En 1965 la Argentina había sido declarada libre del “Aedes Aegypti”, el mosquito transmisor del dengue gracias al uso del DDT. Sin embargo ese mosquito está nuevamente presente en nuestro país, incluso en Rosario. ¿Qué ha ocurrido?
La causa, extrañamente, es poética. En 1962 una escritora yanqui, Rachel Carson, publicó “La primavera silenciosa”, en el cual, si bien reconocía que el DDT no es tóxico para aves, peces y mamíferos, decía que por su culpa nacían menos pájaros porque la cáscara de los huevos tenía menos espesor. Se basaba en el hecho real de que en los campos fumigados con DDT disminuían las aves. Pero eso ocurría porque las aves emigraban al haber menos insectos para comer.
El científico suizo Paul H. Muller (laboratorios Geigy) recibió en 1948 el premio Nobel debido a su descubrimiento del DDT. Se considera que es la sustancia que más vidas humanas ha salvado en toda la historia. Acabó con el paludismo (malaria), fiebre amarilla y dengue en casi todo el mundo, incluida Argentina.
El DDT es un insecticida ideal: no tiene ningún efecto tóxico en animales o en el hombre pero produce un colapso nervioso en los insectos. Es de producción simple y económica. Tiene además un gran poder residual, ya que al año de ser fumigada una casa con DDT los insectos se niegan a ingresar en ella. Sin embargo la patente de invención del DDT venció y los laboratorios tienen interés en vender nuevos productos. El resultado ha sido que todas las plagas que habían desaparecido gracias al DDT han retornado con fuerza mortal.
Alfredo Seijo, jefe de Zoonosis del Hospital Muñiz y uno de los infectólogos con mayor experiencia en el tratamiento de estas patologías declaró que “sería bueno volver a las fuentes y usar sustancias con mayor poder residual como el DDT. En los 50 se logró erradicar el mosquito transmisor del dengue, la malaria y el paludismo gracias al efecto de este insecticida, lo que permitió salvar millones de vidas; no veo la razón por la cual no podamos volver a utilizarlo”.
En todo el mundo hay una reacción contra quienes utilizan argumentos ecologistas para perpetuar la miseria y la enfermedad en los países del Tercer Mundo, porque la ecología es una ciencia, pero el ecoterrorismo no lo es. Robert Gwadz, del National Institutes of Health de USA dijo que “La prohibición del DDT puede haber causado la muerte de 20 millones de niños”. Hay quienes culpan a los ecologistas de provocar más muertes que el mismo Hitler.
En Argentina debemos decidir si seguimos en peligro de muerte por el dengue, el paludismo y la fiebre amarilla o combatimos los mosquitos con DDT, el único realmente eficaz contra esa plaga.
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