Francia sabe que el delirio del jacobinismo excesivo fue el campo arado del fascismo, germinado en un ideario anticipado por Gustave Le Bon. El antisemitismo fue también una impronta muy pujante en Francia, desde siempre. Sirva para ello saber, por ejemplo, que Dreyfuss fue indultado pero nunca fue anulado su proceso, a pesar de que se acabara reconociendo la injusticia. Entonces, ¿a qué tanto rasgarse las vestiduras por las consecuencias de los propios actos, por el fruto de la propia simiente? Darse cuenta del horror, toparse con la consecuencia ineludible de los propios actos y no querer aceptarlo: ¡ese no es mi hijo! Pero lo era.
Resulta difícil dudar de la ambigüedad de Francia durante la Segunda Guerra Mundial. Su adormecimiento militar y estratégico de entreguerras la deja como víctima propiciatoria de una Alemania que algún día se vengaría de Verdun y de la ocupación del Ruhr. La embestida alemana de 1940 derrota en muy poco tiempo a un ejército francés atontado, mal dirigido y no demasiado bien equipado. Pero también desmorona el Estado francés, que se rinde también. El Mariscal Pétain, el gran héroe de Verdun, acepta las condiciones alemanas y la ocupación parcial de Francia, dejando una zona libre bajo el control exclusivo de su gobierno, que se radica en Vichy. Mientras tanto, sólo De Gaulle y Leclerc llaman a la rebelión contra el gobierno títere de Vichy y contra la ocupación alemana. Pero también la derecha nacional francesa toma su posición y se convierte en el sostén político de Vichy y de la Alemania nazi. La izquierda desaparece, pero en gran medida porque también es colaboracionista, especialmente la comunista. En realidad, los altos cuerpos burocráticos y policiales del Estado francés están del lado de la colaboración.
Y sucede la ocupación, la resistencia, la deportación de judíos, la de trabajadores franceses a Alemania y, por fin, el desembarco aliado de Normandía del 6 de junio de 1944. El 17 de junio, el gobierno de Vichy decide retirarse hacia Alemania, instalándose en Sigmaringen. Aparte de una fingida administración mínima y de una escolta de las Waffen SS Charlemagne, pocos acompañan a Pétain en su huída. Entre ellos, el Doctor Ménétrel, que es simultáneamente el consejero político y médico personal del mariscal. Allí cae en desgracia, al imputársele la responsabilidad de la mala fortuna de la Francia colaboracionista, pero siguen confiando todos en una reversión de la situación a favor de Alemania. Entretanto, se busca para Pétain un nuevo médico personal, pues ya es bastante anciano y necesita de cuidados diarios. El escogido por los nazis es un médico francés que ha acompañado al gobierno al exilio y que les es de plena confianza. Es un hombre muy conocido como escritor, propagandista antisemita y colaboracionista absoluto. Cuando a Pétain le comunican que será este hombre, el Doctor Destouches, quien sustituya a Ménétrel exclama: “Preferiría morirme de golpe antes que eso…” Destouches estaba ansioso por sustituir a Ménétrel y, al conocer la opinión de Pétain, no puede reprimir su resentimiento hacia él. En realidad, por mucho que esté en Sigmaringen, no tiene la menor intención de seguir la suerte del mariscal y siquiera de refugiarse en Alemania. Está de paso hacia Dinamarca con su mujer, Lucette Almanzor. Allí ha mandado depositar todos sus ahorros, transferidos desde el Banco de Inglaterra. Acude a Dinamarca porque tiene buenos amigos daneses y ya conoce el país, aparte de ser apreciado como escritor.
Por su filiación colaboracionista, ya desembarazado de Pétain, consigue un salvoconducto alemán para llegar hasta Dinamarca, por mediación de Werner Best (1) y de Hermann Bickler (2). Ya en Copenhague, Destouches y su mujer pasan la primera noche en el Hôtel d’Angleterre, para instalarse después provisionalmente en la casa de Karen Marie Jensen, mujer ligada al mundo artístico. Esto permite a Lucette impartir lecciones de danza a particulares, con lo que puede ejercer su profesión y obtener alguna renta. Destouches regulariza su situación legal y administrativa ante las autoridades de ocupación, pero en público se identifica con nombre falso: M. Courtial, personaje de uno de sus libros antisemitas. Con razón, pues sabe que la derrota alemana no tardará. El 5 de mayo de 1945 asiste a la entrada de las tropas británicas en Copenhague, pero no ha perdido el tiempo, porque ya ha encargado a un abogado, Thorvald Mikkelsen, la defensa de sus intereses. Éste no sabe nada de su cliente y antes de aceptarlo pide consejo a un amigo, Herman Dedichen, que ha residido en Francia durante casi veinte años. Conoce al médico como escritor, es francófilo y resistente desde la primera hora, pero no objeta nada a que Mikkelsen defienda a Destouches.
Hasta diciembre de 1945 el matrimonio Destouches vive casi en la clandestinidad, mientras su abogado ya ha solicitado al jefe de la policía danesa su regularización bajo la administración del gobierno danés. Entretanto, Francia ha vuelto a establecer relaciones diplomáticas con Dinamarca y llega a Copenhague el nuevo embajador. También llegan a Destouches las noticias de la muerte de su madre, de la condena a muerte contra Pétain, del suicidio de Drieu-La-Rochelle (3), de la muerte acribillado a balazos de Jacques Doriot (4) y de la depuración desencadenada en Francia contra los colaboracionistas. Lógicamente, teme ser deportado y, con toda seguridad, fusilado. Tal estado de cosas no le impide serenarse y volver a escribir. Por el momento está seguro y nadie le reclama.
Pero en agosto de 1945, el nuevo embajador recibe una información anónima según la cual alguien ha visto al Dr. Destouches en Copenhague. Informa al Quai d’Orsay (5) y recibe la orden de asegurarse de la veracidad de la información y de, en tal caso, proceder inmediatamente a solicitar al gobierno de Gustav Rasmusen la extradición de Destouches. Aunque aún no se le ha detectado, en varios periódicos franceses ya aparecen noticias mencionando su posible residencia en Oslo o en el “norte brumoso”. Destouches está algo nervioso, pero Mikkelsen lo tranquiliza. Aún no sabe aquél que su editor, Robert Denoël, acaba de ser asesinado en Francia a principios de diciembre.
El 10 de diciembre de 1945, una danesa casada con un francés lo reconoce por la calle y, el 14, Samuelson, corresponsal de France-Presse en Dinamarca, le solicita una cita para entrevistarlo, que rechaza. Es evidente que ya lo han localizado, pero la embajada francesa no quiere darle publicidad a la noticia. Probablemente fue Samuelson quien mandó la nota anónima a la embajada y, por un desliz suyo, la prensa francesa ya tiene la seguridad de que Destouches está en Copenhague. El embajador, Charbonnière, monta el cólera cuando lee la prensa francesa. Llama a Samuelson, le reprende y consigue que lo destituyan (6).
Charbonnière ya ha tramitado la solicitud al gobierno de Rasmusen para la extradición de Destouches y, en principio, el gobierno danés es absolutamente favorable, ante el evidente colaboracionismo del refugiado. Sin embargo, defensores como son del estado de derecho, exigen al embajador francés que aporte un dossier con pruebas concluyentes. Demanda entonces el embajador las pruebas al Quai d’Orsay y sólo le remiten extractos de textos de Destouches, fotografías de su asistencia a mítines antisemitas y generalidades que no implican directamente al perseguido en ningún acto concreto. Charbonniére se enfada con su gobierno y empieza a notar el ridículo de su posición ante los daneses, que encuentran el dossier insustancial. A cada nueva demanda de documentación llegan papeles varios que en nada inculpan a Destouches. Mientras tanto, su defensa actúa con toda precisión y empieza a torcer la voluntad de algunos ministros daneses, que no ven ya tan clara la extradición.
Sin embargo, a pesar de las dudas del gobierno danés, para Destouches la situación es un infierno que lo lleva al colapso nervioso cuando, finalmente, la policía acude a su domicilio para interrogarle. Era conocida su residencia en Copenhague, pero no su domicilio concreto. El 16 de diciembre de 1945, un vendedor de periódicos lee en el diario danés Politiken la noticia, ilustrada con una fotografía, de que Destouches está en Copenhague. Y lo reconoce como uno de los vecinos del edificio donde está su quiosco. Acobardado hasta el infinito, haciendo del cinismo fuerza, niega ante la policía ser antisemita, haber sido colaboracionista o tener nada que ver con la Francia de Vichy. Llega a decir que su estancia en Sigmaringen junto a Pétain se debió a su amor por la lengua francesa.
El matrimonio Destouches es detenido por orden del ministro de Justicia y llevado a prisión, donde las condiciones, no siendo duras, se les hacen insoportables. Pero la justicia danesa sigue sin encontrar que el dossier aportado por Charbonnière contenga nada concreto con que acusar a Destouches y proceder a la extradición. De hecho, Charbonnière reconoce colérico en la correspondencia diplomática con su gobierno que no existe nada de enjundia en el dossier, que está jurídicamente vacío. Mikkelsen aprovecha el tiempo y la torpeza francesa para hacer calar en el gobierno danés que se trata de una persecución por delitos de opinión, no por actos concretos que vulneren la ley francesa. Además, recuerda, el convenio franco-danés de correspondencia mutua excluye expresamente los delitos de opinión. Charbonnière no se explica la torpeza de su ministerio y de la policía francesa para hacerle llegar pruebas contundentes contra Destouches, pues sabe que las hay. Está a punto de desistir. El gobierno danés no impide, sin embargo, que el proceso contra Destouches siga en Francia y ofrece a la policía francesa acudir a la prisión cuando quiera para interrogar a Destouches, pero jamás sucede tal cosa.
El estado de Destouches en prisión empeora tanto que es enviado al Rigshospital por una temporada. Él mismo y sus abogados consiguen que se extienda la especie de que es un judío francés liberado de un campo de concentración que necesita reponerse. El gobierno danés intenta no tener demasiados problemas con el asunto y tampoco aclara la verdadera identidad del enfermo. En el hospital vive bien y es tratado con toda consideración, pero la sistemática presencia de la policía empieza a levantar la sospecha acerca de su impostura. Cuando se conoce la verdad, la indignación del personal es enorme y casi todos protestan escandalizados. Hay tanta gente que atender, tantos verdaderos prisioneros de los campos liberados que reponer, que la presencia de Destouches les parece repugnante. De cualquier modo, a su cautiverio le queda poco y el 25 de febrero de 1947 es liberado sin que el gobierno danés conceda su extradición. Sólo se le somete a la condición de residir en domicilio conocido y a no dejar Dinamarca sin el permiso gubernamental.
Los Destouches se instalan en una casita que su abogado Mikkelsen tiene cerca de Copenhague. Allí viven sin que ya Charbonnière pueda perseguirlos (7). Repuesto del temor a ser fusilado, Destouches retoma la escritura y se venga en ella de su perseguidor principal y de otros, incluidos los daneses: “Una lengua ideal para los mendicantes… Los daneses cuando hablan parecen llorar”.
Tras tres años de calma, en Francia, a principios de 1950, comienza el juicio contra Destouches, declarado en rebeldía. La expectación es enorme, porque su caso es ya famoso. Especialmente, la prensa y los partidos de la izquierda desean un escarmiento ejemplar. Los cargos le acarrean una condena de un año de prisión, 50.000 francos de multa, la confiscación de la mitad de todos sus bienes, habidos y por haber, y la indignidad nacional a perpetuidad. Los que le podían acarrear el fusilamiento no consiguen ser respaldados y son desestimados (8). La condena de prisión se da por satisfecha con el tiempo pasado en la cárcel en Copenhague. La decepción por una pena tan exigua irrita a casi todos. Destouches ha escapado a la suerte que en toda justicia le correspondía. El gobierno francés, evidentemente, prepara un recurso.
Sin embargo, Destouches no está dispuesto a cumplir el resto de las penas impuestas ni a esperar al recurso de su gobierno, y acude a un abogado francés muy bregado en defender colaboracionistas, Tixier-Vignancourt. Éste se sirve de una ley de la nueva República Francesa en que todos los condenados por colaboracionismo a penas de menos de tres años de cárcel, pueden ser indultados si fueron combatientes de la Gran Guerra. Es el caso de Destouches. Sin la menor publicidad, entregando Tixier su demanda de indulto entre otras tantas, Destouches consigue el levantamiento de la pena el 20 de abril de 1951, por resolución del tribunal presidido por M. Raynard. Cinco días después, Tixier anuncia a toda la prensa que Destouches ha sido indultado por la justicia francesa. El escándalo es mayúsculo y la prensa comunista acusa de traición a los jueces, al gobierno y a la República misma. El Ministro de Justicia se entera leyendo la prensa de ese día y monta en cólera, mientras que el de Interior no se puede reprimir y, corroído por la indignación y la humillación, destroza a golpes una silla de su despacho.
El Ministro de Justicia, Jules Moch, llama al juez Raynard para que le dé una explicación acerca de cómo era posible que un prófugo de la justicia, custodiado por un gobierno amigo en tanto su causa no tiene sentencia firme, le colara de rondón un expediente de indulto:
-“¿Es que acaso no sabe usted que el Doctor Louis-Ferdinand Destouches es el mismo que el escritor Louis-Ferdinand Céline (9)?”
- “Perdóneme, Señor Ministro, pero en literatura nunca pasé de Flaubert.”
Poco después, el médico Louis-Ferdinand Destouches volvió a Francia con su mujer para seguir escribiendo. Murió el 1 de julio de 1961 en París. Había nacido el 27 de mayo de 1894 en Courbevoie, Francia.
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(1) Werner Best era un jurista alemán que hizo carrera en la Gestapo hasta que se enfrentó a Heydrich, pasando entonces a depender de Von Ribbentrop. De 1940 a 1942 fue comandante en jefe de las tropas de ocupación de la Wermacht en París, donde conoció a Destouches. En 1943 su mentor cae en desgracia y es enviado a Dinamarca como ministro plenipotenciario del Reich, estableciendo su cuartel general en el Hôtel d’Angleterre de Copenhague. Viendo ya que Alemania perdería la guerra, encontró en Dinamarca el puesto perfecto para obrar con una blandura calculada, que le permitiría el indulto ante la condena a muerte en 1945.
(2) Hermann Blicker era un autonomista alsaciano ligado al NSDAP, amigo de Destouches y de Werner Best.
(3) Drieu-La-Rochelle no quiso huir y tampoco aceptó la protección que le ofreció, entre otros, André Malraux. Se suicidó. En sus últimos tiempos se reconocía abieramente estalinista.
(4) Jacques Doriot fue comunista y fundador del Parti Populaire Français, convertido en el sostén político de la Francia de Vichy. Murió en 1945 estando ya en Alemania, cuando unos cazas de la Luftwaffe ametrallaron el coche en que viajaba. Oficialmente fue un accidente, pero algunas versiones del suceso apuntan a que fue deliberadamente acribillado como resultado de un ajuste de cuentas entre distintas facciones nazis.
(5) Es el nombre que recibe el Ministerio de Asuntos Exteriores, por estar situado precisamente en ese lugar.
(6) Samuelson se tomó la venganza repetidas veces. Acusó siempre a Charbonnière, sabiendo que mentía, de no tener intención de capturar a Destouches, por lo que ocultaba deliberadamente los documentos que lo inculpaban. Llegó incluso a tergiversar la condición del embajador bajo el régimen de Vichy, confundiendo deliberadamente a Charbonnière con su padre, que sí había sido colaboracionista.
(7) Charbonnière sufrió enormemente por el asunto y consideró siempre una humillación personal y a Francia lo sucedido en el caso Destouches. En sus memorias siquiera cita el caso.
(8) Era absolutamente evidente que había cometido alta traición por colaboración política y propagandística con el invasor, lo que la legislación francesa anterior a la guerra penaba con la muerte por fusilamiento.
(9) Louis Ferdinand Destouches tomó el nombre de su abuela Céline, que significa Celia, como sobrenombre literario.
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