Será -pienso- cosa de literatos o de estudiosos de la Literatura, que hacen cosas tan raras como Javier Cercas, para quien la más alta creación del madrileño fue la del particular narrador de sus artículos. Seguramente no soy la persona más indicada para valorar estas apreciaciones…¡y precisamente por eso no puedo compartirlas! Sinceramente yo, si tuviese que elogiar algo de Larra, me quedaría con lo esencial-por excepcional: su sobresaliente inteligencia. Cada artículo de Larra refleja que éste poseía una mente altamente analítica y racional, es decir, un intelecto activo - dotado de una implacable lógica- que ni busca ni espera esa "especie de revelación". Pocos ejemplos más elocuentes de su actitud intelectual que este fragmento que roza la arenga y cierra su deslumbrante pieza Literatura:
No queremos esa literatura reducida a las galas del decir (…) que concede todo a la expresión y nada a la idea, sino una literatura hija de la experiencia y de la historia y faro, por tanto, del porvenir; estudiosa, analizadora, filosófica, profunda, pensándolo todo, diciéndolo todo en prosa, en verso, al alcance de la multitud ignorante aún; apostólica y de propaganda; enseñando verdades a aquellos a quienes interesa saberlas, mostrando al hombre, no como debe ser, sino como es, para conocerle; literatura, en fin, expresión toda de la ciencia de la época del progreso intelectual del siglo.Pero Larra era mucho más que un prosista de inigualable ingenio y encantado de escucharse a sí mismo: pese a sus claros planteamientos estéticos e ideológicos, que contaban siempre con el apoyo de su magistral ironía, en sus artículos vibra la conciencia de aquél que mucho ha reflexionado y sabe que generalmente la verdad sólo puede vislumbrarse explorando algún vericueto entre dos posiciones contrapuestas (algo que no debemos confundir la geométricamente seductora -y apacible- equidistancia, que tan fácilmente se manipula jugando con la posición de los extremos). Una cualidad de sabio o quizás, como sugiere Cercas, de genio. Podemos fijarnos por ejemplo en la nota que concluye el aparentemente liviano artículo El casarse pronto y mal, donde el ilustrado autor nos advierte de que:
Sólo sabemos que no basta una ilustración superficial, cuatro chanzas de sociedad y una educación falsamente despreocupada para hacer feliz a una nación.O podemos leer cómo el crítico implacable del Vuelva usted mañana, se muestra consciente de la escasa utilidad de esas críticas sistemáticas que comienzan con la muletilla En este país:
Olvidemos (...) esa funesta expresión que contribuye a aumentar la injusta desconfianza que de nuestras propias fuerzas tenemos (...) Cumpla cada español con sus deberes de buen patricio, y en vez de alimentar nuestra inacción con la expresión de desaliento: «¡Cosas de España!», contribuya cada cual a las mejoras posibles. Entonces este país dejará de ser tan mal tratado de los extranjeros, a cuyo desprecio nada podemos oponer, si de él les damos nosotros mismos el vergonzoso ejemplo.Espero que lo dicho sirva como explicación de mi (seguramente burda) perplejidad, o al menos como una invitación a la lectura de Larra. Pero antes de irme, les dejo una pregunta: ¿qué periodista español actual les parecería digno heredero de Larra, o al menos de su actitud intelectual? Creo que a ustedes- como nickjournalistas y (¡sobre todo!) arcadianos- no les costará imaginar a quién tengo yo en mente…
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