elaboran con harina de baja calidad. Y, entonces, uno aprende que –en su receta más extendida– llevan las perrunillas manteca de cerdo. Manteca de cerdo, perrunas… ¿Estaremos ante otro caso de cocina “cristiana” elaborada para hacer chanza de conversos? Los duelos y quebrantos, que el Quijote comía los sábados, no eran más que eso: pesar y llanto por tener que comer, y además en sábado, chorizo y tocino de cerdo para que nadie dijese que uno había judaizado. Con eso y un apellido nuevo, alguien podía llegar, incluso, hasta la Real Chancillería de Valladolid a probar la pureza de su sangre. Bueno: con eso, y con bastante dinero para engrasar conciencias y legajos. No sé si mi barrunto estará en lo cierto, pero las perrunas más habituales podrían ser un arcaísmo culinario (¡otro más!) antijudío.

Sin embargo, que no cunda el pánico. Las que aquí presento, fáciles de hacer, riquísimas de comer y aptas para paladares poco dados a lo dulce, no llevan en su composición nada prohibido por el Libro y, desde luego, están totalmente exentas de colesterol siendo apropiadas, incluso, para vegetarianos estrictos. Así se hacen en la Mancha: horras de cerdo. Con aceite de oliva, harina de trigo y vino blanco. Bastante kosher, como ven, si dichos ingredientes se han tratado convenientemente. Mezcla en un bol o cuenco amplio una taza y media de aceite de oliva virgen, media taza de vino blanco y una cucharada de azúcar. Puedes ponerle cava o champagne en lugar de vino: saldrán las perrunillas un tanto más livianas. Si, al revés, eres amigo de las emociones fuertes y los desayunos de toda la vida, en lugar de vino pon la misma cantidad de una barrecha de vino y anís (seco o dulce: a tu elección). Disuelto el azúcar, añade unos trescientos gramos de harina de trigo. Mézclalo bien y amásalo a modo. La pasta debe de quedar blanda, aceitosa. Que no se pegue ni a tus manos ni a las paredes del cuenco: tal es el punto. Has de trabajarla bien, que sea homogénea, libre de grumos y fácilmente moldeable. No tan seca como si fueses a hacer una empanada o una pizza: brillante por el aceite y no mate por la harina. Déjala estar una media hora y ve encendiendo el horno hasta que alcance los 190ºC. Toma, tras la media hora de rigor, un buen trozo y extiéndelo sobre una tabla de cocina. Tomarás el rulo y lo posarás suavemente sobre la masa. Muy suavemente. Con mimo. Deja que sea su propio peso el que presione amorosamente la masa. Extiende ésta hasta un grosor de medio centímetro. Con unos moldecillos de plástico de diversas formas (los venden en los chinos), ve sacando galletas de la masa. Deberán ser pequeñas: cuadrados de unos tres centímetros de lado, medias lunas de similar tamaño, estrellitas… Disponlos sobre un papel de aluminio con el que habrás forrado una bandeja de horno. Con las cantidades que di más arriba, saldrán unas cincuenta perrunillas. Con el horno sin el grill, déjalas hacerse durante un cuarto de hora. Notarás que se blanquean y pierden el brillo. Incluso observarás que, alguna de éllas, folla suavemente bajo el calor. Pasado ese tiempo, enciende el grill y dales un toque suplementario de unos siete minutos. Se dorarán así por arriba. Prepara una mezcla de azúcar y canela y, cuando saques las perrunillas del horno y se enfríen un tanto, pásalas por élla metiéndolas completamente en la golosina y sacándolas luego para que pierdan el resto que no ha querido pegarse suavemente a sus superficies. Ya está.

Pueden tomarse, claro está, al desayunar. Con café con leche o té. A mí me gustan particularmente como postre, acompañadas de una copa de moscatel fresquito. O, a media tarde, junto a una copa de anís, mezcla de seco y dulce. Ya verán…

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[0] Editado por Protactínio a las 8:14:00 | Todos los comentarios // Año IV