La Entrada es el típico lugar donde uno se pregunta ¿qué hago yo aquí? Pregunta fatal porque una respuesta lógica evitaría moverse de casa. Es un cruce de caminos entre los viajeros que se dirigen a las fronteras cercanas y los emigrantes que regresan deportados de Estados Unidos en el bus de lágrimas. Vuelven a intentarlo enseguida de la mano de contrabandistas que cambian de mercancía contra pedido. Es asiento de narcotraficantes al por menor y de un sitio arqueológico, El Puente. Aquí hasta las ruinas tienen nombre de paso. Hay algunos garitos de juego poco clandestinos llamados con pompa y pretensión de ley casinos, en cuya puerta un cartel de bienvenida invita a dejar los hierros antes de ingresar. Algún sujeto más borracho que malencarado intenta robar las fichas haciéndose el distraído, lo que tiene mérito en su estado. Un coyote con aire ilustrado cambia dólares por lempiras sin calculadora y sin equivocarse. Un loco lleva pegados a los talones de sus zapatillas sendos quitapolvos de esos que llevaban los coches tras las ruedas traseras. Dice que es por ir siempre “hecho un cuete”. Los arrastra por el suelo como si fueran un hábito, como el caso que le hacen los parroquianos. Lleva un loro mustio al hombro que le picotea la cabeza más por costumbre que por curiosidad. Pero, con toda su parafernalia, no consigue ocultar su aspecto de labriego triste.
Fuera hay un mercado que el sol a plomo hace chillón. Huele a bolsas de arpillera y fruta podrida. En un puesto un sujeto vende lotes de terrenos y "burras", pequeñas parcelas que quedan entre fincas y que han resistido el paso del “gusano medidor”. Alguna presume que con vistas al mar, distante doscientos kilómetros, otras en la lomita, pero todas aptas para el cultivo. Ofrece un “jalón” (viaje) para ir a visitarlas y como gancho añade que no hay que pagar impuestos por estar “fuera de la mera riata”, la máxima autoridad.
No hay nada pintoresco en todo lo anterior, por falta de turistas, guías y postales que le den ese aire. Son imágenes planas de un lugar plano. Todas las horas del día son calientes en La Entrada, y el tráfico de personas, conversaciones, trampas, drogas, tabaco y hasta ropa usada no evita que el pueblo sea la prueba más clara de que el tiempo es un borrón. Aquí el tiempo transcurre de un solo golpe y cualquier intento de ordenarlo solo consigue confundir aún más a quien lo pretende.
Además de La Entrada hay otras referencias al Nickjournal en el país, como los pueblos de Gracias, antigua y efímera capital, La Esperanza, El Porvenir, Protección, Valladolid o Cáceres. Incluso, viéndolo con optimismo, el mismo nombre del país, Honduras, y el original de esta parte de Centroamérica, la Audiencia de los Confines.
(Escrito por Bartleby)
Etiquetas: Bartleby
Ay, a mí me encanta el capitalismo, con sus crisis y sus auges, o, con sus auges que parecen crisis....
El escenario que se dibuja y divulga: más de cuatro millones de parados; brotes verdes que rápidamente se marchitan; precariado en aumento; sueldos de y para la miseria; durísimas condiciones de trabajo; contratos laborales reconvertidos, en el caso de los jóvenes, en contratos de aprendizaje sin remuneración; ciclos formativos, medios y superiores infames; doctorados mileuristas que siguen en precario; trabajos alienantes que no pueden satisfacer a ningún ser humano que no haya dejado de ser una inteligencia sintiente; prolongación de la edad de jubilación; permanentes y estudiados anuncios de crisis de las futuras pensiones; posibilidad recurrente del copago en la sanidad pública; empeoramiento por disminución de personal de servicios públicos tan esenciales como la sanidad y la educación; feminización de la pobreza también en España; menor financiación de la ley de dependencia; embrutecimiento juvenil alentado; divisiones ficticias entre las clases trabajadoras; banalización de la violencia; posibles disminuciones, directas o indirectas, en las ayudas a los sectores más desfavorecidos; angustia en las gentes; desesperación y miedo; nihilismo político como no se recordaba; creencia generalizada que la política es el reino de la corrupción y el choriceo, y que no sirve para nada ni tiene sentido intervenir en ella; encubrimiento, por servilismo acrítico, de instituciones y fuerzas como la Iglesia católica y romana, la Monarquía y el empresariado; dominio cultural casi absoluto de la cosmovisión neoliberal en franjas no solo conservadoras sino en sectores sociales próximos al PSOE; competitividad extrema, no competencia, como norma de vida; la solidaridad e incluso la compasión arrojadas al baúl de los trastos inútiles y antiguos. Y así siguiendo. Shock cívico, desesperanza ciudadana, temor, temblor y miedos (en plural) en los rostros y almas.
En el fondo, vamos a ponernos en la mejor de las hipótesis, algunos dirigentes políticos bienintencionados creen que la única posibilidad para seguir tirando, cualquier otra opción es pura quimera y nos llevaría al desastre, es contentar a “los mercados” y capear el temporal como se pueda. Saldremos y estaremos bien en poco tiempo. Es una hipótesis falsa: los mercados son insaciables y la única forma de capear el temporal es resistir. Resistir y resistir para poder avanzar algún día.
Non serviam: hic Rodhus, hic salta. Suena a lo de siempre pero es la única alternativa. No hay otra más razonable. Lo que es lo de siempre es entregarse a los desmanes crecientes de los poseedores de la tierra y confiar que en su gran e interminable comilona algunas migajas, aunque sea por descuido o por tener poco cuidado al comer, serán destinadas a los hambrientos. Ni a eso juegan.