Perdonada.
Qué aburrido sería el espectáculo sin el error. Tanta saturación informativa acarrea que las noticias pierdan su significado. No son nuevas. En una relación espectador-programa que ha derivado irreparablemente hacia la distracción como primer mandamiento, espacios tan esquemáticos como los informativos sólo consiguen sorprender a través de los gazapos. No sólo son problemas técnicos. Un desajuste organizativo echa por traste el guión que tan concienzudamente fue guisado durante horas. Se comprende en tal tesitura la frustración del maestro de ceremonias.
Y Míchel se desmarcó como nunca.
(El error, como la fealdad, está desprestigiado. No obstante, el concurso de ambos es esencial. No veríamos belleza sin la segunda; no seríamos sin el primero. Cristo apareció de penalti. El error tiene mala prensa. No es tan grave: la prensa es mala).
Del formalismo de los informativos al espectáculo deportivo, el directo traiciona a los profesionales. Pero los errores funcionan ocasionalmente como apunte documental sobre cómo se prepara el reportero. Por ejemplo, en la esfera del corazón.
Patatán. Pero ellos no son los únicos: siendo indiscutible que los catódicos están más expuestos, el medio más directo es la radio, cantera de humoristas de niveles que ya quisieran los mejores Martes y Trece.
El informador tropieza y el espectador, inmoralmente, se congratula. Es porque recibe uno de los alimentos que explica su supervivencia: la avidez por la novedad, el estímulo de la percepción impresionable. Aficionados a contar historias, triunfan las novedosas. Los giros de guión, una trampa, obtienen un éxito comercial incontestable. La excepción es el porno, que juega en una liga (o un tanga) diferente. Las modas, el diseño, el progreso, en definitiva, tienen idéntica propulsión: el combate contra el aburrimiento. Afortunadamente, el aburrimiento es insaciable. Reconozcamos todos que los informativos dicen poco. La conclusión antecede al hecho, de modo que su función es la de reafirmar al receptor en sus convicciones. ¿Líneas editoriales? Un eufemismo elefantiásico.
La sorpresa, decíamos, es el ingrediente fundamental de la receta de los gazapos. Hasta el punto de que tiene que desubicar a los propios protagonistas. Un regidor avispado introduciría variaciones de guión y fallos en el sistema con el objetivo de desesperar a los profesionales y regocijar al público. Exactamente, como en el Show de Truman (Peter Weir, 1998). El lector sabe ya que el pueblo que sirve como decorado de la prefabricada vida del atribulado Jim Carrey es una urbanización real de Florida.
Lo falso resultó ser cierto y el diseño, no podía ser de otra manera, inspiró varias zonas residenciales del estilo. Ya quisiera éste haber disfrutado de tamaña publicidad.
En la década de los noventa se popularizó la exposición de gazapos de rodaje en los títulos de crédito finales de varias películas. Tanto cuajó la moda que los autores de una película de animación decidieron ‘fabricar’ sus propios ‘errores’ de rodaje para exponerlos ante una audiencia que cada vez encontraba más dificultad para discernir la artificialidad de lo sincero. Pero el escollo ya no es tal: la primera ha engullido a la madre.
¿Ganaría más audiencia un informativo que produjera aleatorios errores de transmisión? Si han probado con presentadoras que se despelotan o humor blanco en la introducción de tal o cual noticia, no estaría mal intentar el modelo metepatas. Preferimos al Matías enrabietado que al de los chascarrillos.
La imperfección de los gazapos resalta aún más cuando el mensaje tiene una trascendencia impropia de los foros del entretenimiento. Una noticia de capital simbolismo narrada con imprevistas emociones cobra así una dimensión casi artística. La importancia del mensaje gana con el timbre de la emoción. La historia, el anclaje de la memoria, activa aquí sus triunfales resortes.
En cualquier caso, las cámaras grabadoras ridiculizan al más pintado.
Por todo ello, la robotización de determinadas tareas aún queda demasiado lejos. Las máquinas se perfeccionan, pero el error humano es eterno.
Qué aburrido sería el espectáculo sin el error. Tanta saturación informativa acarrea que las noticias pierdan su significado. No son nuevas. En una relación espectador-programa que ha derivado irreparablemente hacia la distracción como primer mandamiento, espacios tan esquemáticos como los informativos sólo consiguen sorprender a través de los gazapos. No sólo son problemas técnicos. Un desajuste organizativo echa por traste el guión que tan concienzudamente fue guisado durante horas. Se comprende en tal tesitura la frustración del maestro de ceremonias.
Y Míchel se desmarcó como nunca.
(El error, como la fealdad, está desprestigiado. No obstante, el concurso de ambos es esencial. No veríamos belleza sin la segunda; no seríamos sin el primero. Cristo apareció de penalti. El error tiene mala prensa. No es tan grave: la prensa es mala).
Del formalismo de los informativos al espectáculo deportivo, el directo traiciona a los profesionales. Pero los errores funcionan ocasionalmente como apunte documental sobre cómo se prepara el reportero. Por ejemplo, en la esfera del corazón.
Patatán. Pero ellos no son los únicos: siendo indiscutible que los catódicos están más expuestos, el medio más directo es la radio, cantera de humoristas de niveles que ya quisieran los mejores Martes y Trece.
El informador tropieza y el espectador, inmoralmente, se congratula. Es porque recibe uno de los alimentos que explica su supervivencia: la avidez por la novedad, el estímulo de la percepción impresionable. Aficionados a contar historias, triunfan las novedosas. Los giros de guión, una trampa, obtienen un éxito comercial incontestable. La excepción es el porno, que juega en una liga (o un tanga) diferente. Las modas, el diseño, el progreso, en definitiva, tienen idéntica propulsión: el combate contra el aburrimiento. Afortunadamente, el aburrimiento es insaciable. Reconozcamos todos que los informativos dicen poco. La conclusión antecede al hecho, de modo que su función es la de reafirmar al receptor en sus convicciones. ¿Líneas editoriales? Un eufemismo elefantiásico.
La sorpresa, decíamos, es el ingrediente fundamental de la receta de los gazapos. Hasta el punto de que tiene que desubicar a los propios protagonistas. Un regidor avispado introduciría variaciones de guión y fallos en el sistema con el objetivo de desesperar a los profesionales y regocijar al público. Exactamente, como en el Show de Truman (Peter Weir, 1998). El lector sabe ya que el pueblo que sirve como decorado de la prefabricada vida del atribulado Jim Carrey es una urbanización real de Florida.
Lo falso resultó ser cierto y el diseño, no podía ser de otra manera, inspiró varias zonas residenciales del estilo. Ya quisiera éste haber disfrutado de tamaña publicidad.
En la década de los noventa se popularizó la exposición de gazapos de rodaje en los títulos de crédito finales de varias películas. Tanto cuajó la moda que los autores de una película de animación decidieron ‘fabricar’ sus propios ‘errores’ de rodaje para exponerlos ante una audiencia que cada vez encontraba más dificultad para discernir la artificialidad de lo sincero. Pero el escollo ya no es tal: la primera ha engullido a la madre.
¿Ganaría más audiencia un informativo que produjera aleatorios errores de transmisión? Si han probado con presentadoras que se despelotan o humor blanco en la introducción de tal o cual noticia, no estaría mal intentar el modelo metepatas. Preferimos al Matías enrabietado que al de los chascarrillos.
La imperfección de los gazapos resalta aún más cuando el mensaje tiene una trascendencia impropia de los foros del entretenimiento. Una noticia de capital simbolismo narrada con imprevistas emociones cobra así una dimensión casi artística. La importancia del mensaje gana con el timbre de la emoción. La historia, el anclaje de la memoria, activa aquí sus triunfales resortes.
En cualquier caso, las cámaras grabadoras ridiculizan al más pintado.
Por todo ello, la robotización de determinadas tareas aún queda demasiado lejos. Las máquinas se perfeccionan, pero el error humano es eterno.
(Escrito por sickofitall)
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