Ángel Ruiz es un tipo menudo de aspecto insignificante y presencia efímera. Vamos, que si lo vieran por la calle no lo reconocerían. Luce una perilla desigual que le favorece los martes y viernes. Nos hallamos en Badalona, en el Barrio de La Salud, en el interior del bar “Oscuro amanecer“ (especialidad en tapas frías, calientes y de entretiempo). El autor ha pedido una ración de “calamares a la boloñesa” y una tónica. Yo me decanto por un plato clásico de la carta del local, “huevos estrellados retirados de la pared con mimo” y una Mirinda. “Oscuro amanecer” es un establecimiento muy famoso en la “Guía de Bares Alternativos”. Hay un gran ambiente y el local está lleno a rebozar. Para evitar el bullicio y el fragor de los eructos, el dueño del establecimiento nos ha instalado en una mesa insonorizada con vistas a una pescadería de bajura.Vamos.
GOSLUM: Buenas noches, señor.
ÁNGEL RUIZ AYALA: ¿Qué hay, gosulum?
G: Goslum, es goslum.
A.R.A: Perdone.
G: ¿Está usted casado?
A.R.A: No, estoy suelto.
G: ¿Profesión?
A.R.A: No profeso ninguna.
G: ¿Pacifista?
A.R.A: Sí, soy antiviolencia a muerte.
G: ¿Qué le pide a la vida?
A.R.A: Una muerte justa.
G: Alguna novela que le haya marcado…
A.R.A: “El cuarto proctólogo”, de Frederick Forsyth.
G: Autor español de cabecera…
A.R.A: Soso del Todo.
G: ¿Desde cuando escribe?
A.R.A: Empecé muy tarde. Jamás escribí nada con boli. Estaba convencido de que la ciencia inventaría el tratamiento de textos. No tenía nada que perder y me armé de paciencia. La ciencia nunca defrauda. Otra cosa son las farmacéuticas, ojo.
G: Acaba de publicar “Psicoquílez, el asesino de la magdalena”. ¿Cómo la definiría?
A.R.A: Puro entretenimiento con aspiraciones de best seller y de una rápida adaptación al cine de la mano de los Farrelly.
G: ¿Qué tal se vendió su anterior libro “Diario de un presidente del gobierno”?
A.R.A: Se vendió bien, pero se compró mal.
G: ¿A que mundo se adentrará quien se anime a leer "Psicoquílez”?
A.R.A: A un mundo de lleno de banalidad, irreflexión y deconstrucción literaria.
G: ¿Cuánto tiempo le llevó terminar la novela?
A.R.A: Cuatro años y un día. Pero obtuve quince días de vacaciones por buen comportamiento.
G: ¿Ha participado en algún colectivo de agitación literaria?
A.R.A: Indirectamente y como víctima. Tuve un profesor que nos golpeaba con el Catón cuando no respondíamos correctamente a sus preguntas.
G: ¿Por qué escribe?
A.R.A: Para reforzar la autoestima de mis ideas y demostrarles que cuento con ellas.
G: Sus personajes no parecen tomarse muy en serio la realidad...
A.R.A: La realidad posee un humor negro insuperable. Pero nosotros no solemos entenderlo y siempre nos lo tomamos por la tremenda. Mis personajes tratan a la realidad como se merece.
G: ¿Cree que falta humor en nuestras vidas?
A.R.A: Humor, sexo, calcio. Los seres humanos tenemos tantas carencias…
G: ¿Qué haría si fuera presidente del país más poderoso de la tierra?
A.R.A: Hablaría inglés, que es una cosa que siempre me ha hecho mucha ilusión.
G: Ya, bueno, pero ¿qué medidas tomaría?
A.R.A: Lo de siempre. Acabaría con el hambre y con las guerras.
G: Vaya…
A.R.A: Bueno, vale, también haría algunas mejoras en el tráfico… y suprimiría el fuera de juego en el fútbol.
G: ¿Es usted de los que se ponen en la piel de sus personajes para poder escribir con mayor precisión?
A.R.A: No, en absoluto. Por eso envidio tanto a los actores porno. Esos sí que se meten en el personaje, bueno, incluso se meten dentro de otros personajes.
G:¿Qué opina del fanatismo religioso que censura una obra literaria? Si padeciera algo similar a lo de Rushdie ¿qué haría?
A.R.A: Lo tendría complicado porque los mejores escondites creo que ya están pillados. De todas formas, se ha hablado mucho de Rushdie, pero poca gente conoce el caso del escritor checheno Ludovic Pochinski que sobrevivió milagrosamente a más de cien amenazas de muerte.
G: Usted también escribe teatro. Y cuentos. Dígame, ¿de dónde saca las ideas para crear sus historias?
A.R.A: De las cosas tremendas que cuentan en sus telediarios Piqueras o Matías Prats. Incluso de la alegre vida cotidiana. Por ejemplo, el otro día viajando en tren me topé con un revisor que llevaba una pegatina en la pechera que rezaba: “Nunca viajarás solo”. ¿Y eso?, le pregunté. Para desalentar a los que pretenden subir sin el pertinente billete, me contestó.
G: ¿Cree en Dios, es usted creyente?
A.R.A: Creo en Hacienda, soy contribuyente.
G: ¿En España se lee poco?
A.R.A: Se lee lo necesario. Yo creo que la gente es prudente y tampoco quiere abusar.
G: ¿Leer hace mejores a las personas?
A.R.A: No, ni siquiera a los críticos literarios.
G: ¿Qué escritor se llevaría a una isla desierta?
A.R.A: A César Vidal. Para que se relajara un poco y dejara de publicar a ese ritmazo.
G: ¿Algún proyecto?
A.R.A: Tengo empezada una novela que se titula: “Todos los pivots visten de largo”.
G: ¿Y de qué va?
A.R.A: De rugby.
G: ¿Qué les diría a aquéllos que no han leído nada suyo para que empezaran con esta novela?
A.R.A: Que he intentado escribir la novela que a mí me habría gustado poder leer en el metro.
G: Pues mucha suerte.
A.R.A. Muy amable. Que conste que le leo cuando puedo en el nickjournalarcadiano.
G: Gracias.
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