que al correr de las horas,
inmóvil como piedra gris,
jamás echaba sombra.
El búho fue a posarse en él
en la luna de invierno;
rascando con su pico, a aquél
en junio dio por muerto.
Llegó una dama envuelta en gris
en el ocaso incierto:
fulgió por un instante allí,
trenzado en flor, su pelo.
Libre de encanto al fin brotó
despierto de la roca:
en carne y hueso la abrazó
fundiéndose en su sombra.
Ella no ha vuelto a caminar
bajo estrellas o soles:
habita la profundidad
donde no hay día o noche.
Mas sólo un día al año, aquel
en que lo oculto brota,
danzan hasta el amanecer:
la misma sombra arrojan.
(J.R.R. Tolkien, La novia-sombra)
Para cuando las grandes editoriales se deciden a explorar el catálogo de rarezas y obras menores de un autor, los fans ya han ido y vuelto. Primero fueron los fanzines: en los años 80, uno de ellos publicó (y se metió en un lío) los apéndices de El señor de los anillos, que Minotauro había decidido extirpar e ignorar en su edición del libro. Después, vino Internet, con sus olas diversas. Cuando yo me animé a probar el invento a finales de los 90, llegué a tiempo de probar una de ellas, un invento que hoy parece ya prehistórico: las listas de distribución. La dedicada a Tolkien era, en parte, una mutación de los club de fans de toda la vida; había, como en todas partes, trolls, puristas, ágrafos y otras plagas —pero por aquel entonces estaba también muy presente el espíritu de búsqueda de los viejos fanzines. Así se entiende que un tocayo mío, Alejandro Murgia, propusiera algo insólito: que los letraheridos del lugar tradujéramos en comandita, respetando la métrica del original, el único libro de versos que Tolkien publicó en vida: Las aventuras de Tom Bombadil. Por supuesto, yo no supe resistirme; imaginaba que aquello sería un lindo fracaso, y que al menos desbrozaríamos el terreno para quien intentara más adelante una traducción completa.
Cuando el libro quedó acabado en pocos meses (primera y enorme sorpresa), comenzó a rular por correo electrónico, y empezó a sopesarse la posibilidad de subirlo a alguna página web. Todo con muchas dudas, pues teníamos muy claro quién tenía los derechos legales de la obra y no había sido la primera vez que un intento entusiasta de este tipo acababa con un cease and desist. Imagínense, pues, mi asombro cuando, en vez de ponerse la editorial en contacto con nosotros (con la temida carta de advertencia), fuimos nosotros quienes salimos a su encuentro para proponerle la publicación de la obra —y los que tenían todo el derecho a decir no, accedieron, aparcando en favor de la nuestra otra traducción, encargada (y pagada, supongo) a algún profesional de la casa.
El Departamento de Traducción Irreverente, con Diego Seguí a la cabeza, se ocupó de coordinar todo el trabajo y preparar la edición bilingüe, realmente espectacular, que salió a la venta en noviembre de 2005, con los dibujos de Pauline Bayne. Como en todo empeño sublunar, hubo sus puntos oscuros (un corrector justificó su sueldo introduciendo varios errores), pero no tardaron mucho en solucionarse (a los pocos meses salió una segunda impresión que en realidad es una segunda edición corregida: si pueden, eviten la primera).
Aunque fui el primero que se lanzó a traducir (precisamente el primer poema, que da título al libro), soy bastante vago, así que al final mi colaboración fue bastante reducida. Casi todas las traducciones fueron empeños colectivos, pero hay una que hice solo. Por comodidad, ésa les he traído de muestra —pero les animo a explorar el libro en la página del DTI (que, entre otros tesoros, ofrece una edición on line gratuita de las Aventuras, con infinidad de bonus tracks).
(Más también aquí, claro. Dos joyas: Romance de la reina Galadriel y El troll de dos cabezas).
Etiquetas: Al59
[98] Escrito por: Aldeans - 10 de noviembre de 2009 18:51:00 CET
Esta noche el Santiago Bernabeu estallará
-----------------------------
El Bernabéu pide a gritos la dimisión de PellegriniEl público del estadio Santiago Bernabéu, enfadado por el mal juego de su equipo ante el Alcorcón y por un cambio, el que dio entrada a Marcelo por Lass Diarrá, que no entendió, pidió a coro la dimisión del entrenador Manuel Pellegrini.