Recientemente un spin-off del NJA (¿o era al revés?) disertó sobre la qibla. La qibla o dirección se refiere a la dirección local de la Meca. Es decir al punto por donde ser vería la Meca desde la posición del observador. Es decir, al punto hacia el que hay que orientar una mezquita para cumplir con la ley: 144. Vemos cómo vuelves tu rostro al cielo. Haremos, pues, que te vuelvas hacia una dirección que te satisfaga. Vuelve tu rostro hacia la Mezquita Sagrada. Dondequiera que estéis, volved vuestro rostro hacia ella. Aquéllos que han recibido la Escritura saben bien que es la Verdad que viene de su Señor. Alá está atento a lo que hacen.
La solución a este problema es aparentemente fácil si uno dispone de un mapa de la tierra colgado de la pared. Una regla, un transportador de ángulos y una brújula darían con la solución. Pero si dispusiera de un globo terráqueo no se vería tan claro: la trigonometría esférica, es lo que tiene.
Geométricamente el problema está relacionado con los círculos máximos o geodésicas: el camino más corto que une dos puntos de la superficie de la tierra. Y el camino no es una recta porque la tierra no es plana. Salvo que los puntos sean antipodales, el camino es único y concide con el círculo centrado en el centro de la tierra y que pasa por los dos puntos considerados. Los sabios interpretadores del Corán decidieron bien pronto que la qibla local tenía que ser la geodésica que une la localización considerada con la Meca.
No les aburriremos con sencillas fórmulas de trigonometría esférica que permiten deducir en un plis plas el rumbo de dicha geodésica. En cambio, les mostraremos dos propiedades muy interesantes de estos circulos máximos.
¿Recuerdan el barquito ese que se aleja y cuya última parte visible es el mástil más alto? ¿Lo recuerdan? Sí, el baquito que demostraba que la tierra es redonda (mejor dicho, que no es plana): ese barquito pequeñito se deja de ver justamente por el círculo máximo que une al observador con el barco. Esto es realmente intuitivo: a pequeña escala (en el campo de visión humano) la tierra es plana y el barquito se aleja por la recta que nos une con él. Pero como la tierra no es plana, la recta no es recta: es un círculo máximo.
Imagínense ahora que desde Barcelona una colla de castellers empieza a construir una torre perfectamente vertical. Cada vez más y más grande. Al principio sólo se ve en Canaletas pero, al poco, la ven desde el Tibidabo. Sigue creciendo y la ven desde Badalona, y desde Mataró, y desde Tarragona. La torre crece y crece. Están locos estos catalanes, dicen en Zaragoza mientras ven llegar a Iniesta a todo lo alto y con tres copas al costado... también lo ven en Soria y hasta en Madrid: Todos empiezan a ver la torre por el círculo máximo que une al observador con Canaletas. Alternativemente, pueden considerar a Gallardón que, habiendo terminado de cavar todos los hoyos del mundo, acabe erigiendo un monumento fálico más y más alto.
Afortunadamente, la torre más alta no es ninguna de éstas. Si vives entre los dos trópicos dos veces al año (en una determinada fecha y a una determinada hora) el Sol pasará exactamente sobre tu cabeza. Y el Sol, en ese caso será el final de una inmensa torre que parte desde esa localización y por ciento cincuenta millones de kilómetros. Y además, el Sol convierte a la torre en una especie de gigantesco faro que proyecta su luz, a veces de forma brutal, golpeando a fieles e infieles contra su yunque.
La Meca (21.4225N,39.8261E) está en zona tropical, dos veces al año pasa el Sol sobre su cabeza. Hoy es uno de esos días. Hoy (y mañana) aproximadamente a las 0918UTC (12h18mUTC+3, hora local; o, también 11h18mCEST, que es lo que nos importa), si se mira al Sol estará mirando a la Meca. Hoy el creyente que se descalza a las puertas de Masjid al-Haram a las 12h18m (hora local), según su estupendo reloj suizo, comprueba que no tiene sombra.
Así que hoy podemos orientar nuestra mezquita. ¿Hacia dónde? Hacia el lugar en el que esté el Sol a la hora en que pasa sobre La Meca. La figura trae cuatro casos diferentes con cuatro qiblas diferentes. En la península, digamos en Trujillo, donde el Sol hace tiempo que nació y ya transita desde el levante hacia el meridiano local por el sureste: el constructor local de mezquitas verá el Sol con rumbo 101; menos hacia el sur de lo que habría imaginado. Por las islas afortunadas, digamos Santa Cruz de Tenerife, la situación difiere algo. El Sol nació algo más tarde y su recorrido ha sido menor: el constructor local de mequitas aún lo verá con rumbo 84; prácticamente este, ligeramente al norte. Y hacia allá la construirá: a pesar de que la Meca esté más al sur.
Cruzando el charco, el Sol está recién naciendo en el extremo noreste de la costa este americana. En Boston tal que en ese instante. El constructor de mezquitas bostoniano verá este amanecer por el noreste (rumbo 60) y, también, por ahí, La Meca: a pesar de que la intuición le diga que está "más" al sur.
Plus ultra está el lejano Yukon donde la noche ya nunca es cerrada después de un largo invierno oscuro. Ni siquiera en el preciso momento en que el Sol pasa por La Meca: medianoche en Forty Mile. Entonces el Sol sólo estará cuatro grados por debajo del horizonte y su resplandor, visible. El fazedor de mezquitas lo verá y reconocerá un rumbo redondo: 360. Norte, nortísimo.
Como ven el resultado es algo diferente de lo que la intuición sugiere.
Aún debemos pensar en el constructor de mezquitas bonaerense o angelino o mexicano. Para ellos será noche cerrada sin orientación posible. Pas de problème. Esperarán a una fecha simétrica: seis meses después, el 28 de noviembre, aproximadamente, y doce horas después, a las 21h18mUTC, aproximadamente; el Sol pasará —siempre que así lo quiera el Clemente— por el nadir de la Meca: su antípoda, en medio del Océano Pacífico. El constructor pondrá en ese momento proa al Sol. Y la Meca quedará a popa.
Agradecimientos: xplanet, stellarium, The correct qibla
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