De las palomas oscuras
A Claudio Guillén
Por las ramas del laurel
vi dos palomas oscuras.
La una era el sol,
la otra la luna.
«Vecinitas», les dije,
«¿dónde está mi sepultura?»
«En mi cola», dijo el sol.
«En mi garganta», dijo la luna.
Y yo que estaba caminando
con la tierra por la cintura
vi dos águilas de nieve
y una muchacha desnuda.
La una era la otra
y la muchacha era ninguna.
«Aguilitas», les dije,
«¿dónde está mi sepultura?»
«En mi cola», dijo el sol.
«En mi garganta», dijo la luna.
Por las ramas del laurel
vi dos palomas desnudas.
La una era la otra
y las dos eran ninguna.
(Federico García Lorca, Diván del Tamarit)
1. Versiones. Lorca, del que conservamos una versión manuscrita sin fecha, publicó el poema suelto en dos ocasiones (en el número 2 de la revista Héroe, de 1932 y en La nación de Buenos Aires, 29-10-1933) y lo incluyó en tres de sus libros: Primeras canciones (1936), el Diván de Tamarit (póstumo: 1940) y Tierra y luna (inacabado, se conserva el índice). En Primeras canciones y Diván ocupa un lugar importante: cierra ambos poemarios.
2. Composición. Se supone que los poemas recogidos en Primeras canciones (1936) son anteriores a los de Canciones (1927). Según Altolaguirre, editor del libro, se trata de una antología de «un libro de adolescencia aún no ordenado por su autor». Sin embargo, García Posada propone una fecha de composición posterior a Canciones: 1931. Si se trata de un poema primerizo, llama la atención que Lorca lo recuperara y mantuviera en el repertorio en sucesivos proyectos, sin demasiados cambios. No es imposible, pero la maestría, el tono y la publicación en 1932 y 33 sugieren una fecha próxima (quizá posterior) a Canciones.
3. Título. El poema recibió cuatro títulos, cada vez más elaborados: «Canción» (Primeras canciones), «Canción de las palomas» (Tierra y luna), «Canción de las palomas oscuras» (La Nación) y «Casida de las palomas oscuras» (Diván).
4. Género. Lorca lo presentó primero como una canción, del tipo de las incluidas en Canciones, con las que comparte muchos rasgos: versos de arte menor, narración, ambiente sobrenatural, tono enigmático, elementos recurrentes que sufren transformaciones a lo largo del poema. Al reciclarlo para el Diván, lo clasificó dentro de las casidas. Aunque la descripción wikipédica de la qasida clásica árabe no parece concordar en nada con el texto, sí hallamos concidencias temáticas y estructurales con la variante persa del género: «el comienzo suele describir un suceso natural, como el paso de las estaciones» (en este caso, la continuidad del día y la noche, representados por el sol y la luna). «Tras esta introducción viene el takhallos, en el que el poeta normalmente se dirige a sí mismo empleando su seudónimo» (en este caso, se dirige al sol y la luna). «La última parte representa el objetivo fundamental del poema, en la que se pide un favor o ayuda a un patrón o mecenas» (la pregunta al sol y la luna puede entenderse así). En otra descripción de la casida árabe, la segunda parte de este tipo de poema se presenta así: «rahīl, en la que el poeta describía su viaje o deambular por las zonas desérticas de Arabia, con minuciosa descripción de su montura, caballo o camello». En el poema de Lorca, hay también travesía, aunque peculiar: el poeta atraviesa la tierra (¿la arena del desierto?) hundido en ella hasta la cintura: «Y yo que estaba caminando / con la tierra por la cintura».
5. Variantes. La versión manuscrita da «van dos palomas», en vez de «vi dos palomas». En la versión de Primeras canciones el árbol de los últimos versos no es un laurel, sino un cerezo, y las águilas son de mármol, no de nieve.
6. Música. Paco Ibáñez musicó la canción y la incluyó, junto a otros poemas de Lorca y Góngora, en su primer disco, de 1964.
7. Personajes: el poeta; dos aves (primero palomas oscuras, luego águilas de mármol o nieve, por último palomas desnudas) que son el sol y la luna (que, según se desvela, son en realidad la misma: la una era la otra, y en último término nada: y las dos eran ninguna); una muchacha desnuda que aparece junto a las águilas y que era ninguna (lo que, en último término, la iguala con el sol y la luna, también desnudos y nulos al final del poema).
8. Lugares: mínimos. El árbol donde están posadas las aves, un laurel (que en Primeras canciones se convierte, al final del poema, en un cerezo), y la tierra que atraviesa el poeta, hundido en ella hasta la cintura. El laurel sugiere, entre otras connotaciones, inmortalidad y muchacha bellísima pero inalcanzable (Dafne, que se convierte en árbol para escapar de Apolo: quizá esta sugerencia ayuda a comprender por qué la muchacha, que deja de serlo, era ninguna).
9. Tiempo: el poeta nos describe tres visiones sucesivas (Por las ramas del laurel /vi dos palomas oscuras; vi dos águilas de nieve-mármol / y una muchacha desnuda; por la rama del laurel-cerezo / vi dos palomas desnudas). Las repeticiones y el paralelismo invitan a pensar que las tres visiones corresponden a una misma realidad, observada en tres momentos. De una vez a otra, hay un clímax doble: el poeta ve cada vez más claro (las palomas, primero oscuras, son luego águilas blancas, y al fin palomas de nuevo, pero desnudas: ¿transparentes?) —pero el precio de esa claridad es que el objeto de la visión, paradójicamente, se vuelve cada vez menos nítido: las dos palomas, que empiezan siendo distintas (una el sol, la otra la luna), se dirían más visibles al agigantarse en águilas, pero en realidad pierden nitidez e identidad (la una era la otra); cuando parecen recuperar tamaño e identidad, han perdido en realidad esta última (y las dos eran ninguna). El paralelismo con otras canciones de Lorca sugiere que el poema resume a la vez un ciclo natural (con estructura ABÁ: se vuelve, en espiral, a un punto de partida que es y no es el mismo: volverán las oscuras golondrinas, pero…) y la vida humana, irreversible (el poeta, adecuadamente medio enterrado en la parte central del poema, busca su sepultura: al final, la desaparición de lo que ve sugiere también la del observador: un fundido en blanco marmóreo, sepulcral).
10. El poeta. Ve, invoca y pregunta, camina: es un visionario o vidente (que ve, cada vez más claro, cómo todo se confunde y desaparece), un buscador que invoca con familiaridad a los poderes sobrenaturales, demandando respuesta, y atraviesa la vida buscando un Grial o McGuffin, sin engañarse sobre lo que significará encontrarlo: el fin, la sepultura. Envejecer, morir / es el único argumento de la obra.
11. Los dos pájaros. Su naturaleza contradictoria, sorprendente, queda marcada desde el momento en que sus figuras oscuras corresponden en realidad a dos astros luminosos, el sol y la luna (se diría una imagen cinematográfica en la que dos manchas "oscuras", desenfocadas, que podrían pasar por dos pájaros, se revelan al enfocar como reflejos de los dos astros). Se trata de seres esencialmente temporales e inestables: en el transcurso del día varía su forma y tamaño, su color, su visibilidad. Aunque pertenecen a otra esfera, ésta está próxima a la del poeta, que puede llamarlas, con familiaridad y buen sentido, vecinitas. La identidad con los pájaros viene dada circunstancialmente por su presencia en el árbol, pero también tiene una motivación más profunda: astros y pájaros son viajeros del cielo, del aire. Sol y luna, hermanos y amantes en muchas tradiciones populares, son distintos, pero similares y complementarios. Aquí se enfatiza su semejanza, que desemboca en identidad. Sin embargo, alcanzan ésta de forma peculiar: la destrucción de sus diferencias no los lleva a ser una tercera cosa, sino a dejar de ser una. Al final, ni siquiera son distintos de la tercera en discordia, la muchacha desnuda, cuya desnudez y nulidad asumen.
12. El enigma. La pregunta del poeta (¿dónde está mi sepultura?) recibe una respuesta doble: el sol la sitúa en mi cola, la luna en mi garganta. Sin embargo, dado que ambos pájaros son en realidad el mismo (la luz de la luna no es otra que la del sol, reflejada), hay razones para pensar que ambos están diciendo lo mismo: la cola del sol, sus últimos coletazos, se confunde con la boca de la noche, que devora la luz, extinguiéndola en su garganta. En el crepúsculo, hora de las dos luces (twilight), sol y luna se confunden (la una era la otra), mientras uno ya no es visible y la otra aún no lo es (y las dos eran ninguna).
13. La muchacha desnuda. Si el poema tiene una clave que se escapa, ésa es la muchacha desnuda que aparece en la segunda visión. Podemos ponerla en relación (detectar, más bien, que inevitablemente lo está) con varios términos: el laurel-Dafne, la amada que el poeta suele hallar en la parte central de la casida, la sepultura que el caminante busca, la luz de los astros, la vida o el día propiciado por éstos, el propio poema, el sentido último de la búsqueda, del poema, de la vida. Cabe decir que, si el poeta (centrado en hallar su sepultura) no busca a la muchacha, de todas formas la encuentra —para perderla de inmediato. Si las connotaciones sugieren al tiempo Amor y Muerte, esta yuxtaposición (amada muerta, muerte amada: «romanticismo en clave vanguardista», llama García Montero a la poética de Lorca) encaja perfectamente en un poema que narra la conciliación de opuestos (o contiguos) a través de su aniquilación.
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