Claro que antes estuve en Oklahoma City, en Stockyards City, la ciudad donde aún subastan el ganado y donde podía ver a los vaqueros que inspiraron las películas de John Wayne, o en el museo de la Historia del oeste y del Cowboy, en donde me paseé por un pueblo del Oeste, contemplé los Winchester, Smith & Wesson y Colts de tantos cowboys, o los uniformes del Séptimo de Infantería. Al fin, no es poca cosa, ser el figurante en una película del oeste, y contemplar desde la puerta del saloon que el villano tuerce la esquina de la calle principal, y única dicho sea de paso, del pueblo para enfrentarse, quiéralo o no, al héroe.
Al final llegué a Los Ángeles, y como bien pueden imaginar, me dirigí a Hollywood, para pasear por Sunset Boulevard, por el Paseo de la fama, y recorrer los escenarios de algunas películas y series de televisión. Fue una gran decepción. En la meca del cine, solo vi suciedad, falta de glamour, dejadez y muchísimos chicles pegados en las aceras de macadán. Me marché corriendo al hotel y puse el canal de televisión de series antiguas. ¡Allí estaba La casa de la pradera!
Cuando la crisis de Georgia, en una entrevista en la NBC, Richard Holbrook, que fue embajador de los Estados Unidos en la ONU, criticó al presidente Bush por quedarse en China fotografiándose con los atletas, mientras que Sarkozy había regresado y tomado el liderazgo político. No podemos permitirnos, como primera potencia mundial que somos, que otros lleven la iniciativa, dijo al final de la entrevista.
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