La idea de clasificar los 56 relatos holmesianos me la dio, sin querer, un amigo al cual recomendé su lectura. Pareció no gustarle demasiado y, al devolverme los cinco libritos, me espetó:
–No están mal… pero son todos iguales.
¿Iguales? ¿Dijo, exactamente, iguales? Sí. Y yo, claro, me lo tomé, casi, como una afrenta personal. Vale que mi amigo es ingeniero (de una ingeniería de las llamadas blandas) y carece de imaginación. Pero ni eso era excusa: mi deber era demostrarle (sí: demostrarle) la falacia de su denigrante afirmación. Y me puse a ello. Se trataba de generar una serie de n preguntas sobre cada relato a las cuales se pudiese responder con un sí o un no. Luego, cada sí se computaría con un 1 y cada no con un cero. De tal forma, cada relato tendría un código binario de n dígitos que, luego, podría transformarse fácilmente en un número decimal. ¿Aparecerían 56 números diferentes? La primera decisión a tomar era la del número y carácter de las preguntas. Hay rasgos comunes en muchos relatos de Holmes. Por ejemplo, la presencia de animales; las referencias a un pasado oscuro, turbulento, escondido, son también frecuentes. No en todos hay un asesinato. En muchos de ellos, la policía oficial no interviene. Así, se me ocurrió que las siguientes preguntas podrían valer:
(1) ¿Hay algún muerto?
(2) ¿Se utiliza el tren?
(3) ¿Hay algún personaje extranjero de relevancia?
(4) ¿Hay referencias a las colonias (o excolonias) del Imperio Británico?
(5) ¿Juega la fauna algún papel de interés?
(6) ¿Está presente el turbio pasado de algún protagonista?
(7) ¿Se desarrolla integramente en Londres?
(8) ¿Interviene la policía “oficial”?
Con estas ocho sencillas (y nada matizables) cuestiones, me puse a ello. Relato por relato. Iba poniendo, en mi hoja Excel, ceros o unos según fuese el caso. Por ejemplo, en el relato “El hombre del labio torcido”, que aparece en “Las aventuras de Sherlock Holmes”, contesté con un no a siete de las ocho preguntas. Sólo fue afirmativa la respuesta a la última pregunta, ya que interviene Scotland Yard. Por lo tanto, su código era 00000001 o, en decimal, 1. Al contrario, la “Aventura del Colegio Priory” (El retorno de Sherlock Holmes) tuvo un código binario 11111100, que corresponde al 252 decimal. Así las cosas, resulta que ninguno (¡ninguno!) de los 56 relatos repite número de referencia. Es decir: con esas ocho preguntas en la mano, son todos distintos.
Cuando, orgullosamente, envié a mi amigo la hoja Excel, éste me e-contestó: ¡Qué poco tenéis que hacer los químicos en esta Universidad! Y eso que, sin embargo, os lleváis casi todos los laureles. Que San Isidro te proteja, mi agnóstico amigo. Estás a un paso de la locura. ¿Será verdad?
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