A veces hay tantos asuntos sobre los que charlar que es como si no hubiese ninguno. Hoy, por ejemplo, había yo descartado escribir sobre ese antiguo pasadizo secreto al cielo que se llama Anfield. Por dos razones, además. Una, porque el Mercutiano comentario al respecto, ayer en este chigre, es insuperable y, dos, porque el Atleti se ha ido al guano-league frente a los simpáticos portugueses del Porto. De forma que, en lo tocante al fútbol, mejor callar.
Dos temas aparecieron, flamantes, ante las escasas potencias de mi alma. En primer lugar, la presentación del libro intitulado 'Lorca y el mundo gay', del que es insigne autor (como todos ustedes habrán imaginado ya) el famoso lorquífago Ian Gibson. En la entrevista que sustenta la presentación, Gibson sostiene, solemne y definitivo: "Lo que España no podía aceptar es que el poeta español más grande de todos los tiempos fuese homosexual". ¿España? ¿Podía? ¿Más-grande-de-todos-los-tiempos? Quevedo, Góngora, Machado, Cernuda, Hernández y Gil de Biedma me advirtieron, de consuno, que o pasaba del tema o no volvían a hablarme en mi puta vida. Sin elección, entonces. Pensé, luego, en desarrollar un sesudo apotegma a propósito de las brevísimas relaciones biunívocas de Pe. Al parecer, su affaire con el jamonudo Bardem ha terminado definitivamente. A esta chica, ay, le duran los novios lo mismo que las campañas de promoción de las películas que con ellos hace. Igual es cosa de Alcobendas, que cría mujeres fogosas aunque de extraordinaria brevedad amatoria. Habrá que investigar eso, que parece interesante.
Y, para tal fin, embarcarnos en un proyecto de investigación. Como hizo Garzón en Nueva York. Con sorprendentes resultados monetarios, además. Debe de ser el único funcionario público que ignora qué cosa es la compatibilidad. Otrosí, el único que no comprende que la dedicación exclusiva (la suya, la mía, la de tantos) nos impide ganar extras que superen el treinta por ciento de nuestro salario anual bruto. ¡Qué juez más poco puesto en derecho administrativo! Se ve, claro, que lo suyo es descabezar tramas, desenredar redes y colocar “X” por doquier. Pero, para qué escribir sobre ello… La noticia está ya tan prescrita como los propios hechos que la motivan. Seguro. Sí diré, sin embargo, que las cuatro o cinco columnas que he leído hoy al respecto revelan, a las claras, que sus autores no se han leído el Auto del Supremo que declara no admisible cierta querella contra Garzón y da, sin embargo, sabrosos detalles sobre su estancia neoyorkina. Se lo recomiendo a todos ustedes. Sobre todo porque nos enseña, deleitándonos además, qué hemos de hacer para comprar a un funcionario sin que se note demasiado. Basta con darle la dádiva “a cuenta”. Es decir, antes de que tenga que prevaricar. Entonces, no pasa nada porque no hay contemporaneidad entre el jamón y el aprobado del chico. Que lo sepan, pues, los padres de mis futuros alumnos: regálenme el jamón ya. Un jamón al año, si quieren, justo hasta el momento en que sus hijos sean mis alumnos. Entonces, no. Nada. Ni cruzar una palabrita. Yo ya me sentiré suficientemente engrasado como para subirle a su vástago esos dos puntos que le hacen falta. Y como los jamones ya los tendré digeridos y formando parte de mis abdominales mollas, pues no habrá problema. “Unte preventivo”, se llama la figura. Como la famosa “guerra preventiva”, pero en dietas, conferencias, seminarios y colegio para la niña. Bien. Elegante. Y, además, rubricado por el Supremo. Ni más ni menos. Igual que los 160.333,14 dólares en concepto de sueldo que percibió Garzón de la School of Law de la New York University. ¿Sueldo? Sí, sí: sueldo. Así lo dicen, a la vez y sin inmutarse, la University y el Supremo. Sin ninguna mala fe, pero sueldo. Igual que el que seguía percibiendo del Estado español. Sueldo. Sin compatibilidad ni leches. Sueldo. Pero, eso sí, prescrito. ¡Qué suerte! Time is on our side, que cantaba el Morritos.
Dos temas aparecieron, flamantes, ante las escasas potencias de mi alma. En primer lugar, la presentación del libro intitulado 'Lorca y el mundo gay', del que es insigne autor (como todos ustedes habrán imaginado ya) el famoso lorquífago Ian Gibson. En la entrevista que sustenta la presentación, Gibson sostiene, solemne y definitivo: "Lo que España no podía aceptar es que el poeta español más grande de todos los tiempos fuese homosexual". ¿España? ¿Podía? ¿Más-grande-de-todos-los-tiempos? Quevedo, Góngora, Machado, Cernuda, Hernández y Gil de Biedma me advirtieron, de consuno, que o pasaba del tema o no volvían a hablarme en mi puta vida. Sin elección, entonces. Pensé, luego, en desarrollar un sesudo apotegma a propósito de las brevísimas relaciones biunívocas de Pe. Al parecer, su affaire con el jamonudo Bardem ha terminado definitivamente. A esta chica, ay, le duran los novios lo mismo que las campañas de promoción de las películas que con ellos hace. Igual es cosa de Alcobendas, que cría mujeres fogosas aunque de extraordinaria brevedad amatoria. Habrá que investigar eso, que parece interesante.
Y, para tal fin, embarcarnos en un proyecto de investigación. Como hizo Garzón en Nueva York. Con sorprendentes resultados monetarios, además. Debe de ser el único funcionario público que ignora qué cosa es la compatibilidad. Otrosí, el único que no comprende que la dedicación exclusiva (la suya, la mía, la de tantos) nos impide ganar extras que superen el treinta por ciento de nuestro salario anual bruto. ¡Qué juez más poco puesto en derecho administrativo! Se ve, claro, que lo suyo es descabezar tramas, desenredar redes y colocar “X” por doquier. Pero, para qué escribir sobre ello… La noticia está ya tan prescrita como los propios hechos que la motivan. Seguro. Sí diré, sin embargo, que las cuatro o cinco columnas que he leído hoy al respecto revelan, a las claras, que sus autores no se han leído el Auto del Supremo que declara no admisible cierta querella contra Garzón y da, sin embargo, sabrosos detalles sobre su estancia neoyorkina. Se lo recomiendo a todos ustedes. Sobre todo porque nos enseña, deleitándonos además, qué hemos de hacer para comprar a un funcionario sin que se note demasiado. Basta con darle la dádiva “a cuenta”. Es decir, antes de que tenga que prevaricar. Entonces, no pasa nada porque no hay contemporaneidad entre el jamón y el aprobado del chico. Que lo sepan, pues, los padres de mis futuros alumnos: regálenme el jamón ya. Un jamón al año, si quieren, justo hasta el momento en que sus hijos sean mis alumnos. Entonces, no. Nada. Ni cruzar una palabrita. Yo ya me sentiré suficientemente engrasado como para subirle a su vástago esos dos puntos que le hacen falta. Y como los jamones ya los tendré digeridos y formando parte de mis abdominales mollas, pues no habrá problema. “Unte preventivo”, se llama la figura. Como la famosa “guerra preventiva”, pero en dietas, conferencias, seminarios y colegio para la niña. Bien. Elegante. Y, además, rubricado por el Supremo. Ni más ni menos. Igual que los 160.333,14 dólares en concepto de sueldo que percibió Garzón de la School of Law de la New York University. ¿Sueldo? Sí, sí: sueldo. Así lo dicen, a la vez y sin inmutarse, la University y el Supremo. Sin ninguna mala fe, pero sueldo. Igual que el que seguía percibiendo del Estado español. Sueldo. Sin compatibilidad ni leches. Sueldo. Pero, eso sí, prescrito. ¡Qué suerte! Time is on our side, que cantaba el Morritos.
(Escrito por Protactínio)
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