Todo lo que está pasando es buenísimo para Alemania, el motor de la Unión Europea, porque estimula sus exportaciones. También es bueno para Europa, no solo porque su motor germano va a andar mejor, sino porque los mandarines de Bruselas empiezan por fin a coger el toro de la crisis económica por los cuernos. Y es providencial para España, porque obliga a ZP, y más en general a toda la clase política, a tomar tierra en el crudo aeropuerto de las realidades, ese que tiene en la torre de control un letrero que dice que no se debe vivir por encima de lo posible.
Es malo para los que soportarán la crisis con más fuerza, que serán como siempre los más débiles, cuyo destino en la vida parece que es pagar una y otra vez el pato. En este sentido, la política que ZP ha pregonado de que la prioridad estará siempre en mantener la protección social es buena, aunque más que buena es buenista, porque las medidas que ZP ha venido tomando no han estado dirigidas a la ayuda de los verdaderamente afectados, sino a un reparto indiscriminado. Ni ZP, ni mucho menos los Sindicatos, que avanzan airosos en su camino hacia la fosilización, ni en general la clase política, han hecho prácticamente nada por empezar a sacar a España de la crisis mucho antes, cuando hubiera sido menos traumático. Remember la última campaña electoral. Ahora tendrán que hacerlo porque les obligarán desde fuera. La duda es si no han actuado antes por desidia o por incapacidad.
Creo que la situación debe verse con cierto optimismo. Puede que ahora sea cuando de verdad estemos tocando fondo. Será imprescindible hacer la salida de la crisis llevadera para los que más la van a sufrir, que no van a ser precisamente los que más griten o los que más cerca estén del poder. Puesto que las medidas económicas nos las van a dictar desde fuera, una tarea para nuestros dirigentes será la de identificar certeramente a los que más necesiten ayuda, pero ayuda, no limosna ni regalos, y darla con eficacia.
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