A: Su Majestad Don Juan Carlos I de Borbón y Borbón, Rey Constitucional de España.
Rey de Castilla, de León, de Aragón, de las Dos Sicilias, de Jerusalén, de Navarra, de Granada, de Toledo, de Valencia, de Galicia, de Cerdeña, de Córdoba, de Córcega, de Murcia, de Jaén, de los Algarves, de Algeciras, de Gibraltar, de las Islas Canarias, de las Indias Orientales y Occidentales, de las Islas y Tierra Firme del Mar Océano. Archiduque de Austria. Duque de Borgoña, de Brabante, de Milán, de Atenas y Neopatria. Conde de Habsburgo, de Flandes, del Tirol, del Rosellón y de Barcelona.
Señor de Vizcaya y de Molina. Capitán General de las Reales Fuerzas Armadas y su Comandante Supremo. Soberano Gran Maestre de la Insigne Orden del Toisón de Oro.
Jefe y Gran Maestre de la Real Orden de Carlos III. Jefe y Gran Maestre de la Orden Real de la Reina María Luisa. Caballero de la Orden de San Javier. Caballero de la Orden de la Anunciada. Caballero de la Orden de la Jarretera. Bailío Gran Cruz de Justicia con collar de la Orden de Constantino y Jorge de Grecia. Bailío Gran Cruz de Honor y Devoción de la Soberana Orden Militar de Malta. Gran Collar de la Reina de Saba. Gran Cordón de la Orden Suprema del Crisantemo de Japón. Gran Collar de la Dinastía de Reza de Irán. Gran Cruz de la Legión de Honor y de la Orden Nacional de Mérito. Y de cuantas Órdenes discierne el Estado Español (Montesa, Alcántara, Calatrava y Santiago, entre otras). Además de los títulos caducados y vitalicios que revierten en la corona.
De: Cateto de Pacifistán (alias de un nacional del Reino de España)
Asunto: ¿Qué le está pasando?
Texto: Le recuerdo cuando yo tenía 6 años y Vd. los 38. Era por 1975 y el de las pesetas se había muerto hacía poco. Ahora yo tengo 38 y Vd. ya anda por la tercera edad. No es por nada pero el común de los ciudadanos a su edad ya está retirado…, bueno digamos que de su quinta debe quedar Luis del Olmo todavía al pie del cañón, aunque ciertamente en un estado decadente que debería hacerle cuestionar si no es mejor pasear por el Roc de Sant Gaietà, que ir repartiendo rencor por las esquinas. Por cierto, muy monárquico es este señor multimillonario que se dedica a repartir credenciales de moderado. Piense en eso, por alguna razón las normas de Seguridad Social establecen la jubilación a los 65 y no a los 90. Pues bien, yo seguí su coronación esperando ver que le ponían una corona. Pero no, después de escuchar cosas que no entendía, Vd. suelta un discurso que no entendí, y nunca le pusieron una corona (después me enteré de que en las coronaciones de España no hay corona). Sin embargo mi atención se centraba en un rubiales que tenía más o menos mi edad, y que después le nombraron Príncipe de Asturias, Príncipe de Gerona, Duque de Montblanc, Conde de Cervera y Señor de Balaguer, y Príncipe de Viana, vamos su hijo Felipe. A partir de entonces todas las noticias que recibía de Vd. eran positivas, desde su discurso (que tampoco entendí) ante congresistas de EEUU, hasta anécdotas (no sé si contrastadas) que hablaban de ayudas a motoristas cuando Vd. se escapaba de la Zarzuela en moto (si bien años después viendo en un reportaje de la BBC que Vd. era incapaz de poner en macha una motocicleta dudo de la veracidad de las noticias). El Rey era el Rey y todo funcionaba perfectamente. Hasta que un día dimitió un Presidente de Gobierno que años antes había sido nombrado por el Rey (recuerdo que lo explicaban a los niños de mi edad con un tablero de ajedrez) pero que por lo visto después había sido votado por los españoles (en caso con gran enfado pues les gustaba más un tío joven que hablaba con un acento andaluz peculiar llamado Felipe González). Una tarde una vecina llamó alterada a casa porque en una sesión del Congreso de los Diputados se había producido un “golpe de estado” (a mi me sonaba lo de los golpes de estado de lo que pasaba en Argentina, Chile y Bolivia..). Mi hermano mayor, que tiene la edad del actual Presidente del Gobierno (al cual llamo cariñosamente Monchito por el parecido con el muñeco de José Luis Moreno), estaba haciendo el servicio militar en San Sebastián (al tiempo que Monchito sesteaba en la neonata Universidad de León), lo cual creó congoja en mi casa. No llegué a ver su mensaje televisado (aunque dicen que fue clave en acabar con la “intentona” que no sabemos a estas alturas de qué era), pero le puedo asegurar que también fue clave para acabar con el golpe que todos los niños el día 24 de febrero de 1981 fuéramos a clase con toda tranquilidad. Llegó Felipe, ese de los 800.000 puestos de trabajo (800 o 1000 parodiaba Pedro Ruiz) y Vd. anduvo sin pena ni gloria, con su mensaje navideño y los estudios de sus niños. En ese momento ya muchos nos barruntábamos que la primogénita lo mismo tenía algún problema, llamémoslo, intelectual. Pero claro, eso siempre ha sido un rumor y como rumor se debe tratar (claro que si encima hay que darle carta de naturaleza al “mosqueo” de la infanta con el máximo representante de casi la mitad de los votantes de este país habrá que recuperar el “rumor”). Como Felipe no nos daba trabajo, pero sí montó universidades hasta en las pedanías y en algo había que ocupar el tiempo, empecé la carrera de derecho. Como una revelación empecé a comprender qué diablos era eso de la democracia, el imperio de la ley, los diputados, los senadores y el puñetero negocio jurídico. Como todo hijo de vecino pobre, sin tara ni contacto, hice el servicio militar, y juré por Dios o por mi honor, dar hasta la última gota de mi sangre en la defensa de España y el orden constitucional (en otro momento tuve que renovar ese juramento-promesa pero no viene al cuento). A día de hoy Juan Carlos (creo que ya nos podemos tutear por lo que sabes de mi) no he abjurado de lo que hice por lo que en lógica coherencia mantengo mi promesa de defender el orden constitucional, del cual tú formas parte. Seguí la carrera y aprendí que eras “inviolable” que no es lo mismo que inmune (con los años he llegado a ver que hay inviolables de hecho diferentes al Rey), vamos que si apiolas a la reina no es que no te merezcas ir a la cárcel (que lo merecerías) sino que nos encontraríamos ante un crisis institucional. Y llegaron las olimpiadas y te ganaste la fama de “talismán” para con los atletas españoles, y por extensión el efecto taumatúrgico deportivo alcanzaba a tu familia. Pero a partir de entonces, con casi 25, casado y empezando a pelearme en los juzgados empezaste a hacer cosas raras… yo diría que cosas muy raras. Ya habían rumores anteriores (como aquél que te unía sentimentalmente a la mejor Evita según Lloyd Webber), pero se te perdonaban. Pero Juan Carlos, te empezaron a salir amigos mancos pero que suplían su incapacidad con una habilidad de quedarse con dinero ajeno, así como otrora empresarios “ejemplares” (Jordi Pujol Soley y Universidad Complutense “dixit”) que formaban parte de tu círculo íntimo ¿Qué te pasó? ¿No llegaba el presupuesto de la Casa del Rey? ¿Añorabas la vida cortesana? Como un proceso natural tus hijos empezaron a casarse, y en verdad, montaste unos bodorrios bastante interesantes, para mi gusto, excesivos… Y salieron los libros de Villalonga, y el de la Reina de Pilar Urbano… y tu mito empezó a diluirse. Ya no traías tanta suerte. Pasó lo que debía pasar. Los Republicanos radicales dejaron de ser partido extraparlamentario ¿Recuerdas cuando te visitó Pilar Rahola? ¿Y Jon Idígoras? ¡Menudo trago verdad! Hasta tu colega Balduino tenía un límite, pero tú no, eras una verdadera tragadera. Esa es la línea roja. Has creído que puedes cargarte todo sobre las espaldas y que el orden constitucional lo puede soportar todo. Craso error, has abierto la caja de Pandora y aquí tienes los resultados. Empezamos por cuestionar el orden de sucesión con un argumento tan estúpido como tramposo. Si dar preferencia a la línea masculina sobre la femenina es una discriminación por razón de sexo (cuando uno se debe preguntar cómo puede ser inconstitucional algo de la constitución), en buena lógica dar preferencia a la primogenitura es una discriminación por razón de edad. Pero de soslayo, este falso debate conlleva el que se pueda cuestionar la propia institución. Y así se ha hecho, pero ya llegaré. Una pregunta Juan Carlos ¿Por qué no te llevas bien con la derecha? ¿Qué te han hecho? No quiero especular sobre el sentido de ese anillo en el dedo meñique, pero no entiendo que seas tan refractario con la derecha, y tan servil con la izquierda. No lo olvides, el día que la derecha diga adiós a la monarquía, ya puedes montar un “todo a cien” con tu cuñado; porque la izquierda lleva en su “adn” darte el finiquito a la menor oportunidad. Desde “aleshores” como decimos en catalán, a mi juicio no das ni una. Ni con los consortes de tus hijos (a cual más penoso), ni tan siquiera el 11M estuviste, a mi juicio, a la altura de las circunstancias ¿Y eso por qué? ¿Has creído que la actitud cortesana de los españoles en los bodorrios demuestra que aguantamos cualquier cosa? Recuerda el 14M. Con las insidias de los que especularon con un delirante golpe de estado del PP y tu silencio posterior, nos dejaste a los votantes a los pies de los caballos. Y eso Juan Carlos no se te perdona. Y no se te perdona porque a esto se le suma el “hablando se entiende la gente”, las risitas con el fachilla Revilla y el ninguneo a Mariano Rajoy que no es porque sea Mariano (podría ser Pepito), sino por lo que representa. Confundes como muchos mesiánicos (y aquí en Cataluña tenemos muchos) la persona con la Institución, y eso es muy peligroso. Hoy yo tengo la edad que tú tenías cuando accediste a la Jefatura del Estado, y tú la edad de mis abuelos. Piensa en estos años, en tu familia, en lo que representas, y en lo que puedes representar. De momento la Institución se salva porque los Republicanos son una banda de frikis, y los más serios no tienen claro si una nueva república llevaría una corriente centralizadora contraria a la centrifugación actual. Pero no creas que eres como la novia fiel que haga lo que haga el novio siempre la tiene a su disposición, porque a muchos de nosotros nos gusta una república como la de EEUU o Francia, y allí no caben ni reyes ni sucesores. Quo vadis Juan Carlos?
Atentamente
(Escrito por Cateto de Pacifistán)
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