No saben los alumnos que el procedimiento fue el opuesto. El profesor se fijó qué estrellas estaban en ese punto y ahora dice que fue intencional esa alineación. El Crítico Constante nos contó que también en una iglesia le dijeron que un detalle arquitectónico fue construido con la intención de señalar la salida del sol en el equinoccio.
A los fines de la luz y la ventilación lo conveniente es que las aberturas estén orientadas hacia el sur o el este. Algo tan simple es interpretado por los “arqueoastrónomos” como hecho para sembrar justo en el equinoccio de primavera. Hay que tener en cuenta que la agricultura del neolítico era muy elemental. Pero seguramente los agricultores de aquel tiempo, como los de ahora, se guiaban para hacer sus siembras por el deshielo, las lluvias y el calor reinante y no por el rígido día del equinoccio.
Vean algunas de las tantas tonterías publicadas: “En lo que respecta al sitio arqueológico de Dzibilchaltún (fig.1), sabemos que los trabajos realizado en términos arqueoastronómicos no son muchos. El evento que más destaca entre todos los demás es el observado en el Templo de las Siete Muñecas el día 21 de Marzo y 22 de Septiembre (fig.2), que es cuando sucede el equinoccio en donde se puede observar que al amanecer, el Sol pasa entre las jambas de la estructura y crea una iluminación espectacular. También en la misma estructura se pueden observar los solsticios de Verano y de Invierno, los cuales proyectan una sombra diagonal al eje Este–Oeste de la estructura por medio de unas ventanillas que se encuentran al Este de la estructura.” Creo que esa expresión subjetiva, “iluminación espectacular”, le quita toda cientificidad al trabajo.
Cuando estuve en Dzibilchaltún a principios de febrero de 1988 el sol a la mañana entraba por esas ventanillas y proyectaba también una línea diagonal. Lo mismo comprobé en Chichén-Itzá. Allí las compañías de turismo cada 21 de marzo hacen su agosto. Se trasladan allí multitudes de adeptos New Age para gozar del anunciado espectáculo de una serpiente de luz que asciende los escalones de la pirámide. En Teotihuacan fueron 30.000 personas las que visitaron el lugar en el último equinoccio de primavera. El matemático Eddie Salazar Gamboa del Instituto Tecnológico de Mérida, en Yucatán, pretende explicar que el equinoccio de otoño indicaba a los antiguos mayas el cambio de estación y el momento del levantamiento de las cosechas. Tal vez Protactínio nos pueda decir si las cosechas se hacen en el equinoccio de otoño como dice este matemático que practica el intrusismo científico o en el momento en el que los frutos están maduros, como indica el sentido común. Aunque no podamos ver esa mentada serpiente en Chichén Itzá (por más esfuerzo metafórico que pongamos) nada tira tanto el ánimo al suelo que enterarnos de que el mismo “fenómeno” se produce durante seis meses del año. Nada que ver con los equinoccios.
Sin embargo “Los espectadores se ponen de pie y levantan las manos al cielo para absorber toda la energía positiva que se cree emana este fenómeno.” Aquí pueden leer el relato de uno de los tantos papanatas que van ese día, en el cual las compañías de turismo y el mismo gobierno mexicano cobran doble la entrada. El gobierno mexicano se suma a la charlatanería. Pero entrelíneas se puede deducir la poca precisión del acontecimiento. Dice allí que en Chichén Itzá se puede observar el “fenómeno” desde el 5 de marzo (no solamente en el equinoccio) y que en Dzibilchaltún el efecto de que el sol equinoccial se viera a través de una puerta ocurrió dos horas después del amanecer porque antes estaba nublado.
Sin embargo hay que reconocer que entre estos papanatas algunos ejercen el sentido común, como estos que tratan de desmerecer la opinión de que el “Intiwatana” de Machu Picchu era un reloj solar. Lo triste es que en su lugar proponen una interpretación más disparatada aún: “Es incuestionable que también ha sido utilizado como un eficaz método para predecir y medir los solsticios y equinoccios, es decir, las estaciones y, por ende, los tiempos de siembra y cosecha. Referirse a esta piedra sólo como un "reloj solar" o "dial del sol", u otros nombres similares, es aparentemente un concepto erróneo resultado de una limitada especulación. El Inca y la sociedad incaica no necesitaban medir el día en horas o minutos. Para ello, sólo miraban la posición del sol como hoy día hace quien tiene la costumbre. Muchos estudiosos afirman que el "Intiwatana" también fue un dispositivo direccional, donde los ángulos determinaban el norte magnético, lo que supondría conocimientos muchos más profundos de las ciencias astronómicas y la física. Los astrónomos Blanco, Dearborn y Mannheim, declaran sobre este complejo astronómico que es posible tener observaciones de las Pléyades, muy importante para el cultivo andino, y constelaciones como la Cruz Del sur, Spica, Alfa Centauro, Vega, Deneb y Altar. Los estudiosos locales indican que el Intiwatana de Machu Picchu se relaciona estrechamente a un ceque, alineación imaginaria de observatorios, templos y centros urbanos y ceremoniales.”
Recuerdo que en Machu Picchu un guía pretendió hacernos creer que las ventanas de una edificación habían sido hechas para contemplar el nacimiento del sol en el equinoccio de primavera. No pude menos que decirle: “Yo pensé que se hicieron así para que entrara la luz del sol en la mañana”. Ese mismo guía en otro momento nos había dicho que las terrazas de cultivo de Machu Picchu no se utilizaban para plantar papa y maíz, como es de imaginar, sino para “cultivar orquídeas para adornar los templos”. Esa estupidez hizo que abandonara el grupo y me dedicara a recorrer por mi propia cuenta el sitio. Por lo menos me ahorraba la amargura de tener que escuchar tantas tonterías.
En Europa para rivalizar con los sitios americanos están Stonehenge o Carnac, de los cuales también se ha dicho que tienen por finalidad señalar la salida del sol en el equinoccio, o predecir los eclipses (no sé qué utilidad tendría eso) y hasta como computadora. Uno de los puntales de la arqueoastronomía, el ingeniero Alexander Thom, ejerciendo la práctica generalizada del intrusismo en la arqueología, pretendió demostrar que en Carnac estaba graficado el teorema de Pitágoras. Es asimismo famosa la afirmación de Von Daniken que atribuía a los extraterrestres haberle enseñado a los dogones africanos el conocimiento de que Sirio es una estrella doble. Después se supo que ese conocimiento les llegó por la lectura de Selecciones del Reader´s Digest.
Si se han hecho afirmaciones exageradas y falsas respecto a Stonehenge o las pirámides americanas ni qué decir de las egipcias. Sobre su pretendida función astronómica habría que solamente hacer constar que esas pirámides no tienen siquiera precisión en sus ángulos. Ninguno mide exactamente noventa grados debido a que aún no se conocía en ese tiempo el simple método que aporta el teorema de Pitágoras para obtener un ángulo recto. Ni siquiera tienen la misma medida en sus cuatro lados.
En un sitio publicado por científicos que pierden el tiempo con la arqueoastronomía se justifica el hecho en una forma bastante ingenua: “La Arqueoastronomía puede tener un carácter más popular o divulgativo que la Astrofísica porque los conceptos son relativamente sencillos, son fácilmente entendibles, y, además, porque a la gente le importa lo que le pasa a la gente.”
¿No están de acuerdo con lo que he escrito? No se preocupen. Ya fui cuestionado. La asociación escéptica ARP (Alternativa Racional a las Pseudociencias) dedicaron un artículo para atacarme, pero sin dar fundamentos. Ese artículo pasa por alto el hecho de que los cultivadores de la “arqueoastronomía” la llaman así para alejarse de la más evidentemente magufa “astroarqueología”. Es lo mismo. Además el fundador de esa pretendida ciencia, Dawkins, le puso originalmente el nombre de “astroarqueología”. La disciplina está podrida desde la base. Aclaro, si fuera necesario hacerlo, que ante la alternativa, me parece mucho más lógica la arqueoastronomía “global”, que estudia las interpretaciones y mitos astrales de la antigüedad, que la “orientacionista”, a la que cuestiono furiosamente.
Si bien es cierto que los menos serios pretenden explicar todos los monumentos antiguos como producto de extraterrestres tampoco es científico pretender encontrar en cada alineamiento de piedras una intención astronómica. O el caso de quienes pretenden que toda estructura circular antigua era un observatorio, como ocurre con Stonehenge, con la torre llamada El Caracol de Chichén Itzá o con el “observatorio” de Machu Picchu. La forma circular se justifica en la actualidad por el hecho de que los telescopios giran alrededor de un eje pero no en el neolítico.
Si alguien quiere conocer la historia de mi martirio puede verla aquí. Son los artículos que tienen como título “Club de MAC”. Allí me defendí panza arriba ante la acometida general. Así que lo que me puedan decir en este blog apenas me va a rozar.
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