A día de hoy, en España, tenemos únicamente dos graves problemas. Uno es el modelo de desarrollo político, del cual se ha venido hablando mucho estos últimos días en el NJ. El otro es el Cambio Climático (así, con mayúsculas, como Dios, Estado y Rey). Como fiel seguidor de aquel varón judío que todos conocen, creo firmemente en que la verdad nos hace libres (a unos más que a otros). Así como la verdad me inclina a pensar que los nacionalistas antiespañoles no llevan la razón de su parte, también aquella me inclina a dictaminar (por no repetirme) que los apocalípticos del Cambio Climático tampoco la llevan de su lado por los datos que manejo (amos). Muchos de ustedes conocen de dónde han venido las lentejas con las que me crié tan fermosamente. La UE y la sabia mano de mi padre velando por la salud de los olivitos maternos han podido sufragar sin mayores problemas los gastos que una carrera privada y un colegio mayor han ocasionado. Por tanto, tener a un padre agricultor predispone a sacar el tema del clima cada dos por tres. Tan fuerte ha pegado el asunto que tengo al progenitor A hasta preocupado y pensando en vender la espléndida finca que lleva administrando desde hace más de veinte años y que se conoce como la extensa y un tanto estropeada palma de su mano (le dio tiempo en su azarosa juventud a convertirse en miembro del equipo olímpico español de remo. Los Edgardos somos asín). No es óbice a que cogiera una explotación agraria que daba seiscientos mil quilos de aceituna anuales y ahora proporcione casi dos millones. No es óbice para que estos últimos años haya llovido más o menos lo de siempre y se hayan obtenido rendimientos altísimos de grasa (aceite de oliva, amos). No es óbice para que sus amigos de Almería o Israel inyecten CO2 en sus invernaderos y obtengan mayores producciones hortofrutícolas. La religión es la religión, y el Santo Padre Gore tiene tal mando que ríanse de Pío XII. Al pobre de don Mariano, bastante torpe últimamente, le ha cogido la vuelta la Inquisición Climática. Dice el prócer galaico que se magnifica el problema y toda la maquinaria progre a una (Gabilondo empezó su telediario suavote hará algún añito, pero ya está quemando carbón -uy, perdón- a tope) a por su yugular. Un ignorante, dicen, o un irresponsable, cuando ellos no saben ni de esto ni de prácticamente asunto alguno nada que merezca la pena. Habría que hacerle unas cuantas preguntas a todos estos vainas profesionales. El tiempo de vida del CO2, la importancia del metano, qué significa exactamente “efecto invernadero”, qué pasa con el agujero de ozono, qué significa glaciación y su contrario, por qué se oponen analfabéticamente a la construcción de centrales nucleares, y lo que es más importante todavía, si ha existido desde que hay vida sobre la Tierra un periodo de tiempo donde el clima no cambiase. No he visto el documental de Gore. Ya he dicho que el único Apocalipsis que me gusta y frecuento (lo frecuentaba más en mi época nicheana) es el de San Juan. Al parecer Gore apunta a que el mar subirá seis metros (no hay hasta la fecha científico alguno dotado de estabilidad mental que sostenga lo mismo), que las especies se extinguirán a toda priesa, que las catástrofes climáticas asolarán a gran parte de la humanidad (¿no lo han hecho desde siempre?), en fin, cosas de tan buen estilo. Por lo menos Jesús fundó una religión con lo puesto y acabó na más que regular por aquello. A San Gore la progresía internacional lo elige Nóbel de la Paz y cobra doscientos mil por conferencia. No le negaré inteligencia (tiene ahora más predicamento incluso que cuando era vicepresidente de los Estados Unidos), e incluso algo de razón. El consumismo que nos ha traído la ideología liberal (y aquí entran tanto la “nueva” derecha como la “nueva” izquierda), ha disparado el uso y abuso de recursos “naturales”. No toda la humanidad puede vivir al nivel del español medio, acabaríamos en una suerte de basurero planetario para disgusto de muchos. Pero las cosas, en sus respectivos quicios. La fusión y el hidrógeno tardarán mucho en llegar. Algunos que saben de esto ni siquiera los esperan. Lo sensato sería una transición desde el petróleo a la energía nuclear en unas cuantas (no muchas) décadas, pero el pensamiento progre dictamina que no y que no. Soy miembro desde hace ya unos cuantos años de Greenpeace, y las he tenido aviesas con este tema. Hasta que un amigo me dijo que aquellos concienzudos ciudadanos recibían mucha pasta de donaciones de organismos americanos ligados a compañías petroleras (David Rockefeller tuvo mucha arte y parte en la gestación de Pazverde). Aaaamigo. Hoy es situarse en la diana mediática mostrarse escéptico con Gore y los tragasables panelísticos de la ONU. A Rajoy le acaba de suceder. Somos los nuevos apestados. Da igual que sepas bastante más que ellos del asunto. Hasta tienen a mi padre acobardado. En Greenpeace sólo saben de naturaleza en general un cinco por ciento del personal. Preguntas por la carga alimentaria de un herbívoro como un venado o una oveja y les suena a mandarín. O cuántas rapaces encuentran su último oasis en las dehesas de ganado bravo y se persignan. Claro que hay que preguntarse si estamos gastando demasiado (que lo estamos haciendo), pero no paso por hacer de esto un modus vivendi para una nueva casta de sacerdotes sabelotodo y perdonavidas. Ni siquiera se tiene claro (ni obscuro) cómo afecta el agua, los océanos, a la mudanza climática. Hace cien millones de años, con unas tasas altísimas de CO2, diez veces las actuales, caminaban por la tierra herbívoros de casi cien toneladas (quince veces más que un elefante africano y además grande) y carnívoros de cinco o seis toneladas (más de seis veces el peso de los osos más grandes que además son en parte herbívoros, veinte veces más que el tigre de Siberia, nuestro mayor carnívoro estricto). El Ártico se deshiela, dicen. Pero en el Antártico el hielo crece, poco, pero crece. Y el CO2 se reparte de forma proporcional en todo el cielo terrestre. Algunos estudios señalan que hoy hay más agua dulce que hace quinientos años (se ha de incluir la subterránea), pero se los destina a las últimas páginas de las publicaciones. El Gurú Gore I pinta un mundo fatídico, pero él mientras vive a tutiplén. Si al menos se hubiera marchado a vivir a una cabaña a recolectar frutos y cazar berrendos, sería un tunante pero al menos con un par. Hablando de cabañas, hoy tocaba hablar de mi segunda, Marshall MacLuhan, pero él mismo hubiera preferido que aportara mi granito de arena a la última causa de la Sagrada Orden Reaccionaria. Y aquí está. Despelléjenme.
* Nota: soy socio de Greenpeace, de Adena, del Club de Amigos del Águila Imperial y de Amigos de Doñana. Entrambas, se llevan un 3 por ciento de lo que gano al año. ¿Se imaginan que también lo hicieran Gore, los Benjumea de Abengoa o los Entrecanales, los mismos que se están forrando? Fuck Gore.Etiquetas: Edgardo de Gloucester





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