Corre una teoría puesta en marcha por el crítico de cine Eduard de Vicente en la que sostiene que el Barça ganará la Champions. Tiene que ver con Dan Brown y su prosa. En 2006 se estrenó en Paris la película “El código Da Vinci”. El Barça ganó la Champions jugada en París. “Ángeles y Demonios”, película también basada en una novela de Dan Brown, se acaba de estrenar en Roma, donde el Barça jugará la final de la Champions…
“Si se suprimiera el fuera de juego en el fútbol cada equipo colocaría un jugador dentro del área rival”. ¿Les suena? De hecho es el único argumento que se ha expuesto para defender la existencia de esa regla. ¿Cómo podemos saber que pasaría eso si nunca se ha jugado un partido sin orsai? En realidad no tenemos ni idea de cómo se desarrollaría un partido de fútbol si no hubiera fuera de juego. Se me ocurre pensar que quizá los jugadores tendrían que prepararse mejor físicamente para recorrer espacios anteriormente acotados por la estrategia defensiva de los equipos. Que quizá desaparecerían las jirafas defensivas lentas y solo aptas para el despeje del balón. Qué quizá primarÍa la técnica y la velocidad en detrimento de la dureza, la destrucción y el mediocuentismo. Qué quizá brotaría el gol de tal manera que se conseguirían tanteos parecidos a los que se producen en balonmano. Que quizá… Pero jamás lo sabremos. Porque estamos orgullosos de ser unos putos conservadores.
Muchos efectos especiales, mucha técnica actoral, pero todavía siguen sin evitar los pestañeos y muecas defensivas que preceden a la bofetada. La última la tienen a su disposición en la peli “300” cuando la reina Gorgo (Lena Heady) le da un guantazo a Theron (Dominic West).
Ya nos hemos habituado a contemplar cómo la gente que transita por la calle y va fumando lanza la colilla al suelo. No sería bueno que no acostumbrásemos también a ver a dueños y empleados de tiendas salir de esos locales a tirar las puntas de cigarrillo al suelo de la calle. Y parece que la costumbre arraiga.
A menudo, los futbolistas notan que la presión del balón no es la correcta y se lo comunican al árbitro. Jugador y colegiado, evidentemente, sólo tienen una manera de comprobarlo: apretando la pelota con ambas manos. La última palabra la tiene el de amarillo que decidirá si se cambia o no de balón. Por eso me asombra contemplar a los tenistas, después de que los recogepelotas les hayan entregado las bolas, cómo las descartan con una simple ojeada. Aunque quizá no sea la presión lo que les preocupa. ¿Entonces?
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